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Capítulo 3

Paso mi dedo índice sobre el segundo estante del estante derecho, notando la suciedad que lo cubre y decidiendo limpiarlo. Tomo lo que necesito y empiezo a trapear todos los estantes y después de limpiar a fondo pongo en orden los libros y decido yo mismo el arreglo; Me encanta ordenar las cosas, ordenarlas según mis gustos, verlo todo limpio y finalmente felicitarme por el trabajo realizado.

También reservo el mismo trato para el segundo estante y después de haber realizado el encargo que me ha encomendado observo mi figura reflejada en el suelo: mi pelo recogido en una cola de caballo me hace parecer más alta de lo que soy y calzo unos botines de piel marrón con una Poco con tacones, veo que llego a 1,65 metros, aunque sin la cola y las botas llego a 1,60 metros.

- ¿ Tangas o bragas de abuela? - sólo después de escuchar estas palabras pronunciadas por una voz ronca y autoritaria, me doy cuenta de la persona que está a mi lado, quien, mirándome a los ojos desde el reflejo, me ha hecho una pregunta tan simple como humillante. Me pierdo en su mirada que parece traspasarme y cuando la baja para mirar todo mi cuerpo, cada centímetro, siento calor y mis mejillas arden. Su mirada se detiene en el reflejo de mis bragas que en ese momento siento mojarse con un deseo que nunca había sentido.

Observo al hombre a mi lado que mientras tanto pasa su lengua por sus labios carnosos y de aspecto suave: su cabello, cuyo color no puedo ver, ya que el piso es negro, probablemente esté despeinado de todas las veces que si tocaba ellos, o quienes los han tocado, sus brazos y su pecho están envueltos en una camisa rigurosamente blanca, de la que los músculos parecen explotar, mientras que sus piernas están envueltas en pantalones negros, en sus pies calza zapatos negros tan brillantes como el suelo.

Siento su aliento caliente a lo largo de mi cuello y su mano derecha traza un camino de escalofríos que va desde mi cuello hasta el final de mi espalda y sólo cuando manosea mi trasero me doy cuenta de mi comportamiento: estoy permitiendo que un extraño me toque. ¡Y mírame donde nadie lo ha hecho!

Levanto de repente la cabeza, hasta ahora agachada para mirar nuestros reflejos, y me vuelvo hacia este hombre que me observa con una ceja levantada y una sonrisa provocativa, que sin embargo sólo me hace enojar más, ¿qué haces? ¡rápido!

-¿Cómo te atreves a mirar mis bragas y tocarme? ¡Mantente alejado de mí! - Utilizo el tono duro y autoritario, que comparado con el que usó anteriormente parece una súplica, pero no me importa, solo necesita que se aleje lo más posible de mí.

- Tranquila Astilbe, era inevitable mirarte si lo hacías tú mismo, quería ver lo que estabas admirando y entiendo todo ese interés - terminando la frase me guiña un ojo, lo que hace que mi enojo estalle y hacia al mismo tiempo desatar emociones que nunca había sentido, debo admitir que el hombre frente a mí es verdaderamente un paraíso para los ojos: cabello negro azabache y ojos tan negros como la brea, hombros anchos y músculos resaltados por la camisa ajustada, fuerte y piernas poderosas y esa sonrisita con esos labios perfectos que parecen gritarme que los bese para sentir su suavidad.

Él comienza a acercarse, mientras yo retrocedo para distanciarme lo más posible, hasta que mi espalda toca el estante y algunos libros caen al suelo, rompiendo el silencio. Continúa acercándose a mí hasta que siento su respiración en mi nuca, extiende una mano detrás de mi cabeza y toma mi cola, jalándola hacia abajo y levantando mi cabeza me doy cuenta de nuestra cercanía, nuestras narices se tocan y veo. que hemos tenido que agacharnos para pasar delante de mí, ya que él era al menos treinta centímetros más alto que yo. Se acerca a mi oído y susurra con voz ronca – Si continúas mirándome con esa expresión no seré responsable de mis acciones – acto seguido siento su lengua lamiendo el borde de mi oreja y su respiración enviando agradables escalofríos por mi columna.

Recupero el control de mí mismo en el momento en que siento sus manos en mis caderas, acercándome a él, apretándolas con fuerza.

Mi mano golpea su mejilla izquierda, que inmediatamente gira hacia la derecha y de inmediato me arrepiento de la fuerza utilizada, quizás demasiada, maldiciéndome por mi imprudencia, al fin y al cabo es un extraño y mide el doble de mi tamaño, podría lastimarme.

Lentamente gira su rostro hacia mí y de repente toma mis muñecas con fuerza y las golpea cruzándolas sobre mi cabeza. Jadeo de sorpresa y trato de liberarme moviendo los brazos, pero es en vano.

- De nada sirve que intentes liberarte de mí Astilbe, nadie me habla en ese tono y me abofetea sin pagar las consecuencias, ni siquiera sabes quién soy, no seas estúpido - y dicho esto aumenta la fuerza en mis muñecas, haciéndome gemir de dolor. No entiendo por qué sigue llamándome Astilbe, sé que es una flor, pero no entiendo por qué, ni siquiera me conoce.

Mi enojo aumenta y llevado por el instinto y el miedo levanto la rodilla, pero no tengo tiempo de golpearlo antes de que su rodilla choque con mi muslo y baje mi pierna, haciendo que esta golpee el estante e inevitablemente todos los últimos libros caigan. al suelo creando un ruido sordo audible en toda la biblioteca, me atrevo a decir.

Mi boca se abre mucho por el golpe y él rápidamente se acerca, abriendo la suya al mismo tiempo, haciéndome respirar por su aliento y como una idiota me encuentro pensando en lo erótico que es este gesto, pero inmediatamente mis labios se vuelven a cerrar por la vergüenza; No lo conozco y puede que tenga alguna enfermedad, probablemente sea un mafioso y le pegué sin pensar en las consecuencias.

Logra mantener mis manos en mi cabeza con una mano y con la otra me agarra por la nuca acercándome a sus labios y solo cuando se tocan me susurra con nuestros labios tocándose - Astilbe, Astilbe "Este comportamiento tuyo no me molesta. Te dije que no fueras estúpido y en cambio hiciste todo lo contrario". ¿Qué tengo que ver contigo? ¿Mmm? -

- Suelta mis manos y dame mi espacio, ¿tal vez? No te conozco y podrías contagiarme alguna enfermedad - después de esta frase se echa a reír, ¡y Dios qué risa!

- Astilbe, no te preocupes, no tengo ninguna enfermedad. Pregúntale a alguien quién es Hunter Pastro, siempre que mi fama no me preceda también , y dicho esto me suelta y se va.

-clara-

- Berta, ¿quién es Hunter Pastro? - Te pregunto, esperando recibir una respuesta positiva; No sé por qué te lo pregunto, así como no sé por qué esperas una respuesta positiva, no debería interesarme por un desconocido, por un maníaco que miraba y tocaba partes de mi cuerpo. que nadie tenía permiso para hacerlo. Probablemente será un mafioso y como él mismo me definió, fui un estúpido al dejarlo hacerlo.

- ¿ Quién es él? ¿Usted no sabe? - me pregunta, con tono de sorpresa y un dejo de compasión. Sacudo la cabeza en negativo, haciéndole entender lo que no puedo decir con palabras, ya que la ansiedad y la curiosidad me están carcomiendo.

- Hunter Pastro es el chico que acaba de salir, bajó, ¿no lo conoces? Bueno, sea cual sea el caso hay que mantenerse alejado de él, su abuelo fue el primer mafioso que también se hizo respetar por la policía. Suele venir a comprar libros los jueves, y hasta entonces yo estaba feliz, ya que es tu día libre, pero si vuelve un día en que trabajas, haz lo que te pida. Antes de mirarle a la cara hay que bajar la cabeza en señal de sumisión, están muy orgullosos en esa familia. Nunca, quiero decir nunca, faltarle el respeto, levantar la voz o hacer algo de lo que puedas arrepentirte, esas son personas que no perdonan, ¿entiendes cariño? - claro, entendí que era un estúpido, un muerto andante ya que sé con certeza que volverá por haberle faltado el respeto, en fin, le di una bofetada, levanté la voz, respondí mal y no. ¡No inclines la cabeza!

- Por supuesto Berta, me mantendré alejada de él, no te preocupes - y eso haré: no quiero verlo ni oír hablar de él. Sólo quiero olvidar el encuentro con este maníaco y borrar la sensación de sus manos en mi cuerpo.

- Primero escuché caer unos libros, ¿está todo bien? ¿Quieres que te ayuden a ordenar? - Estaba seguro que la caída de los libros se había escuchado por toda la biblioteca, aunque no entiendo porque no bajó a revisar, tal vez le tenía miedo al maníaco o peor aún, vio toda nuestra conversación desde entonces. ella solo me hizo el guiño.

Siento que me arden las mejillas ante el mero pensamiento de nuestro encuentro y saber que Berta fue testigo de ello me avergüenza sin medida.

- Fuiste testigo de mi encuentro con el maníaco, ¿no? - Pregunto ya derrotado, con la mirada fija en mis botas, que de repente se han vuelto interesantes.

- ¡ Sí, pero no te preocupes, yo también le hubiera estampado cinco libras en esa cara tan bonita que tiene! Volverá, estoy seguro, pero si te portas bien tal vez olvide tu bofetada. Me han dicho que es incluso más arrogante y dominante que sus predecesores, y el hecho de que te haya dado su aliento para respirar me lo confirma : ¡ Ojalá el suelo me chupara ahora mismo, me siento como un tonto! ¡Y hasta respiré su aire!

Siento mis mejillas arder y mi temperatura corporal sube, estoy empezando a sudar, extraño el aire y en esta biblioteca hará al menos veintisiete grados, o al menos eso es lo que siento.

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