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Calor de invierno.

Viernes por la tarde y ya se puede sentir Aires de primavera, loco porque aún falta para esa estación, de igual modo no perderé la oportunidad de provocar al profesor González ¡Quiero que note que existo! ¡Necesito que me note! Sin más, elegí el conjunto que me iba a poner el día de hoy: una calza Oxford y una musculosas de esas que hacen que resalten los atributos femeninos. Algunos pensaran que soy descarada, otros que soy una puta porque nuestro con orgullo mi cuerpo y vivo mi sexualidad como más deseo, sin importarme si es casado, soltero, viudo o divorciado. Es mi cuerpo y yo decido sobre él.

Estaba en esas épocas de no hallarme con ningún color ni corte en el cabello, ¿Vieron cuando una se siente que algo te falta y no sabes qué, pero de igual manera seguís experimentando con vos misma? Bueno, a mí se me había dado por agarrar de punto mi cabello y ahora lo tenía de color negro azulado y me había ido a la peluquería hacer rulos, algo así como una permanente. Muchas son locas desquiciadas por el pelo lacio, a mí me pasa lo contrario.

Me mire al espejo, me acomode los pechos, hice a un lado mi flequillo, alborote mi pelo, me puse unos anteojos de Sol, para verme más sexi porque pese a que hace calor, está nublado; tome mi bolso y me fui al profesorado. Durante el camino no podía evitar sonreír ante las miradas y los comentarios que me regalaban los hombres, especialmente el tipo del autoservicio que trabaja a una cuadra del ENS 3, es un morocho de un metro sesenta y pico con una espalda que está para clavarle las uñas mientras te entierra el miembro una y otra vez encima tuyo. Aparentemente es casado, porque tiene alianza de todos modos como dije, poco me interesa, si puede saciar mis ganas es lo único que me importa.

Ni bien llegué al Normal y subí las interminables escaleras al pasar por el aula de lectura veo que se encuentra el profesor González con unos libros (mierda, joderme si vamos a usar los diseños curriculares.) Iba a segelarge largo pero a medio camino me detuve y me dije ¿Y si le comento algún inconveniente que tenga respecto de la materia? A lo mejor quien dice que termine teniendo clases privadas. Sin más, me dirigí bien decidida hacia la sala y al llegar a la puerta, tres toque lo toman por sorpresa y tengo para mí toda su atención.

- Disculpe profesor, necesito hablar con usted ¿Tendrá algún tiempo? – le digo tratando de ocultar mis ganas de saltarle a la boca y comerlo a besos.

- Claro, por supuesto. Pase y siéntese dónde esté más cómoda. – el único lugar donde puedo sentirme cómoda es encima suyo con mis piernas abiertas.

- Gracias. Mire, yo quisiera hablarle de la materia dado que la estoy recursando y… - menti, en verdad no tenía ni idea de lo que trataba la materia solo el común denominador de todos: las teorías pedagógicas. Por lo que fui por ahí. Recordaba el nombre de Piaget y Bruner, por lo que arranque desde estos dos

- Tenía entendido que en mi clase solo dos alumnas habían recursando, desconocía tu caso. – me dice dudoso.

- Es que yo me bajé a la tercera clase por lo que prácticamente ni me conocía la profesora. – le dije rogando que no descubriera las verdaderas intenciones. -Bueno, mis dudas van por las teorías de Piaget y Bruner. Por más que quiera no logro entender sus teorías. –

- Mire, yo no puedo explicárselas ahora mismo dado que tenemos la clase, pero puede anotarse en las clases de apoyo de los miércoles. –

- ¿Usted va a estar? – le digo entusiasmada pero el niega con la cabeza. – ah. – concluyo desanimada.

- De todas maneras si necesita que le expliqué algo en particular no tengo problema en hacerlo si tengo el espacio para hacerlo. – me contesta y yo no puedo evitar sonreír ampliamente

- Bueno, me voy a la clase. ¡Allí lo veo! – le digo para irme meneando mía caderas más de lo normal pero no al borde de la exageración.

. . .

Tercera semana de clases y ya puedo sentir molestia de tanto que se me insinúan las alumnas y no es que me crees irresistible ni nada de eso, más bien molesta que no me dejen hacer mi trabajo y que estén constantemente haciéndome preguntas sobre mi vida privada.

Está alumna, si mal no recuerdo se llama Camila, hacia tan evidente su interés que hasta me causaba cierta risa más bien porque si quiera disimula el hecho de que desea buscar cualquier momento para pasarlo a solas conmigo y es un gusto que no voy a darle.

Llevaba poco tiempo de casado con una mujer maravillosa que por nada del mundo se merecía que si quiera piense en otra que no sea ella.

El que me hayan asignado está institución me venía bárbaro dado que estaba a 10 minutos de la UBA y no necesitaba andar a las corridas como cuando trabajaba en la otra punta de ella ciudad.

Ni bien ingresé al aula ya podía sentir en mi espalda sesenta pares de ojos observándome y no precisamente interesados por la clase. No es que me sienta el centro del universo o la última gota de agua en el desierto, solo que trabajar en estas condiciones es muy molesto.

Luego de explicar las consignas de trabajo y asignar los grupos, recorro los equipos con la intención de ofrecer mi ayuda para algo y “casualmente” la mayoría necesitaba que le explicará algo. Ni bien regrese al escritorio y me senté, comencé a pasear, visualmente, pro el aula y observarlos detalladamente. Con la diversidad de mujeres que había en este espacio tenías gustos para todos pero mis ojos, por alguna extraña razón, se posicionaban en ella. Camila Ayala.

Y ahí está ella, mordiendo la punta de la lapicera y sin entender por qué lo encontraba terriblemente sexi. Jugaba con los rulos de su cabello al mismo tiempo que de vez en cuando se mordía el labio y me despertaba el deseo de querer tocarla, delinear el grueso perfil de sus hermosos labios para grabar en mis manos cada detalle de su boca. ¿Por qué me sentía así?.

Podía jurar que hasta se daba cuenta de que la estaba mirando, porque de un momento a otro me regala una visión tan caliente que sentí que una corriente eléctrica me sacudió por completo. Si bien no estábamos en verano por alguna razón el tiempo nos regalaba una temperatura agradable y eso era lo que se podía observar en las alumnas. Algunas venían en pollera y en top, otras en shorts y strapless, para nada moral si van a ser docentes. Yo sé que a lo mejor tengo pensamientos machistas, pero así me han educado que cuánto más sugerente sea una mujer más atractiva la podemos ver. No sé, con ese concepto crecí. Pero Camila era diferente, ella, sin vestirse tan provocativa sabía cómo seducirte y su cuerpo era un poema delante de mis ojos.

Sus ojos color caramelo eran tan hipnotizantes como el vaivén de sus caderas al caminar. Sus labios eran tan carnosos que te hacían desearlos todo el tiempo y ese aro, que me parecía tan vulgar, ubicado en el labio inferior atravesando el mismo la hacían ver tan sexi que no podía evitar pensar cómo se sentirían en mis labios. Su cabello tenía el largo perfecto, que casi acariciaban el inicio de sus glúteos y sus pechos, tenían un tamaño perfecto que podría hasta jurar que cabrían perfectamente en mis manos.

No sé cómo fue que me quedé divagando en los rincones de mi cabeza, allí donde nace el deseo y las ganas de tenerla sobre mi, cabalgándome salvajemente y gimiendo mi nombre, que mi cuerpo lo notó y por primera vez sufrí una dolorosa erección.

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