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2

Contaba los minutos para que la clase de sociales terminara, no me gustaba esa materia, mucho menos cuando no tenía nada que ver con mi carrera, apenas estaba iniciando el segundo año de castellano en la universidad central, mi horario era un completo caos, por lo menos hoy, tenía que quedarme hasta las dos de la tarde y luego tendría que ir a la iglesia para ensayar ya que yo dirigiría el culto de esta noche.

Cuando el profesor dijo que nos podíamos ir, fue como música para mi oídos, sin embargo, solo teníamos una hora para almorzar antes de entrar a nuestra última clase. Tenía un pequeño grupo de amigos con los que me juntaba, no porque yo los hubiera elegido, sino porque solo nosotros habíamos perseverado en la carrera, apenas quedábamos veinte, y solo tres tenían exactamente el mismo horario que yo.

Llegamos al comedor y tomamos asiento en el patio cerca del estacionamiento, Jenny hablaba de lo bien que lo había pasado el jueves con su novio, mientras los muchachos hacian comentarios vulgares, como era común, yo estaba ahí, pero no me involucraba en esas conversaciones pecaminosas, mas que todo porque debía guardar mi testimonio y mi imagen de hija de un pastor, siempre debía ser el ejemplo. Me disponía a darle un mordisco a mi sandwich de pollo cuando observé que todos me observaban.

—¿Qué? —Murmuré. Alex se sentó a mi lado invadiendo mi espacio personal como era común en él o en todos, porque al parecer por tener principios cristianos, todos los chicos tenían el extraño desafío de corromperme, pero eso no funcionaba conmigo.

—Decía —repitió Alex—, que hoy iré a la iglesia, ¿tú cantarás hoy, cierto?

Lo miré intentando reflejar alegría en mi rostro, pero solo pensaba en lo incorrecto que Alex era, él había crecido conmigo en la iglesia, sin embargo cuando llegó a la adolescencia se rebeló y comenzó a ir a fiestas, hasta corromperse por completo de lo que Dios quería. Él sabía el bien y no lo hacía; por lo tanto era un pecador, de todos modos yo no era nadie para juzgarlo, porque en lo más recóndito de mí, me daba curiosidad por saber como era... vivir eso.

—Dirigiré la alabanza —dije—, que bueno que vayas Alex, ¿ustedes no se animan a ir chicos?, es servicio de sanidad.

Como era de suponer, se rieron y comenzaron a hablar de lo que me perdía por ser una joven virginal aburrida que no disfruta de los placeres de la vida, eso era un error, yo disfrutaba, a mi manera... o a la manera de mis padres. Entonces surgió el tema de una nueva película que estrenarían en el cine mañana, de verdad yo la quería ver, trataba de una mujer que va a la guerra y debe luchar por su familia, pero debía pedirles permiso a mis padres.

—Kati, tienes 18, eres mayor de edad —riñó Camila—, ¿hasta cuando vas a "intentar" salir con nosotros?, sabes que nunca lo haces.

Ella tenía razón, en realidad siempre ponía excusas porque mis padres nunca me daban permiso para salir con ellos, decían que eran una mala influencia, pero eran mis amigos, de igual modo me obligaban a ir con mis amigos de la iglesia, la pasaba igual de genial, pero no era lo mismo.

—Hasta que su padre deje de ser el pastor —dijo Alex quitándome un pedazo de pan de mi plato y metiéndoselo a la boca. Entonces el teléfono de Jenny sonó con un reguetón estruendoso, y solo por ser bufón; Alex comenzó a mover su trasero contra mi espalda, provocando la risa de todos en la mesa, hasta que Jenny atendió, guardamos silencio al escuchar su tono tan serio, entonces colgó y transformó su cara en alegría diciendo:

—No habrá gramática —Creo que todos sonreímos al darnos cuenta que nos podríamos ir a nuestro fin de semana. Me daba tiempo de ir a mi casa, cambiarme e ir a la iglesia.

—Santos dioses de la trinidad -murmuró Camila—, ese es un papasote.

Alcé la cabeza para observar que: Alex, Jenny y Camila miraban en una sola dirección a mis espaldas, cuando miré alrededor, me di cuenta que en realidad la mayoría de los que estaban en el comedor miraban lo mismo, voltee también para observar cual era el alboroto y creo que quedé igual de impresionada.

Era un muchacho realmente musculoso, tenía un pantalón oscuro que hacía un conjunto con su chaqueta de cuero, lentes y el cabello rozando sus hombros. Bajó de la motocicleta con una agilidad que me aceleró el corazón, entonces pude verlo cruzar el jardín, caminaba con total confianza, como si supiera que era el centro de atracción. Había chicos lindos en la universidad, pero ninguno tenía tanta presencia como él, era como si sus poros destilaran luces de neón.

Forcé mi boca a cerrarse cuando lo vi caminar junto a mi mesa y tomar asiento frente a mí y al lado de Jenny, creo que a ella se le saldría el corazón por la boca, me pregunté si recordaba que tenía un novio que supuestamente amaba. El chico quitó sus lentes y yo me forcé a mirarlo sin que mi respiración se descontrolara, pero parecía imposible.

—Hola, Catira —dijo. Creo que escuché a Camila gemir en voz baja al escuchar su voz profunda.

—¿Qué haces aquí? —Acusé pero entonces me di cuenta que soné agresiva así que dije:— es decir... hola, ¿qué haces aquí?

—Necesitaba asesoría espiritual —dijo, sus ojos azules parecían entrar en mi cabeza poniéndome nerviosa, por lo que tuve que disimular guardando las migajas de mi almuerzo.

—Creo, que nosotros —comenzó a decir Alex levantándose de la mesa, su sonrisa más grande de lo usual—, nos deberíamos ir...

Camila y Jenny parecieron reaccionar, por lo que también balbucearon cosas extrañas y se fueron. Todavía no entendía qué estaba pasando.

—¿Qué ocurre? —pregunté echándome antibacterial en mis manos restregando el liquido minuciosamente como si eso fuera importante.

—Catira, mírame a la cara -exigió, fruncí el ceño y lo miré, sintiendo que mis piernas se desajustarían de tanto temblar, odiaba que me pusiera tan nerviosa y era mucho decir porque yo no odiaba nada.

—No me llames Catira, sabes mi nombre —le repliqué—, ¿Cómo sabes mi nombre?, nunca te lo dije, ¿Cómo sabias donde estudiaba?

El muchacho sonrió débilmente con esa sonrisa que lo hacía lucir atractivo, a mi alrededor, podía ver que nos miraban disimuladamente, me imaginaba que no tardaría mucho para que esto llegara a oídos de mis padres, pero solo tenía una conversación con un chico atractivo, agradecía que se había colocado esa chaqueta que cubría sus tatuajes.

—Tu pulsera —se arremangó un poco su chaqueta y dejó que viera la pulsera que me quitó el día anterior adornando su muñeca, era extraño verlo con mi pulsera, me agradaba-, tenía escrito Katiana, supuse que eras tu. Mi prima estudiaba castellano, pero desistió, casualmente te conocía.

Oh, su prima, bien eso explicaba mucho. No recordaba haberle puesto mi nombre a esa pulsera, aunque no podía encontrarle otra explicación, no es como si él fuera un psicópata acosador o algo así... ¿cierto?

—Oh —dije— lo siento, ¿Qué asesoría quieres?

El muchacho entrecerró sus ojos y sonrió ladeadamente mandando algo parecido a un infarto a mi corazón, no estaba entrenada para asesorar espiritualmente a muchachos guapos, para esos estaban los diáconos de la iglesia.

Dios, perdona mis pensamientos pecaminosos.

—Ayer me dijiste que ahorrabas —dijo—, ¿para unos audífonos?

Afirmé con la cabeza no sabiendo muy bien a donde quería ir con todo esto.

—Si, son unos Wireless, los mejores audífonos que haya visto nunca —dije, la música era mi mundo, lo único que podía hacer con libertad, donde mis padres no me podían controlar, mis últimos audífonos era desechables y se rompieron al mes, en cambio los audífonos Wireless, eran lo ultimo en tecnología, y había encontrado un buen precio por unos usados, aunque todavía me faltaba reunir la mitad.

—¿De qué color? —Siguió indagando—, no me decepciones diciendo que unos rosados con ridículos corazones decorativos.

Me reí, sin embargo me ofendí un poco, yo nunca fui exactamente de esas chicas que se derretían por las cosas bonitas o adorables, aunque mi madre me obligaba a que fuera así (a juzgar por la ropa que tenía puesta hoy; un vestido de corazones rosado).

—Siempre quise unos verdes con toques azules —dije—, es mi color favorito.

El chico alzó una ceja (donde tenía la cicatriz) y pude ver en su sonrisa un poco de sus dientes.

—Eso quiere decir que crees que tengo unos ojos hermosos.

Cuando fijé mi mirada en sus ojos me di cuenta que verdaderamente eran azules verdosos, sentí mis mejillas picar hasta sonrojarse y me abracé como si tuviera frio, aclaré mi garganta y me encogí de hombros.

—No lo negaré —las palabras salieron antes de que mi cerebro procesara que le estaba coqueteando, Dios perdóname, esto estaba muy mal.

El muchacho mordió su labio inferior y mi respiración se quedó atascada en mis pulmones, por lo que tuve que aclarar mi garganta y mirar a otro lado del amplio ambiente como si fuera más interesante.

—¿De qué trata la asesoría espiritual? —Murmuré atreviéndome a mirarlo, me di cuenta que él estaba sacando algo de su chaqueta, parecía un paquete, o una pequeña caja.

—Solo quería preguntarte, si Dios está de acuerdo en que te regale esto —me dio la caja, fruncí el ceño sosteniéndola, esto no podía ser posible, casi se me sale el corazón por la boca, ¡Eran los audifonos Wireless!, ¡Nuevos! ¿Cómo...? ¿Por qué...? lo miré en espera de lo que diría.

—Son de un color tan hermoso como mis ojos —dijo con algo de burla, se levantó y caminó hasta detenerse frente a mi, haciendo que mi respiración comenzara a desajustarse, inhala, exhala, inhala...

—Eso es algo engreído —susurré. Entonces él se inclinó, pensé que besaría mi mejilla, pero sus labios acariciaron mi oreja, estremeciendo toda la piel de mis brazos y de mi espalda.

—También creo que tus ojos son bonitos.

Cuando se separó no pude cerrar mi boca y mis mejillas dolían de lo avergonzada que me sentía, me dijo que mis ojos eran bonitos.

—Soy Keller —mencionó antes de sonreírme débilmente y emprender camino a su moto.

¿Qué acababa de pasar?, ¿Cómo era esto posible?, todavía mis manos temblaban y mis ojos miraban incrédula la caja en mis manos. Ningún chico había mostrado interés en mí, en primera: porque era hija de un pastor y en segunda: Dios primero tenía que rebelar quien era el indicado, porque el hombre que sería mi novio, era con el que me casaría (eso me había dicho mi padre), por eso nunca tuve ninguna experiencia con ningún chico.

Tomé mis cosas y me fui a mi casa cuando pude serenarme de la impresión. Mi madre estaba en una reunión de mujeres (se reunían a tomar el té en un hotel) y mi padre en la iglesia asesorando a todos los que necesitaran ayuda. Lo primero que hice, fue sacar mis audífonos de su caja, quedando todavía más impresionada de que fuera de un verde-azulado, ¿Cómo pudo saberlo?

Mis ojos pararon en el techo y cerré los ojos, Dios fue el que me los envió. Me tomé mi tiempo para bañarme y cambiarme a mi vestido azul de puntos negros, era el único vestido azul que tenía, este tenía un corsé por lo que no tendría que usar faja debajo, era un alivio porque a pesar de que había estado usando faja desde que tenía ocho, me molestaba. Me eché un poco de brillo en los labios y acomodé mi cabello en un moño alto, solo así pude salir a la iglesia que quedaba a una cuadra de mi casa.

Los muchachos ya tenían los instrumentos conectados, por lo que solo me limité a saludarlos con un y luego de orar, comenzamos a ensayar las canciones que cantaríamos esta noche. Tomamos un descanso de una hora para esperar que fueran las ocho e iniciar el culto, me senté junto a Diara, ella era mi amiga desde que tenía memoria, era unos años mayor que yo, se había casado el año pasado (yo fui su dama de honor).

—¿Y esos audífonos? —preguntó Diara observando como me los colocaba en mis oídos e intentaba conectarlos a mi teléfono por bluetooth.

—Un muchacho me los regaló —dije_, me preguntó de qué color los quería y solo los sacó de su chaqueta.

La sonrisa de Diara fue reemplazada por una de espanto, le fruncí el ceño ¿había hecho algo malo?

—¿Así sin más? —su tono fue de regaño—, Katiana, pudieron ser robados, ¿conocías a ese muchacho?

¿Robados?, me volví algo incrédula, ¿por qué me regalaría algo robado?

—No.:—dije, pero rápidamente agregué:— Sí, se llama Keller, lo conocí ayer en la pastelería.

—¿Y como es que te dio unos audífonos super costosos acabando de conocerte?

—Dios actuó a través de él —repliqué. La risa de Diara hizo que mis mejillas se llenaran de vergüenza. Su mano acarició mi mejilla y me miró con ojos tiernos haciéndome sentir como una pequeña niña tonta.

—Katiana, está bien tener fe —dijo—, pero no puedes ser ingenua.

Ante mi mirada confundida ella soltó un pequeño suspiro sin borrar esa sonrisa de su rostro.

—Vives en una burbuja donde todos son buenos —continuó—, pero no lo son, hay personas que solo hacen cosas con mala intención. Katiana, tu no tienes malicia, es por la forma en la que te criaron. Pero ese muchacho... Keller, ni ningún chico, regala cosas tan caras a alguien a menos que tenga una intensión oculta.

De eso tenía que culpar a mis padres, en el ambiente donde me crié, mi único contacto con las personas mundanas (las no cristianas) era la escuela. Ya estaba acostumbrada a ese mismo discurso por parte de Diara, diciéndome que era muy ingenua, pero ella tenía razón, puede que Keller me hubiera dado ese regalo por tener intenciones ocultas.

—Solo, ten cuidado, ¿si? —me abrazó y yo aspiré hondo, iba a comenzar a decirle que podía cuidar de mi misma, pero la música comenzó a sonar y las personas a tomar asiento, esa era mi señal para levantarme e ir a iniciar el servicio de adoración. Vi a mi padre salir de la oficina pastoral abrazando a un hombre que parecía acabado por las drogas.

—Hermanos ubiquen sus asientos por favor —dije a través del micrófono esperando el segundo estribillo de la guitarra para comenzar a cantar, sin embargo unas personas totalmente de negro y enmascarados, entraron a la iglesia, sus armas levantadas, entonces cuando el micrófono resbaló de mis manos...

Ellos abrieron fuego.

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