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4

Mi madre me tomó por los brazo y de súbito me abrazó cuando entré por la puerta. Me quedé tan perpleja que lo único que hice fue paralizarme en mi lugar, percibiendo su costoso perfume a rosas del bosque. Creo que era primera vez que me abrazaba cuando no había público.

—Estás aquí —susurró—, ¡Estás aquí!

Bien, eso no me lo esperaba.

Sus ojos verdes merodearon por todo mi rostro y volvió a abrazarme, sus brazos delgados me apretujaron la faja del vestido asfixiándome un poco.

—¡Está aquí, David! —mi mamá habló fuerte, mi padre apareció en la cocina, su rostro pálido se volvió poco a poco acalorado hasta casi adquirir el mismo tono rojizo de su cabello.

Podía ver por primera vez una emoción diferente que no era de enojo en su rostro.

No iban a pegarme.

Mi madre me dio un poco de espacio personal. No quería decirles que pasé la noche un chico... Sexy, pero de seguro preguntarían.

—Voy a prepararte algo de desayuno —mi mamá caminó a la cocina mientras mi papá pasó una mano por su cabello y entró detrás de ella. Era extraño verlos de ese modo, tan desubicados y preocupados, como si no supieran qué hacer.

—Mamá, no tengo hambre, ya comí —dije, caminé hasta la entrada de la cocina y ellos tenían una conversación en voz baja que se disolvió cuando notaron mi presencia.

¿Qué estaba pasando?, es decir no era primera vez que hacían eso, pero actuaban de una forma demasiado nerviosa, incluso a mi madre se le cayó un tenedor dos veces en el fregadero.

—Ya comí mamá —repetí, sin embargo ella siguió rompiendo los huevos en un envase y comenzó a revolverlos como si no me escuchara. Mi papá se acercó hasta a mí y me entregó mi bolso, ¡que alivio!, creí que se había perdido en el alboroto de la iglesia.

—Tu teléfono a sonado varias veces —dijo—, quítale la clave, no entiendo por qué tienes el teléfono bloqueado.

Su tono duro como de costumbre, ni siquiera me atreví a mirarlo al rostro.

—Es por seguridad... —me justifiqué.

—Quítale la contraseña —me interrumpió dando por finalizada la conversación cuando atendió una llamada en el teléfono fijo de la casa.

Afirmé con la cabeza como si él me siguiera prestando atención e iba a quitarle la contraseña a mi teléfono, pero me detuve, ¿por qué debía hacerlo?, es decir, era mi privacidad, ellos no tenían que desconfiar de mí, siempre he hecho los que ellos querían, mi papá no tenía por qué exigirme tal cosa.

Me salí de las configuraciones y eso extrañamente se sentía muy bien.

Por primera vez, hice lo que quise.

Abrí los 199 mensajes que tenía en mis notificaciones, todos eran del grupo de la universidad (solo Alex, Jenny, Camila y yo), discutieron lo que pasó en la iglesia, descubrí que Alex no fue porque se había quedado dormido. La conversación seguía en la película de esta noche, ¡La película!, no me acordaba que iríamos a ver una película, ni siquiera había pedido permiso, aunque dudaba con todo lo que había pasado que me lo dieran.

De verdad quería verla, bueno, nadie muere por preguntar ¿cierto?

Esperé a que mis padres dejaran de conversar acerca de una emisora de radio que querían levantar en la iglesia para poder preguntar, sin embargo surgió otro tema, y luego otro, cada vez que intentaba murmurar algo, el tema volvía a resurgir. Así que esperé hasta que nos sentamos todos en la mesa, mi padre dio las gracias por los alimentos y entonces casi inmediatamente cuando dijo: "amén" yo dije:

—Quiero ir al cine hoy —mi papá se sobresaltó un poco y mi mamá frunció el ceño.

Oh, siempre hacía eso antes de regañarme.

—¿Con quién? —mi papá picó con su tenedor su tortilla, su cabeza baja con su mirada fija en la comida era sinónimo de que no le importaba mucho el asunto, creo que la esperanza resurgía en mi pecho.

—Con Alex, Camila y Jenny —agregué sin respirar, tenía que calmarme, oculté mis manos temblorosas bajo la mesa.

—No conozco a esas personas —respondió alzando sus ojos grises por lo que tuve que bajar la mirada, mirarlo a los ojos era como desafiarlo discretamente.

—Son mis amigos de la universidad —dije—, ellos han venido a hacer trabajos aquí, ¿recuerdan?

Solo nos habíamos reunido tres veces para los trabajos en grupo, en los cuales ellos se habían comportado a la perfección, ni siquiera hicieron el atisbo de un chiste, aunque creo que se debía a que mi padre estaba casualmente leyendo una revista en el mueble.

Mis padres cruzaron una mirada y pude ver por el gesto de mi madre que no estaba ni en lo más mínimo de acuerdo.

—Puedes ir con tus amigos de la iglesia —dijo mi mamá.

—Mamá, Diara está casada y los demás no querrán ver esa película —dije, a ellos les gustaba las películas de acción y la que yo quería ver era drama, de seguro como eran mayoría no querrían entrar a ver esa película.

—Entonces vean otra —dijo mi papá. Mi cabeza comenzaba a doler, tenía demasiada impotencia porque yo solo quería ver esa película con mis amigos de la universidad, ¿Cuál era el problema en eso?

—Quiero ver esa —insistí—, no haremos nada malo, solo saldré con ellos, veremos la película y luego estaré aquí antes de las nueve.

—Esta noche nos reuniremos a interceder en la iglesia porque mañana es domingo —dijo mamá—, ven con nosotros.

Mordí el interior de mi mejilla e intenté respirar hondo.

—Yo quiero ir al cine.

Mi papá terminó de comer y el tenedor sonó contra el plato de porcelana, sobre saltandome un poco. Su rostro se había vuelto rojo, creo que el tema ya le había fastidiado.

—Katiana Eva Jones —regañó mi padre—, o vas al cine con los muchachos de la iglesia o vas con nosotros a interceder. Tú decides.

Mordí fuertemente el interior de mi mejilla y mis ojos se aguaron, quería gritar, de verdad explotaría. Pero solo tomé agua y respiré unas cuantas veces hasta calmarme un poco... como siempre hacía.

—Voy a bañarme, no me siento bien —dije levantándome de la mesa.

—No has comido —dijo mi madre.

—No tengo hambre, te lo dije antes de que comenzaras a cocinar.

—Bien, pero si estás haciendo una dieta, tienes que complementarlo con ejercicio, pasar hambre no te volverá delgada —mi madre tomó mi comida y la colocó en el plato de mi papá, entonces me retiré a mi habitación.

Peleé con el cierre ajustado de mi vestido y luego con el amarré del corsé, tenía tanta frustración que lo terminé rompiendo, solté un gruñido y lo terminé de despedazar, y solo cuando vi mi preciado vestido en el suelo me di cuenta de lo que había hecho.

¡Cristo!, mi mamá me castigaría.

Coloqué el cadáver de tela dentro de una bolsa y lo oculté en la parte de arriba de mi closet, tenía que botarlo, tal vez cuando saliera más tarde lo haría.

Me bañé en el agua fría, tal vez así apagaría la ira que sentía mi cabeza, ¿Por qué no podía salir con mis amigos?, no haría nada malo, siempre hacía lo que ellos querían, ni siquiera me preguntaron donde había pasado la noche.

Ellos te aman. Replicó mi subconsciente. Claro que me amaban, pero odiaba que me sobre protegieran tanto.

Me acosté en mi cama una vez que me cambié, mirando el techo, había vivido casi toda mi vida aterrada de que mis padres me regañaran o de decepcionarlos, era su niña perfecta, ¿pero de qué me servía, si igual ellos no confiarían en mí lo suficiente como para dejarme salir fuera de su radar?

Mi teléfono sonó, y ni siquiera vi quién era antes de atender.

—¿Aló?

—¿Vas a ir; si o no? —la voz de Camila sonó del otro lado de la linea. Miré la hora en mi reloj de mesa mostraba que era apenas las 10:12 de la mañana.

—¿A qué hora es la función?

—A las siete —respondió—, Alex está comprando las entradas por internet, recuerda que es el estreno, necesitamos tu confirmación para comprarla: ¿si o no?

Me senté en la cama y pasé una mano por mí húmedo cabello, comencé a murmurar un "no", pero mi lengua se enredó conectándose con el ferviente deseo de rebeldía y dije:

—Si.

***

Jamás me había sentido tan mal en mi vida, estaba viendo la película pero veía a los lados con nerviosismo como si mis padres pudieran venir a regañarme en cualquier momento, ¿y si me encontraba con algún hermano de la iglesia?, mancharía la reputación de mi familia.

Ya estas en el lío, asumelo. Me repetí, ya lo había hecho, y lo hecho, hecho estaba.

Metirles a mis padres diciéndoles que me encontraría con los muchachos de la iglesia en el cine, no me hizo sentir mejor, pero se sintió tan bien estar con mis amigos de la universidad. La película fue increíble, todo fue increíble, lo único fui yo y mi conciencia intranquila.

Cuando llegué a mi casa mis padres estaban sentados en el sofá de la sala, mi madre tenía los brazos cruzados sobre su pecho y mi padre me miraba fijamente. Era suficiente la tensión en el ambiente para saber que me habían atrapado y estaba realmente metida en problemas.

¿Qué debía hacer ahora?

¿Fingir que no había hecho nada malo? O ¿comenzar a implorar piedad?

—Sientate Eva —dijo mi papá. Me había llamado por mi segundo nombre, eso era un golpe con la correa asegurado luego de un sermón.

Tragué saliva sintiendo mi garganta reseca y con paso vacilante tomé asiento en el mueble de al frente, de modo que ellos dos podían fijar su mirada desaprobatoria en toda su magnitud sobre mí. Mi respiración comenzó a descontrolarse y clavé la mirada en mis manos.

—¿Dónde estabas? —continuó mi papá. Abrí la boca pero de ella no salió nada, así que aclaré mi garganta e intenté regular mi respiración.

—En el cine...

—Sabes muy bien que te dijimos que no podías ir -interrumpió mi papá elevando el tono de voz.

No debía replicar, debía quedarme callada porque así evitaría que me dieran muy duro con la correa... no hables, no hables...

Hablé.

—¡No dijiste eso! —repliqué. Mi papá alzó sus casi inexistentes cejas y me miró como si fuera la primera vez que se diera cuenta de mi existencia.

—No le repliques a tu padre —intervino mi mamá, sus finas cejas arqueadas con la intensión de intimidarme y eso por alguna razón me hizo enfurecer más, dándome más valentía.

—Ustedes dijeron —hablé más calmada— que podía ir al cine o a la intercesión en la iglesia, elegí ir al cine.

Mi papá apretó la quijada y se echó hacia adelante colando una mano empuñada en su mentón, sus ojos grises parecían querer taladrar mi cabeza, sin embargo por primera vez, le mantuve la mirada por lo que tal vez fueron diez segundos, hasta que pude ver su rostro encenderse en ira y se levantó del sofá.

—¡Te prohibimos ir con los chicos de la universidad! —No era necesario que gritara porque su voz era muy fuerte— ¡Desobedeciste!

¿Cómo lo supo?

—Soy una adulta —murmuré, entonces me agarró bruscamente por el brazo levantandome del sofá para acercarme a su cuerpo.

—Una adulta no hace las niñerías que tú hiciste —su voz estruendosa me dañó el tímpano—, esas personas pudieron haberte hecho daño, ¡no tienen temor de Dios!

¿Qué me pudieron haber hecho daño?, el único que me torturaba el brazo era él.

—Son buenas personas —le dije con más firmeza—, anoche ni siquiera pasé la noche aquí y ni siquiera me preguntaron donde estuve.

Mi padre apretó más su agarre y casi pude escuchar a mi hueso gritar de dolor.

—¡Ese no es el punto! —me haló hasta el estudio y cerró la puerta con su pie.

Sabía lo que venía ahora.

Tomó la correa de cuero colgada del perchero y me empujó para que cayera en el escritorio, se suponía que lo único que podía hacer ahora era aguantarme de la mesa y ahogarme con mis lágrimas.

—Dios aborrece el pecado —recitó mi padre—, ¡Espíritu de rebeldía!, ¡Fuera!

El primer golpe traspasó la fina tela de mi vestido y dejó un cosquilleo en mi trasero que se convirtió en un intenso dolor. Mis manos se aferraron de la mesa y ahogué un grito, las lágrimas empañaron mis ojos.

—Tus amigos están únicamente en la iglesia —continuó—, los mundanos solo te quieren hacer daño. ¡Espiritu de rebeldía!, ¡Fuera!

El golpe hizo que las lágrimas se derramaran por mis mejillas, mis uñas se aferraban del escritorio con demasiada fuerza. Lo único que podía sentir era odio, odio hacia mi papá, odio hacia mis amigos, odio hacia la iglesia y odio hacia mí por desobedecer.

—¡¿Volverás a hacerlo?! —Gritó—, ¡Responde!

—No —susurré. Y le vinieron otros cinco fuertes golpes que solo se detuvieron cuando caí al suelo sin las suficientes fuerzas para mantenerme de pie, todo mi cuerpo dolía y exclusivamente mi trasero ardía de dolor.

Escuché a mi padre subir con mi mamá a su habitación, dejandome ahí tirada en la oficina como un perro. Las lágrimas seguian saliendo de mis ojos, recordaba que en castigos anteriores lloraba muy fuerte para que mi padre supiera que había aprendido la lección, pero ahora, me negaba a sollozar, de alguna manera me sentía diferente, tal vez estaba agotada de esto, ¿hasta qué edad ellos gobernarían mi vida?, ya era adulta y seguía siendo como su pequeña niña.

Con todo el rencor que tenía en ese momento, me disponía a subir a mi habitación, pero escuché un pequeño golpe en la ventana de la cocina que me detuvo, fue tan débil que creí que habían sido imaginaciones mías.

Sin embargo, cuando me asomé pude ver a Keller agitando su mano en una especie de saludo.

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