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Capítulo 6

– ¿Perfumado y tan alineado tan temprano? Lo sé, ve a la casa de Lupe. - Amelia lo ve arreglándose los puños de la camisa y muy vanidoso de salir.

- Sí, necesito adelantar cosas entre nosotros. Llevo mucho tiempo aquí y me he subido por las paredes, nunca había estado sin tanto tiempo...

- Una cola de falda. - Completó Amelia con una sonrisa en el rostro marcada por el tiempo.

– Exacto, esta chica se ha vuelto una obsesión tal que no puedo ni mirar a mi alrededor. ¡Lo quiero y lo tendré!

– Guadalupe no es una mujer para ti.

– ¿Cómo no es para mí? Ya te lo he dicho, al fin y al cabo, ciega o no, es una mujer como cualquier otra y fácil de engañar.

Como acordamos, me vestí y fui a su casa, necesitaba convencer a Guadalupe para que viviera conmigo y no escatimaría ninguna pequeña charla para eso.

Decidí ir a caballo dando una vuelta y pensando en ella llamé a la puerta de aquella humilde casa muy temprano.

– ¿Atilio? – preguntó Esther mientras abría la puerta y por qué lo estaba esperando, pensó que no vendría tan pronto.

– Perdóname por venir tan temprano, pero vine a hablar un momento con Guadalupe. ¡Claro que si tu hija quiere verme!

“Mi hija no tiene nada que hacer contigo. – Leonel no quiso admitir ese encuentro.

Ese estúpido de Leonel no podía haber roto nuestro trato, pero al final no importaba si él le había dicho la verdadera causa de su repentino arresto.

Tal vez le mostraría de lo que soy capaz para conseguir lo que quiero.

– Papi, no soy incapaz y ¿cuántas veces tengo que recordártelo? – A Guadalupe le daba vergüenza tener que desafiar a su padre frente a ese hombre, pero en ese momento era necesario.

- Pero este hombre... - Leonel seguía murmurando.

– Mamá, Atilio y yo caminaremos un rato por el rancho.

- Está bien, hija, pero no te alejes mucho de casa.

– ¿Vamos Atilio? – Guadalupe salió segura frente a él.

Tan independiente y decidida, siempre me impresionó y con esa actitud parecía caer muy rápido en mi noviazgo.

Caminamos un poco hasta que nos acercamos a un viejo columpio de madera.

– Gabriel y yo solíamos venir aquí, hasta que un día me tiró del columpio y después de eso no quise volver a jugar por miedo a lastimarme de nuevo.

– Ven a sentarte. - Preguntó.

La guié suavemente hasta el columpio de madera de un enorme árbol de mango, pero Guadalupe se mostró renuente.

- No confías en mí como confías en él, ¿por qué?

“Confío en ti, pero Gabriel y yo crecimos juntos. Tú (pausa) ya has llegado y sabemos poco de ti.

“Entonces siéntate en el columpio y te contaré un poco más sobre mí.

Guadalupe respiró hondo, con mucho miedo se sentó y agarró ambos lados de la cuerda y yo toqué sus manos calentándolas lentamente.

– Ahora te voy a mecer lentamente, soy un hombre de ciudad como todos saben y siempre soñé con vivir en un lugar así. Tranquila y con muchos hijos. – Él mismo se sorprendió por la charla que tuvo.

Mi capacidad para mentir era enorme y tal vez ni siquiera era una mentira en absoluto, ya que un día todos tenemos que tener hijos.

Atilio comenzó a mecerme lentamente, sentí que el viento me tocaba la cara y poco a poco se me iba el miedo mientras hablaba de sus deseos y sueños.

- ¿Vio? Solo quiero que confíes en mí en todo lo que puedas. – Atilio habló cerca de su oído y su olor lo hizo soñar despierto.

- Yo confio.

– ¿Recuerdas lo que hablamos en la iglesia? La soledad me ha quitado el sueño, tanto que vine aquí tan temprano para verte y hablar un poco.

– Siempre puedes venir aquí a verme y hablar conmigo, podemos ser amigos y creo que ya lo somos.

“Si vinieras a casa conmigo, si realmente confiaras en Lupe…

– ¡Por favor, no hables más de eso! ¿Cómo podría vivir con un hombre con el que no tengo ningún compromiso? – Guadalupe una vez más se impuso.

- ¡Rechazaste todas las propuestas de matrimonio que te hicieron! ¡Hasta Gabriel, en quien tanto ha confiado y siempre lo ha sido!

- Pero eso no te da derecho a pensar que puedes hacerme el amor, a Dios no le agradaría eso. Sé que me tratarías como a un amigo, pero ¿qué pensaría la gente de nosotros dos bajo un mismo techo?

- Claro que te respetaría como a una hermana, no me importa el resto del mundo, si te tengo a mi lado…

- ¡No insistas más!

Dejé de balancear a Lupe y me paré frente a ella arrodillado y sosteniendo las cuerdas de ese columpio.

– ¿Y si te pido que te cases conmigo? ¡Ser mi esposa, eso lo cambiaría todo! - Mi aliento jadeante hizo que su cabello negro se alborotara.

Arrodillado a los pies de una campesina, ¿quién iba a pensar que un día llegaría tan lejos por un deseo?

“No puedo tomar una decisión como esa sin pensar.

Esta niña jugaba conmigo, ¿cómo podía pedirme tiempo para pensar en ser mi esposa? Todos saben que soy el mejor partido en esta región, más aún para una doncella como ella que, a pesar de ser hermosa, era ciega.

– Dos días puedo esperar. - Dijo levantándose.

La ayudé a levantarse del columpio, caminamos de regreso a la casa, había una roca y la dejé tropezar.

La agarré con fuerza contra mi cuerpo, presionándola contra mí.

Me tocó el pecho, tenía miedo al mismo tiempo que estar en sus brazos se sentía diferente y bien como me sentía antes.

– ¡No me toques así! ¡Eres muy audaz! - Dijo, pero en el fondo tal vez lo hubiera apreciado.

- Lo siento, solo quería ayudarte a que no te caigas.

Sonreí con malicia y su ceguera tenía sus ventajas, levanté suavemente el mentón de Guadalupe con mis dedos, esos hermosos ojos verdes se llenaron de lágrimas y no sabía por qué.

- Vete a casa Atilio, te prometo que te daré una respuesta en el tiempo que me pediste.

- Espero que pienses bien en todo lo que dije, en dos días vuelvo y quiero una respuesta.

Corrí a casa, entré a la habitación y me acosté en la cama, sopesando la propuesta que me hizo.

- ¿Qué pasó hija? ¿Dónde está ese hombre, se ha ido? Te hizo algo, ¿no? ¡No debería haberlos dejado salir juntos! – Esther se arrepiente de haber tocado el muslo de su hija, quien recostada de costado dejaba correr las lágrimas.

– Quería unirse a mí y que me fuera a casa con él diciendo que viviríamos como hermanos.

– ¿Sin casarse, como una mujer deshonrada? ¡Este hombre está realmente enfermo!

– Le dije que no, insistió y entonces Atilio me pidió que me casara con él.

- ¿Y aceptaste ser su esposa? – preguntó Esther, jadeando y temiendo la respuesta.

- Pedí tiempo para pensar en todo.

- ¿Crees que realmente le gustas? ¿Incluso después de una propuesta repugnante como esa?

- Sé que puedes oírnos papi...

“Lo siento, pero no me gusta este hombre y no pude evitar escuchar lo que dije sobre él. – Leonel estaba en la puerta del dormitorio.

- No tienes que intentar engañarme más, sé que Atilio te tendió una trampa para enviarte a la cárcel por mi culpa. – Guadalupe reveló lo que sus padres pensaban ocultarle.

- ¿Como sabes eso? ¿Quien te lo dijo? - preguntó Leonel avergonzado.

- Escuché hablar de ti y de mamá. Puede que esté ciego, pero mi oído está bien.

- ¡Así que no hace falta que te diga quién es, aléjate de ese animal antes de que te deshonre, hija! Es todo lo que quiere y si yo supiera como te mira irrespetuosamente (Leonel apretó los puños) si pudiera mataría a ese monstruo con mis propias manos.

– Atilio es papá poderoso, rico y ya nos demostró lo cruel que es. No podemos derrotar a un enemigo como ninguno de nosotros puede hacerlo.

- No solo, pero si te casas con Gabriel te dejaría en paz. – dice Esther su hija tratando de traerle una solución.

- No mamá, a él también le haría daño. Gabriel es como un hermano para mí y no puedo casarme con él.

Empaquemos nuestras cosas y salgamos de aquí hoy. – Leonel no quería dejar las tierras, pero para salvar a su familia podría ser la mejor solución.

- ¡Aceptaré la propuesta y me casaré con él!

- ¿Te has vuelto loca, hija? - Esther se enfada.

- Es mi futuro y lo supe desde la primera vez que escuché su voz, nuestros destinos necesitaban cruzarse aunque no sé por qué. He soñado con su música en el piano, Atilio es un hombre poderoso y somos demasiado humildes para luchar contra él.

– Después de todo, ¿estás enamorada de él? Si piensas en él y si sueñas, entonces solo puede ser eso... amor. - dice Esther.

- No sé cómo me siento madre, pero mi corazón dice que tengo que aceptar mi destino por ti.

- No pude entregarte a él... tan frágil y aún más...

- ¿Ciego? No tengas miedo por mi papi, aprenderé a vivir con él. Tú y mi madre os quedaréis aquí en paz, y él no os hará ningún daño mientras yo sea suya. Al menos logré casarlo, sería mucho más humillante tener que vivir con él sin matrimonio.

- Si así lo decidiste, que Dios te dé fuerzas, hija. – Esther da la bendición a su hija y se van a la cama.

Atilio llegó a casa enojado como es costumbre en los últimos días, porque nada salió como él quería.

' Esa perra estúpida me pidió tiempo, ¿entonces crees que ando proponiendo todo el tiempo?' – Tira su sombrero al suelo de la sala.

– ¿Entonces Guadalupe te enganchó para siempre? Quién diría que te escucharía decir que te vas a casar con alguien. - Amelia sonrió haciéndolo aún más poseído.

- Nada es para siempre, los matrimonios también terminan. Lo disfrutaré con ella hasta que esté completamente satisfecho y luego les daré a ella ya sus padres un hogar digno.

—¿Y crees que eso te aclararía la conciencia?

- ¡Sí, claro!

– Creo que estás cayendo en tu propia trampa, hijo, ya estás enamorado de esta chica y no quieres ver... después de todo, ¡tú eres el ciego!

- ¡Solo quiero ver la cara de ese idiota de Gabriel, cuando se entere que la princesita que tanto protegió será toda mía! - Él sonrió.

Es capaz de matarte mucho antes de que le digas que sí.

- Se atreve, antes le puedo dar una buena zurra.

¡Haz eso y perderás a tu novia!

“Tienes razón, pero después de que ella sea mía. ¡Tengo toda su cara destrozada!

Amelia se fue sonriendo y haciéndome enojar mucho. ¿Dónde te has visto? ¡Yo, el más mujeriego de todos los hombres, siendo atado por una ciega y pobre caipirinha!

Me duché y me acosté, no podía controlar mis pensamientos. Recordé el olor de su piel y el tacto suave de su pecho lleno, me encontré emocionada e imaginando cómo sería dormir abrazada a su cuerpo desnudo todas las noches.

Ver esos ojos verdes al despertar cada mañana, tus besos....

– Como anhelo saborear tus labios y todo tu cuerpo, ¡tienes que decir que sí o me volveré loco pronto! Sólo dime que sí Guadalupe!!!

Dormí abrazada a la almohada.

En casa, Lupe se paseaba por la habitación, queriendo tener otras opciones para su vida, pero se enfrentaba a una propuesta de matrimonio.

– ¿Y si me equivoco? ¿Me dejaría en paz si dijera que no quiero casarme? Hay tantas dudas dentro de mí, ¡no quiero que mis padres sufran!

Se recostó en la cama de lado y siguió recordando ese día, el toque de sus manos sosteniendo su cuerpo para que no se cayera.

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