Capítulo 3: La desconexión de la loba
La noche había avanzado y Alexander se encontraba nuevamente en su oficina, pero esta vez no estaba trabajando. El mundo entero podía esperar. Había algo más urgente que atender: la voz persistente de Fenrir en su mente.
Desde su encuentro con Elena, el lobo interior había estado inquieto, rondando como un animal enjaulado. Alexander, incapaz de ignorarlo más, dejó de lado sus preocupaciones mundanas y cerró los ojos, permitiendo que la conexión con Fenrir fluyera libremente.
—*Finalmente. Pensé que seguirías evitándome toda la noche,* —gruñó Fenrir, su voz resonando en lo más profundo de su ser.
Alexander respiró hondo, tratando de mantener la calma.
—No estoy evitándote, Fenrir. Solo estoy… procesando.
—*Procesando,* —repitió el lobo con desdén—. *Siempre estás procesando, Alexander. Pero ahora no hay tiempo para eso. Tenemos problemas más grandes.*
Alexander frunció el ceño.
—¿Qué clase de problemas? Ya la encontramos. Sabes que es ella, lo sentiste igual que yo.
Fenrir soltó un gruñido bajo, lleno de frustración.
—*Sí, es ella. Pero no todo está bien. ¿No lo sentiste?*
Alexander abrió los ojos, mirando la luna llena que brillaba a través de la ventana. Algo en las palabras de Fenrir le causó un malestar que no podía explicar.
—No sé a qué te refieres. Sentí la conexión, el vínculo. Es innegable.
—*El vínculo es real,* —admitió Fenrir, pero su tono seguía siendo grave—. *Pero su loba… está ausente. No pude sentirla. Ni un susurro, ni un rastro. Es como si no estuviera allí.*
El corazón de Alexander se hundió al escuchar esas palabras. Para un alfa, la conexión con la loba de su mate era esencial. Era el reflejo de la unión entre sus almas, la prueba de que estaban destinados el uno al otro.
—Eso no tiene sentido. ¿Cómo puede ser mi mate si su loba no está? —preguntó, con la voz tensa por la incredulidad.
Fenrir dejó escapar un suspiro, un sonido extraño proveniente de un lobo.
—*No es que no esté. Está allí, pero… no quiere salir. Está oculta, Alexander. Más que oculta… está decepcionada.*
Alexander se quedó en silencio, procesando esas palabras. Nunca había escuchado de algo así.
—¿Decepcionada? ¿Qué quieres decir con eso?
Fenrir gruñó, como si el tema lo frustrara tanto como a Alexander.
—*Elena ha suprimido tanto su instinto, su esencia, que su loba no puede manifestarse. Es como si hubiera decidido que no vale la pena aparecer. Está desconectada de lo que es, de lo que siempre ha sido. Y si no hacemos algo…*
—¿Qué pasa si no hacemos algo? —preguntó Alexander, aunque ya intuía la respuesta.
—*Entonces la conexión no podrá completarse. No habrá vínculo verdadero. Y sin eso… perderemos todo.*
La gravedad de esas palabras cayó sobre Alexander como una losa. No bastaba con encontrar a su mate; tenía que ayudarla a reconectarse con su esencia, con la loba que estaba dentro de ella. Pero, ¿cómo hacerlo cuando ella ni siquiera sabía que ese lado existía?
—Esto no tiene sentido, Fenrir. ¿Cómo puede alguien suprimir su loba? Es una parte fundamental de lo que somos.
Fenrir bufó, un sonido cargado de impaciencia.
—*No todos crecen como tú, Alexander. No todos tienen el privilegio de ser criados para aceptar lo que son. Puedo sentirlo en ella. Ha pasado por cosas que la hicieron olvidar, negar, tal vez incluso odiar esa parte de sí misma. Y tú, como su alfa, como su compañero, tienes que ayudarla a recordar.*
Alexander apretó los puños, luchando contra la frustración.
—¿Y cómo se supone que haga eso? Apenas me conoce. Si intento explicarle lo que somos, lo que ella es, lo más probable es que me tome por loco.
Fenrir rió, un sonido oscuro y sarcástico.
—*Bienvenido al verdadero desafío, Alexander. Pensaste que encontrarla sería difícil. Esto será mucho peor. Pero no tienes opción. Si no la ayudas a reconectarse con su loba, no solo perderás tu vínculo con ella. La perderás a ella para siempre.*
Alexander se dejó caer en su silla, sintiendo el peso de esa verdad. Siempre había sabido que encontrar a su mate sería complicado, pero esto era más de lo que había imaginado. La idea de que Elena estuviera desconectada de una parte tan esencial de sí misma lo llenaba de una mezcla de tristeza y determinación.
—Entonces dime cómo. ¿Por dónde empiezo? —preguntó finalmente, su voz firme.
Fenrir permaneció en silencio por un momento, como si estuviera considerando su respuesta.
—*Primero, debes ganarte su confianza. No como alfa, no como el hombre lobo que eres. Sino como Alexander. Ella necesita verte como algo más que un jefe distante o un extraño. Y luego… tienes que ayudarla a recordar quién es realmente.*
—¿Y si no quiere recordar? —preguntó Alexander, su tono sombrío.
—*Entonces tendrás que darle razones para querer hacerlo. Pero te advierto, Alexander, esto no será fácil. Hay heridas profundas en ella, barreras que tú ni siquiera puedes imaginar. Prepárate para enfrentarte a lo peor, porque esto no será solo sobre ella. Será sobre ti también.*
La advertencia de Fenrir resonó en su mente mientras Alexander miraba la luna llena, su luz bañando la habitación en un resplandor plateado. Sabía que su lobo tenía razón. Esta no era una batalla que pudiera ganar con fuerza o dinero. Sería una lucha mucho más personal, una que pondría a prueba cada parte de él.
Pero no tenía opción. Elena era su mate, y haría lo que fuera necesario para ayudarla a encontrar a su loba, incluso si eso significaba enfrentarse a sus propios temores y limitaciones.
Con esa resolución, Alexander se levantó de la silla y salió de la oficina. Había mucho trabajo por hacer, y no podía permitirse perder tiempo. Fenrir, sintiendo su determinación, se quedó en silencio, pero Alexander sabía que estaba allí, observando, esperando.
Mientras caminaba por los pasillos vacíos de la Torre Wolfe, Alexander no pudo evitar pensar en Elena. Había algo en ella, una fuerza oculta bajo su exterior reservado, que lo hacía creer que tal vez, solo tal vez, había esperanza.
Pero primero, tendría que encontrar la manera de llegar a ella. Y eso, sabía, sería el mayor desafío de su vida.