5. ¿Otra vez intenta seducirme?
Mientras tanto el negocio prosperaba y las minas de diamantes estaban casi en su poder, obviamente no hablaban de diamantes, sino que hablaban en clave, el rey sabía que no podía confiar en nadie, ni siquiera en esa hermosa chica que estaba allí con ellos, cualquiera podía ser un espía, la gente era fácil de comprar y, en su experiencia, había logrado comprender que todo el mundo tenía un precio.
Pero durante toda la reunión él estuvo pensando en aquel aroma que pudo identificar en la mujer cuando la tuvo cerca y sobre todo aquel lunar que había en el cuello de ella, era seductor y peculiar.
Cuando les llenaba las copas y se acercaba él, Darius intentaba recordar dónde había visto antes el lunar y de repente algo hizo clic en su mente, algo lo transportó aquella noche cinco años atrás, donde sus recuerdos estaban perdidos y nublados, pero era como si su cercanía los hubiera desbloqueado.
¿Podía ser esa mujer del antifaz la misma chica que él había tomado aquella noche? Sí, a pesar de estar drogado, recordaba haber besado ese lunar y también recordaba lo mucho que había disfrutado de ese cuerpo, por eso, a pesar de hacerse cargo de la mujer que poseyó aquella noche, jamás la había vuelto a visitar. No se permitía sentirse culpable por algo y ella era la imagen de su culpa, de su pérdida de autocontrol, de que también podía ser alguien malvado y corrosivo, como su padre, no se lo permitiría, él jamás sería un monarca cruel como lo había sido su padre.
Pero la razón principal por la que no la había vuelto a visitarla a pesar de tenerla en su mismo palacio, era por las cosas que le decían de ella, el servicio se quejaba de que era exigente y muy caprichosa, sus gastos eran desorbitados, aun así Darius y tenía dada la orden de que todos sus caprichos le fueran concedidos, él tomó su virginidad de forma brutal y agresiva y a cambio le daría una vida llena de lujos, se lo debía, se sentía obligado a ello.
¿Pero si ella era esa mujer? Cuál era la razón por la que estaba allí trabajando cuando él se lo daba todo. ¿Por qué coqueteaba con otros hombres y se vestía de ese modo si era suya? Los celos empezaron a infectar sus pensamientos, haciendo que no pudiera centrarse en la conversación que tenía con Alí, su mejor amigo y hombre de confianza.
¿Se creía acaso que la tenía como una princesa solo por esa primera vez? No, ella era suya y él podía tomarla cuando quisiera, nadie más podía desearla y mucho menos ella buscar que la desearan, no podía exhibirse como una cualquiera, era suya, solo suya, su concubina y debía respetarlo.
— ¿Y el carbón da tanto dinero?— preguntó Maryam con curiosidad viendo los papeles que tenían esos hombres y escuchando su conversación, las cifras de las minas de carbón eran grandiosas, lo que pasaba era que la chica no tenía ni idea de que no estaban hablando de carbón, sino de minas de diamantes, una de las fuentes de ingresos más potentes del reino.
Darius se giró para encontrarse a la chica muy pegada a él, ella ni siquiera era consciente de estar tan pegada, solo intentaba ver más de cerca aquellos papeles.
¿Por qué intentaría seducirlo cuando al principio lo había rechazado, quizá ahora se había dado cuenta ya de quién era?
— ¿Otra vez intenta seducirme?— dijo él levantándose de su asiento para acercarse a ella, esta vez acorralándola contra la mesa a pesar de que su amigo estaba delante. — Ya sé quién es, ese antifaz no engaña a nadie, a mí no — aseguró el hombre atreviéndose a deslizar la nariz por su cuello.
Maryam empezó a respirar de forma apresurada, la cercanía de ese hombre le afectaba demasiado, quería correr, huir de ahí, salir como fuera de ese lugar mientras el aliento de Darius parecía a mimar su hombro izquierdo y acercarse peligrosamente a su escote.
— Por favor no… apártese.— pidió ella teniendo miedo del propio deseo que él estaba encendiendo en su piel.
— ¿Quieres meterte en mi cama de nuevo? — Preguntó molesto consigo mismo por el deseo que ella le producía — ¿Dime qué haces aquí lejos del palacio, qué demonios estás haciendo si yo te lo doy todo?
Se sentía celoso de que aquella mujer que él estaba manteniendo como una princesa, en las mejores condiciones, estuviera allí seduciendo hombres por distracción¿Qué necesidad tenía cuando él le proporcionaba absolutamente todo lo que necesitaba?
La nariz de Darius se deslizó por el escote de la joven, estaba enloquecido con su aroma, con ese lunar y los recuerdos que le despertaban y con esa sensación de celos que odiaba sentir y no había sentido jamás.
— ¡Responde!— exigió Darius.
— ¡Está usted loco!— Gritó ella molesta, apartándolo de su cuerpo de nuevo y apresurándose a salir de ese cuarto, no podía seguir más tiempo cerca de ese hombre, no estaba acostumbrada a lidiar con lo que le había hecho sentir, con la humedad incómoda que tenía entre las piernas, se sentía incómoda por ese deseo que experimentaba.
— ¿Darius que te sucede?— preguntó su amigo agarrándolo del brazo y deteniéndolo para que no fuera tras la mujer a la que obviamente había incomodado.
Para Alí era muy extraño ver así a su rey, no era la primera vez que lo veía interesado en una mujer, pero jamás de ese modo, jamás de esa forma, se solía divertir con ellas con elegancia y gentileza, algo no iba como siempre.
Él no dijo nada, se calmó al sentir el toque de su amigo en el brazo y darse cuenta de que estaba actuando de forma deliberada, de que estaba siendo demasiado visceral y que era algo nada propio de él.
Iría a buscarla a Palacio donde sabía que podía encontrarla y le pediría explicaciones por lo sucedido. No la mantenía para que se metiera con otros hombres, quizá lo que le hacía falta es que le dejara claro que le pertenecía y era suya y que no podía hacer lo que le diera la gana, sobre todo si implicaba a otros hombres pudiendo verla y tocarla.