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Abrí la ventana, y voltee a mis espaldas para asegurarme de que mis padres no hubieran bajado por las escaleras, no estaba de humor para recibir otro castigo. Keller analizó mi rostro y su semblante cambió de felicidad a la preocupación.
—¿Qué pasó?
Negué con la cabeza y mi respiración comenzó a entrecortarse, respiré profundo, no podía llorar otra vez, me negaba a hacerlo.
—¿Qué haces aquí, Keller? —susurré, miré otra vez a mis espaldas porque escuché un sonido, pero fue el baño de la habitación de mis padres.
Temía que me encontraran en esta situación.
Keller agarró mi brazo, lo miré con una pregunta en mis labios, pero entonces me di cuenta que veía la marca roja en mi antebrazo donde mi papá me había agarrado, si así estaba mi brazo, no podía imaginar mi trasero.
—Ya veo por qué temes hacer algo malo –dijo, me zafé de su agarre y no pude evitar que una lágrima se deslizara por mi mejilla.
Me sentía patética.
—Fue mi culpa —dije—, vete Keller, si mi papá te ve aquí, de seguro me volverá a castigar.
Keller frunció el ceño y vi sus fosas nasales ampliarse un poco, ¿estaba molesto conmigo?
—Solo vine a entregarte esto –me tendió mis pequeños zarcillos de oro, me sorprendí un poco, los había olvidado por completo, los tomé sintiendo el roce de su piel realmente fria, a lo mejor se estaba congelando allá afuera.
—Gracias...
—Catira –murmuró—, tal vez te de igual lo que te voy a decir, pero nada es lo suficientemente malo para que te castiguen... así.
Sus ojos azules pararon en mi brazo, ¿acaso creía que solo había sido eso?, mi trasero decía que no me podría sentar en una semana.
—Yo desobedecí –me lo había buscado, sabía las consecuencias, sin embargo lo hice, ahora tenía el terrible resultado.
—¿Qué pudo ser tan malo?
Debía finalizar la conversación e ir a mi habitación, sin embargo, era agradable que alguien me escuchara y estuviera de mi parte en estos momentos.
—Mis padres me prohibieron ir al cine con mis amigos de la universidad —dije—, me dijeron que fuera con mis amigos de la iglesia, pero a ellos no les gustan las películas de drama, entonces decidí ir con mis amigos de la universidad. Por eso me castigó.
Keller tenía una expresión incrédula, ¿acaso era peor de lo que creyó?
—Bien, desobedeciste —admitió—, pero ellos no tienen por qué elegir a tus amigos, es decir, ya eres grande para decidir por ti misma... ni siquiera debiste pedir permiso, una chica normal que ya es mayor de edad ni siquiera pide permiso para salir.
Ese era el problema, no era normal.
—Ellos son así conmigo porque me aman, quieren que sea una buena persona, tienen muchas esperanzas para mi futuro –las palabras se sintieron ácidas en mi boca, tal vez porque sentía tanto rencor que no quería defenderlos.
—¿Y tu lo crees o lo dices de los dientes para afuera? –Keller alzó una ceja, su pequeña sonrisa mandó un cosquilleo.
—¿Debo responder eso? –mis palabras sonaron bastante sarcásticas, se suponía que al ser cristiana no podía ser odiosa ni mucho menos antipática, pero cuando estaba molesta siempre decía esas cosas, y sabía que a Keller no le molestaría.
—Hasta que comenzó a sacar las uñas –Alzó su cabeza y dejó lucir una pequeña sonrisa—, si esta chica de mami y papi es Kati, me gustaría conocer a Ana.
—Katiana es una sola persona —me defendí, ¿Qué acaso creía que tenía una parte de mí rebelde a punto de salir a la luz oculta en las sombras?
—Exacto –alzó una ceja—. Y me da la impresión que Ana, dominará sobre Kati.
Sus palabras por alguna razón hicieron que la sangre se acumulara en mis mejillas, nunca entendí por qué si era trigueña se notaba tanto mi sonrojo. Comencé a pensar lo que le había dicho esa mañana, él me había dicho que bromeaba, ¿acaso no le gustaba?, la forma en la que me miraba me hacía sentir nerviosa, tal vez lo hacía apropósito.
—Debería irme —dijo—, si el pastor David me ve aquí, podría meterte en problemas.
La decepción se reflejó en mi rostro porque él sonrió levemente, no quería que se fuera, es decir, me sentí por primera vez cómoda hablando con él. Pero tenía razón, si mi padre lo veía aquí, de seguro no le importaría volver a golpearme.
—Buenas noches —Murmuré decepcionada, no quería que se fuera.
Keller miró su mano izquierda empuñada y luego me hizo seña con dos de sus dedos de la derecha para que me acercara. Fruncí el ceño, ¿Qué tenía allí?, no había dejado otros zarcillos, ¿había dejado alguna otra cosa?, antes de que lograra preguntar qué ocultaba ahí, su rostro estaba justo al frente y sus labios dieron un toque en los míos. Me eché hacia atrás con demasiada brusquedad, mis mejillas se llenaron de vergüenza y mis manos comenzaron a temblar.
—Buenas noches, Catira –me guiñó un ojo y desapareció en la oscuridad del jardín.
Toqué mis labios, me había besado, mi corazón latía demasiado fuerte al punto de que lo escuchaba en mis oídos. No sabía como sentirme respecto a eso, mi primer beso, mi primer toque con un hombre. Has pecado. La voz de mi papá resonó en mi subconsciente, mi pecho sintió una extraña presión, se suponía que debía dar mi primer beso en el altar, pero no me arrepentía de tener una enorme sonrisa en mi rostro.
Cerré la ventana y como si nadara en las nubes me fui a mi habitación, Keller me había besado, ¿acaso le gustaba?, era muy mayor, era prohibido, y eso creaba un deseo ferviente en mi pecho.
*†*
El otro día era domingo, debíamos ir a la iglesia, veía la ropa de mi closet, tantos vestidos rosas y amarillos, corazones y estrellas perturbadoras, me di cuenta que jamás había comprado ropa según mis gustos, mi madre solo elegía el vestido y yo me lo probaba a ver si me quedaba, no me había fijado hasta ese momento que mis padres tenían el control de absolutamente todo en mi vida.
Miré mi torso en el espejo antes de colocarme la faja, mi cintura tenía exactamente la forma de la estructura inducida de la faja, y me di cuenta que cuando me la abroché no me ajustó, ¿acaso estaba perdiendo peso?, esta era la talla más pequeña que tenía, ¿ahora cual usaría?
—Kati, baja a desayunar –expuso mi mamá. Me coloqué un vestido amarillo de flores azules, y amarré mi cabello en una cola de caballo alta, coloqué un cintillo rojo y ya estaba lista, así que bajé a desayunar.
—...sido un gato –decía mi papá, ambos miraban la ventana, cuando percibieron que entré, tomaron asiento en la mesa. ¿Acaso sabían que Keller había estado aquí?, lo dudaba, ya me hubieran castigado.
—Los arbustos están despedazados –me informó mamá—, si te estás escapando en la noche...
—No me escapo en la noche –ni siquiera sé si mi tono reflejaba el rencor que sentía, ¿acaso intentaba meterme en problemas?
Ellos comenzaron a hablar de que me tocaba cantar en la alabanza por lo que tendría que pedir perdón a Dios, solo afirmé con la cabeza, y metí una cucharada a mi boca que me supo a cartón y casi lo escupí otra vez al plato.
Odiaba mi vida.
—Come Kati –regañó mi mamá—. Ayer casi no comiste nada, hoy no harás la misma fiesta. Esta rebelión tuya me sacará de mis casillas.
Bien, para mis padres yo era un problema de rebeldía que intentaba desafiarlos, increíble.
—La faja me aprieta mucho –murmuré, me fije que había dicho una mentira, ¿por qué mentí?, la faja no me estaba ajustando, oh Dios, me iban a castigar por mentir. No levanté la vista, solo revolví la cuchara en mi plato.
—Entonces estás más gorda –riñó mi madre—, debes dejar de comer tanto.
Me esforcé para no reírme ni mostrar la burla que ascendía por mi boca por su contradicción.
Cuando llegamos a la iglesia, ya el sonido estaba instalado, me acerqué a los muchachos para comenzar a calentar mi voz, sin embargo sentía que me desentonaba muchas veces, estaba cantando realmente mal, y faltaba media hora para comenzar.
—¿Qué pasa, Kati? –Dijo Dylan—, ¿estás estresada?
Él tocaba la batería, casi todo el mundo sabía que yo le gustaba pero él siempre lo negaba. Me encogí de hombros y él ladeó la cabeza con curiosidad, su piel tan blanca como el papel hacia que su nariz permaneciera eternamente roja.
—Tengo muchas cosas en la mente –respondí. Comenzando que seguía molesta y el hecho de cantar me hacía molestarme incluso más porque mis padres me decían que tenía que hacerlo.
Diara interrumpió llegando a mi lado y envolviéndome en un abrazo.
—Hola KatiCat –cantó y pellizcó mis mejillas, al ver que no sonreí las apartó inmediatamente—, ¿Qué ocurre?
Forcé una sonrisa en mi rostro, debía aparentar está bien porque los hermanos de la iglesia comenzaban a llegar, eramos la familia perfecta, mi padre era el pastor, si vieran mi semblante enojado de seguro daría de qué hablar.
—Mis padres me castigaron anoche –murmuré lo suficientemente bajo para que nadie más escuchara. Los ojos verdes de Diara pararon en mi brazo, y pude ver una mueca de lástima.
—Debiste desobedecerlos –supuso Diara—, Kati, el sabio ve el mal y se aparta.
, salir con mis amigos no fue malo, malo fue la reacción de mi padre, debí apartarme de él, jamás dejaría que me colocara otra mano encima, aunque no era como si pudiera hacer algo para detener el castigo más que obedecer lo que ellos me impusieran y eso me hacía sentir más molesta.
El culto estuvo bien, de hecho comencé a cantar con todo el deseo de mi corazón, implorando a Dios que me cambiara la vida, porque sinceramente ya no soportaba la mía.
Los muchachos se reunirían en la casa de Paola (una hermana de la iglesia), así que me fui con ellos porque no me apetecía ir a mi casa, como era de esperar, mi mamá me abrazó y hasta se rio de que le pidiera permiso porque hablaba con una de sus discípulas. No había pensado que eso era hipocresía, ¿por qué tenía que tener una personalidad diferente en la calle?
Almorzamos y comenzamos a ver una película, esta era Cazadores de Sombras, lo único que escuchaba eran las voces de los muchachos diciendo que esas eran puras herejías, que contradecía la biblia y esas cosas, antes yo también era así, pero solamente quería disfrutar de una película, es decir, no era como si demostraría mi cristianismo criticando una película de fantasía.
Mi teléfono vibró, no le había quitado ese modo para que no sonara durante el culto. Era un número desconocido, me levanté del mueble con lentitud para que los moretones en mi trasero no me dolieran (me había tomado trabajo sentarme) e hice una torpe danza para no pisar a los muchachos acostados en las colchonetas del suelo, hasta que entré en la cocina.
—¿Aló?
—Hola, Catira –la voz de Keller resonó del otro lado del teléfono. ¿Cómo tenía mi número?, mi pecho sintió un extraño cosquilleo y recordar el beso hizo que mis labios cosquillaran.
—Keller –susurré:— ¿Qué pasa?
—Solo quería saber qué hacías –dijo—, ¿quieres salir conmigo?
¿Salir?, ¿con él?, habían mil y un razones para decir que no, pero la voz cantarina me demandaba a decir que si.
—¿A dónde?
—Es una sorpresa –dijo—, ¿Qué dices?
Miré a mis espaldas asegurándome que no hubiera nadie que pudiera escucharme.
—Mis padres no me dejarán, Keller, estoy en la casa de mis amigos –dije sintiendo algo de frustración porque yo quería ir, pero no podía.
—Bueno, dile a tus amigos que necesitas ir a tu casa porque olvidaste hacer una tarea –dijo—, vamos, ven conmigo.
Por tentadora que sonara la idea, tenía el presentimiento de que mis padres se enterarían.
—Cuando lleguen mis padres, se darán cuenta que no estoy o alguien podría decirles...
—Si tus padres te dicen algo, diles que tuviste que comprar un lápiz en la papelería.
—¿Un domingo?
—O un pan en la panadería, no lo sé –dijo—, será rápido lo prometo, y también prometo que no te castigarán.
—No puedes prometer eso, es algo que no puedes controlar –mi tono decepcionado hizo que me sintiera más triste, esto era demasiado riesgoso.
—Si puedo, te prometo Ana, que no te van a atrapar –dijo Keller. , la otra mitad de Kati me incitaba a aceptar, hasta que afirmé con la cabeza y dije: "está bien."
—Sal, estoy afuera en una casa antes.
Iba a repetirle que estaba en la casa de unos amigos, hasta que vi por la ventana su moto y un chico apoyada de ella con el teléfono en la mano. Mi corazón se detuvo y sentí miedo.
¿Como rayos...?
Iba a comenzar a preguntarle cómo sabía donde estaba, sin embargo la voz de Dylan me hizo sobresaltarme y mi teléfono se me cayó de las manos.
