Capítulo 3
Leonel amaneció con una gran resaca después de toda la borrachera del día anterior, se sentó a desayunar con su mujer y su hija con la poca vergüenza que aún le quedaba.
– Ya viejo, empezó a avergonzarnos emborrachándose en las tabernas. – grita Esther.
- Tranquila mujer, no es para eso. Estoy aquí completo, ¿no?
– ¿Cómo no es para tanto Leonel? Ese hombre tuvo que llevarte a casa porque no podías ponerte de pie.
“Ese bastardo, todavía le debo ese maldito favor.
– ¿Él te trajo aquí? Atilio? – preguntó Guadalupe, interesada en el contenido de la conversación de sus padres.
- Y parecía preocupado por la edad de su padre y la falta de juicio...
El corazón de Lupe se llenó de esperanza y ni siquiera sabía por qué saber eso la hacía sonreír.
“Así que no es un mal hombre como pensaba. - Dice dejando escapar un suspiro de fe.
– Tal vez no, sabemos poco aún sobre lo que vale la pena emitir juicios. – recordó Esther, sirvió un pastel para su hija y su esposo mientras veía a Lupe sonreír sin razón.
Atilio comenzó a ir a misa con regularidad para ver a Guadalupe, Gabriel siempre andaba por ahí y no le gustaban las miradas de su rival a esa chica que tanto amaba desde niño y creía que era su prometida.
El sacerdote había programado la ceremonia de confirmación en la que Guadalupe, Luiza y otra joven del pueblo recibirían el sacramento.
- Su bendición Padre. – preguntó Atilio besando la mano del cura.
- Dios te bendiga hijo.
- Si me permite, quiero ofrecer una cena en mi casa para la familia de mujeres jóvenes. ¿Quizás así creer en mis buenas intenciones y dejar de hacer tantos juicios sobre mí? - Dice con una sonrisa amistosa.
- Puedo hablar con ellos esta tarde, sería una buena oportunidad para que consigas una mejor relación con los residentes de aquí.
– Prepararé todo y el domingo por la noche después de la ceremonia los esperaré a todos en mi casa. – dice Atilio, firmando el compromiso con el cura.
Al final del día, después de organizar los eventos de la iglesia, el sacerdote fue a la casa de Gabriel y Luiza para hacer la invitación.
Saulo tuvo que ser firme para convencer a su hijo de que aceptara esta cena, después de mucha conversación aceptó que después de todo era una parte importante en la vida de su hermana y Guadalupe.
Si no iba, dejaría el camino libre para que Atilio se le acercara y eso nunca lo permitiría.
– Papá, ¿puedo ir con el cura a la casa de Guadalupe? Hacía días que no hablábamos y ella me había pedido que fuera. – pregunta Luiza al recordar el pedido de su amiga.
Si al cura no le importa llevarte con él en la calesa. - Dice Saulo.
– Por supuesto que puede venir y así hablamos más sobre la confirmación.
Fueron allí, nada más llegar fueron recibidos por Esther con una sonrisa.
– Siéntese por favor, llamaré a Guadalupe ya mi esposo. – Invita a Esther guiándolos a la habitación.
– He venido a invitarlos a una cena que se realizará para los jóvenes candidatos confirmados. - Dice el cura mientras se sienta.
– Si Padre y donde seria esta cena? – pregunta Leonel llegando a la habitación y saludándolos.
– En casa de Atilio me pidió que invitara a las familias. Por qué una vez rechazaron su invitación sin motivo alguno.
“ Mi padre se negó la primera vez sin siquiera darle la oportunidad de conocer a este hombre. – Llegó Guadalupe y trató de meterse en esa conversación.
- Y luego fue tan amable de traer a tu padre a casa hace unos días.
“Entonces no veo razón para una negativa. Este hombre ha hecho mucho por las causas sociales de la iglesia y sin ningún interés en ella. – El cura se mostró firme en su misión de deshacer la mala impresión que tenían de Atilio.
Guadalupe empezaba a tener un sentimiento de cariño por este hombre que parecía tan caritativo y lleno de buenas intenciones con todos.
– Tía, ¿puedo dar un paseo con Guadalupe afuera un momento? – pregunta Luiza, queriendo estar a solas con su amiga.
- Por supuesto que sí, hija, pero mantente cerca. ¬- dice Esther viendo que los dos salen corriendo.
– No demores a Luiza, tendremos que volver pronto.
– No antes de que te comas el pastel que acabo de hacer, Padre.
Los dos salieron tomados del brazo y fueron a conversar cerca de la cerca.
– Hace muchos días que no nos hablamos, desde que mi mamá se enfermó me quedé con ella todo el tiempo y solo hablábamos brevemente en misa. – Luiza lamentó no poder estar más presente en la vida de Guadalupe como antes.
- Eso es verdad.
- Escuché algunos rumores sobre este tipo Atilio que nos dio esta invitación...
– ¿Qué tipo de rumores? – preguntó Guadalupe y por mucho que se negara, quería saber más de él.
- Que en la ciudad era muy coqueto y solía deshonrar a todas las chicas que quería.
– Los rumores también pueden ser falsos. – Guadalupe no quería que eso fuera cierto, los dos siguieron caminando mientras hablaban.
'
¿No crees que es raro que quiera darnos esta cena a los tres?' ¿Guadalupe no se ve un poco extraño?
“Él podría haber cambiado… No sé qué pensar todavía, después de las dos veces que nos hemos visto. ¬Traga saliva al recordar.
- ¿Lo conociste? Vamos, cuéntamelo todo. – Luiza guió a su amiga y se sentaron en un gran tronco.
“No podría decírtelo antes, pero me encontró mientras montaba a caballo para llevarle la comida a mi padre. Asustó a Rayo de sol y si no hubiera sido por su hermano que nos encontró y me llevó, no estoy seguro de lo que me hubiera querido decir... - Guadalupe se acaricia las manos, mostrando nerviosismo.
- Pero, ¿alguna vez te dijo algo? ¿Intentó algo contigo?
– No hubo tiempo, Gabriel me sacó muy rápido de ahí.
“Gabriel no me dijo nada de eso, tal vez estaba tan irritado que ni siquiera quería hablar de eso.
– Y en la iglesia el domingo, estaba esperando a mi madre en la sacristía. Entró, me asusté y en lugar de salir de allí, corrí a sus brazos.
– ¿Te tocó? Los ojos de Luisa se agrandaron.
– Sí, me abrazó fuerte contra su cuerpo y aún recuerdo el calor de su aliento en mi rostro. - Ella no sabía cómo describir ese sentimiento, ¿miedo o placer?
– Dios… ¿tu padre sabía de esta osadía?
– No, y mi madre nos pidió que lo guardáramos en secreto, no me parece bien que nadie sepa que me puso las manos encima aunque fuera dentro de la iglesia.
– ¡Mi hermano lo mataría! Piénsalo amigo, cásate con mi hermano Gabriel. Él siempre te ha amado y te ha estado esperando durante tanto tiempo como un tonto.
– Él sabe de mi decisión, su hermano necesita tener una familia y si no se casa envejecerá. – dice Guadalupe, levantándose.
– ¿Y este tipo Atilio?
- ¿Qué tiene él? - Se detuvo y pensó.
- ¿Sentiste algo cuando te tocó? Algún sentimiento de amor... – Luiza sentía curiosidad por los sentimientos de Guadalupe y sabía que de ellos dependía la felicidad de su hermano.
– Creo que una mezcla de miedo y aprensión.
– Es un hombre guapo, pero demasiado peligroso y sobre todo para alguien como tú.
Guadalupe se sintió mal por el consejo de Luíza, no le gustaba que la juzgaran por su discapacidad.
no muy lejos de allí
Atilio preparó todo con mucho cuidado, la mansión era hermosa y había contratado a otros empleados para ayudar a Amelia durante esa cena.
Por mucho que fueran solo tres familias y el sacerdote, quería sorprender a todos y demostrar que era un hombre rico.
Pronto vio el motivo de aquel encuentro, ella estaba hermosa con un vestido color vino, sus ojos verdes parecían aún más brillantes esa noche.
– Buenas noches. ¡Por favor siéntase libre! – dice Atilio, tratando de controlar la mirada de Guadalupe.
- Gracias y quiero aprovechar para agradecerte por esa noche... - Leonel pensó que debía agradecerte.
- No hay necesidad de agradecer y si se me permite decirlo con todo respeto, ¡su hija es la niña más hermosa que he visto en mi vida! – Atilio dijo ese chiste, no creía que se le pudiera ver con un tono irrespetuoso.
- Gracias al niño hija... - Preguntó Esther dándole un ligero empujón a su hija.
Guadalupe se quedó en silencio y avergonzada mientras su familia miraba con asombro aquella mansión.
- Estaba avergonzada por su cumplido, señor, ¡pero entremos y disculpe! – responde Luíza, empujando a Guadalupe hacia adentro y terminando esa escena.
Luiza llevó a su amiga allí antes de que la vergüenza fuera aún mayor o su hermano escuchara esa galantería y la fiesta terminara antes de empezar.
Cuando todos se sentaron a la mesa y se sirvió la cena, Leonel bebió compulsivamente, avergonzando a su esposa.
En un rincón reservado Amelia y Atilio conversaban.
– Su padre está a punto de dar una gran vergüenza. ¬dice Amelia al ver al anciano sirviendo vasos y más vasos.
– Que se divierta el anciano, nunca en su vida debe haber visto tanta abundancia… déjalo que la disfrute. ¡Qué hermosa es, (suspiro) Dios!
- Pero parece que vas a estar solo.
– Eso es lo que vamos a ver Amelia.
- El hermano de esa chica rubia, igual no le quitas los ojos de encima a la chica ciega.
– Me di cuenta, eran esas botas sucias que se la llevaron en el día y que la seguían a caballo, tiene un ojo puesto en ella. Pero quien pondrá sus manos y más, soy yo! ¬– responde Atilio sirviendo una copa de vino.
El sacerdote se levantó.
– Si me permite un momento, quisiera pedirle a nuestro anfitrión que nos haga el honor de escucharlo tocar... Atilio es un excelente pianista. ¬– Se pone de pie tirando de sus palmas hacia el dueño de la casa.
Asombrado, fue al piano, se sentó en el banco y tocó una hermosa canción. Guadalupe sintió que su corazón se desbordaba con cada nota de esa canción, nunca había escuchado algo tan hermoso y verdadero.
– ¿Luiza? No puede ser un mal hombre, eso es lo más hermoso que he escuchado. – Guadalupe suspiró al escucharlo.
– Toca muy bien, pero no confundas las cosas, amigo.
Después de jugar, formalizó un brindis con vino.
– ¡Saludos a nuestras jóvenes confirmadas! – Atilio sonríe y levanta su copa de vino haciendo que los invitados brinden con él.
Todos – ¡¡¡Salud!!!
– Muchas gracias por la cena, pero ahora nos tenemos que ir. – Esther tenía prisa por irse a casa antes de que su esposo arruinara toda la fiesta.
- ¿Muy pronto? Todavía tenemos muchos bocadillos y bebidas... - dice Atilio, lo último que quería era que se fueran con su objeto de deseo.
- En cuanto a mí, nos quedaríamos un poco más... - murmuró Leonel.
- Ni hablar, has bebido demasiado, viejo.
“Y si Guadalupe quiere quedarse un poco más, el cura y yo la podemos llevar a casa más tarde. – sugiere Atilio y despierta la furia de Gabriel.
- ¡De ninguna manera!
– Puedo responder por mí mismo Gabriel. - Dice irritada.
"¿Así que quieres irte a casa solo con este hombre?"
- Hijo, cálmate por favor. – preguntó Saul, tomándolo por el hombro.
– Basta de confusión, señor Atilio, muchas gracias por la cena, todo estuvo excelente, pero ya nos tenemos que ir porque mis padres ya están cansados. – le dice Guadalupe a Atilio.
– Estás… estás invitado cuando quieras a venir a mi casa.
Su deseo de poder tocar su piel blanca era enorme, tal vez menos que romperle la cara a Gabriel, pero necesitaba mantener el control y no parecer grosero.
– Muchas gracias Padre, esta noche fue muy agradable.
Y creo que logramos sacarte algunas malas impresiones. – El cura le sonríe a Atilio.
- Eso es lo que más quiero padre...
Todos se fueron...
– ¿Viste su expresión mientras jugaba? – pregunta halagado, Amelia sonríe.
– Parecía encantada.
– Quiero a esta chica, más de lo que quiero respirar… Lo necesito. - Dice apretando los puños.
Nunca confiarán en ti lo suficiente como para dejarlos en paz, como sé que pretendes. Amelia negó con la cabeza.
- No la quiero solo para una noche, ella es diferente y siente todo más intensamente. ¿Imagina todo el placer que ella es capaz de tener? Sonrió con picardía.
Ahórrate los sórdidos detalles de tus deseos carnales.
– Quiero que Sebastião mande a buscar al Dr. Josué muy temprano en la mañana, tengo prisa por hablar con él.
- ¿El abogado?
– Sí, el propio Amelia.
– ¿Puedo saber lo que quieres? – pregunta con interés.
– Quiero informarme legalmente sobre el rancho del viejo Leonel.
– ¿Quiere comprar esas tierras? que está en ruinas y debe valer casi nada.
- Quizás lo haga. - Él dice.
Se fue a la cama después de ese ajetreado día, pensando en ella y cuánto le gustaría ver su rostro antes de irse a la cama.
Mientras eso...
Ese hombre no podía ser tan malo como decían, ¿tal vez esos rumores podrían estar equivocados o de alguna manera podría haber cambiado?
Era demasiado para una chica como yo pedirle a alguien como él que cambiara su naturaleza carnal y lasciva, si esas historias sobre él son ciertas, pobre, paleto y ciego.
Alguien como Atilio nunca me miraría sino por lástima, pero esa hermosa canción me hizo pensar en cosas que nunca imaginé: como el amor y el bienestar entre el hombre y la mujer.
Mientras Guadalupe pensaba, en el cuarto de al lado...
– ¿Crees que este tipo está interesado en nuestra hija? – preguntó Esther levantando la manta y acostándose al lado de su marido.
- ¡Es demasiado rico para mirarla, aunque hermosa, nuestra hija no tiene nada más que ofrecer y tenemos que ser francos!
- Pero te miraba mucho y estabas tan metida en la bebida que ni te acordabas de cuidar a tu hija.
– ¿Y qué querías que hiciera? ¿Para sacarle los ojos por eso? ¬Dice, metiéndose debajo de las sábanas molesto.
- No, pero desde que llegó este hombre estoy preocupada por nuestra hija, ella quedó encantada con su música. Y si Atilio quiere aprovecharlo con todo el poder que tiene, no podremos hacer mucho.
– Cuanto menos mal que ella estaba encantada con la música, peor sería si fuera por él. Tenemos que casarla con Gabriel de una vez y resolveremos todos los problemas de una vez. - Él responde.
- Ella no quiere casarse, no con el que la vio crecer, no con otro.
- Ella necesita entender que somos viejos y no podremos cuidarla para siempre Esther.
“Ella sufrirá mucho si le imponemos esto.
- ¡Sufrirás más si estás solo en este mundo! ¬ Responde volteándose hacia un lado.
- Siento mucho admitirlo, pero tienes razón, viejo.
- Hablaré con el cura y apuraremos todo, en unos días nos vamos a casar con Gabriel y Guadalupe y este tal Atilio se conformará y la dejará de una vez por todas.