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Capítulo 4
Sin embargo, no todo estaba bien. Para nada. Luis necesitaba con urgencia aquel medicamento cuyo nombre no podía pronunciar, pero si me acordaba lo que costaba. Miré el numero llamado anteriormente, con desesperación. Marco, lo hice con los ojos llorosos, pero dejo de hacerlo.
—¿Qué? –exclamo horrorizada ante las palabras de mi mejor amiga, colgué el teléfono y la llame a ella para que me dé un consejo y creo que fue peor.
—Dile que eres Sol y ya –pronuncia con tal tranquilidad que me desespera, ¿qué haga qué?
—Brianna, no puedo hacer eso ¡Estás loca! –exclamo sorprendida.
—Sabes… que es una b uena idea por eso te pones así histérica, amiga yo no tengo dinero sino con gusto te ayudaría y te lo digo de corazón.
—Lo se…
—¿Entonces..? –preguntó y yo asentí para mí misma.
Llamo al número, con un nudo en la garganta porque siento que estoy vendiendo mi cuerpo, ni siquiera alguien me tocó mucho menos de esas maneras. No tengo idea, que me pueda llegar a ocurrir. Ojalá fuera todo menos difícil.
—Hola, acepto.
Con esas dos palabras, me dieron el pase para hacerme análisis, pero había un problema. Yo soy virgen ¿y ahora?
Estoy en la casa de mi amiga, ambas estudiando y la observo de reojo nerviosa.
—Tengo… tengo un problema –expresé y Brianna levante una ceja en mi dirección, deja los cuadernos aun costado para préstame atención.
—Dime.
—Yo… soy virgen, me harán exámenes y estoy frita ¿Qué puedo hacer? –quiero saber tomándola de la mano y mi amiga tiene el semblante palido.
—Pero… si tuviste novio.
—Lose, pero… nunca paso nada Brianna –explico y ella aunque algo aturdida, se pone de pie. Busca el teléfono en la barra. Teníamos una costumbre de no usar los teléfonos mientras estudiábamos porque nos desconcentrábamos.
—Brianna ¿Qué estas haciendo? –pregunto asustada, Brianna tenia una mente un poco especial, alocada pero era ideal para estos casos.
—Listo, hoy a las nueve tendrás una cita.
—¿Qué..? Brianna ¿no estás hablando ens...?
—Si, ya vamos a prepararte –interrumpe, me toma de la mano y después de decirme eso avanzamos por la casa hasta llegar a su habitación, la observo en silencio incapaz de decir lo que pienso y siento, ambas cosas son confusas para mí.
—Ay dios…
Media hora mas tarde estoy frente al espejo, mirándome con sorpresa. No puedo creer que aquella joven tan bonita sea yo. Tengo el cabello largo cuando se alisa, como en este instante. Mis labios cubiertos de un manto rojo, me hacen ver sensual y atrevida. Mis ojos castaños, están ocultos detrás de un color gris. Parezco de verdad otra persona, junto a un antifaz.
—¿Por qué un antifaz Brianna? –pregunto incomprendida.
—Ya veras, es… alguien misterioso.
—Eso me da miedo –comenté aterrada y ella negó.
—Es un profesional no te preocupes.
Me subo al auto de mi mejor amiga, la observo aterrada, pero ella se ve muy calmada y eso me desespera mucho más. Ni siquiera sé qué demonios va a ocurrir.
“Respira Luna… Respira”, me obligo a mí misma.
Ella se estaciona en una calle solitaria, pocas casas rodean la propiedad. Mis ojos vagan en la escaza luz, también en lo bonita que es la propiedad frente a mí. Me pregunto como será el hombre.
¿Guapo, feo, malvado, desatento?
Tengo tantos calificativos, pero quizás…
¡Tenga un buen trasero!, por un instante trajo a mi memoria al profesor, sin comprender del todo avanzo.
Al llegar a la puerta me giro, Brianna está en la vereda de pie, levantando el pulgar para darme ánimos y yo me siento sumamente aterrada, quiero vomitar ¿en qué me estoy metiendo?
Estiro el brazo, hasta que mi puño está envuelto y toco la puerta. Doy tres suaves golpes, un vampiro solamente con audición perfecta podría sentir. La puerta se abre y del otro lado, un hombre esbeiltico, alto y con un antifaz parecido al mio me recibe y siento que me voy a desmayar.
Para mí propia sorpresa me doy la vuelta, escapando. Estoy estirando la pierna para dar un paso, me detengo. Trago saliva en seco, al escuchar una voz profunda, gruesa aunque conocida.
—Por algo estas aquí…
Y sus palabras eran ciertas, aunque Brianna no se marchó en ningún momento, me doy la vuelta. Encaro a esos ojos peculiarmente oscuros y sonrió con alivio. Siento algo de familiaridad en su voz, también me relajo.
—Perdón… no acostumbro hacer esto, yo…
—Yo tampoco.
Estira la mano, para tomar la mía y le acepto. Porque ya estoy aquí y lo hago por dos buenas causas: para ayudar a mi hermano, para dejar de ser la virgen de la familia.
Estoy llorando pero disimulo mis lágrimas con el antifaz rojo a juego con mi vestido ajustado. Si me inclino, se me verán los calzones, así que voy recta como si me hubiesen pegado un palo en la espalda.
El desconocido, me indica hacia dónde ir, es directo. Estamos en una habitación con la cama perfectamente realizada, a mí siempre me queda horrible.
—Está… bien hecha la cama – señalo y él sonríe.
—Gracias… me alegra que te guste – comenta y yo, no se que tengo que hacer.
¿Ya debo sacarme la ropa como en las películas?
Comienzo a deslizar una manga de mi vestido, sobre mi hombro.
—Tranquila, beberemos algo primero, no hay prisa – susurra acercándose a mí, su mano derecha desliza nuevamente la manga en su posición inicial. Mi corazón late con muchísima fuerza, es una locomotora.
Sus labios carnosos forman una curva agradable hacia arriba. Y yo me siento mas relajada, nose porque se escapa una risa de mí.
—Lo lamento, nose porque me rio –confieso apenada y el sonríe.
—Los nervios quizás…
Su voz es sumamente sensual, pero jodidamente conocida ¿De dónde demonios la escuché?
—Eres muy guapo, ¿por qué haces estos encuentros? – le pregunto directamente, el tipo parecía un modelo.
—Te preguntaré algo, sino quieres no pasa nada – comenta y yo lo miro sin comprender.
—Claro…
—Necesito una mujer que me de un hijo, por eso yo… hago estos encuentros pero si no quieres solamente lo haremos y ya…
Su confesión me deja perpleja, podía jurar que me diría cualquier cosa menos esto. Como que nose, “soy timido, no soy bueno vinculándome con mujeres, que se yo”, pero ¿esto?
—No quiero asustarte…
—Oh… bueno yo tengo que… — pero me detuve, no puedo decirle a cualquiera mis planes, arruinaría todo si alguien me delata.
—¿Qué tienes qué..? –pregunta con suavidad, sentándose a mi lado y sonriendo, mientras me ofrece una copa de bebida.