Capítulo 4: Un vínculo que comienza a formarse
Alexander no era un hombre que solía caminar sin rumbo por los pasillos de su propia torre, pero esa noche lo hacía. La inquietud que Fenrir había sembrado en él no le permitía regresar a casa. Cada paso que daba resonaba en el silencio del edificio, pero su mente estaba llena de preguntas sin respuesta.
Finalmente, sus pasos lo llevaron al piso de mantenimiento, un lugar que nunca había visitado antes. Las luces eran más tenues, el ambiente más humilde que el resto del edificio. Aquí, no había rastros del lujo que caracterizaba los niveles superiores. Sin embargo, Alexander sintió una calma inesperada.
Elena estaba allí, organizando suministros en un pequeño armario. No lo había visto llegar, y por un momento, Alexander se permitió observarla en silencio. Había algo en sus movimientos, en su concentración, que lo fascinaba. Aunque estaba haciendo un trabajo mundano, había una dignidad en ella que lo desconcertaba.
—¿Trabajas hasta tarde siempre? —preguntó Alexander finalmente, rompiendo el silencio.
Elena se sobresaltó, girándose hacia él con los ojos abiertos de par en par.
—Señor Wolfe… ¿qué hace aquí?
Él levantó las manos ligeramente, intentando parecer menos intimidante.
—Solo quería conversar contigo, si no estás demasiado ocupada.
Ella lo miró con desconfianza, como si intentara decidir si su presencia era una especie de prueba. Finalmente, suspiró y cerró la puerta del armario.
—Supongo que puedo tomarme un momento. ¿Qué necesita?
Alexander apoyó la espalda contra la pared, cruzando los brazos.
—En realidad, quería saber más sobre ti. Siento que apenas he rascado la superficie.
Elena arqueó una ceja, claramente escéptica.
—¿Por qué le interesa saber sobre mí? Soy solo una empleada más.
Alexander sonrió levemente.
—Tal vez no sea solo eso.
Elena frunció el ceño, cruzando los brazos en un gesto defensivo.
—¿A qué se refiere?
—A que hay algo en ti… algo que no puedo ignorar. —Alexander eligió sus palabras con cuidado, intentando no asustarla. Fenrir lo urgía a ser honesto, pero sabía que no podía soltarle la verdad de golpe.
Elena lo miró fijamente, intentando descifrarlo.
—Eso no responde a mi pregunta.
Alexander suspiró. Sabía que no iba a ser fácil.
—Digamos que tengo un instinto para notar a las personas que son especiales. Y tú, Elena, eres especial.
Elena rió suavemente, un sonido que no llegó a sus ojos.
—No sé qué ve en mí, señor Wolfe, pero soy solo una mujer común y corriente. Limpio oficinas, pago facturas, y me voy a casa. Nada especial.
Alexander dio un paso hacia ella, su mirada intensa.
—¿Tú realmente crees eso?
Ella lo miró, confundida.
—¿Qué otra cosa podría creer?
Alexander quiso decirle todo en ese momento: que ella era su mate, que había una parte de ella que ni siquiera sabía que existía. Pero sabía que no podía. Tenía que ganarse su confianza primero.
—A veces, las personas no ven en sí mismas lo que los demás ven. Y a veces, necesitamos que alguien nos lo recuerde.
Elena se quedó en silencio por un momento, su mirada cautelosa suavizándose ligeramente.
—Bueno, si eso es cierto, nadie me lo ha recordado antes.
Las palabras de ella lo golpearon más fuerte de lo que esperaba. Había algo profundamente triste en la forma en que lo dijo, como si hubiera aceptado que no merecía ser vista.
—Quizás sea hora de cambiar eso —dijo Alexander, su tono más suave.
Elena desvió la mirada, como si no supiera cómo responder.
—Mire, señor Wolfe, aprecio que sea amable, pero no entiendo por qué está aquí.
Alexander sabía que tenía que elegir bien sus palabras.
—Estoy aquí porque creo que tienes más potencial del que tú misma te permites ver. Porque algo en ti me dice que eres más fuerte de lo que crees.
Elena lo miró nuevamente, sus ojos llenos de una mezcla de confusión y algo que Alexander no pudo identificar del todo.
—No estoy segura de cómo responder a eso.
Alexander sonrió levemente.
—No tienes que hacerlo ahora. Solo… piénsalo.
Antes de que pudiera decir algo más, el ruido de un carrito de limpieza acercándose por el pasillo interrumpió el momento. Elena rápidamente tomó el trapeador y se giró hacia Alexander.
—Debería volver a trabajar.
Alexander asintió, entendiendo que no podía presionarla más esa noche.
—Por supuesto. Buenas noches, Elena.
Mientras se alejaba, sintió la presencia de Fenrir en su mente.
—*Fue un buen comienzo, pero esto es solo el principio. Tendrás que ser paciente, Alexander.*
—Lo sé —respondió en silencio—. Pero ya siento que esto será más difícil de lo que imaginé.
Fenrir soltó un gruñido bajo, casi como una risa.
—*Nada que valga la pena es fácil. Ella es nuestra, pero tendrás que demostrarle que eres digno de ella.*
Alexander apretó los puños mientras salía del edificio y caminaba hacia su auto. Fenrir tenía razón. Esto no sería fácil, pero estaba decidido a hacer lo necesario.
Esa noche, mientras miraba la luna desde la ventana de su penthouse, Alexander no pudo evitar preguntarse qué más descubriría sobre Elena. Había algo en ella, una fuerza oculta, que lo hacía querer saber más.
Pero también sabía que tendría que ganárselo. Y esa, pensó, sería la mayor batalla de su vida.