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Capítulo 5

Necesitaba actuar lo antes posible o obligarían a Guadalupe a casarse con Gabriel, Leonel ya tenía muchas deudas de juego y compré todos los billetes que había firmado con otros jugadores de la región.

Era una buena cantidad, suficiente para comprar dos ranchos como el suyo.

– Sebastião, ve a la hacienda del viejo Leonel y tráelo aquí. Dile que tengo un asunto de su interés que atender. – pregunta Atilio y Sebastião asiente con la cabeza.

- Sí señor.

Llegó allí a caballo, Leonel estaba dando de comer a los cerdos y se acercó el peón de la finca vecina.

– Señor Leonel, mi jefe necesita hablar con usted ahora. Me pidió que lo llevara allí ahora. – Sebastião se quitó el sombrero y se acercó.

– Dile que no puedo ir ahora.

Dijo que es un asunto de su interés.

Leonel estaba preocupado, después de todo, ¿qué podría querer hacer con él ese hombre importante y rico? Montó su viejo caballo y fue allí con el peón.

“Me alegra ver que no rechazaste mi invitación esta vez. – Dice Atilio cuando lo recibe en su casa.

– Sebastião dijo que era un asunto de mi interés.

– Por supuesto, y siéntate.

Leonel parecía acorralado y sobre todo muy curioso por el tema que tenía con él.

– ¿Reconoces estas notas? – preguntó Atilio.

Se los entregué, quien los examinó uno por uno.

– Sí, son míos, pero ¿cómo los conseguiste todos? Sé que te debo mucho dinero, pero algunas de estas deudas no las he contraído, al menos no contigo, muchacho. – Leonel los miró a todos asustado.

“Tienes razón, pagué mucho por algunos de ellos, y mucho más de lo que realmente valían.

– ¿Y por qué harías eso? ¿Qué interés puedes tener en hacerme deber tanto?

– Llegamos al punto donde necesito hacerlo. – Atilio se levantó, sirvió whisky en un vaso para Leonel y para él.

Me levanté y di unos pasos mientras él me seguía con una mirada preocupada y ni siquiera probó la bebida en su vaso.

- Quiero algo de ti.

– ¿Qué podrías querer de un viejo como yo? – preguntó Leonel.

- ¡Su hija! Atilio sonrió y se bebió todo el contenido de su vaso de un trago.

– Guadalupe no es un objeto y no está a la venta. - Él gritó.

- Claro que no, tu hija es una niña magnífica y la quiero a mi lado.

– ¡Mi Guadalupe no tiene intención de casarse!

– ¿Y quién habló de matrimonio? Quiero que se venga a vivir conmigo a esta casa a cambio de que no te mande a la cárcel por todas estas deudas y las deje a ella y a su madre en la calle de la amargura. – Al escuchar tales cosas Leonel se puso furioso, nunca imaginó que Atilio pudiera ser un hombre tan cruel.

- Mi hija lleva todos estos años rechazando varias propuestas de matrimonio, ¿por qué crees que querría vivir contigo y más aún así, en convivencia y sin ningún compromiso matrimonial?

“ Sé que la convencerás, tal como has estado tratando de convencerla para que se case con ese imbécil de Gabriel, y hasta se comprometieron.

- ¡Ella no acepta a Gabriel y no aceptará tu sucia propuesta! – Leonel rompió el vaso en el suelo con todo el enfado que sentía.

- Tu decides. O me la traes mañana o te mando a la cárcel.

- ¡Ya te adelanto que nuestra respuesta es no! ¡Mi hija es una chica heterosexual y no vivirá en pecado con nadie! – Leonel salió de esa habitación al punto de sufrir un ataque de tanto odio por lo que escuchó.

Me tragué ese maldito insulto y las ganas que tuve fueron de ir personalmente a buscarla a la fuerza a ese asqueroso rancho.

Leonel llegó a su casa, sin piso, ni siquiera podía enfrentar bien a su esposa.

– ¿Qué clase de cara es esa, viejo? Ese hombre volvio de la casa sin poder mirarme a los ojos, dime que paso?

- Estoy perdido, puse a nuestra hija en una terrible trampa y nunca me lo perdonará. - Dice tirando su viejo sombrero sobre la cama.

- ¿Que hiciste?

“Tengo una deuda enorme con ese maldito hombre, y él piensa enviarme a la cárcel y quitarnos nuestra casa si Guadalupe no se convierte en su amante.

- ¡Este hombre es realmente un monstruo! – responde Esther, disparando los latidos de su corazón.

“Está obsesionado con ella y debería haber sabido que haría cualquier cosa para conseguirlo, me tendió una trampa y estúpidamente me enamoré.

“ Pobre nuestra hija…” dice Esther.

- ¡No! ella no pagará por mis errores, me entregaré a la policía. No quiero que digas nada al respecto y si preguntas por qué me arrestaron, di que me peleé en la taberna y me llevaron. Los animales que tenemos y la leche te la daremos para que los guardes por un tiempo. - Toca los hombros de su esposa que lloraba incrédula.

- ¿Qué será de nosotros sin ti?

- Tienes que ser fuerte para que ella también lo sea. - Leonel abraza a Esther.

Esa noche Leonel y Esther no pudieron dormir pensando en lo que podría pasar al día siguiente.

Lejos.

- Padre, que placer verte. - dice Atilio acariciando la mano del sacerdote.

– Parecía decidido a conquistar Guadalupe.

- Y yo soy.

'Entonces no sabes que su familia vino a verme con la intención de arreglar una fecha para la boda lo antes posible'.

¡Ella no se va a casar con él! Atilio levantó el tono.

– Entonces, ¿qué pretende hacer Atilio?

– Ayúdame a encontrarla, necesitamos hablar entre nosotros sin que nadie se interponga.

– En la iglesia, ahí estaría vigilándolos a los dos y estoy seguro que ella no rechazaría un pedido mío.

– ¿En la iglesia?... bueno entonces, mañana a más tardar.

Atilio y el cura se despidieron tras arreglar detalles de unas obras de caridad.

– ¿Se ha ido el cura? - preguntó Amelia acercándose.

– Sí y ahora me voy a la ciudad, tengo algo muy importante que atender y no puedo esperar ni un segundo más para eso.

Tomé mi carro y a los pocos minutos llegué a la comisaría y el diputado me atendió puntualmente porque en esa ciudad imperaba la ley del poder.

– ¿Qué te trae por aquí, joven? – pregunta el delegado mientras te saluda con un apretón de manos.

- Necesito un gran favor, sé que no me negarías un pedido. Atilio sonrió tímidamente.

Le di todas esas notas y él las revisó cuidadosamente.

– Es una buena cantidad.

– ¡Sí, delegado, quiero que arreste hoy al viejo Leonel! – Exigió en un tono serio.

- ¿Y crees que si lo arresto, podrá pagar esta deuda?

“No sé, pero solo quiero darte una buena lección.

- Ya entendí. – El delegado sintió pena por ser un anciano, pero era un hombre poderoso el que estaba frente a él y no podía negarlo.

- Y una cosa más, no quiero que nadie sepa el motivo de este arresto, ni me critique por haberlo mandado allí, mucho menos ataque o asuste a su mujer y mucho menos a su hija.

– Claro Atilio, haré todo lo que quieras… sin violencia.

– Confío en ti. - Los dos se dieron la mano una vez más y él retiró un valor entregándoselo.

Le di buen dinero para que todo saliera como yo quería, ahora solo faltaba esperar unos días en la cárcel para hacerle entender y convencer a su hija de que se viniera a vivir conmigo.

En la casa de Guadalupe.

Estábamos cenando, mi padre parecía muy callado esa noche en particular escuchamos a alguien tocar la puerta.

- Veré quién es. – anuncia Esther apartando la silla y yendo a abrir la puerta.

- Buenas noches señora, perdóneme por llegar tan tarde que tenemos que llevar a su marido. - Dice el diputado ya entrando a la casa.

- ¿Quien es mama?

– La hija del diputado, vino a llevarme a la cárcel. – responde Esther con voz temblorosa, pero en el fondo ya lo esperaba.

– Debe haber un error, ¿mi padre arrestado? Guadalupe se cubrió los labios con ambas manos y empezó a llorar.

– Lo siento jovencita, pero no hay error… vamos ahora Leonel.

Empecé a llorar desesperadamente, mi madre me abrazó y se llevaron a mi padre.

Tu padre empezó a beber, se metió en líos en la taberna y lo denunciaron.

- Ya se que hacer para sacarlo de ahi mama y hare lo que sea.

En casa de Atilio.

– ¿De verdad tuviste el coraje de mandar a la cárcel a ese pobre Atilio? – Amelia entró en la habitación y lo vio pensando y mirando por la ventana.

- Es solo una lección, se irá en cuanto convenza a su hija de que venga.

– Nadie en este mundo podrá convencer a esa joven de ir en contra de Dios, no aceptará vivir aquí sin ser suya.

– Ella aceptará tarde o temprano, obedecerá a sus padres en todo y esta vez será igual.

“Ella debe estar sufriendo mucho por su padre, pobrecita.

- Deja de hablar de eso, me voy a dormir porque mañana tengo una cita en la iglesia. - Dice irritado.

Si vas a poder dormir después de todo lo que has hecho.

Me fui a mi habitación, Leonel ya estaba frágil por el tiempo y sufriría mucho dentro de una prisión.

Pensé en ella, Guadalupe no dormiría esa noche pensando en su padre, a quien mandé a la cárcel sin piedad.

Al día siguiente el cura fue al rancho a tratar de convencer a Guadalupe de que se encontrara con Atilio en la iglesia para conversar.

– Padre, arrestaron a mi padre y no sabemos qué hacer. – llora y abraza al cura.

- ¡Dios! - Dice sorprendido.

– Se metió en un lío en la ciudad. – Complementa a Esther.

- Vamos conmigo a la iglesia, hija, si tu madre lo permite podemos hablar con alguien y pedir ayuda.

- Claro que puede irse, Padre, yo me quedo aquí orando por él mientras usted habla mejor.

Esta era la oportunidad perfecta para unir a los dos, Guadalupe estaba triste y ¿quién más en ese lugar era tan poderoso y podía intervenir en esa prisión injusta?

El cura creía que Atilio era la solución a ese problema.

Ya la estaba esperando, como lo había arreglado con el cura. No era el lugar ideal, pero al menos podría hablar con Lupe una vez más. Llegó del brazo del cura en la sacristía, hermosa como siempre. Pero estaba triste y los círculos oscuros debajo de sus ojos traicionaban la noche difícil que debió haber tenido.

- Lupe, Atilio está aquí y creo que deberías hablar un momento, creo que él te puede ayudar de alguna manera. - Dice el cura guiándola para que se siente a su lado.

- ¿Qué sucedió? ¿Se ve tan triste?

La ayudo a sentarse a mi lado, solo podía mirar esos labios tan perfectos mientras el cura se iba y nos dejaba solos.

– Mi padre está en la cárcel. – Reveló con voz temblorosa.

- ¿Como eso es posible? Tu padre es un buen hombre, ¿por qué se lo llevaron?

Le puse un pañuelo en la mano.

– Mi madre dijo que luchó en la ciudad y por eso se lo llevaron, me duele tanto pensar en lo que puede estar pasando solo en ese lugar.

- No llores princesa, todo se aclarará, hablaré con el delegado y trataré de solucionarlo todo.

– ¿De verdad harías eso? – preguntó Guadalupe.

– Claro que sí, tus lágrimas me dan pena... Me he estado sintiendo solo en esa casa grande. – habló Atilio en un tono conmovedor.

- ¿Por mi mismo?

– Sí... Necesito alguien con quien hablar, una persona comprensible y dulce. ¡Así como tú!

Tomé una de sus manos, Guadalupe respiró más rápido y sonrojó sus mejillas.

- ¡No pienso casarme con nadie, señor Atilio! – Respondió con altivez.

- Respeto tu decisión, pero eso no impediría que me hicieras compañía en esa mansión grande y fría.

Se puso de pie visiblemente molesta por mis palabras.

- Acepto que quieras ayudarme con papá, pero si pretendes sacar alguna ventaja... - La interrumpió antes de que pudiera terminar la frase.

- De ninguna manera, hoy voy a hacer todo lo posible para sacar a tu padre de la cárcel y a cambio solo quiero devolverte la alegría a tu rostro.

Le besé la mano y pronto entró el cura, nos despedimos y la llevó de regreso a su casa.

Me quedé un tiempo en la ciudad y resolví asuntos relacionados con los negocios, y casi en la noche fui a la comisaría a liberar al desagradecido Leonel.

Llegué a la comisaría y fui directo a su celda.

- ¿Que haces aquí? ¿Has venido a ver si realmente estoy pagando caro por caer en tu sucia trampa? – dice Leonel, sentándose en ese banco duro y frío que allí llamaban cama.

- Sin remordimientos querida, vine aquí para llevarte a casa.

“ No creo una sola palabra que venga de ti.

– Deja los remordimientos y recoge tus cosas. Atilio se apoyó en la barandilla y sonrió. - ¡Vamos hombre!

Leonel no cuestionó mis "buenas intenciones", empacó las pocas cosas que tenía y se dirigió de regreso a casa.

- Estuve con su hija hace un momento. - Dice Atilio mientras conduce.

- ¿Qué le hiciste a ella?

– Tranquilícese viejo, no se enfade así (suspiro) acabamos de hablar en la iglesia.

- ¡Aléjate de ella, deja en paz a mi hija! ¡Ella no te hizo nada!

'No puedo alejarme de ella, ni aunque quisiera...' Atilio no se dio cuenta, pero en su discurso había más sumisión que poder sobre sus propios sentimientos por ella.

Llegamos al rancho y apenas esperó que yo detuviera el carro para salir.

-¿Leonel? ¡Gracias a Dios que estás en casa! – dice Esther mientras abraza a su esposo.

- ¿Papá?

- Sí hija…estoy en casa y esta vez te prometo que nunca más te fallaré.

“Te traje a tu padre Guadalupe, tal como te lo prometí. – Atilio insistió en hacerse notar por ella y revelar que había hecho su “buena acción”.

Leonel quería dispararme con los ojos.

– ¡Gracias Atilio, de verdad muchas gracias! - Dice Guadalupe esbozando una sonrisa y una lágrima de agradecimiento.

Devolverle la alegría le dio paz a mi corazón en ese momento, pero no podía desviarme de las verdaderas intenciones que tenía.

- Así que ya me voy, ¿puedo pasar a hablar un momento con tu hija, Esther? Sé que es tarde ahora, así que...

- ¡Mi hija no tiene nada que ver contigo!

– Papá, lo siento, pero por favor, esta vez déjame responder por mí mismo…sí Atilio, ven mañana y hablamos.

Salí de allí con una sonrisa de oreja a oreja, mañana podría poner en práctica mi pequeña charla y seguro que se enamorará de mí.

Una chica humilde y al final una soñadora y romántica más para mi colección.

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