CAPITULO 5 “Prueba de fuego.” (Segunda parte.)
(agosto 10, 2019, Mendocino, California, USA)
(Serena Maxwell McNamara)
Emprendemos el camino hacia el siguiente punto que era Kings Rock, nos tomó otras tres horas en llegar, pues había que rodear las rocas pues íbamos a caballo. Al llegar, igual que antes fui a observar, encontrando a dos personas en la pequeña isleta en el centro del rio, uno de los excursionistas estaba herido y el otro trataba de mantenerlo consiente, bueno ya teníamos a dos más y faltaba localizar a dos más.
Esta vez las maniobras serían más delicadas por lo que se llamó al helicóptero que trajera dos arneses de rescate. El Kit de primeros auxilios de Max sirvió, pues en el traía un tipo de férula inflable, la cual coloque en la pierna rota del excursionista y la infle, estabilizando el hueso, ellos estaban no solo deshidratados, si no que mostraban signos de enfermedad debido a lo frescas que son las noches en el monte y a que estaban mojados desde hace muchas horas.
Cuando el helicóptero llego, lanzo el cable con el arnés y subió al herido, después subimos al otro y fueron trasladados de inmediato a la clínica; los tres anteriores estaban siendo recogidos en el puesto del guardabosque por vehículos motorizados aptos para esos caminos. Como al islote había bajado con Nathan y Franklin, tuvimos que escalar para volver a los caballos, así dirigirnos a buscar a los dos excursionistas que nos faltaban en la barranca del Indio Muerto, como había senderos, podíamos movernos a un trote más rápido y nos tomaría llegar más de tres horas, ya pasaban de las cinco de la tarde por lo que no podíamos perder tiempo.
Cuando llegamos a la barranca del Indio Muerto eran más de las ocho y la luz del sol se estaba acabando entre los montes, así que ordene levantar el campamento, lo que se hizo rápidamente. Tras encender fogatas de forma segura se calentó carne y nos dispusimos a comer algo y a tomar café para mitigar el fresco de la noche.
Yo sabía que el tiempo era crítico, pero si no quería provocar algún problema debía esperar. Como todos estaban cansados se ordenó ir a dormir pasadas las nueve de la noche, momento que aproveché para tomar mi mochila, mi móvil y el radio y me fui a buscar a los excursionistas perdidos.
No había mucha luz, pues me alumbraba con una lámpara de luz azul, pero no necesitaba buscar huellas, sino usar mi olfato; antes de que encendieran las fogatas había captado el olor del humo y sabía más o menos a donde ir.
Para asegurarme de ir el camino correcto me subí a una secoya por demás altísima y volví a captar el aroma de humo, madera quemada y algo más, sabia hacia dónde ir, así que bajé del árbol y al tomar mi mochila me sorprendió ver a Max y a Nathan salir detrás de un par de arboles
-Me asustaron. - les digo
- ¿Qué diablos crees que haces? - pregunto Max molesto como de costumbre
-Pues lo que llevamos haciendo ya más de veinticuatro horas Max, intento encontrar a los dos excursionistas que faltan. - le respondí
- ¿Y por eso te escapas en medio de la noche? - me reclama Max
-No me escape, seguí con la búsqueda mientras ustedes descansan, que es diferente eso nos ayudara a no perder tiempo por la mañana. - le digo
- ¿Has encontrado algo? - pregunto Nathan.
-Sí, deben estar a unas cinco millas más al este, dentro de la barranca, espero que no se les ocurra entrar a las cuevas, hay serpientes y pumas. - les respondo.
Y tras ponerme la mochila a la espalda sigo mi camino alumbrada por la pequeña lámpara en mi cabeza. Al ir a pie, podía moverme por donde los caballos no, así que me tomo una hora llegar cerca de donde vi el humo desde lo alto de la secoya, ahora solo quedaba encontrar a los excursionistas.
Bajamos la ladera de la barranca con cuidado y seguí mi olfato, tal y como había previsto tras otra media hora caminando encontramos a los excursionistas en una cueva, con una fogata encendida, para mantener a los animales salvajes lejos uy calentarse.
Resulto que habían salido del rio y tomado una vereda, pero al no poder escalar, siguieron el vado de lo que creyeron un pequeñísimo arroyo por en medio de la barranca, pero al no contar con alimentos ni agua, estaban muy débiles para seguir moviéndose.
Haciendo uso de su fogata calenté la poca carne ahumada que me quedaba y todos cenamos algo, nos dispusimos a descansar.
A la mañana siguiente, me desperté temprano y subí la ladera de la barranca a fin de apuntalar dos cuerdas para subir a los excursionistas, Nathan y Max los cuidaban
Como quedaban pocas provisiones, cace un par de conejos y los limpie, los comimos asados, eso les dio algo de energía a los excursionistas, también aproveche para enviar un mensaje para que nos ubicaran y marque el lugar de reunión.
Según el Sheriff, el helicóptero había rescatado a los otros cuatro, por medio de un arnés, así que podíamos regresar a casa, si bien no deje a los chicos arriesgarse en los rescates, si vi que aprendieron y estaban listos para enfrentar lo que fuera.
Subimos la ladera de la barranca despacio ayudando a los excursionistas, un par de horas después, todos llegaron al punto de encuentro, subimos a los dos excursionistas a caballos compartidos y comenzamos el regreso al rancho.
Nos tomó horas poder volver, pero estábamos bien ya que el resto del grupo tenía comida y agua. Al llegar al rancho pasadas las cinco de la tarde, ya esperaba una ambulancia a los dos excursionistas que solo estaban deshidratados y agotados.
Por otro lado, los chicos estaban felices y como no estarlo si el sheriff Steve Rogerson y el alcalde habían prometido reconocer el esfuerzo de mis alumnos en el rescate de once excursionistas perdidos, vaya les darían un bonito diploma a todos.
Esa noche María rápidamente organizo un asado para festejar a los “Valientes” adolecentes que con solo unos cuantos conocimientos de supervivencia y rescate habían “arriesgado” sus jóvenes vidas ayudando a rescatistas expertos a salvar la vida de once inexpertos excursionistas. Vaya por Dios. Ese pequeño discurso de María los hizo sentirse como los héroes de la nación y yo no iba a negarles ese pequeño triunfo.
El resto de las vacaciones, los alumnos la pasaron aprendiendo y trabajando cosas en el rancho.
El viernes dieciséis de agosto todos estaban listos para regresar a casa, así que María y los empleados del rancho les hicieron una fiesta de despedida, la cual todos disfrutaron ampliamente.
A la mañana siguiente después del almuerzo al medio día, todos nos preparamos para el regreso, subiendo a los autobuses, tras varias horas de camino, llegamos a la secundaria Lincoln en donde nos despedimos pues el lunes nos volveríamos a ver en un nuevo curso escolar, todos ellos con un grado más al estudiar.
Nos despedimos de los pocos alumnos recién graduados de tercer año de secundaria, los cuales solicitaron seguir trabajando en los talleres, después del colegio; algo que yo no pensaba negarles.
El año escolar había terminado y todos mis alumnos habían madurado y aprendido que nada es fácil en la vida y que ellos deben trabajar y ser personas de bien, si es que desean tener el respeto de los demás.
Brenda, Scarlet, Emma y Paula subieron a sus vehículos y se fueron a sus casas, mientras Max me seguía con Iván al departamento. Ese fin de semana lo pase descansando en mi departamento, pues el lunes volvería a clases.