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Capítulo 7

Guadalupe

Me había decidido, unir mi vida a la de Atilio me daba miedo, pero sería mucho más triste saber que mi familia pagaría caro que dijera que no.

– Papá, por favor llévame a la casa de Atilio.

– ¿De verdad vas a decir que sí a esta propuesta? Hija esto es una locura... piensa... piensa! - preguntó casi llorando.

– Sí, es lo mejor para todos nosotros.

Leonel sabía que por más argumentos que usara nunca convencería a su hija de que se rindiera, selló a Rayo de sol y los dos se fueron a la mansión.

Todavía en el camino de tierra, alguien también se acercó a caballo.

– ¡Buenos días, señor Leonel, Lupe! – Gabriel se quitó el sombrero con respeto como hacen todos los caballeros cuando ven a una dama.

- Buenos días Gabriel. – responde Guadalupe, forzando una sonrisa.

– ¿Vas a ir a la ciudad tan temprano? – preguntó Gabriel.

- Si, lo haremos...

- Vamos a comprar algunas cosas que mamá pidió, luego ven esta noche y tenemos que hablar.

– Sí, pero claro que iré Lupe.

Gabriel sintió la esperanza de que incluso esa noche ella pudiera dar una respuesta positiva a la pregunta que siempre le había hecho, si aceptaría ser su esposa aunque no fuera verdad en su interior.

No sabía si mi decisión fue la mejor o la peor que pude haber tomado, pero sé que Atilio es peligroso y muy atrevido cuando quiere algo. Al mismo tiempo recordaba la canción tan hermosa que me había tocado el corazón en aquella fiesta ya veces sentía esperanza de ser feliz. yo se que el nunca me va a querer como una esposa y el tiene un alma aventurera, ademas no se que pasa entre esposo y esposa...mi mama nunca me hablo de eso, pero yo siempre escuchaba a las chicas hablar de cosas que le sucedieron a una pareja dentro de una habitación.

¡Temía tantas cosas, estar con él y hasta estar sin él!

- Ya llegamos mi amor, bajemos. – Leonel ayudó a su hija a bajarse del caballo.

Mi padre me ayudó a bajar del caballo, sentí que tomaba mi mano y parecía aprensivo y quizás más ansioso por esta visita que yo.

- Hija, si quieres ir a casa conmigo sé que juntos encontraremos la manera de lidiar con este hombre, sin que tengas que tomar una actitud tan drástica como esta. Piensas que porque somos viejos no podremos protegerte, pero hay formas de lidiar con eso y debes confiar.

- Está decidido, me casaré con él. – dice irreductiblemente.

- Que Dios te dé juicio, hija.

Leonel llamó a la puerta y Amelia se llevó un gran susto al verlos a los dos allí tan temprano.

– Lupe y el señor Leonel, pasen por favor, le digo a Atilio que están aquí.

– Amelia no es necesaria. - Su voz gruesa invade el ambiente en el mismo momento.

– Pasa y siéntate, te haré un café. – advierte Amelia al ir a la cocina.

- No tienes que preocuparte por nada de esto Amelia, seremos muy breves.

- Por favor sientete como en casa.

- Hija, te espero afuera. – advirtió Leonel lanzando una mirada de rebeldía a su futuro yerno.

Leonel no se sentía bien estando cerca de ese hombre, ya que quería sacar a su hija de allí antes de que cometiera tal locura, ella era su única descendiente y estaba a punto de entregarla al peor de los hombres de este mundo a su juicio. .

- Está bien papi, no tardaré.

Leonel se fue, Atilio tomó respetuosamente la mano de Guadalupe y los dos entraron a la casa.

Esperaba con ansias su decisión, una negativa más no podía pasar por mi mente. Si ella no me aceptaba, encontraría una manera de hacerla reconsiderar.

– Atilio – ¡Siéntate Lupe! Siento que tu padre no haya entrado también, no sé por qué le caigo tan mal. - Pasó su mano por la de ella que estaba en el sofá, pero Guadalupe la retiró.

Haberlo mandado a la cárcel era comprensible, pero tenía que mantener mi pose injustamente ofendida.

- Como te prometí, vine a darte la respuesta que esperabas.

– ¡Viniste a decirme por fin que sí! Es la mejor decisión que pude tomar, te juro que no te arrepentirás. Atilio tomó su mano y la besó.

Atilio es terriblemente presuntuoso, pero qué podría hacer yo si estoy en desventaja con él y siempre lo estaré. Bajé la cabeza, lo sentí tocar suavemente mi barbilla con la otra mano...

– ¡Vamos… dilo entonces! – preguntó sonriendo.

– Sí Atilio, me casaré contigo.

Sonreí, ella sería mía y no podía esperar para restregárselo en la cara a todos en ese maldito pueblo, ¡que la chica que nunca quiso casarse con otro ahora tenía dueño!

“Está bien, le voy a pedir a Amelia que prepare todo y tengo algo para ti. Este lo compré hace unos días y confieso que ya tenía muchas ganas de que me dijeran que sí!

Tomé el anillo que había comprado desde que busqué a Leonel en la cárcel, sabía que sería mía y solo tenía que tener un poco más de paciencia. Tomé su mano que estaba fría y temblorosa, ya no llevaba el anillo que el gusano le había dado días atrás y le puse mi anillo de compromiso y lo besé.

- ¿Te gustó? – preguntó Atilio.

Guadalupe pasó los dedos de su otra mano por encima, dándose cuenta que era una piedra mucho más grande que la del otro anillo.

– Creo que debe ser muy bonito.

– Y muy caro también, te mereces lo mejor.

– Mi padre está afuera, tengo que irme a casa ahora.

Ella se levantó apresuradamente.

– No te vayas todavía, tenemos que fijar la fecha y muchos otros detalles. Atilio la tomó de la muñeca.

“Lo que decidas está bien para mí.

- En una semana.

- ¿Solo una semana? – preguntó asustada.

– Sí, eso es todo lo que puedo esperar… que… que nos casemos y que tú vengas aquí de una vez por todas.

– Cuando vengo aquí a tu casa, ¿puedo traer mi caballo conmigo?

– Pero claro que sí… ¡Haré lo que quieras!

Maldita yegua, cree que después de ser mi mujer, seguirá andando sola por estos bosques, cabalgando sin rumbo a riesgo de encontrarse con uno de esos peatones... Eso no lo volveré a permitir jamás.

Me acerqué y la abracé fuerte contra mi cuerpo, ella se asustó y respiró aceleradamente. Necesito tenerla lista para mí, acostumbrada a mis toques y dispuesta a hacer cualquier cosa para satisfacerme.

- Dijo que tengo que irme.

- Solo quiero un beso para sellar nuestro compromiso.

Tiré de su cara y la devoré a besos, me emocioné locamente y no tardé en perder la cabeza de una vez por todas y llevarla a mi cama. Guadalupe temblaba y trataba de soltarse de mis brazos.

- ¿Lupe quiere algo?... - Amelia los interrumpió.

Los dos se alejan y se ve la expresión de miedo de la joven.

- Perdóname, no quise molestarte.

- No me molestó, ya me iba... ¿puedes llevarme con mi padre? – Guadalupe quería salir de esa casa inmediatamente.

- Te llevaré. – Atilio respondió rápidamente.

La tomé del brazo y la seguí hasta su padre, ella quería huir de mí, pero eso estaba por terminar.

- Como puedes ver en el dedo de tu hija por fin estamos comprometidos, en una semana estaremos casados aquí en mi casa.

- Si mi hija está de acuerdo...

- Sí papi, lo soy.

- Mañana por la noche quiero dar una cena para firmar el compromiso delante de todos y mandaré llamar al cura para reservar nuestra cita.

- No hace falta que hagas ninguna cena, no molestes a Atilio.

- No hay problema, te mando a buscar al rancho.

– De ninguna manera, según la tradición, la cena de compromiso la proporciona la familia de la novia. – Leonel no estaba de acuerdo con la elección de su hija, pero al menos quería seguir la tradición para que los demás vecinos no hablaran de ellos.

"Pero…" Atilio trató de discutir.

– Haremos una cena sencilla y te esperamos a las 20:00. - Dijo Leonel y ya estaba desatando el caballo para regresar a casa.

– Está bien, será como quieras.

Maldita cena en ese pobre lugar, quería echarles en cara a todos, incluidos sus familiares, lo mucho que tenía para ofrecer, aunque dijeran que no me quiere y ahora nos comprometeríamos en esa casa destartalada.

Ojalá pudiera darle otro beso así, pero con el viejo ahí era imposible....se montó en el caballo y yo la ayudé a levantarse.

- Así que hasta mañana princesa.

– Hasta mañana Atilio.

Los vi irse, me cautivó aún más el deseo que siento por ella después de los besos que le robé.

Mientras se iban a casa.

– ¡Una semana, Dios!

- Es mejor así, papá.

Mientras caminábamos a casa, los toques que me dio no se me iban de la cabeza, sí, me habían descrito lo que era un beso, pero nunca pensé que sería así. Robado e impuesto como me hizo sentir Atilio, de alguna manera violado.

Los dos llegaron a la casa y ella le contó a su madre lo que se había decidido, esa noche estaba esperando a Gabriel.

- Buenas noches.

- Buenas noches Gabriel, pasa. – preguntó Guadalupe.

Los dos fueron a conversar a la cocina y Esther se fue para ponerlos más cómodos, porque sabía que el contenido de esa conversación le disgustaría mucho.

– ¿Y ese anillo? – preguntó Gabriel.

– Eso es exactamente de lo que quiero hablarte, estoy comprometida (suspiro de vacilación) – Y sé que me odiarás por ello.

– ¿Como novia? Siempre rechazó a todos, incluyéndome a mí y al maldito Atilio.

“Pero lo he reconsiderado y me casaré con él dentro de una semana.

“¡De ninguna manera, no serías tan estúpido! - Dice gritando.

– No desahogues todo tu odio ofendiéndome Gabriel, nos amamos como hermanos.

- ¡No! Nunca te he engañado sobre lo que siento, no es justo que te cases con este hombre (lloro ahogado) es cruel y si pudieras ver la forma en que te mira y menosprecia a la gente, seguro que no haría una locura. así

– Tienes razón en todo lo que dices, Atilio es un hombre cruel y prepotente.

– ¿Y por qué te casas con él? Por dinero, ¿por qué te dio un anillo mucho mejor que el mío? – pregunta, insatisfecho e intranquilo.

“Porque es mi destino ser el suyo y no hay nada que pueda cambiar eso.

– ¡Diablos del destino! Nadie fue hecho para ser infeliz al lado de un hombre con un ego como el suyo y que actúa con prejuicio contra gente como nosotros, humildes!

- Está decidido Gabriel, no te metas en nuestro camino porque si lo haces, ni como amigo te volveré a aceptar. - Al oír esto, se levantó asombrado.

Tenía que lastimar a Gabriel de esta manera o él nunca aceptaría mi decisión y Atilio podría hacerle mucho daño a él e incluso a su familia. Dolía mucho decir todo eso, pero era necesario para evitar lo peor en el futuro.

Lo escuché arrastrar la silla frente a él y dar un portazo.

- Gabriel ya te vas? – preguntó Esther.

Ni siquiera miró atrás y Esther fue a la cocina a hablar con su hija.

– Dios, espero que no haga ninguna locura... Atilius sería capaz de matarlo.

“Está a salvo contra Atilio, no hará nada contra él y ni siquiera gobernará hasta que le diga que sí al cura. – Guadalupe estaba segura de que de alguna manera estar comprometida con Atilio traería algo de seguridad a las personas que tanto quiere.

-Tienes razón, pero eso no me tranquiliza y ¿y si Gabriel intenta quitarse la vida?

– Sabe que para este pecado no hay perdón de Dios.

Eran casi las 10:00 pm y Amelia escuchó un fuerte golpe en la puerta de la mansión, se puso la bata y bajó las escaleras de esa gran casa.

- Buenas noches chico. – Amelia se sorprende al recibir esa visita inesperada.

– ¿Dónde está ese bastardo? – pregunta Gabriel enfurecido.

- Supongo que estás hablando de mi jefe, todos se han ido a la cama porque es tarde.

Gabriel la empujó y entró a la casa, Amelia casi se cae al piso, pero se agarró a un mueble.

—¡Atilio! Atilio! – Gritó Gabriel por toda la casa mirando hacia arriba.

Atilio apareció desde lo alto de la escalera.

¿A qué me debe el honor de su visita a estas horas de la noche? ¡Ahhh lo sé, vino a felicitarme por mi compromiso con la joven más hermosa de la región! – dijo Atilio con una sonrisa sarcástica y bajó las escaleras.

— Hijo de puta, vine a arrancarte las manos antes de ponérsela!

Gabriel le dio todo a Atilio, quien no mostró miedo ni preocupación, Amelia gritaba por Sebastião y los demás empleados de la finca. Antes de que Gabriel lo tocara, Atilio sacó su arma.

Tendrás que arrancarme un poco más que mis manos para detenerme.

- No tengo miedo, ¡vamos a disparar! – exclamó Gabriel.

“Sabes que no mataría a un gusano como tú, no es que sienta lástima por ti, pero desafortunadamente mi linda novia siente cierta codicia fraternal por ti.

Sebastião y André sujetaron a Gabriel, quien, aun viendo a Atilio prepararle un arma, no tuvo miedo de nada.

– ¿Qué hacemos con él jefe? – pregunta Sebastião, conteniendo la furia del chico.

- Tendremos nuestra oportunidad de ajustar cuentas Gabriel, pero no antes de que yo consuma mi matrimonio - Atilio se acercó mucho al rostro de su rival que aún destilaba ira - Cuando esté dentro de ella, recordaré cuánto te como estar en mi lugar!

- ¡Maldito seas! Ella nunca te va a querer, yo se que no te quiere y si se va a casar es porque tiene miedo de hacer algo, no es y nunca fue por amor! – Gabriel no podía irse sin decirle la verdad a la cara de ese hombre.

– Saca esta basura de aquí ahora.

- Sí señor. – asintió Sebastião.

Gabriel fue tomado por ellos , aún luchando y con ganas de todo para continuar esa lucha.

- Tienes que protegerte hijo, este chico no está bromeando. – Amelia se acercó y estaba nerviosa.

- Yo tampoco, ¡debí haber disparado cuando pude!

Y perdería a su novia.

- ¡Cualquier cosa! La puse en mi auto y me la llevé, ni siquiera necesitaría casarme.

– ¡Que Dios te perdone por pensar tal cosa!

Atilio entró a la habitación, apoyó el arma en el mueble y se tiró de espaldas sobre la cama y recordó las palabras de su rival que removieron sus sentimientos:

- ¡Maldito seas! Ella nunca te va a querer, yo se que no te quiere y si se va a casar es porque tiene miedo de hacer algo, no es y nunca fue por amor!

- ¿Y quién dijo que quiero su amor? Atilio no quería, pero sentía que le dolía.

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