3
—¿Estás segura de que nos van a dejar pasar?— le pregunta Aby a Cynthia, una de sus amigas quien llevaba meses acostándose con el patovica del boliche.
—Claro, vos, dejámelo a mí.— le guiña un ojo y se acerca hacía donde había un morocho de un metro noventa de alto, un cuerpazo tallado por los dioses y una virilidad que se notaba bastante bien por encima de su pantalón de vestir.
—¡Dios! ¡Qué buen!
—¡OJO, CON LO QUE VAS A DECIR!—. La corrige Morena, la más tranquila del grupo, anticipando lo que iría a decir respecto a su sexo.
—No seas anticuada.— le susurra justo cuando ven llegar a la rubia meneando las caderas, con una sonrisa victoriosa y robándose todas las miradas.
—Vamos, chicas.— y juntas ingresaron por la puerta del vip.
Cynthia era la más grande de las tres. Con 25 años de edad, trabajaba como dama de compañía desde los 18 años, gracias a su despampanante cuerpo, operado por supuesto y esos ojos color grises que derretían a quien mirase, había podido hacerse de un departamento con todas las comodidades que deseaba, un auto modelo no tan viejo y un par de dólares y pesos en su cuenta bancaria. Era la mayor de cinco hermanos por lo que ayudaba a su madre con la crianza de los niños, todos menores de 16 años.
Morena, era la que seguía. Con 22 años trabajaba como cajera en un bar donde tenía que soportar que algún que otro degenerado maduro le ofrezca dinero por hacerle favores sexuales. De las tres es la que más tuvo que padecer en su vida ya que durante muchos años fue abusada sexualmente por su tío, hermano de su padre y hacía poco se había animado a denunciar gracias a Cynthia y Abigail, sus dos mejores amigas.
Ella, pese a tener también un cuerpo de infarto y natural, no era de utilizar atuendos que marquen demasiado su figura, ya que el trauma vivido en su infancia y adolescencia le ha condicionado hasta las relaciones con los hombres. De echo no ha intimado con ninguno jamás, aunque les haga creer a sus amigas que sí lo ha hecho y muchas veces.
Por último, está Abigail, la más chica del grupo. Con 21 años y un cuerpo del que ella misma se avergüenza, pero nadie sabe, es que es el alma de las fiestas siempre. Nunca ha tenido una relación formal, siempre se ha conformado con ser plato de segunda mesa porque no se consideraba atractiva para los hombres y el hecho de que alguien se interese sexualmente en ella era algo que no podía desaprovechar.
Ante sus amigas, era la mujer más carismática, segura de si misma e incluso más abierta de mente que Cynthia, quien por su trabajo ha probado de todo. Abigail demostraba aceptar sus imperfecciones, resaltando atributos tales como sus senos, aunque por dentro se sentía morir.
A veces el sexo suele tapar lo que realmente uno es por dentro y ella, Aby, lo sabía perfectamente.
—Esto es fascinante.— dice en cuanto ingresó al antro.
—No se queden allí paradas, vamos al primer piso, la zona vip para poder tomar unos tragos.— y ambas comenzaron a seguirla.
Era normal que cada vez que se ponían de acuerdo para salir las tres, la rubia despampanante se llevara todas las miradas, es que Cynthia tenía presencia y se vestía muy bien.
Ni bien llegaron al sector vip, se sentaron en unos sillones y no tardaron demasiado en ver cómo dos jóvenes que no pasaban los 18 años se acercaban como animales en celos a regalarse ante la más experta.
—¿Serían tan amables de traernos dos botellas de los mejores licores del boliche y una seven up por favor?— pese a llevar su propio dinero, siempre encontraba algún desesperado capaz de vender su alma al diablo por estar con ella un segundo.
—¡Eres terrible! – le habla en gritos Aby por la música a todo volumen.
—¡Les vas a pagar?! ¡Así te doy la plata de mi gaseosa! –. Explica la pelicastaña, es decir Morena.
—¡NO, NENA! ¡ESOS TONTOS PAGAN! ¡¿NO TE DISTE CUENTA QUE ESTABAN DESESPERADOS POR QUE LE HICIERAMOS CASO?!
—¡Hablaras de ti! ¡te miran y te devoran!— agrega la pelirroja, Aby, quien no dejaba de reírse a carcajadas.
—¡SH! NOS QUIEREN DEBORAR A TODAS AMIGAS. ¡A TODAS!—. Ríen mientras esperan a que los chicos les entreguen los tragos.
En cuanto aquellos chicos llegaron con sus bebidas, la rubia “los descartó” y se quedaron observando su alrededor calificando a cada uno de los hombres que tenían a su alrededor, en tanto jugaban a fondo blanco.
A carcajadas y ebrias, calificaban a los masculinos presentes des cubriendo e incluso, por la minuciosa observación, que más de uno dibujaban sus preferencias sexuales. Quizás se equivocaban, pero el lenguaje corporal era demasiado evidente.
De pronto, se encuentran observando a un grupo de jóvenes a un par de metros de distancia y al ponerse en evidencia una de ellas al sentirse atraída por uno es que a Cynthia se le ocurre un juego.
—¿Qué les parece si en vez de solo hacer fondo blanco para ventilar secretos que seguramente conocemos muy bien de la otra, lo hacemos y quien pierde cumple una prenda? –
Abigail era igual de descarada que Cyn, solo que muchas veces se sentía inferior a la rubia despampanante, dado que siempre las miradas se iban en la chica y no precisamente en ella. Ninguna de las dos podía descifrar que bajo ese montón de maquillaje y esa actitud de “me como el mundo” se escondía una pobre niña a la que todavía le duele si las miradas de las personas son despectiva y acusadora por estar lejos de los estándares de belleza.
—Me encanta el juego.— menciona de acuerdo Aby.
—No, no me parece.— acota Morena.
—Dale, deja de ser tan tímida así no conseguirás novio nunca.— intenta convencerla la rubia.
—¿Por qué tengo que querer?— se queja.
—¿Para que viniste entonces?— reprocha molesta.
—Bueno chicas.— pone paño frío a la discusión la pelirroja. – juguemos nosotras dos si Morena no quiere. – y no les queda más que aceptar.
Y así comenzó el juego. Los cuatro primeros tragos, la pionera del juego tuvo que realizar prendas que iban de, besar a una chica que la estaba mirando de manera lasciva, hasta provocar a un hombre y dejarlo expuesto frente a todos.
—Eres mala.— le dice al regresar mientras se escucha a varios presentes riendo a carcajadas. —está vez te voy a ganar y ya veras lo que te haré hacer por perra.
—No creo que me ganes, soy experta para tragar rápido.— carcajean porque tomaron en doble sentido ese comentario. —Vamos, deja de reír que me urge verte haciendo el ridículo.
—¿Tan confiada?— y sonríe victoriosa. —el que ríe último, ríe mejor.— y la burla haciéndole gestos con las manos. —More, ve a buscar a la barra y pídele al barman el vodka más fuerte que tenga. Dile que buscamos algo parecido al Spirytus Rektyfikowany.
—¿Vodka?— pregunta burlándose.
—No es cualquier vodka es “EL VODKA” y ya vas a ver por qué. Yo que vos, me preparo porque estarás de rodillas amiga mía.
La pelirroja y la rubia solían salir a desde los 16 años, por lo que han probado varios tragos en la noche, y esa bebida no le era gran cosas. Tenía entrenada la garganta por lo que estaba confiada en que volvería a ganar.
—¿Lista?— se preguntan sosteniendo la medida. —¡Fondo blanco!
Fue entonces que con toda seguridad se llevó el vaso a su boca, pero en cuanto el líquido hizo contacto con su lengua un fuego ardiente la obligó a soltarlo vertiendo el contenido en el suelo y pidiendo agua desesperada.
—¡DIOS, QUÉ ME HAS DADO!—. Reprocha tomando aire intentando aliviar aquella espantosa sensación.
—¡TE GANÉ!—. Grita con euforia saltando como una niñita —Ahora harás lo que yo diga.— se frota las manos con malicia.
—Me estoy quemando viva ¿y piensas en vengarte por las prendas que te he dado?— se encoge de hombros.
—Apuestas son apuestas.— se excusa.
— Bien, dime ¿qué tengo que hacer?— pregunta mientras se ventila la boca.
Cynthia se toma unos momentos para observar alrededor, cuando su mirada la lleva a un joven de unos veinte tantos, con anteojos negros, camisa blanca entre abierta y unos jeans color azules gastados en los muslos. La sonrisa y la forma de moverse le daba a entender que se trataba del típico “niño bien” arrogante, egocéntrico y déspota que se cree que se come el mundo con su presencia y justamente eso mismo era. Un asqueroso arrogante que no le importa nada más que obtener lo que desea en su vida sin importar lo que deba de hacer.
—Ese.— se decide de inmediato.
—¿Quién?— mira hacia donde señala “disimulada”
—El de blanco.— la sonrisa de Aby se borró dado que ese estilo de hombre no le gustaba.
—Ni loca.
—Tienes que. Yo he hecho cosas peores con personas peores. Ese por lo menos es lindo.
—Tiene razón.— la apoya Morena.
—Tú no cuentas. ¿o estas jugando?— la ubica, pero se ríe.
—Está bien. ¿qué tengo qué hacer?— la rubia apoya sus codos en la mesa y deja descansar su cabeza en sus manos y con una sonrisa maléfica le anuncia la prenda.
—Tienes que lograr que tenga sexo contigo.— casi se ahoga con el agua al escucharla.
—En verdad, estás loca. No pienso hacer eso y menos con ese idiota.— dice en voz muy alta y señalándolo.
—Perfecto, entonces me pagas 5000$— la boca formó una perfecta O. —Ya sabes, el que no cumple, paga y ese es el valor.
—Tú sabes que no tengo esa suma, además, trabajo en dos lugares para poder pagar las cuentas y medicación de mi abuela.— pero Cynthia se encoge de hombros.
—Está bien, pero la próxima vez hare que te arrepientas.
—Anda, ve muero por ver cómo logras hacerlo. Puedes llevarlo al otro lado de la puerta verde, que es un baño en inhabilitado y suelen usar para divertirse. – dice enfatizando esa palabra.
No le contesta y justo cuando ve que el chico se pone de pie, se acomoda la pollera de cuero que lleva, realza más su escote, retoca su maquillaje de labios y va directo a seducir a la presa.
—Suerte, mamasita.— se burla y sin darse la vuelta le muestra el dedo corazón.
Abigail jamás imaginaría que luego de ese encuentro y lo que le haga en ese cuarto, no habrá mujer que logre volverlo loco otra vez.