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3

Fue un completo caos, vi al hombre que estaba junto a mi papá caer sin vida en el suelo, su cabeza rebotó en la cerámica y su pecho no dejaba de sangrar. Los gritos fueron un revoltijo, y las personas salieron de la iglesia como si adentro hubiera algo toxico. Comencé a orar en voz baja mientras retrocedía, tropecé con el escalón del escenario y alguien me aguantó por la cintura antes de caerme.

—Ven conmigo —dijo Keller, haló de mi mano, ni siquiera procese que era él, simplemente lo seguí por la puerta trasera hasta una camioneta. Me montó en el puesto de adelante y luego la rodeó para montarse a conducir.

Miré atrás para observar a las personas seguir corriendo fuera de la iglesia, las sirenas policiales comenzaban a retumbar cada vez más cerca. Entonces me voltee nuevamente en mi asiento y observé a Keller.

—¿Qué acaba de pasar? —Murmuré—, mataron... a ese hombre. Mi papá estaba a su lado.

Mi voz sonó demasiado estrangulada así que aclaré mi garganta. Keller miraba fijamente la carretera, noté que solo tenía una franela blanca que dejaba ver el tatuaje de su brazo izquierdo y mi pulsera. Él me había salvado, Dios lo había enviado para protegerme.

—Vi a tu padre salir por la salida de emergencia, él está bien –dijo—. Yo iba a ver que tal era esa iglesia, pero entonces vi a esos hombres entrar. Tú parecías que hablabas sola y pensé que ibas a enloquecer si no te sacaba de ahí.

¿Qué hablaba sola?, ese comentario me hizo reír un poco.

—Estaba orando –dije—, Dios escuchó mis oraciones, porque me sacaste de ahí.

La voz de Diara me hizo estremecerme. Pude ver la sonrisa de Keller, su mano diestra palmeó mi pierna y luego volvió a sostener el volante con las dos manos, sin embargo sentí mi piel cosquillar ahí donde me tocó descuidadamente.

Bien, creo que estaba un poco sensible.

—Claro, Dios y esas cosas —lo escuché murmurar. Algo dentro de mi mente comenzó a repetir otra vez las palabras de Diara

¿Qué pasaba si Keller no era bueno?

—¿A dónde me llevas? —murmuré. Keller me miró de reojo, a la escasa luz lucía más misterioso, su cabello largo estaba amarrado en una cola de caballo y me fijé que era realmente musculoso.

Era muy atractivo, lo admitía.

—Estas muy alterada, tienes que serenarte hasta que todo se calme —sus ojos azules giraron a mis manos, fue cuando me di cuenta que mis uñas se estaban clavando en mi antebrazo con demasiada fuerza, al soltarlas no me sentí mejor ni mas tranquila.

—Bien —susurré—, ¿de quién es esta camioneta?

Era bastante lujosa y el aromatizante era de menta fresca, debía de ser bastante costosa, ¿Quién era Keller?

—De mi padre –se limitó a decir, tenía un padre y si le prestaba su camioneta quería decir que le tenían confianza, creo que podía también confiar en él, no era como si tuviera muchas opciones en este momento.

Reposé mi cabeza del asiento, sintiendo mi cabeza comenzar a palpitar en mis sienes, mis zarcillos me molestaban por lo que me los quité y los sostuve en mi mano. Decidí que podía confiar en él, hasta el momento no me había dado motivos para pensar lo contrario. Cerré mis ojos por un momento intentando calmarme, hasta que me quedé dormida.

***

Abrí los ojos y me senté tan deprisa que mi cabeza se quejó. ¿Todo había sido un sueño?, miré a mi alrededor, este no era mi habitación, ¿Dónde estaba?, empujé las suaves sabanas hacia un lado y mis pies descalzos tocaron el frío suelo de cerámica. Era una habitación de color azul claro, no había adornos, solo un closet cerrado y una lampara sobre la mesita de noche, ni siquiera una ventana.

Caminé hasta la puerta pero ésta estaba cerrada. Comencé a asustarme, me habían secuestrado, eso me pasaba por confiar en las personas, Keller era malo, él me secuestró, mis ojos se llenaron de lágrimas y me senté en la cama, ¿qué harían conmigo?, ¿Dios, por qué me abandonaste?

La puerta se abrió y pude ver a Keller entrar, tenía una camisa negra de una banda de Heavy Metal y unos pantalones de chandal, por las marcas en su cara podría decir que se había acabado de levantar. Era muy alto y musculoso, parecía que la habitación le quedaba pequeña.

—¿Por qué me secuestraste? –mi voz sonó más débil de lo que quería, limpié mi mejilla intentando en vano que mis ojos dejaran de llorar.

—¿Secuestrarte? –Repitió, su ceño se frunció, lucía muy tierno cuando parecía estar desorientado—, ¿intentaste abrir la puerta?, se traba un poco, debes empujarla hacia dentro y luego tiras de ella.

Oh, eso explicaba un poco. Inhalé mi nariz tupida y mis mejillas picaron de vergüenza.

Dios, perdóname por haber desconfiado de ti.

—Quiero irme a mi casa —dije—, ¿qué hora es?

Keller se encogió un poco de hombros.

—Deben ser las ocho –dijo—, te quedaste dormida y la calle donde vives tenían el paso restringido por el homicidio, así que no tuve más opción que traerte aquí.

¿Había pasado la noche por fuera?

¡¿Con Keller?!

No podía pensar lo preocupados que estarían mis padres, ni mucho menos el castigo que me impondrían por no haberlos buscado luego del caos.

Oculté mi pie izquierdo detrás del derecho para que no viera la marca que tenía en el lateral, un feo accidente que me dejó una quemadura extraña, era desagradable.

—Tengo que irme —expresé más alterada de lo que esperaba—, mis padres deben estar preocupados, me castigarán, yo...

Keller afirmó con la cabeza e hizo un ademán con su cabeza para que lo siguiera.

—Si te van a castigar de todos modos, entonces te da tiempo de desayunar algo –comenzó a caminar fuera de la habitación, así que decidí seguirlo con mis pies descalzos, si mi madre me viera ahora, me hubiera regañado por dormir con unos de mis vestidos y levantarme con los pies descalzos.

Mi estomago gruñó cuando vi el cereal de hojuelas de maíz. Keller sirvió dos tazones con leche y me ofreció la caja de cereal, seguidamente trajo dos tazas de café humeante.

—No tomo café –dije sirviendo exactamente lo que sería una taza de cereal en el tazón que era la medida justa.

Keller frunció el ceño y luego su mirada se volvió divertida con una sonrisa burlona.

—¿Te puedes volver negra?

Me tomó un momento entender su broma y cuando lo hice solté una pequeña carcajada.

—Bueno, ya soy color café con leche –intenté bromear acerca del color de mi piel—. Es solo que mi madre dice que eso manchará mi dentadura, y me volverá una adicta.

Keller soltó un bufido burlón y volteó la caja de cereal en su plato haciendo que varias hojuelas cayeran en la mesa, entonces cuando vació la caja la tiró en el piso. ¿Cómo podía ser tan inconsciente y desordenado?

A mi madre le daría un infarto.

—Levanta eso –dije—, tu mamá se va a molestar.

Creo que mi comentario provocó que se ahogara con el confley hasta que logró calmarse al tomar café.

—¿Tengo cara de vivir con mis padres?

—Creí... —balbucee— dijiste que tu padre te prestó la camioneta yo...

—No vivo con ellos —interrumpió girando los ojos—, la muchacha vendrá a limpiar a las diez.

Iba a decirle que de igual forma no tenía por qué ser desordenado, pero cuando sus ojos azules se fijaron en los míos dejé que la cuchara chapoteara en la leche y mi mirada intentó fijarse en otra cosa que no fuera él.

¿Como era que podía ser tan intenso? Mi corazón estaba acelerado.

—¿Tus padres te controlan mucho?

Me limité a negar con la cabeza.

—¿A qué edad te adoptaron? —Continuó.

Fruncí el ceño y me atreví a mirarlo.

—No soy adoptada –dije—. El caso de que mis padres sean así conmigo es porque me aman, quieren que sea una buena persona, tienen muchas esperanzas para mi futuro.

Era el discurso que siempre les decía a mis amigos de la universidad, casi tenía esa respuesta automática. Keller analizó mi rostro y alzó ambas cejas.

—Bueno, no te pareces a tus padres –se limitó a decir y terminó de comer su confley.

Sabía a lo que se refería, mi madre era alta, esbelta y rubia por naturaleza, mi papá alto de rasgos duros y pelirrojo, era muy fácil preguntarse de donde había salido una pequeña chica: castaña, robusta, con ojos marrones, mis rasgos eran definidos, ni siquiera había sacado la firmeza de mis padres en carácter, ni su tenacidad.

—¿Por qué me regalaste esos audífonos? –dije intentando hacer conversación.

—Los necesitabas –dijo luego de un momento, de súbito sentí su dedo alzar mi mentón y lo descubrí de pie frente a mí, sus ojos parecían querer taladrar mi cabeza, me sobresalté, la respiración se me quedó atascada en mis pulmones e intenté echarme hacia atrás fuera de su toque, sin embargo lo único que logré fue que me cayera de la silla, el plato de leche me empapara la cara y mi vestido quedara arruinado.

Genial.

Keller soltó una gran carcajada, me miraba como si hubiera cometido el mejor acto del mundo, cuando pudo controlar su respiración me ayudó a levantarme, tan humillada como me sentía intenté apartarme de su ayuda, pero volví a resbalar, así que acepté que me ayudara a levantarme.

—Eres tan diferente –dijo Keller pasándome un paño de cocina para que pudiera limpiarme la cara, seguidamente él tomó otro y lo colocó sobre la mesa tal vez para que la ama de llaves considerara que intentó limpiar.

—Ya lo he escuchado antes –murmuré—. Diferente para sinónimo de rara.

Esa era la historia de mi vida, porque de mi boca jamás había salido una grosería, y no veía series clasificación "B" por temor a que mis padres me regañaran así ellos no estuvieran en la casa.

—De hecho iba a decir rara, pero pensé que te ofenderías.

Terminé de limpiarme el rostro y comencé a intentar limpiar mi vestido.

—No me ofende —dije. Había estado aguantando insultos de mundanos casi toda mi vida porque no hacía lo que ellos hacían como: ir a fiestas o reírme de sus chistes de doble sentido, tal vez me hubiera afectado más si no hubiera tenido amigos como yo en la iglesia.

Comencé a limpiar la mesa, había causado un catastrófico desastre, mi mamá me hubiera encerrado en la habitación luego de darme con la correa. Keller colocó una de sus enormes manos sobre las mías; deteniéndolas, mandando un estremecimiento a mi espalda, su mano era como dos de las mías, realmente grandes y rasposas. Cuando alcé la vista, me di cuenta de que sus ojos azules me miraban con un eje burlón.

—¿Siempre eres tan nerviosa? –susurró, casi pude sentirlo acercarse, el aire de mis pulmones se extinguió casi por completo—, ¿o yo te pongo nerviosa?

Claro que me ponía nerviosa.

Di un paso atrás pero choqué con la silla, tragué saliva; este hombre era como tres personas como yo (Exagerando claro está), tal vez me doblaba la edad, y su apariencia decía claramente que mis padres me mandarían a un internado en Asia cuando me vieran junto a él.

—¿Me tienes miedo? –dio un paso mas cerca, la mano que tenía sobre las mías se deslizó por mi brazo haciendo que mis piernas comenzaran a temblar.

No podía dejar que me tocara, el único que podría tocarme alguna vez sería mi esposo, no podía imaginar lo que me diría mi padre si se enterara que no me había casado y me había dejado manosear.

—¡Suéltame! –grité saltando fuera de su agarre, tropecé con mis pies pero por suerte no me caí, pegué mi espalda de la pared recuperando la respiración. La mirada de Keller se volvió confundida hasta la preocupación.

—Catira, no te voy a hacer daño...

—¿Qué es lo que pretendes? –dije, al ver que pareció no asimilar mis palabras lo grité:— ¡¿Qué pretendes?!

Yo sabía lo que quería, solo manchar la imagen de mi familia, tal vez corromper a la buena e inocente Kati, o como algunas personas me llamaban: "Eva", Eva la evangélica.

—Le regalaste una torta a mi padre, apareciste y me regalaste los audífonos de mis sueños y... y me salvaste del caos, ¿por qué haces esto?

Mi tono había bajado hasta sonar civilizado, no podía perder la cordura, mis padres me golpeaba la boca cada vez que comenzaba a alzar la voz, y tenía el presentimiento de que él también lo haría.

—No lo sé –dijo simplemente.

—¿Entonces es común que hagas esto con todas las chicas que te encuentras?

_Escucha, Catira —soltó un suspiro—, no sé por qué lo hice, en realidad no sé por qué estoy hablando contigo, creo que solamente quería cuidar de ti.

¿Qué?, ¿por qué?, ¿acaso tenía cara de cachorro abandonado?

Mis padres cuidaban excesivamente de mí, y Keller solo me daría problemas, aunque claro, no podía decirle eso, se suponía que Dios vivía en mí y debía hablar como lo hizo Jesús en la biblia, pero era tan difícil cuando no era lo que yo de verdad quería decir.

—Creo que es hora de que me vaya —me limité a anunciar. Keller afirmó con la cabeza y subió a la habitación, seguidamente apareció con mis zapatos y se ofreció a llevarme en la camioneta.

Íbamos en un extraño silencio, tal vez debía hablarle de Dios y todas esas cosas que me habían enseñado y que hacía con gusto, pero no me apetecía abrir mi boca, sentía que junto a él corría una especie de peligro, sabía que estaba muy mal y eso extrañamente me hacía sentir con una especie de emoción en mi pecho.

—Gracias –susurré bajándome del auto—. Keller...

Aguanté la puerta y esperé a que sus hermosos ojos se fijaran en los míos.

—Escucha, te agradezco todo lo que hiciste, de seguro Dios te usó para resguardarme. Pero no puedo seguir viéndote, eres muy... —¿Qué le iba a decir?, ¿peligroso, atractivo, tatuado?— Mayor, para mí.

Sus labios mostraron una pequeña sonrisa, tal vez yo me había imaginado todo, a lo mejor malinterpreté su interés, de seguro estaba haciendo el ridículo.

—La edad es solo un numero —dijo— ¿sabes?

O tal vez mi presentimiento era real.

—Espero verte en la iglesia –eso por alguna razón sonó un poco ridículo. Keller alzó una ceja y soltó una pequeña carcajada.

—Me verás ahí cuando nos casemos.

Mis mejillas se sonrojaron fuertemente y mi boca parecía abrirse como un pez dando bocanadas, aclaré mi garganta intentando asimilar sus palabras.

—Es por el yugo desigual, soy cristiana y mis padres...

—Solo bromeo Catira –me interrumpió ampliando su sonrisa, entonces me guiñó el ojo y arrancó haciendo que la puerta que yo mantenía abierta se cerrara por la fuerza del viento.

¿Entonces no le gustaba? de verdad todo habían sido ideas mías, no podía describir lo avergonzada que me encontraba, ¿Cómo podía pensar que un hombre como él podía fijarse en una chica como yo?

Respiré hondo, las cosas eran así, esta era mi vida, mis padres me amaban y tenía la suerte de poder haber sido criada con buenos principios, por alguna razón ese pensamiento no me hizo sentir más tranquila.

Caminé la calle hasta mi casa, preparándome mentalmente para aguantar los castigos que decidieran imponerme, sin embargo, lo que encontré fue algo totalmente diferente.

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