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4

—Me las va a pagar, tenlo por seguro— le advierte a la rubia mientras se pone de pie.

—Muestra esas tetas y saca más culo.— le aconseja burlándose de ella.

—Estúpida— la regaña enfadada y arranca hacía donde está el chico junto a amigos.

Mientras caminaba a paso lento y mirando hacia el suelo iba maldiciendo a Cynthia y a sí misma por dejarse convencer de asistir a ese sitio donde no encajaba y aceptar aquel juego que hará que termine teniendo sexo con un desconocido, mas teniendo en cuenta que ninguna sabía que jamás había sido penetrada por la vaina.

Para Aby era tan vergonzoso que vean su desnudez, que simplemente se conformaba con realizar sexo oral y por ello, era la mejor.

A sus 19 años tuvo su primera experiencia oral, gracias a un juego entre amigos y desde entonces, no pudo dejar de hacerlo. Pero esa noche no solo debía darle placer a un desconocido, sino que lo más probable es que él quisiera tener sexo, como siempre sucedía y debía idear algún plan para salir aireada.

En cuanto llegó dónde el grupo de los jóvenes, uno de ellos se le quedó viendo de arriba abajo, justamente de una manera en la que le hería; y es que tenía un tema con “la mirada” del otro que no la dejaba vivir en paz.

—¿Si?— habla el que la observaba sacándola de su ensoñación, pero no dijo nada.

Se sentía completamente nerviosa y avergonzada.

Aby no tenía un cuerpo que llamara la atención o por lo menos no a ellos. A ninguno. Menos a Dante, que aunque no tuviera problemas en acostarse con cualquier mujer sin importar el físico, la religión, color de piel entre más, siempre y cuando tengan algo que ofrecer, esta chica no solo le era atractiva a los ojos sino que no tenía nada que pudiera interesarle.

O por lo menos no hasta ahora.

Tan pronto tomo una gran bocanada de aire, cerró sus ojos y grito:

—¡Hola!— logrando captar la atención de todos y cada uno.

—¿Si?— le habla el que le había parecido atractivo a Morena —¿Necesitas algo?

Ese chico parecía ser el único amable del grupo, dado que el resto la observaba como si se tratase de una mosca que estaba allí para molestar.

—Eh…— pero no sabía que decir y enseguida supusieron que era otra de las tantas admiradoras que tiene Guillen.

—Creo que es otra de las que se desesperan por meterse en tu cama—bromea otro joven, y a quien le habla no hace una sola mueca, solo se baja los anteojos de oscuros que llevaba puesto para recorrer su cuerpo descaradamente.

—No tengo hambre. Yo paso.— soltó de manera despreciable y se subió los lentes para seguir bebiendo de su trago.

—¿Perdón?— ella no podía creer lo mal educado que era ese tipo. Rebajarla con la mirada había dejado de ser algo que le dolía, para convertirse en una actitud completamente repudiable de su parte.

—El perdón, a la iglesia— suelta apoyando sus brazos en el respaldo del sillón y cruzando sus piernas.

Dante se pasaba de engreído y eso a ella no le gustaba para nada. Enfurecida se regresó dónde sus amigas a las que les había contado con lujos de detalles lo sucedido. Si bien Morena se apiadó y estaba de acuerdo en que debía cambiar la prenda, Cynthia se había obsesionado con que la cumpla. Confiaba en que su mejor amiga lograría domar a esa fiera y a sabiendas de lo desiciva que puede ser cuando dice que no, le juega sucio.

—Hagamos algo. Vas, te lo comes todo que se lo ve bien rico y yo aquí mismo te doy 5.000 pesos uno arriba del otro.

Aby frunció el ceño. Sabía que su amiga era de soltar así por que sí, pero de ahí a ofrecerselo para intimar con alguien la hacia sentir como una prostituta. Por eso, niega y ella redobla la apuesta.

—Te doy el doble. 10.000 pesos – y la hace pensar. —Vamos amiga, es una jugosa oferta que no puedes desaprovechar.

Por supuesto que no podía negarse. Es que le hacía falta la plata. No es que le pagarán poco en sus trabajos, pero si no le fuera suficiente no tendría porque tener dos. Suspiró pesadamente y accedió.

—No entiendo por qué estás emperrada en que este con ese idiota— se mofa cruzándose de brazos.

—Primero, porque es una prenda que voy a pagarte muy bien. Segundo, seamos sinceras, ese tipo está que raja la tierra y tercero, vamos que nosotras sabemos que esa boquita hace magia. Muéstrale, que sé que quedará loco por ti— dice confiada.

—¡Miren! ¡Miren! Se levantó. Quizás va a ir al baño— advierte Morena.

—Es tu oportunidad, Aby. – y la empuja Cynthia.

Respira hondo y caminando tras del joven es que escucha a la rubia gritar:

—¡QUEREMOS EVIDENCIA!—. Frunce el ceño. Definitivamente estaban locas.

¿Evidencia? Qué se supone que deba traerles. Ese último grito le causó gracia ¿Cómo podría demostrarle que efectivamente tuvo algo íntimo con él si no llevaba cámara ni lo permitiría. Simplemente se tendrían que conformar con llevar el tiempo en el que esté encerrada con él.

Sin más y decidida a ganarse esos $10.000 fue tras de él.

Desconocía si estaba en conocimiento de que lo seguía, pero no le importaba, ya buscaría la forma de retenerlo para ganarse ese dinero, aunque deba golpearlo no lo dejaría escapar de su agarre.

Lo alcanzó hasta la barra, donde solicitó algo al barman y se sentó a esperar, segundos más tarde ella llegó y se acomodó a un lado.

—Un Martini, por favor. – le pide y mientras espera a que se lo hagan intenta hablar con él. —Hola.

Dante la mira de reojo y no contesta. Ella, insiste.

—Hola..., Hola.

La perseverancia de Aby logra sacarlo de quicio y aunque deba gritarle, le contesta calmado, pero sin molestarse en mirarla a la cara.

—¿Qué quieres?

Esa actitud mal educada de él hizo que se enfadada, y es que no había nada que le moleste más que no la miren a los ojos al hablar.

–¿Puedes mirarme?

—¿Mirarte? No eres figura de mí agrado para dedicarte un segundo en mirarte— su actitud la dejo con la boca abierta y muy enojada.

—Engreído— susurra pero en un tono que sí puede escucharla.

—Asunto mío— la corta en seco. A él poco le importaba lo que pensara de sí una extraña.

—Egocéntrico. Se cree el centro del universo— prosigue hablando para sí misma y esto último lo hace sonreír.

—Lo soy. Sino por qué me siguen. – responde con orgullo. Dante sabía perfectamente el imán que tenía para con las mujeres e incluso con los hombres. Era el deseo sexual de muchos y muchas y hacia alarde de ello.

–¡Ja! ¿Quién te sigue?— y se pone de pie mirando a ambos lados de manera exagerada —Pues lo siento, yo no veo a nadie— explica volviéndose a sentar, es entonces que voltea a mirarla pero de nuevo, de manera desagradable.

—En frente tengo a una y vaya que esta desesperada— la mira de arriba abajo hasta que llega a sus ojos —si quiera disimula su necesidad— escuchar esto hizo que estalle en carcajadas.

—Por Dios, ¿Eres comediante? ¿Yo, detrás de ti? ¡Ja! Quisieras— se burla.

—No— se acomoda para estar frente a ella. —A mí me gustan las mujeres con experiencia, esas que saben cómo darle placer a un hombre como yo. No niñitas que se piensan que por usar polleras cortas ya son actrices de películas pornograficas— suelta directamente, sin filtro dejándola con la boca abierta.

—¿Qué insinúas?

—No te estoy insinuando nada, te lo estoy diciendo. Me gustan las mujeres que sepan cómo darme un buen polvo y hacer las cosas como se debe y no las típicas tontas histéricas que se piensan que por bajarse el top y subirse la pollera van a tener a un hombre como yo en su cama y que encima van a saber satisfacerlo— niega a carcajadas y se lleva el vaso con su trago a la boca.

“No, este chico es un imbécil y necesita que alguien lo baje de su nube” fue lo que pensó ella de inmediato.

—¿Te crees la última gota de agua en el descuento?— se burla.

—Lo soy— afirma seguro de sí mismo. —Mira a tu alrededor, todas me miran, todas notan mí presencia y puedo jurar que se mojan de solo pensar que las tocó y me las follo— dice riéndose.

—Eres desagradable y repugnante— lo define perfectamente.

— Pero aún así me seguiste y estás aquí. Siéntete privilegiada que te hable— responde sintiéndose importante.

—Tu, deberías sentirte privilegiado de darte mí tiempo— intenta ponerse a su nivel.

—¿Quién te lo pidió? Chiquita, si te respondí fue para darte una alegría y así te vas feliz y contenta. Déjame en paz— concluye al fin pero a ella le enfado aquel comentario. Lo sintió como un reto.

—¿Sabes que quizá tengamos la misma edad? Chiquito— enfatiza la palabra.

—A mí qué. Anda, ve a regalarte a otro que se ajuste a tu Target— sigue ofendiéndola.

—¿Target? Idiota— lo insulta, y es que era demasiadas las ofensas de su parte.

—Bueno, si ya terminaste déjame solo— si quiera se molestó en pedirle por favor, menos en disculparse por las barbaridades que le dijo.

Se iba retirar, pero en cuanto se dio la vuelta recordó que aquella plata la necesitaba para terminar de pagar las remedios que su obra social no le cubría a su abuela y así quedarse tranquila unas semanas. Por eso debía tragarse su orgullo y poner en marcha sus armas de seducción.

—Sabes, supongamos que tengas razón. Que eres todas esas cosas que dices ¿Por qué crees que soy como todas aquí en el antro? ¿Por qué llevo falda y escote? Ummm, no hay que generalizar. Además confío en mí misma y en lo que sé hacer con mí boca. No necesito mostrar mis senos ni subirme la falda para hacerte experimentar el verdadero éxtasis.

Algo que no sabía explicar, logró hacer que él se interesara por escucharle y sumergido en el interés repentino, le responde:

—¿Insinúas que puedes ser mejor que las mujeres con las que acostumbro a follar?— indaga conteniendo la risa.

—No insinúo, te lo afirmo— habla seria y cruzándose de brazos.

—¿Tu?— y con el dedo la señala de arriba abajo. —esto es insólito.

Carcajea, niega y se cómoda mirando hacia el barman que sigue preparando más tragos.

—Si, yo. Estoy más que segura que podría hacerte temblar e incluso pedirme más. – susurra cerca de su oído haciendo que su cuerpo y el de él se estremezca.

Escucharla tan de cerca y con esa voz ronca hizo que su cuerpo se estremeciera y tuviera la necesidad de volver a mirarla, pero está vez de una manera descarada. Es que siquiera él podía explicarse por qué sus palabras penetraron tan hondo su carne.

Su silencio la ánimo a seguir seduciéndolo y al ver qué ya casi lo tenía comiendo de su mano es que fue más allá.

—¿Quieres probar que tan buena puedo ser con la boca?— susurra cerca de su cuello.

Ninguno de los dos podía explicar lo que estaban sintiendo porque para él, ella no le resultaba llamativa. Teniéndola tan de cerca, pudo notar que algo atractiva era, pero al final de cuentas toda mujer lo es maquillada. Para ella si bien era muy guapo, su manera pedante de ser, borraba todo atractivo como hombre. Pero a ambos se les había despertado el apetito sexual.

—No me provoques— responde completamente perdido en la fantasía.

—¿Tienes miedo?— y se corre de su oído, muy cerca de su piel, hasta quedar frente a frente. —¿Temes que tenga razón?— lo desafía.

Lleva sus manos al rostro de la joven y empieza acariciarlo. Las mejillas, los ojos, la frente, la nariz hasta que llega a su boca donde la delinea muy lentamente y cuando se distrae separa sus labios para dejar pasa su lengua y lamer la punta de su dedo, fijando su miraba, una mirada que prendía fuego en él.

Ese gesto le resultó sumamente erótico y no pudo resistirse en morderse en labio inferior como respuesta a lo que le estaba provocando en el cuerpo.

—Vamos— y coloca su mano en su rodilla. —déjame mostrarte que yo si puedo hacerte volar e incluso más alto que las que te han tocado.

Fue entonces que se dejó llevar por sus ojos y la tomó de la barbilla para comerle la boca, pero se hizo hacia atrás.

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