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4

HARRY

   Me encontraba en la parte trasera de la casa dándole las últimas instrucciones a los de seguridad. Era un poco tarde ya, imaginaba que Isabella estaba con Martha dentro, pero no podíamos dejar mucho tiempo la casa desprotegida. No podíamos confiarnos.

  —Jared, ya sabemos cómo estaremos divididos, espero que pongan atención a sea lo que sea que pase. Cualquier sonido, cualquier ruido, lo que sea. ¿Quedó claro?

  —Sí, señor.

  —A sus puestos entonces.

  Todos avanzamos hacia la entrada, pero me detuve en seco al ver a Isabella con Jimmy en la entrada.

  —¿Isabella? —me acerqué.

  —Harry —se acercó.

  —Lo siento, señor, pero la señorita estaba afuera y lo primero que hice fue adentrarla.

  —¿Qué hacías afuera?

  —Recibí un mensaje de un número desconocido, el remitente decía que era Noah y que me esperaba afuera. Pero no había nadie —me explicó— Luego he llamado a Noah y le he preguntado donde estaba, apenas salía de la universidad y me dijo que no había mandado ningún mensaje.

  —Era obvio que alguien quería que salieras —la acerque más a mi. —Jared, cierra las puertas.

  Pero en eso un auto se estacionó frente a la casa, de él salió Noah rápidamente, dirigiéndose a Isabella.

  —Isabella, ¿qué pasó? —la abrazó.

  —Estoy bien, Noah, de suerte que Jimmy estaba ahí.

  —Ha de estar cerca ese maldito.

  —Hay mucha seguridad aquí, no podrá entrar. Si está cerca estará afuera.

  —Isabella, lo que hiciste estuvo mal. Salir así sola —la regañó Noah.

  —El tiene razón —lo apoyé— No puedes salir sola, entiéndelo.

  —Está bien, como sea. Me iré a dormir ya. ¿Ustedes se quedarán aquí?

  —Yo me quedaré aquí —habló Noah.

  —Igual yo.

  —Está bien. Cuídense por favor. —Isabella avanzó a la casa y se adentró.

  —Jared —lo llamé.

  —Dígame, señor.

  —Dile a tres de tus hombres que resguarden la habitación de Isabella y Martha, que avisen si sale o no y que tengan los walkie listos por cualquier cosa. Igual rondaremos por ahí nosotros dos.

  —Está bien —se fue en busca de tres hombres más para que estuvieran dentro de la casa.

  —Admiro tu amor por ella —murmuró Noah— Pero se casará conmigo.

  —Ahorita lo que en realidad importa es que esté a salvo.

  —Acepté que viniera a esta casa porque es lo más seguro que hay. Y no estaba equivocado. Solo espero que encuentren a ese tipo rápido para que Isabella pueda estar en paz.

  —¿Se te olvida que también me busca a mi? Ella y yo fuimos los responsables de que parara en la cárcel.

  —Sí, lo olvidaba.

  Rodé los ojos. Había luna llena.

  —¿Quieres café? —cuestioné.

  —Me gustaría.

  —Hmm ya vuelvo.

  Entré a la casa. Me sorprendía un poco que Noah no estuviera actuando tan impulsivo como siempre, pero era bueno. Debería de dejar de juntarse con gente que solo lo inculca en cosas malas. Pero también debería de empezar a olvidar a Isabella, no era para el. Entré a la cocina y calenté mucha agua, tenía que mantener a los hombres despiertos. Solo por curiosidad me adentré al pasillo que daba a su habitación. Estaban tres chicos ahí.

  Puse mi dedo en los labios y les hice la seña de silencio. Ellos parecieron entender muy bien. Entreabrí la puerta de la habitación, la luz estaba encendida y ellas parecían platicar de algo importante. Pero no tenía nada que ver con nosotros sino que hablaban de otra cosa. Agradecí que estuviera bien y volví a cerrar.

  —Estén alerta —les susurré a los chicos para después volver a la cocina. El agua estaba lo suficientemente caliente como para hacer el café. Eché el polvo y luego el azúcar. Llevé dos tazas y salí de nuevo al patio. —Jared, hay café en la cocina, llévales a los demás.

  Jared asintió y se fue para la cocina. Me gustaba tratar bien a mis empleados.

  —Ten —le di la taza de café a Noah. Yo siempre usaba la que Isabella me regaló. Era muy importante para mi.

  —Tu taza... —me dice.

  —¿Qué tiene?

  —Es igual a la que usa Isabella.

  —Hmm pues qué casualidad —me llevé la taza a la boca y sorbí café, escondiendo una sonrisa. Si supieras, Noah, si supieras.

   ISABELLA

   A la mañana siguiente desperté temprano, Martha tenía que levantarse para hacer desayuno. Así que me levanté con ella y le ayudé. Busqué una charola grande, pusimos tazas de café en dos charolas y varias escudillas con tortitas de carne, huevo y pan tostado. Le teníamos que dar de desayuno a los trabajadores de la casa. Primero le dimos a los tres que resguardaron nuestra habitación y luego salimos. Martha se fue a darle a los de la parte trasera y yo me quedé aquí adelante. Le di a cada uno hasta llegar donde los dos chicos que estaban dormidos en la entrada. Me arrodillé junto a ellos y los removí.

  —Harry, Noah...

  Harry se removió y en cuanto abrió los ojos se puso en alerta.

  —¿Qué pasó? ¿Isabella, estás bien?

  El alboroto hizo que Noah despertara.

  —¿Qué pasa? —se restregó los ojos— Mierda, me quedé dormido.

   —Tranquilos, estoy bien. Les hemos dado desayuno a todos. Aquí están los suyos —me levanté con la charola y la puse encima de la mesita que había ahí.

  —Sentemonos a desayunar —los invité, siendo la primera en sentarse.

  Harry se aproximó y se sentó a mi lado, Noah pareció dudoso pero luego asintió y se sentó a mi otro lado también.

  —He dormido bien —les hice saber, comiendo un poco— Tranquila.

  —Me da gusto escuchar eso —Harry toma café— No me di cuenta en que momento me quedé dormido.

  —No te preocupes, tienes mucha seguridad aquí —le calmé.

  Después de desayunar fui a la habitación y me duché, luego salí y me vestí. A pesar de todo tenía que ir a la universidad. Al igual que Noah y Harry, pero Noah se había ido después del desayuno porque tenía que bañarse y vestirse. Estando lista tomé mi bolso y salí.

  Harry venía bajando las escaleras también.

  —¿Donde está Martha?

  —Aquí estoy, señor. —apareció detrás de mi.

  —Deberías de venir con nosotros, no es bueno que quedes aquí  sola. Solo quedarán los de seguridad. Y algunos vendrán con nosotros a la universidad.

  Ella dudó un poco.

  —¿Pero qué haría yo en la universidad?

  —Serás mi asistente por hoy —le dijo. Me pareció buena idea la de Harry porque Martha podría correr peligro si se quedaba aquí sola.

  —Harry tiene razón —la miré.

  —Pues está bien, solo voy por mi bolso —se fue.

  —¿Vamos? —se apartó para que pasara. No dije nada, solo avancé hasta salir. Habían tres coches, uno era el de Harry y dos eran de los guardaespaldas que había contratado.

  —¿Tanta seguridad?

  —Por supuesto, tu vida vale demasiado.

  Quizás habían como cuatro hombres en cada auto. En total ocho. Harry abrió la puerta del copiloto para mi así que me monté. Rodeó el coche y se montó al asiento principal. Martha apareció después y se montó a los asientos traseros.

  Harry fue el primero que arrancó, seguido por dos autos más.

  Cuando llegamos a la universidad la mayoría se nos quedó viendo, ya que veníamos con guardaespaldas. Divisé a Alberto en la entrada. Los tres bajamos del coche, al igual que los demás. ¿Acaso nos seguirán hasta dentro de clases? ¿No es como muy exagerado?

  —Tienes tu primera clase conmigo, Isabella Fox —me dijo Harry.

  —Ya lo sé —avancé primero en dirección a Alberto.

  —Vaya, esa sí que fue una entrada.

  —Es una larga historia —le dije.

  —Sé que lo hacen por Trevor, escuché que se escapó.

  —Así es. ¿Vamos a clases?

  —Está bien.

  Los dos avanzamos por los pasillos, era consciente de que habían cuatro tipos detrás de mí, cuidándome. Y cuatro con Harry y Martha. Ahora todos hablarían de mi y cuchichearían. Cuando llegamos al aula nos sentamos en los mismos lugares de adelante, los guardaespaldas se quedaron en la entrada. Harry llega con Martha y se dirigen al escritorio. Al menos me sentía más protegida así, no tenía tanto miedo. Pero sabía que Trevor estaba por ahí, esperando la mejor oportunidad para hacerme daño. Miré por la ventana, los árboles se tornaban de naranja respecto al otoño. Era muy bonito, lástima que no podía disfrutarlo del todo bien. Solo esperaba que esta pesadilla terminara de una vez por todas.

Este tipo de vida no quisiera por mucho, ya no tenía la privacidad que antes disfrutaba, solo espero que dentro de poco atrapen a Trevor, vivir con miedo no es bueno.

Harry empezó a dar clases, el parecia tranquilo, no sé cómo le hacía para aparentar, pero a mi costaba mucho, era una chica nerviosa. Empecé a escribir, quizás el venir a clases me distraía un poco, pero conociendo era imposible, todo el tiempo mi cabeza estaba pensando en el próximo movimiento de Trevor. ¿Qué me hará si me atrapa? ¿y si muero? ¿y si mata a Harry? Era una lluvia de preguntas que estaban bombardeando mi cabeza.

—Señorita Fox—Harry elevó su voz haciéndome entrar a la realidad—¿se encuentra bien?—negué con la cabeza, era la verdad, no estaba nada bien—¿quieres que vayamos afuera?—acercándose me dijo con preocupación.

—Vamos—me levanté del pupitre, necesitaba tranquilizarme.

—Discúlpenme, chicos, ya regresó—ambos salimos del aula, ya para nadie era nuevo que entre Harry y yo había existido una relación. Ambos nos dirigimos a una banca que estaba cerca del aula, había una pequeña fuente y un bonito jardín lleno de flores de colores.

—No estoy bien, Harry,—confesé—no puedo estarlo mientras un asesino está suelto, se que el me quiere a mi primero que a ti y aunque pongas mucha seguridad no me quita el miedo, además ni privacidad tenemos, no sé...—me tomé de mis cabellos bajando mi cabeza, no entiendo en qué momento mi vida se volvió un desastre.

—Mírame—tomó de mi mentón dirigiéndolo a su rostro—¿cres que yo sería capaz de no protegerte? Isabella, si tu eres mi todo, no te preocupes que no dejaré que te hagan daño—sus palabras me llenaban de paz, pero la opresión en mi pecho seguía—lamento por haberte metido en todo esto, más bien siento que desde que aparecí en tu vida todo ha cambiado a mal, si no fuera por mi creo que tú...

—...No te trates así, más bien agradezco que hayas aparecido—le sonreí de lado—así me doy cuenta realmente de mis sentimientos y no vivo con una venda en mis ojos—pues mi corazón estaba albergando cada vez más a Harry sin que él se diera cuenta, pero aún no era el momento de confesárselo.

—¿A qué te refieres con eso?—frunció el ceño acunando mis manos—quizás podemos ir a algún lado después de clases, ¿te parece? No es bueno que estés encerrada en la mansión todo el tiempo.

—¿Dónde se supone que podríamos ir en estas condiciones?—elevé mis manos en forma de paz.

—Pues si te animas podríamos ir al mar, ¿Qué te parece?—realmente no sonaba una mala idea, era el único lugar en donde me encontraría mejor, ver los colores y sentir ese viento fresco—si quieres puedo decirles a los escoltas que se mantengan a una distancia considerada y de esa forma tenemos un poco de privacidad.

—Está bien, acepto, pero ¿a qué hora iríamos?—no quería irme con la facha que venía a la universidad, quería algo más fresco, algo más holgado.

—Elige, tu eres la anfitriona—miró su reloj.

—Cuando salgamos veremos, pero ahora entremos—sugerí, pues el hablar con Harry me hacía bien, sentía que todos los malos pensamientos se iban al igual que los miedos y las inseguridades. ¿hasta cuando podrás soportar esto, Isabella?

Entramos al aula como si no había pasado nada, creo que habíamos tardado un poco y las miradas en nosotros estaban encima, no podía negar que me sentía rara, por eso le había sugerido antes a Harry que primero entrara él y después yo.

TREVOR

Has tenido bastante suerte, Isabella, pero no creo que todo el tiempo estos sujetos te estén cuidando, ya veré la forma en poder entrar a esa mansión, no puedes escapar por muy lejos que te vayas, siempre estaré tras tus pasos. Estaba en mi cabaña, por poco caes en el primer intento, de no haber sido por ese sujeto que te detuvo ya mismo estuvieras en mis manos.

Tenía que contactar a mi primo, él era el encargado todo este tiempo de darme la información necesaria, pero desde que salí de la cárcel no encontraba un celular para comunicarme con él y tampoco quería visitarlo porque la seguridad en la ciudad se había intensificado e incluso tenía pensado esperar un poco mientras se bajan las cosas por acá, necesito comida ya que todos estos días con lo único que me he alimentado son con las sobras de los restaurantes, pero tampoco podía darme el lujo de pedir trabajo, mi rostro era reconocido por todo la ciudad.

Quizás debería de modificar un poco mi aspecto. Tomé una tijera y empecé a cortarme el cabello, luego busqué una navaja para quitarme la barba, una peluca y unos lentes me caerían bien, pero ¿donde los encuentro? Me quedé pensando por un momento. Creo que por la noche tendría que ir por un tiempo a la ciudad, de paso le dejo un regalito a mi querida Isabella.

HELENA

—¿Cómo me veo?—le pregunté a Diego, hoy tendría que ir a la casa de Harry, quería ver cómo iban las cosas por allá y mantener al tanto a Diego.

—Por supuesto que te ves hermosa con o sin esa panza, amor, ¿acaso no tengo un buen gusto contigo?—hoy al parecer Diego andaba más cariñoso de lo normal, me encantaba cuando se levantaba de esa forma.

—¿A qué se debe la felicidad?—apliqué un poco de maquillaje en mis mejillas.

—Nada. Cariño, acá pensamos en lo rico que nos vamos a volver. Por cierto, no te olvides observar bien cómo están las cosas en esa casa, tenemos que estar alerta con todo lo que puede pasar por allá, de mi parte ya estoy terminando los últimos preparativos—y vuelve con eso, aunque yo quisiera ser rica no podía negar que sentía un poco de nervios seguirle el juego a Diego.

ISABELLA

Cuando llegué a mi habitación había visto una bolsa bastante grande, era muy bonita, tenía muchas flores y había una nota.

Dentro de todas las flores que puedes tener a tu alrededor, tu, eres la que tiene más colores.

De: Harry

Para: la mujer que me tiene atado el corazón.

Harry se estaba comportando bastante cursi, pero me gustaba, esa faceta de él era romántica. No hice esperar más mi curiosidad, abrí la bolsa y dentro de ella había un sombrero de color blanco, era veranero con bordes de flores blancas. Había otra bolsa en el interior, cuando rompí la bolsa me di cuenta que también había un vestido con girasoles en el centro, estaba muy lindo. Era increíble que hasta en mis gustos me conocía Harry, por supuesto que lo utilizaría para nuestra salida, sé que no era momento para estar muy contenta en medio del peligro que corríamos, pero tampoco podía estar encerrada muriendo de miedo, también tenía que demostrarle a Trevor que no le tenía miedo, no mientras estaba con Harry.

Inmediatamente me desvestí para probarme el vestido frente al espejo rectangular que había en la sala. Era perfecto, se adhería a mis caderas y con el conjunto del sombrero y unas sandalias bajas de color blanco era más que perfecto. En mi pecho pude sentir alegría.

—Tuve mucha razón viendo lo que compré—Harry me había encontrado desprevenida, me sentí apenada en ese momento—tranquila, no es necesario que te pongas así, Isa, si lo compré es por que quiero verte contenta, no hay nada más importante en mi vida que sacarte una sonrisa y más en estos momentos.

—¡Gracias!—me sonrojé, solo espero que el no lo pudiera notar—gracia por el vestido, esta muy bonito, lo acepto. Sabes muy bien que no me gusta recibir regalos—sentencié.

—Oye, no es para tanto, solo es un vestido, además, dentro de poco nos vamos ¿no?—volví a ver el reloj en la pared y ya eran las tres de la tarde.

—¡Sí! Tienes razón, no queda mucho tiempo para que se oculte el sol y quería tomar algunas fotos—regresé a la habitación para terminar de alistarme, no sé por qué, pero me sentía tan animada de ir al mar, no sé si será porque tenía rato de no ir o es por la compañía de Harry.

—Espero lleguemos a tiempo—dijo Harry adelantando un vehículo. Detrás de nosotros venían dos coches de escolta al igual que otro coche delante de nosotros, parecía una chica presidencial. Por la ventana del coche pude ver los rayos del sol reflejándose en el mar, se miraba tan lindo, estaban algunas personas haciendo deportes, otras parejas abrazadas...

Harry estacionó el coche a la orilla de la calle, habían muchas palmeras de cocos alrededor, quité el cinturón de mi pecho y bajé, Harry estaba rebuscando entre las cosas de la guantera.

—¿Qué buscas?—quise saber dirigiéndome hacia el.

—Estoy seguro que acá la puse—seguía rebatiendo más.

—Te pregunté que ¿Qué buscas, Harry?

—¡Por fin! La encontré—sacó una cámara—supuse que como te gustaba tomar fotos quizás te gustaría hacerlo desde esta cámara—solamente entrecerré los ojos—vamos entonces—sin querer coloqué mi mano en espera de la de el, cosa que también el hizo lo mismo. Al entrelazar nuestros dedos sentí muchos sentimientos encontrados, por un momento creí que todo esto se trataba de un sueño o algo por el estilo, era muy bueno para ser verdad. Ambos nos quedamos viendo fijamente, sus ojos vibraban y el reflejo del sol en ello simplemente era hermoso.

—¿Compramos un Helado?—le propuse espantando un poco las cosas de mi cabeza, al igual retiré mi mano poco a poco de la suya.

—Claro—ambos nos dirigimos hacia un carrito de helados que un señor estaba vendiendo—dos dobles de chocolate y vainilla por favor—el señor empezó a servirnos, mientras tanto yo di un vistazo hacia el mar, había visto unas piedras a lo largo, se miraba un buen lugar para sacar algunas fotografías.

—Lo siento—dijo el señor—pero no tengo cambio para ese billete—Harry le estaba dando un billete de cien dólares. Empecé a buscar en mi bolso, pero no andaba ningún tipo de sencillo.

—No importa, señor, quédese con el cambio—Harry tomó uno de los helados y me lo dio—provecho—sonrió y empezamos a caminar a la orilla del mar.

—A veces haces acciones que realmente me dan seguridad, Harry—era la verdad, no podía negar que Harry era un gran partido para cualquiera, no sé ni por qué se había fijado en mi si, seguro tenía más mujeres que morirían por estar con él y yo acá, dándole guerra.

—¿Lo dices por lo que acabo de hacer con el señor?—comía de su helado—a veces también pienso que el dinero no vale nada, Isa, tú me has enseñado eso, que en medio de la sencillez es donde más feliz puedes estar, al menos yo me conformo contigo sin necesidad de lujos—si no fuera por las cosas que no me hacían frenarme ante mis sentimientos hace mucho tiempo que me hubiera abalanzado a los brazos de él.

—¿Te parece si vamos allá?—le señalé el montón de piedras que había, las olas estaban chocando en ellas, el sol se estaba ocultando y justamente era lo que esperaba: la formación de los colores.

—Claro, puedo servirte de modelo—sonrió—Bromas, cariño, perdón, Isabella.

Caminamos hasta llegar a las piedras, por suerte también los escoltas no se miraban, pero seguro que estaban por ahí custodiándonos. Tomé la cámara de Harry y enfoqué hacia el sol, daba un destello en el cielo de color púrpura y azul, creo que serían perfectas para mis historias de Instagram.

—Enséñame—Harry se acercó a mi.

—Quédate ahí—demandé—no me gusta que me mires cuando estoy tomando fotos.

—Qué locura—empezó a reír—no es la gran cosa, solo quiero ver como te salen las fotos porque a mi la verdad no se me da eso, como puedes ver no usaba esa cámara—acepté porque la verdad el se ha comportado muy bien el día de hoy—oye, pero están súper bonitas, deberías de enseñarme—lo dijo mientras las pasaba.

—Eres un poco exagerado, solo son simples fotos—tomé la cámara para sacar las ultimas fotos, pero una vez más sus manos conectaron con las mías.

—Te amo, Isa,—ni siquiera esperó más tiempo y sus labios se adhirieron a los míos, me perdí en la dulzura de sus besos. Cerré mis ojos sintiendo todo lo que fluía de mi corazón, había sido la tarde más bonita dentro de mucho tiempo, el panorama había conspirado para que pasara todo esto—no me sueltes nunca—susurró acariciando mi cuello.

—No te soltaré—seguí el ritmo de su lengua, algo dentro de mi estaba dando paso a algo más intenso, pero acá no se podría por los escoltas.

Por un momento los miedos se fueron, las malas noticias, ni siquiera lo de Helena había tomado importancia. Solo existíamos los dos en un mundo en donde solo la felicidad existía.

—¿Te gustaría hacer algo?—me preguntó hablándome cerca de mis labios.

—Si es lo que pienso creo que acá no se puede—sonreí.

—Eso lo podemos dejar para cuando estemos en la mansión, pero me gustaría tomarme una foto juntos, ¿Qué te parece?—en ese momento no la vi como buena idea, a mi me gustaba tomar fotos a paisajes, pero de la forma en que me está pidiendo Harry no.

—No lo creo...

—Vamos, no seas así, no es necesario que muestres tu rostro, si quieres podemos salir dando la espalda frente a la luna—porque la verdad hasta ella parece que se había puesto de acuerdo con ayudarle a Harry, se miraba hermosa, creo que estaba a punto de ponerse llena.

—Si lo hago será por una sola vez y me tienes que enseñar cómo sale, porque no me gustaría que saliera fea.

—Vale—activó el temporizador y por supuesto me giré en ese momento y tomé de la mano a Harry, la vida era una sola y debíamos de vivir los días al maximo.

Íbamos hablando de todo un poco, me sentía totalmente tranquila, debería de salir más a menudo cuando lleguen a atrapar a Trevor. Me hacía muy bien. Al llegar a la casa había una caja más o menos grande en sólo la entrada, a ambos nos llamó la atención.

—¿Qué crees que sea?—le pregunté a Harry mientras detuvo el coche.

—No se, pero lo averiguaremos—bajó del coche y se dirigió a la caja, sentía un mal presentimiento con esa caja toda misteriosa, pero sea lo que sea lo sabriamos pronto.

ISABELLA

   Harry salió del coche, al igual que varios guardaespaldas más.

  —Quédate en el coche, Isabella —demandó, al ver que quería salir. Rodé los ojos y salí. Harry y dos hombres más se acercaron a la caja.

  —¿La abro, señor? —le preguntó Jared.

  —Espera —Harry se acercó a la caja y la abrió de una. Me asusté un poco porque pensé que saldría algo de ella. Pero no. Harry se asomó dentro, sacó un pañuelo de su bolsillo y tomó sea lo que sea que había ahí con eso. Era un papel. Y estaba lleno de sangre. Me acerqué un poco más hasta leer lo que decía:

 

Ni toda la seguridad del mundo va a impedir que me vengue de ustedes. Salúdame a Isabella, Harry Lee.

   Harry arrojó la nota al piso, estaba llena de tinta roja... o solo sea sangre.

  —Isabella, sube al coche —mandó. Hice lo que me dijo, los dos subimos al coche. Harry avanzó despacio hasta llegar a la entrada de la casa.

  —Sabemos quien hizo eso —murmuré.

  —¿Y qué? No le tengo miedo a ese estupido.

  —Pues así veo.

  —Quisiera que apareciera de una buena vez, tengo muchas ganas de desquitar todo mi enojo con el. —apretó las manos sobre el volante—Si estoy con todos estos escoltas es por ti, Isabella, si estuviera solo esperaría a que viniera a mi.

  —¿Qué quieres decir?

  —No planeo estar recibiendo amenazas nada más, necesito encontrar a ese imbecil. Necesito terminar con esto de una buena vez.

  Lo pensé un poco: quizás tenía razón en que no podíamos quedarnos aquí mientras Trevor jugaba con nosotros, conozco a Harry y sé que lo que dijo era cierto, él se hubiera quedado sin seguridad solo para que Trevor viniera a él. Pero admito que me da miedo con lo que pudiera hacerle.

  —¿Nos bajamos? —quise saber. 

  —Bájate tu, dile a Martha que prepare algo para que comas. Yo iré a dar una vuelta por ahí.

  —¿A donde? —lo miré, mientras abría mi puerta.

  —Por ahí.

  Odio que se portara así: primero cariñoso y cursi y ahora frío. Chisté en forma de desaprobación y me bajé de mala gana. Harry le dijo algo a Jared que no pude entender para después arrancar e irse solo, sin escoltas ni nada.

  Cuando entro a la casa me encuentro a Martha y Alberto en la sala.

  —Isabella, han vuelto —se reincorporó, como si les fuera a decir algo malo.

  —¿A qué hora volvieron ustedes? —me senté en el sofá. Estaban viendo una película.

  —Después de clases —respondió Alberto— He traído a Martha porque no podía permitir que volviera sola.

  —Hmm pues sí, es comprensible.

  —¿Y el señor Lee? No nos puede ver aquí —Martha se puso de pie y se fijó por la ventana.

  —¿Por qué no?

  —Bueno, estamos sentados en la sala de su casa. Y yo solo soy la cocinera. No me parece bien.

  Alberto y yo quedamos viendo a Martha, no podía creer lo que había dicho. 

  —Harry jamás te diría algo así, Martha, debes de conocerlo.

  —Aún así no me gusta abusar —apagó la televisión— ¿Hacemos algo? Vamos al centro comercial, aún son las siete.

  Lo pensé un poco, no sé si debería de salir cuando Harry o Noah no están. Pero además estaban los escoltas, ellos nos cuidaban.

  —¿En qué?

  —Alberto vino en su coche. No tardaremos, solo un rato.

  —Hmm esta bien, siendo así está bien —me puse de pie al igual que Alberto.

  —No tardemos, no vaya a ser y Harry se enoja —murmura Alberto.

  Los tres salimos, me dirigí a Jared para avisarle.

  —Jared, ¿cuando venga Harry puedes decirle que salimos con Alberto al centro comercial?

  —Le diré a Jimmy que avise, nosotros iremos con ustedes —demandó.

  —Jared...

  —Perdón, Isabella, pero son las normas del señor Lee —puso sus labios en una sola línea mientras se dirigía a Jimmy y lo ponía al tanto.

  Resoplé mientras me dirigía al coche de Alberto, Martha y él estaban dentro. Me monté en los asientos de atrás— Irán con nosotros.

  —Te lo dije.

  Jared y otros tres chicos se montaron a un auto, cuando Alberto arrancó ellos nos siguieron. Al menos no estaríamos solos.

    Al llegar al centro comercial Martha y yo nos probamos varias cosas, ropa y zapatos. Al menos esto me servía para distraerme, salir de la rutina un momento. Tendría que llamar a Violeta, faltar tantas veces al trabajo no será bueno para mi. Es más, ni siquiera sé si tengo trabajo aún.

  —¿Te gusta este? —se midió un vestido azul de tela fina. Le llegaba más arriba de las rodillas.

  —Te queda bien —admití—Me probaré este —me dirigí a unos vestidores más alejados porque los demás estaban ocupados. Al entrar corrí la cortina. Me quité la ropa y me enganché el vestido. Pues la verdad es que no me quedaba nada mal. Iba a salir, pero en eso alguien entró al vestidor y me puso la mano en la boca para que no gritara. Lo miré a través del espejo: Trevor.

  El miedo me invadió por completo, a pesar de que usaba una peluca lo podía diferenciar muy bien.

  —Shhh no hagas ningún movimiento raro —susurró— Si alguien viene di que aún estás probándote la ropa. Sino tu amado Harry sufrirá las consecuencias.

  ¿A qué se refería con eso? ¿Qué le hará a Harry?

  —¿Te quedó claro? —me apretó más fuerte. Lo único que hice fue asentir.

  —Ha pasado tiempo, Isa, desde hace unos meses que tenía muchas ganas de verte. ¿Por qué me hiciste lo que me hiciste? —me manoseó— Si estábamos llevándonos más que bien.

  Me removí en mi mismo lugar porque me sentía demasiado incómoda, el miedo se abrió paso en mi. Quería tanto que Harry estuviera aquí y me protegiera.

  —Dime, ¿por qué lo hiciste?

  —Hmm —ni siquiera podía hablar. Trevor pasó su lengua por mi cuello, dándome una sensación de asco. Quería gritar, que me escucharan allá afuera.

  —¿Isa? —la voz de Martha afuera hizo ponerse en alerta a Trevor.

  —Dile que estás cambiándote y que sales en un momento. —susurró— Dile.

  Asentí repetidas veces. En eso Trevor me fue soltando poco a poco, dejando mi boca libre. Me armé de valor y hablé:

  —¡Martha, ayúdame, estoy...! —Trevor cubrió mi boca rápidamente. En eso Martha corre la cortina y nos mira.

  —¡Jared! —gritó.

  —Esta me las pagas —fue lo único que dijo Trevor, para después lanzarme al piso y salir corriendo por la puerta trasera de la tienda. Jared y los demás lo siguieron. Solo dos se quedaron con nosotros.

  —¿Estás bien? —Martha se arrodilló junto a mi.

  —S-si. —estaba un poco nerviosa.

  —¿Qué pasó? —Alberto apareció—¿Qué?

  —Trevor estuvo aquí —respondió Martha. Salí del vestidor con las manos temblorosas. Los dos escoltas empezaron a hablar por teléfonos, miraban para todos lados también.

  ¿Cómo ha podido venir hasta aquí? ¿Cómo sabía que estábamos aquí también?

  —El señor Lee viene en camino —me dijo uno de ellos.

  Genial, ahora Harry me regañaría por salir.

  —Ven, esperémoslo afuera. —Me dijo Alberto. Los de la tienda estaban un poco conmocionados por lo que había pasado.

  Minutos después Harry apareció, dirigiéndose rápidamente a mi.

  —Isabella, ¿estás bien? ¿No te hizo nada ese maldito?

  —Estoy bien —le dije— Solo me tomó desprevenida.

  Jared y los demás aparecieron después.

  —Se escapó, señor.

  —Maldita sea —espetó Harry—Ven, vámonos a casa, aquí no es seguro.

  Me puse de pie, pero en cuanto me levanté sentí un pequeño mareo que me hizo sostenerme de Harry.

  —¿Qué te pasa? —Harry me sostuvo.

  —Nada, solo me mareé un poco.

  —Te llevaré al médico.

  —No, quizás solo sea por el susto. Tranquilo que suelen pasarme —me intenté tranquilizar. Qué extraño, fue así tan de repente.

  —¿Estás segura? El hospital nos queda de pasada.

  —Estoy segura, Harry, tranquilo.

  —Eres muy necia —me ayudó a montarme al coche. Harry se montó también. —No volverás a salir sin mi, ¿entiendes?

  Rodé los ojos, me sentía un poco mareada y no sabía por qué. Con ansiedad no me sentía, miedo tenía un poco pero con Harry ya me sentía segura.

  Martha iba en el otro coche con Alberto.

  Harry arrancó en dirección a su mansión.

   Al llegar Noah estaba ahí, me bajé y me dirigí a él.

  —¿Isa? ¿Pasó algo?

  —Nada importante —me encogí de hombros.

  —Trevor —apareció Harry detrás de mi— Eso pasó.

  —¿Trevor? —me miró.

  —Estaban en una tienda y él se apreció ahí.

  —¿Qué? ¿Por qué no me llamaron?

  —Porque no era necesario —respondió Harry.

  —¿Isabella, qué fue lo que te hizo o qué fue lo que te dijo?

  —Solo quería saber por qué lo metí a la cárcel.

  —Quiere venganza, eso es. —murmuró Noah.  

  —Usaba peluca y lentes, quizás por eso ni Jared ni los demás lo reconocieron.

—Genial —Harry revisaba su celular, como asegurándose de algo o no se.

  —Estoy cansada. —dije.

  Recién Martha venía entrando.

  —Me iré a recostar con Martha.

  —Esta bien.

  Tomé del brazo a Martha, dirigiéndonos dentro de la casa.

  —Discúlpame por haberte hecho ir hasta allá. Si se entera el señor Lee que fue idea mía... —murmuró Martha mientras entrábamos al cuarto. Ella aseguró con llaves la puerta.

  Encendimos la luz.

  —Martha, Harry no podría decirte nada malo. Lo conoces. Además, no fue tu culpa. Nadie se imaginó que Trevor andaría por ahí. —quité mi ropa y me puse la pijama. Busqué un libro en mi maleta y me senté en la cama a querer leer un rato. Martha también se había puesto su pijama.

  —¿Quieres chocolate caliente? Iré a hacer un poco mientras leemos —me sonrió.

  —Me parece bien.

  —Vuelvo en seguida —abrió la puerta y se fue, dejándola cerrada con llave. Creo que exageraban mucho hasta dentro de la casa. Trevor no entraría aquí.

  Minutos después la puerta se abre y Martha aparece con dos tazas de chocolate caliente y un plato con algunas galletitas. Vuelve a cerrar la puerta con llave y se dirige a mi, dándome la taza.

  —Gracias —sorbí— Hmm, Martha, esto está delicioso.

  —Gracias. Ten, aquí hay galletas.

  Así pasamos unas cuantas horas, platicando del libro y tomando chocolate caliente. Aún así, seguía sintiéndome extraña.

   A la mañana siguiente me levanté un poco tarde de lo normal, de seguro Martha había hecho hasta el desayuno ya. Me puse de pie y me dirigí al baño, llegaba tarde a clases. Después de bañarme y vestirme con algo ligero salí en dirección a la cocina. Ahí estaba ella, lavando platos y tazas.

  —¿Ya desayunaron? —puse mis manos en mi cintura.

  —Sí, me encargué de llevarles el desayuno a todos. Tranquila, sabes que es mi trabajo.

  —¿Y Noah?

  —Harry y el están afuera. Ya desayunaron, me preguntaron por ti pero les dije que estabas muy dormida y no quería despertarte.

  Me acerqué a la isla.

  —Tengo un poco de hambre, tomé un plato para servirme.

  —Déjamelo a mi —Martha me quitó el plato y se encargó de servir mi desayuno.

  —Martha...

  —No objeciones, sé muy bien que muy pronto estarás aquí como mi jefa —rió.

  —¿Qué dices?

  Puso mi desayuno frente a mi, pero ese olor... el huevo, sentí ganas de vomitar en ese momento. Puse mi mano en la boca y salí corriendo en busca del baño. Creí ver a Harry por ahí pero no le puse mente. Cuando llegué al baño vomité un poquito nada más. Qué asco. Eché agua en mi cara, no sabía lo que me pasaba últimamente.

HARRY

   Cuando llegué a la cocina Isabella se fue corriendo de allí.

  —¿Qué le pasa a Isabella? —le pregunté a Martha.

  —No lo sé, el olor le dio náuseas creo.

  —¿Náuseas?

  Ella asintió. Me quedé pensativo, ayer se mareó, hoy tiene náuseas. Me parece un poco raro.

  —Gracias, Martha, cuando venga dile que me busque.

  —Sí, señor.

  Salí a la sala y tomé el teléfono celular, busqué el número de mi doctor personal y lo llamé.

  —Hola, doctor West, no sé si estará en su consultorio... necesito que revise a una amiga.

  —¿Qué tiene tu amiga?

  —No lo sé, desde ayer se marea y hoy tiene náuseas, creo que está sensible a los olores.

  —Hmm déjame ver, ¿tu amiga está embarazada?

  —¿Qué? —carraspeé, eso es una locura— No, puede ser otra cosa.

  —Estaré aquí todo el día y esta semana, tráela y le haré unos exámenes.

  —Está bien, me pasaré —colgué.

  Isabella apareció después.

  —¿Estás bien? —le pregunté. Se miraba un poco pálida. Lo que me había dicho el doctor me había dejado pensando. Le miré la panza de reojo, no podía ser que estuviera embarazada.

  —No lo sé, creo que algo que comí ayer me cayó mal. Me siento fatal.

  —Vamos al doctor, no puedes seguir así.

  —Harry, te dije que estoy bien.

  —Hazme caso, ¿quieres?

  —Harry, estoy bien —insistió— ¿Donde está Noah?

  —Afuera.

  —Bien, me iré con el.

  —¿Qué?

  —Así es. Me iré con el. Te veo allá.

  Respiré profundo y la dejé pasar. Isabella era muy necia.

HELENA

  Habían muchos escoltas en la casa de Harry, un auto salió, me pareció que iba Isabella en el. Perfecto, es el momento ideal para venir.

  Manejé hasta la entrada y me estacioné en frente de la casa. Me bajé, me dirigí a la puerta y toqué el timbre. Harry abrió segundos después.

  —¿Qué haces aquí? —miró detrás de mi, como asegurándose de que Isabella se hubiera ido.

  —¿Qué? ¿Ahora no puedo venir?

  —Como quieras.

  Pasé y me senté en el sofá.

  —Señor Lee... —Martha apareció por la cocina— Su café.

  —Gracias, Martha, ponlo en la mesa.

  Martha me miró mal, puso el café en la mesita de centro y se fue. Igualada.

  —Dime qué quieres, tengo prisa.

  Pero en cuanto iba a hablar recibió una llamada.

  —Espera —contestó.

  Saqué el líquido que traía conmigo, aproveché que Harry me daba la espalda y que no había nadie cerca para echar unas cuantas gotitas en el café. Guardé de inmediato el frasco en cuanto Harry terminó de hablar, se sentó frente a mi y tomó de su café.

  Perfecto, ahora solo tendría que esperar que la droga hiciera efecto. Solo se dormiría por una hora, pero esa hora me servirá de mucho.

  —Te escucho.

  —Es sobre el bebé... —le dije. Ya teníamos la prueba perfecta para que Harry creyera de una vez por todas que mi bebé era suyo— Hablé con la doctora y podemos hacer algo para que tengas los resultado de ADN en una semana. Claro, si hacemos la prueba ya.

  Eso pareció interesarle.

  —¿En serio? Pensé que había dicho que no.

  —Lo se, pero las cosas dentro de mi mejoraron y podemos hacerlo. ¿Es buena noticia para ti, no?

  —Claro. Vamos en este momento.

  —Perfecto.

  Pero Harry se empezó a sentir soñoliento, bastante.

  —¿Qué te pasa, Harry? —sonreí. Mi plan estaba funcionando.

  —No se, no me siento bien.

  —Deberías recostarte un poco.

  —De pronto sentí mucho sueño.

  Me puse de pie y lo tomé del brazo.

  —Ven, vamos a la habitación.

  —No, tengo que ir a la universidad—arrastró las palabras.

  —Vamos a la habitación, no puede salir así. Te ves mal.

  Lo encaminé hacia la habitación y lo recosté, Harry ya se estaba quedando dormido, se resistía, pero la droga que le puse era más fuerte.

  —Duérmete —mientras se dormía aproveché para mandarle un mensaje a Isabella. Listo. Harry se había quedado dormido, le quité la camisa, el pantalón y los zapatos. Solo lo dejé en bóxers. Me quité toda la ropa también y me acosté a la par de Harry, poniendo su mano encima de mi cintura, cualquiera que nos mirara así pensaría que acabamos de tener sexo.

ISABELLA

   Me disponía a ir a mi aula de clases cuando mi celular anunció un nuevo mensaje. Era de un número que no tenía registrado.

  Ven a casa de Harry y descubre lo que hace mientras no estás. 

Helena.

Me quedé quieta en ese momento, sentí que las manos me temblaban. No entendía qué pasaba. Pero algo me decía que tenía que ir. Salí de la universidad rápidamente y busqué un taxi, de suerte venía uno. Los escoltas me siguieron obviamente.

  Le di la dirección de la casa de Harry al taxista.

  Cuando llegué le pagué y me bajé, tenía una sensación rara en el pecho. Sentía que cada paso que daba era clave para lo que pasaría. Abrí la puerta, no había nadie en la sala, escuchaba música así que pensé que Martha estaba en la cocina. Me dirigí sigilosa a la habitación de Harry, elevé mi mano, giré el pomo de la puerta y abrí.

  Lo que miré me dejó destrozada completamente.

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