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Capítulo 5: Descubriendo su historia

El primer rayo de sol iluminó el horizonte, pero Alexander ya estaba despierto, sentado en su despacho en casa. Había pasado la noche pensando en Elena, en cómo acercarse a ella sin asustarla ni revelar demasiado de inmediato. Fenrir había estado inusualmente silencioso, como si le diera espacio para procesar todo.

Una idea comenzó a tomar forma en su mente, una forma de ayudarla a reconectar con su esencia y al mismo tiempo demostrarle que creía en ella. Pero para hacerlo, necesitaba conocer más de su historia.

A media mañana, de regreso en la Torre Wolfe, Alexander llamó a su asistente personal, Margot. Una mujer eficiente de unos cincuenta años, con cabello perfectamente recogido y un sexto sentido para anticipar las necesidades de su jefe.

—Buenos días, señor Wolfe —saludó al entrar con su tablet en mano—. ¿En qué puedo ayudarlo hoy?

—Margot, necesito que consigas el expediente de una empleada, Elena García. Está en el departamento de limpieza.

Margot arqueó una ceja, pero no dijo nada, acostumbrada a las solicitudes inusuales de Alexander.

—Por supuesto. Le enviaré la información en unos minutos.

Menos de media hora después, un archivo apareció en la pantalla de Alexander. Abrió el documento y comenzó a leer. A medida que avanzaba, su ceño se fue frunciendo.

Elena tenía 26 años, con un historial laboral sólido, pero sin ninguna formación académica más allá de la secundaria. Según el expediente, había trabajado en empleos de baja categoría desde los 18 años, la mayoría en limpieza o atención al cliente. No había referencias negativas, pero tampoco destacaba nada que sugiriera ambición o aspiraciones mayores.

Sin embargo, una nota llamó su atención: Elena había sido suspendida de la escuela en su último año por una pelea con otra estudiante. Aunque finalmente se graduó, ese incidente parecía ser un punto de inflexión.

Fenrir habló de repente, interrumpiendo su lectura.

—*Esto explica mucho. Ha tenido que luchar por todo, pero también ha aprendido a conformarse con poco.*

Alexander asintió, sus pensamientos alineándose con los de Fenrir.

—Eso tiene que cambiar. Ella merece más.

Margot llamó a la puerta y entró al despacho, notando la expresión seria de Alexander.

—¿Algo más que necesite sobre Elena García, señor?

Alexander se giró hacia ella.

—No, esto es suficiente. Gracias, Margot.

Cuando la puerta se cerró tras ella, Alexander apoyó los codos en el escritorio y miró fijamente la pantalla. Elena era claramente inteligente y capaz, pero su falta de educación la limitaba. Si quería ayudarla a conectarse con su verdadera esencia, tenía que empezar por demostrarle que era más de lo que creía.

Fenrir, como siempre, tenía algo que decir.

—*Buena idea. Pero cuidado, Alexander. Si esto se siente como caridad para ella, retrocederás diez pasos.*

—Lo sé —respondió Alexander en voz baja—. Esto tiene que ser algo que ella quiera hacer, no algo que sienta que le estoy imponiendo.

Esa misma tarde, Alexander buscó a Elena. Sabía que encontrarla en su zona de trabajo sería lo menos intimidante para ella. La halló en el piso 15, limpiando los ventanales con movimientos meticulosos.

—Elena —llamó suavemente.

Ella se giró, visiblemente sorprendida de verlo allí otra vez.

—Señor Wolfe… ¿necesita algo?

Alexander dio un paso hacia ella, manteniendo su postura relajada.

—Quiero hablar contigo. ¿Tienes un momento?

Elena dejó el paño sobre el carrito de limpieza y lo miró con cautela.

—Supongo que sí.

Alexander señaló una pequeña sala de descanso al final del pasillo.

—Vamos allí. Será más cómodo.

Ella asintió, siguiendo sus pasos. Una vez dentro, Alexander cerró la puerta y se sentó frente a ella en una mesa pequeña.

—Elena, he estado pensando mucho desde nuestra última conversación. —Hizo una pausa, eligiendo cuidadosamente sus palabras—. Creo que eres capaz de mucho más de lo que este trabajo te permite mostrar.

Elena frunció el ceño, claramente desconcertada.

—¿Qué quiere decir?

Alexander sostuvo su mirada.

—Significa que veo potencial en ti, un potencial que tal vez tú misma no has considerado. Pero para aprovecharlo, creo que necesitas prepararte mejor.

Elena lo miró, sus ojos llenos de una mezcla de sorpresa y algo que parecía desconfianza.

—¿Prepararme para qué?

—Para lo que quieras hacer —respondió Alexander, inclinándose ligeramente hacia ella—. Si alguna vez has pensado en algo más, en un futuro diferente, quiero ayudarte a conseguirlo.

Ella se quedó en silencio, claramente procesando lo que acababa de escuchar. Finalmente, sacudió la cabeza, su expresión endureciéndose.

—Mire, señor Wolfe, no necesito su ayuda. He llegado hasta aquí por mi cuenta, y puedo seguir haciéndolo.

Alexander levantó una mano, deteniéndola.

—No estoy diciendo que no puedas hacerlo sola, Elena. Sé que eres capaz. Pero todos necesitamos apoyo en algún momento. Esto no es caridad, ni un favor. Es una inversión en ti porque creo que lo vales.

Elena apretó los labios, su postura aún tensa.

—¿Por qué le importa tanto?

Era una pregunta justa, y Alexander sabía que no podía darle toda la verdad. Así que optó por una versión más sencilla.

—Porque creo que las personas con talento merecen oportunidades. Y porque creo que este lugar —dijo señalando a su alrededor— no refleja quién eres realmente.

Elena lo miró fijamente, como si intentara encontrar un motivo oculto en sus palabras. Finalmente, suspiró.

—¿Qué tiene en mente?

Alexander sintió una pequeña chispa de esperanza al escuchar su pregunta.

—Quiero financiar tus estudios. Cursos, certificaciones, lo que sea necesario para que puedas avanzar hacia algo que realmente te apasione.

Elena abrió la boca para protestar, pero Alexander levantó una mano nuevamente.

—No tienes que decidir ahora. Solo piénsalo. No hay ningún compromiso.

Elena se quedó en silencio, claramente abrumada. Finalmente, asintió con la cabeza, aunque su expresión seguía siendo cautelosa.

—Lo pensaré.

Alexander sonrió levemente. Era un pequeño paso, pero era un comienzo.

—Eso es todo lo que pido.

Cuando Elena salió de la sala, Alexander se quedó sentado, sintiendo que había comenzado a abrir una puerta que llevaba cerrada mucho tiempo en su vida. Fenrir gruñó en su mente, pero esta vez con algo que sonaba a aprobación.

—*Vas por buen camino, Alexander. Pero no será fácil. Tendrás que demostrarle que estás comprometido con ella, no solo con la idea de ayudarla.*

—Lo sé —respondió Alexander—. Pero estoy dispuesto a hacerlo.

Mientras regresaba a su oficina, Alexander sintió algo que no había sentido en mucho tiempo: esperanza. Porque sabía que, aunque el camino sería largo y difícil, estaba un paso más cerca de ayudar a Elena a descubrir quién era realmente.

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