No estás solo
Las palabras de Siu habían provocado que el corazón del príncipe saltara de emoción. El hecho de que la chica mencionara lo que él en secreto iba buscando era algo extraordinario que en verdad no se esperaba y si no fuera tan reservado, hubiera gritado de euforia allí mismo, pero eso ni en sus sueños pasaría.
«Será posible que el Fenghuang me esté enviando señales, y me haya guiado hasta aquí? ¡Pero qué rayos! Eso suena demasiado fantasioso y ridículo ¡Ya cálmate Yun!», pensó mientras fruncía el ceño con sutileza y bajaba la mirada.
—Pues, no lo dije por nada en especial... solo te deseé suerte en tu travesía, chico gruñón —sonrió Siu con picardía mientras le guiñaba un ojo.
—No soy gruñón, simplemente soy precavido y curioso —soltó Yun con seriedad y suspiró al sentirse un mocoso inmaduro, que se hace ilusiones antes de tiempo.
—Esa es otra manera de confirmarlo. Eres demasiado serio, sonríe —la chica comenzó a reír y sus padres contuvieron una risita.
—Bueno... volviendo al tema, a nuestra pequeña aldea, aunque no lo parezca nunca le ha faltado agua fresca y alimento. Todo se lo debemos a la protección del Fenghuang —respondió el padre de Siu.
—Es verdad, por eso siempre despedimos a la gente honrada con esas palabras —agregó la madre de la chica.
—Sobre todo, aquí en Yumai creemos con fe que él ronda por estos lugares. El más viejo de la aldea cuenta que su abuelo tuvo encuentros con ese ser divino no muy lejos de aquí, pero, en la actualidad no se han probado tales hechos. Lo que sí puedo decir es que, ha sido tanto el impacto de esas anécdotas, que en la parte más alta de la montaña, usted podrá ver un monumento en honor al Fenghuang erigido por nuestros antepasados. Hace décadas muy pocas personas visitaban ese lugar, pero ahora ya ni los pueblerinos de esta aldea vamos por ahí, ese trecho es muy peligroso—añadió el señor.
—Yo sé que con esto que le decimos no se detendrá jovencito, lo veo en su mirada, pero queda advertido que es casi un suicidio ir a esa montaña y tiene que estar consciente de eso —finalizó la señora.
Estos testimonios que acababa de escuchar no estaban escritos en ninguno de los libros de historia que Yun había leído en el palacio. Por lo regular las escrituras antiguas afirman que esta respetada criatura, solamente ha manifestado su poder por medio de plegarias. Esa deidad no va a los pueblos paseándose para probar su existencia y mucho menos hace milagros como el que él mismo buscaba. A pesar de aquellas advertencias Yun sentía alivio y en su alma guardaba fuertes esperanzas. Algo le decía que su querida madre se curaría en menos de lo que tenía estipulado.
«Debe haber más de una forma para invocarlo y necesito saber cuál. Voy a ir hacia ese monumento a como de lugar», el corazón de Yun latía con determinación.
—Muchas gracias por compartir esa información con este viajero —respondió con una sutil sonrisa.
—Ha sido un placer jovencito, tenga cuidado con las fieras que rondan por la maleza oscura y sea precavido porque las apariencias engañan —advirtió la señora el ceño fruncido.
—Por cierto, se nos ha olvidado presentarnos. Yo me llamo Fong Wu y mi esposa es Guen. Por supuesto que a nuestra hija Siu ya la conocía —dijo entre sonrisas.
—Mucho gusto en verdad, señores Wu. Mi nombre es Yun— esbozó con discreción.
—Ese nombre me suena... —se quedó cavilando el señor Fong, pero fue sacado de sus pensamientos por la voz de su esposa.
—Ah, por cierto... ¡No se vaya aún! ¡Espere un momento! —exclamó la señora Guen, mientras se dirigía dentro de su casa.
—¿Eh? —Fue lo que Yun alcanzó a esbozar ante las sonrisas del señor Fong y de Siu.
La señora Guen le dio a Yun un poco de comida para el viaje, ya que sabía que su jornada, sea cual sea era arriesgada. Siu colgó en su cuello una cantimplora con agua fresca y Yun no podía sentirse más agradecido con la vida. Al cabo de un par de minutos, los señores se despidieron con una reverencia y entraron a su hogar, dejando solos a los dos jóvenes.
—Por cierto Siu, quiero que sepas que, si sobrevivo volveré para ayudarles en lo que necesiten, es una promesa. Hasta pronto —inclinó su cuerpo en señal de despedida.
—En verdad que has demostrado ser educado y muy amable con nuestra aldea. Por eso me ofrezco a acompañarte, solo por si acaso tienes la suerte de encontrarte otra emboscada como la de hace rato —dijo amable la chica, mientras tocaba su carcaj lleno de flechas.
—Siu, en verdad te agradezco, pero es muy en serio que mi jornada la debo cumplir solo. De otro modo jamás lo lograré, espero que me comprendas —respondió con firmeza en su voz.
—Ay por favor, Yun ¡Déjate de pretextos! Si quieres yo puedo ir oculta entre los árboles, así ni siquiera vas a notar mi presencia. Es parecido a andar solo ¿No lo crees? —propuso enérgica.
—Oye, de verdad no quiero ser grosero, pero... –Siu no lo dejó concluir su frase.
—Además ¿Qué crees? —ella se acercó a él para hablarle en secreto —. Yo conozco esos senderos como la palma de mi mano.
—¿Acaso piensas que no puedo cuidarme? —Yun se alejó un poco para mirarla a los ojos —. Te recuerdo que he venido viajando solo hasta cerca de la Aldea Yumai, estas ofendiendo mi honor —bufó molesto.
—Sí, bueno, porque esos pueblos civilizados seguramente están repletos de guerreros y ahí también vive el gobernante con su familia, es obvio que no es tan peligroso. Este sector está desprotegido para aventurarse así y tú eres necio —agregó Siu, molesta.
—¡Iré solo he dicho y eso es todo! —escupió casi sin analizar sus palabras.
—Bien... vete entonces –dijo con seriedad—. Pero después no digas que nadie se preocupó por ti ni te quiso ayudar ahí afuera —mostró la lengua, se dio la vuelta y entró a su casa.
«Siu... Pero qué chica tan testaruda e inmadura, aunque de gran corazón. Si tan solo comprendiera», sonrió mientras recordaba como aquella rebelde sacaba su lengua con enojo.
Yun se ajustó su sombrero coolie, verificó si llevaba su única arma y aquellos bendecidos alimentos. Cuando vio que todo estuviera en orden, comenzó a caminar a paso ligero. Sin poder evitarlo, seguía pensando en lo extrovertida que era aquella joven risueña, pero con la misma se concentró en su misión. Sabía que en menos de lo que esperaba caería el primer ocaso y aún se sentía lejos de su objetivo.
Con el acertijo en su mano, se abrió paso por aquel desolado sendero polvoriento. Agradeció que al menos no le habían robado su coolie, ya que eso le sería de mucha ayuda para soportar el intenso calor que hacía en esas tierras. El camino hacia la montaña iba a ser bastante agotador, pero valdría la pena, todo con tal de encontrar al Fenguang.
Aceleró el paso de manera gradual, ya que no quería caer agotado tan rápido. La desesperación invadía cada resquicio de su ser. Pensó en su convaleciente madre ¿Cómo estaría en esos momentos? ¿Su dolor incrementó o cedió? ¿Su padre estaba en paz? Conocía bien su carácter, él no se iba a quedar de brazos cruzados y ojalá aquel sabio no fuera un fanfarrón más en busca de fama y dinero. Tantas interrogantes y divagaciones que no tendrían una respuesta, solo se quedarían en el limbo de sus caóticos pensamientos.
Con cada paso que daba aquel sendero se iba volviendo más estrecho y la maleza comenzaba a ser mucho más abundante, también la fauna alzaba su voz alrededor escondida entre la vegetación. El sol aún seguía con su brillo imponente, eso era buen indicio, el ocaso aún aguardaba su llegada. En definitiva a pie todo era más complicado, ya que el cansancio comenzaba a hacer leves estragos en sus pies, pero no podía detenerse, no ahora.
Yun tomó un trago de agua sin bajar la velocidad de sus pasos y con la misma cerró bien la boquilla de la cantimplora. Un destello de luz anaranjado lo hizo alzar la vista hacia el frente, pero quizá el intenso sol le había jugado una ilusión óptica, como siempre, así que no le prestó mucha atención. Lo que sí divisó a lo lejos fue una casa de madera. Por supuesto que existía una gran posibilidad de que hubiese personas habitándola, pero parecía abandonada y ese pensamiento provocó un escalofrío corrió por su espina dorsal.
«Qué extraño, la familia de Siu no me alertara que hubiera gente a la redonda fuera de Yumai. Bueno... Es de esperarse que haya personas viviendo lejos», reflexionó para calmar sus nervios.
La casa era cada vez más visible y aquel silencio que se sentía en los alrededores comenzaba a desesperarlo un poco. Al poco tiempo Yun al fin pasó frente aquella casa que emanaba una vibra extraña, quizá por el hecho de que estuviera en medio de aquel lugar, pero lo que más le provocó escalofríos era aquel tenue llanto que lograba percibir desde los alrededores, ni siquiera sabía si provenía del interior de la casa o de alguna otra parte.
Apresuró el paso para dejar atrás ese lugar escalofriante, su prisa podía más que cualquier otra sensación que tuviera en su ser. Por una fracción de segundo volteó a ver cómo con cada paso se alejaba de aquella lúgubre casa. Cuando regresó su mirada al frente vio algo a mitad del sendero que le aceleró el corazón.
«¡Por todos los cielos!», fue lo que logró pensar antes de correr en la ayuda de aquella desfallecida mujer en medio del camino.