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4

Ambos atravesaron el campus buscando el aula donde Kats recibía la clase de artes plásticas. Durante ante el trayecto oyeron rumores del pasillo que consistían en Nate, y su violencia incontrolable cuando arremetían a la fuerza contra sus problemas personales. Algunos afirmaban con certeza que se drogaba, mientras que otros insinuaban que su familia no lo quería siendo erradas las dos versiones. Para evitar polémicas no refutaron nada, solo caminaron hasta llegar a una pequeña placita frente al salón de Katsiaryna.

—Puedes irte por dónde has venido hermano, necesito decir esto. No puedo seguir esperando más tiempo —demandó Luca muy seguro—. Se supone que los amigos no se enamoran ¿no es así?

Hemmings y Grayson escucharon desde una ventana abierta al costado del salón con cuidado de no ser vistos. Del otro lado de las paredes, una depresiva Katsiaryna se encontraba en un pupitre de madera observando con atención la proyección de varias imágenes del barroco europeo que el profesor Isacar Curtois explicaba para dar por concluida la clase del día. Sin embargo, no le había prestado atención a ninguna asignatura dado a que su mente vagaba por sus mundos posibles.

Mundos que nunca existirían y que jamás lograrían materializarse.

—Muy bien chicos. El barroco fue un movimiento artístico que nació de la necesidad apolínea del período clásico. Bien ¿alguno de ustedes podría decirme cuáles eran las características principales del clasicismo? —el profesor de exquisito acento francés interrogó a la clase recargando el peso del cuerpo sobre su escritorio—. ¿Alguien quiere explicar por qué la elegancia clásica del arte renacentista no tuvo fuerza para sobrevivir en el tiempo?

Un agonizante silencio se hizo presente, todos se miraron unos a los otros sin saber que decir.

—Por lo que he leído —Kaleb Mathison intervino reajustándose las enormes gafas sobre el puente de la nariz—, el clasicismo era arte en sí, es decir, todo estaba dirigido a Dios, era estable, poseía simplicidad y forma. Además, presentaba la belleza de la vida, la claridad y la serenidad. Un ejemplo puede encontrarse en “La Gioconda” y “Santa Ana, la Virgen y el Niño” de Leonardo da Vinci. Ambas pinturas en segundo plano reflejan lo que mencioné anteriormente. Paz, calma y serenidad.

El teñido finalizó su explicación sonriente, sabía que estaba en lo correcto.

—Bien, Mathison. Ahora ¿cómo se contraponía el barroquismo? —la mirada del profesor Curtois se fijó en Kats que parecía estar ausente del mundo—. ¡Señorita Carmichael!

Katsiaryna se sobresaltó de golpe y dejó de contemplar las formas de las nubes a través de la ventana. Cayó a tierra sin paracaídas.

—¿Sí, profesor? —aturdida, la ojiverde indagó acomodándose sobre el asiento. La tela lisa del pantalón alto caoba se deslizó sobre la madera y la blusa rosa palo acampanada en los bordes bailó impaciente al no saber que esperar.

—Por lo que sé, el estilo barroco es tu favorito; recuerdo que lo dijiste el primer día. ¿Quieres contarnos por qué? —el rubio cenizo incentivó a su alumna que parecía absorta de todo su alrededor.

—¿Yo? —Kats pestañeó procesando la propuesta en su cerebro.

—¿No es obvio? —bromeó Bonnie acariciándose el cabello—. Eres el único fenómeno que se identifica con esa corriente tan inestable —expuso en un tono más bajo.

—Déjala en paz maldita bruja —a la distancia, Jeremy cerró los puños al susurrar la frase, nadie le hablaba así a su amiga.

—Es Katsiaryna, ¡Katsiaryna! —se le dibujó una hipócrita sonrisa y luego volvió la vista al profesor que la observaba con atención—. Eh... ¿es necesario? ¿No puede preguntarle a otro?

Estaba harta del mundo, le dolía la cabeza y lo único que quería era marcharse.

—Si deseas perder los puntos extra pues... —Isacar se encogió de hombros indiferente—, adelante. Es tú promedio el que está en juego, no el mío.

Ella rodó los ojos a punto de estallar y suspiró manteniendo la calma. No tenía ánimos para hablar, refutar un argumento y mucho menos para vivir. Se echó el cabello hacia atrás y resopló molesta.

—Lo que sé, es que el barroquismo es lo opuesto al clasicismo. El arte religioso iba dirigido a los hombres y poseía emoción, sugestión, repetición, prestigio, fondo, dinamismo... Lo contrario al renacimiento. También se enfatizaba la grandeza y la miseria entre pasiones claroscuros; pero lo que más me conmueve, es el enfoque del éxtasis y el declive a la muerte —finalizó con los ojos llorosos pensando en muchas cosas negativas sobre su vida.

—Bien, ¿puedes darme un ejemplo? —añadió haciendo dibujando garabatos sobre el pizarrón.

Respiró buscando calmarse, sentía que la Cabeza le estallaría en cualquier segundo, no quería pensar. Solo deseaba correr hasta desmayarse, caer inconsciente y despertar en el olvido solemne.

—“El éxtasis de Santa Teresa” de Bernini, creo... —expuso al azar entrecerrando los ojos—. Se ubica en la iglesia Santa María della Vittoria en Roma. La cuna del barroco.

—¡Bingo! ¡A eso quería llegar! Gian Lorenzo Bernini, observen la pantalla —el profesor Curtois se paseó por los bordes del aula buscando a su próxima víctima. La imagen consistía en un amplio estanque, y esculturas en el centro—. ¿Qué ven allí?

—La Fuente de los Cuatro Ríos en la Plaza Navona de Roma, ¿no? —Nathaniel escupió con desdén desde el fondo del salón de clase. Parecía más un depresivo que un estudiante a punto de graduarse.

—Gracias Campbell, eso es correcto. Muchachos, es importante saber que las estatuas que componen la fuente, en realidad, su representación es una alegoría a los cuatro ríos más importantes del mundo. Es decir, el Nilo, el Ganges, el Danubio y el Río de la Plata; todos ellos distribuidos en diferentes continentes —Curtois observó su reloj y prosiguió con rapidez—. Para la siguiente clase quiero que traigan temas relacionados con el barroco, desde música moderna hasta literatura clásica, ustedes escogen. ¡Nos vemos la próxima semana!

Kats recogió sus cosas a toda prisa, pensaba en traer Hamlet de William Shakespeare.

Lo último que quería era toparse con alguien porque de seguro le harían preguntas incomodas sobre su estado de ánimo y no se sentía saludable para dar una respuesta acorde. Jeremy lo intentó esa mañana y se ganó un par de insultos como premio gordo.

—¡Hola Kats! —oyó de pronto gritar a Luca es de una distancia prudencial al divisarlo entre la multitud.

La chica apresuró el paso para alejarse, pero Hemmings fue más rápido que ella y logró sujetarla del brazo izquierdo.

—Necesitaba verte... ¿Está todo bien? ¿tú estás bien? —inquirió escrupuloso ante la mirada ecuánime y asesina de la castaña.

—No me toques —cabizbaja sacudió el brazo zafándose del agarre del australiano—. No quiero hablar con nadie y tú no eres la excepción la regla. Vete.

—Oh, ¡debe ser tú día de suerte! Yo soy nadie —pronunció sonriente—. Preciso decirte algo que no puede esperar, te lo digo en serio.

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