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Capítulo 3
Al día siguiente, me encuentro cuidando a mi sobrino, siento un vacío tan grande, la operación es costosa, hay que traer un medicamento costoso de afuera. Mi hermana, tuvo que ir a trabajar, estoy navegando con aburrimiento desde mi teléfono. Una publicidad llamativa, me hace presionar un click.
“Buscamos gestantes, buena compensación de hasta 22 mil dólares.”
Me muerdo los labios, ¿tanto dinero?, seria mas que suficiente para ayudar al pequeño Luis. Porque no podría juntar 10 mil dólares ni las dos trabajando por un año, y sería tarde para mi sobrino. Anoto el numero y enseguida me mandan un mensaje. Ni siquiera a esta edad tuve la experiencia de conocer el amor ¿ahora me embarazaría?
Debo estar loca…
Pero mi sobrino comienza a toser y presiono su mano, cierro los ojos y le contesto al mensaje, le digo que puedo hablar.
—Hola… —comento temblorosa, sin saber bien que palabras utilizar.
—Hola señorita, un placer conocerla, porfavor digame los partos que ha tenido, y su edad gracias.
¿Partos?, me asusto y corto la llamada, a pesar que me vuelve a llamar ignoro. Entonces recién me entero que uno de los requisitos es haber sido madre de un bebe si o si. Mierda, estaba jodida, encima era virgen.
Decido llamar a Brianna y contarle mi idea, pero 15 minutos mas tarde me visita y mis ojos lagrimean por todo lo que estoy pasando y no puedo soportar.
—¿Cariño que pasa? –me pregunta tras verme y abrazarme. Comienzo a narrarle todo, incluso lo del vientre en alquiler.
—Ay amiga, pero eso seria demasiado además no cumples con los requisitos –comenta tras leer el anuncio y yo asiento, sabiendo que deberé olvidarme de la idea.
A la noche estoy en mi casa, mi hermana esta con mi sobrino. Me cubro el rostro con la almohada, intentando encontrar alguna idea para obtener 10 mil dólares, pero no se me ocurre nada. Ni siquiera tengo trabajo y solamente recibo una beca de la universidad, de 50 dólares. Mi hermana cobra por mes, 160 dólares, nada podríamos hacer con la miseria que ganamos.
Y aunque consiga un trabajo no sería mas de 200 dólares, no sabía qué hacer en ese momento, mis ojos se llenan de lágrimas y doy vuelta hasta quedarme dormida.
Un sonido me despierta. Hago una mueca, estirando la mano intentando encontrar con los ojos cerrados, mi celular. Al sostenerlo, atiendo y adormilada digo:
—¿Hola...?
—Luis está mal hermana… ¡Ven rápido! –reclama mi hermana, y de un salto me pongo de pie, buscando la ropa aun con los ojos cerrados, miro el reloj, son las seis de la mañana. Una de las cosas que más odiaba, era levantarme muy temprano.
Tomo mi bicicleta, que casi no usaba por tener a dos cuadras la universidad. Pedaleo, siento que estoy sudando y apenas llevo una cuadra.
—Voy a morir— protesto mientras hago fuerza con mis piernas para avanzar, veo a un costado una señora avanzando a pie más rápido que yo. Pero recuerdo a mi sobrino, sacando fuerzas de mi interior comienzo a pedalear.
—¡Yo puedo! –estoy llegando al hospital y dándome ánimos, estoy a punto de llegar y frente a mí, se encuentra mi profesor con una bata blanca. Se ve tan guapo que enseguida mis pensamientos se nublan y siento que babeo.
Pero al estar concentrada en el profesor, no veo un fierro cortado frente de mí, caigo de bruces al suelo.
—¡Pam! ¡Pum!
Adolorida, intento sentir que todas las partes de mi cuerpo se encuentren pegadas a mí, vuelvo a recordar el propósito de mí llegada. Corro sin dudarlo y olvidando a mi sensual profesor. Llego a terapia, viendo a mi hermana llorando, pero sus cejas se levantan.
—Gemela ¿Qué demonios te pasó…?
—Nada – la interrumpo avanzando por su lado —¿Dónde está Luis? – interrogo con el corazón en un puñal.
—Está en el… quirófano –al escuchar sus palabras, me dejo caer en la silla, sintiendo muchos mareos en ese preciso instante. Quiero vomitar y no tengo ánimos para nada.
—No…. –suspiro sintiendo que las paredes se cierran a mí alrededor. Nos abrazamos y siento que me desmallaré en ese momento.
Horas pasan y finalmente aparece un médico de edad avanzada. Nos observa en silencio, hasta dar dos pasos y saludarnos.
—¿Cómo está? –quiero saber y el medico baja la vista.
—Lo lamento… —no puedo terminar de escuchar y salgo corriendo, no puedo aceptar que mi sobrino ya no esté. Me siento frente a una silla, de rodillas sintiendo desesperación. Pero alguien toca mi espalda, me giro confusa, veo a mi hermana.
—¿Sol…? –mis ojos se llenan de lágrimas, siento que me desmayaré en cualquier instante.
—Él está bien, tranquila –murmura y la abrazo con fuerza, ambas lloramos en el pasillo, quizás nos miren con dudas y diversión pero no me importa. Me siento tan reconfortante, tan tranquila.