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Capítulo 3

- Hola Abby. -

Son los hermanos pequeños de Meg, unos pequeños fastidios.

- ¿ Quieres jugar con nosotros? -

- Lo siento, pero tienes que hacer algo. -

Su sonrisa se convierte en un puchero hasta que sus ojos empiezan a llorar.

- No no no, ¿mira lo que te estoy dando? -

Me agacho hasta su altura y muevo mis manos frente a sus ojos, pensando detrás de mí en dos hermosos girasoles.

Aparece una luz y luego florece, dejándolos con sonrisas en sus rostros y aplaudiendo.

Me agradecen y luego desaparecen, llantos histéricos de niños, escapados.

Miras a mi padre y luego entramos.

- ¿Meg? -

- Hola loco. -

- ¿ Qué estás haciendo aquí? -

- Hemos sido convocados todos los que participaron en el desafío de la luna hace dos días. -

Ah, dormí dos días.

- ¿ Por qué? -

- ¿Me equivoco o el Alfa es tu padre? -

- Si me repites ese título una vez más te juro que haré una masacre. -

Me mira como diciendo: - ¿De qué lado de la cama te despertaste esta mañana ? - pero abandona el tema en cuanto mi padre habla.

- Todos sabéis que nosotros y los vampiros tenemos un acuerdo de paz desde hace siglos. -

Lo cual por lo que he notado es que no respetan mucho.

- Este año los participantes del desafío fueron elegidos para poder ir a la academia de Quebec, L&D Magic. -

Permanezco en silencio mientras Michael se adelanta a mi padre.

- Tendremos que vivir en esa escuela con el resto de criaturas mágicas y esos cadáveres andantes, ¿no? -

Espero la respuesta de mi padre.

- Sí. -

Mi corazón da un vuelco ante la mera idea de tener que compartir incluso un metro con esos chupasangres.

- ¡ ¿Pero se ha vuelto loco?! -

- Chico, baja la voz cuando te dirijas a tu Alfa. -

Él gruñe por lo bajo y mi padre comienza a hablar de nuevo.

- Desde hace algún tiempo se están produciendo extrañas desapariciones en la escuela y, dado nuestro acuerdo, si los vampiros son los culpables de todo, no podrán escapar en tu presencia. -

Ya escuché suficiente, salgo corriendo de la habitación ignorando la voz de Megan llamándome, convirtiéndome en lobo y huyendo ante la mirada de todos.

En la manada sólo los cachorros no conocen mi historia, pero los demás saben bien lo que me hicieron los vampiros.

Finalmente corrí tan fuerte que llegué a la zona de la cascada.

Reduzco la velocidad y camino hasta llegar a la orilla del río.

Miro mi reflejo.

Un gran lobo blanco con ojos rojos.

Los miro fijamente como si mi reflejo pudiera darme las respuestas que quiero, pero tan pronto como toco su superficie la imagen se adormece, provocando que aflore un recuerdo en el que le pregunté a mi madre por qué el agua era tan clara.

- Está claro porque a diferencia de nosotros los seres vivos, el agua no tiene memoria. -

- Pero sigo siendo yo, ¿no? -

- Lo que eres solo está aquí Copo de Nieve. -

Señaló mi corazón antes de sonreírme.

Cierro los ojos y al abrirlos observo la luna.

Es hora de que asuma mis responsabilidades.

Regreso de la manada y entro a la habitación.

Por suerte la reunión duró mucho tiempo.

Retomo mi apariencia humana y me acerco a mi padre.

- Basta de preguntas. Sabemos lo que tenemos que hacer, así que no tiene sentido prolongarlo más. -

- Pero Abbigaille. -

- Cállate Michael, si puedo aceptar el hecho de tener un vampiro a poca distancia entonces no veo ninguna razón por la que tú no deberías hacerlo. -

Miro a mi padre, si realmente es lo que quiere lo haré, pero no prometo quedarme callado si siquiera uno de esos repugnantes asesinos se acerca a mis amigos o cualquier otra criatura de esa escuela.

La época de la despreocupación ya pasó.

Tengo que liderar una manada ahora.

La noche llega temprano.

Permanezco quieto en la cama de mi cuarto oscuro, iluminado sólo por la luz de la luna.

Mañana tendremos que intentar estar preparados para no decapitar a los cadáveres ambulantes.

Nuestro trabajo al final es actuar como niñeras para viejos molestos que no pueden controlar su estúpida hambre.

Alguien llama a la puerta.

- Después de usted. -

Entra mi padre.

- Todavía triste, ¿eh? -

- Quizás heredé este lado de mamá. -

- Sí, cuando la conocí se podría decir que era una bruja rebelde, pero amaba la noche más que nadie. -

Sonrío ante su recuerdo, me sé su historia de memoria. Mamá le dio una buena lección a papá que había intentado golpearla, cuando las fronteras de los dos reinos aún no estaban marcadas.

Al final, la madre ganó contra un Alfa que corría el riesgo de morir si resultaba herido.

Ella lo curó, y mi padre no sé cuántas veces le pidió disculpas antes de que la bruja decidiera perdonarlo. Se enamoraron y una vez reconocida como miembro de la manada salió embarazada de mí.

- Abby, desearía que no hubieras ganado. -

Salgo de mis recuerdos y me giro para mirarlo.

- Por qué. -

- No quiero perderte a ti también. -

Pierdo el ritmo.

Todos estos años fue mi padre quien me crió y puedo entender lo que siente, o al menos, entiendo parte de ello.

- Eres algo único en este mundo Abby, no todos los días te encuentras con un híbrido y fuera de nuestra manada hay gente malvada dispuesta a todo con tal de conseguir una mitad bruja y mitad hombre lobo. -

Sus ojos empiezan a llenarse de lágrimas, al final no es más que un padre cariñoso.

Pongo mi mano sobre la suya y la aprieto ligeramente.

- No me perderás papá, ¿soy tu hija o no? Tendré cuidado, te lo prometo e incluso si descubrieran mi naturaleza, ciertamente no soy un tipo fácil de atrapar. -

Le guiño un ojo antes de que me abrace con fuerza.

Cuando se aleja siento algo cálido irradiando sobre mi cuerpo a la altura de mi cuello.

Pongo mi mano en la base y siento un colgante.

- Era de tu madre. -

Corro a mirarme al espejo y me encanta sentir la fuerza mágica que libera la piedra de mi madre.

No es una amatista ni un rubí, sino algo único.

- Él siempre quiso que lo tuvieras. -

Le rodeo el cuello con mis brazos mientras mis pies piensan dada su altura.

- Muchas gracias papá. -

Nos sentamos en silencio un rato antes de decirle adónde planeo ir mañana por la mañana.

- ¿ Papá? -

- ¿Mmm? -

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