Capítulo 4
- ¿ Si quieres podemos vernos todos los días hasta el día de la clase? - ¿ Qué dije? ¿Cada día? Estoy completamente loco.
Permanezco en silencio, lamentando la propuesta que le acabo de hacer.
- ¿ Hablas en serio? - me pregunta, y noto que sus ojos son aún más hermosos cuando se ríe.
- Claro. Deberíamos encontrar un lugar, pero por lo demás no hay problemas. Estaré encantada de ayudarte, siempre y cuando te esfuerces. Sin tonterías, ¿vale? - Le digo.
- ¡ Está bien! Trato hecho. - dice sonriéndome.
Una vez llegamos a la moto me entrega su casco y su perfume me golpea violentamente. Así huele, me encanta. Una vez que me subo instintivamente paso mis brazos alrededor de su cintura, él enciende la moto y el ruido me hace saltar, lo abrazo más fuerte, siento su camiseta en mis manos y me apoyo en su espalda mientras el viento me acaricia. . Me gusta andar en moto con él, pensé que sería más difícil pasar tiempo con David, pero en cambio me siento feliz de estar con él.
La moto se detiene y salgo de mis pensamientos, apenas me quito el casco el rastro de su olor que se va me hace entender que lo extrañaré.
- Gracias por el viaje. - le digo entregándole el casco.
- Mañana cuando salga del colegio espérame, mañana decidiremos el lugar... - arranca la moto y me saluda con la mano.
Lo saludo y me quedo allí observándolo, miro la moto y su parte trasera alejarse de mí con una sonrisa estúpida en el rostro. ¿Qué demonios estoy haciendo? Es David. Lea, basta, me reprocho pero todavía tengo su perfume en la nariz.
Una vez que regreso a casa recobro el control de mí mismo y afortunadamente la mesa está puesta. Mi padre y mi madre están en la cocina, los oigo hablar.
- Aquí estoy. Estoy aquí - digo entrando a la cocina
- Aquí está, ¿cómo te fue cariño? - me pregunta mi madre dándome un beso en la frente.
- Todo está bien. ¿Vamos a comer? ¡Tengo tanta hambre! Me voy a duchar y ya estoy. - digo mientras agarro una zanahoria y me dirijo a mi habitación. Una vez que llego tiro mi mochila al suelo y me dirijo al baño. Mientras me desnudo enciendo Spotify. La música de Ultimo me hace compañía mientras me meto en la ducha y el agua caliente me acaricia.
"...Caer en tus ojos y luego ver si camino
Que son tan grandes como las dudas que me duelen
Pero son hermosos como el sol después de una tormenta..."
Al cantar la letra de la canción "Cayendo en tus ojos", me encuentro pensando en David.
¡David! ¡Diablos, no! Simone... No puedo pensar en David pero no es simple, tengo el recuerdo de su olor y la sensación que tengo cuando me mira hace que sea casi imposible no pensar en ello. Por suerte logro salir del laberinto de mis pensamientos erróneos y logro estar en la mesa con mis padres.
- ¿ Cómo te fue hoy? - me pregunta mamá, girando su tenedor para enrollar los espaguetis.
- Bueno, repasamos la Segunda Guerra Mundial - respondo.
- ¿ Cómo está David? - me pregunta mi padre, mientras sorbe el vino.
- Estuvo bien hoy, trabajamos bien. - respondo. Volando sobre su cabello, su tupé desordenado, sus ojos que casi parecen tocarme. ¡No! No puedo decir estas cosas; de hecho, ni siquiera debería pensar en ellas.
- ¿ Se está portando bien? - me pregunta mi madre preocupada.
- Por supuesto, no es fácil tratar con él, pero digamos que sé cómo manejarlo - ¿puedo manejarlo? No estoy muy seguro.
Una vez que termino de comer me despido de mis padres antes de decir algo de lo que me arrepentiría y me voy a la cama.
Tumbado bajo las sábanas pienso en dónde podríamos ir a estudiar mañana. Empiezo a recorrer en mi mente los distintos lugares disponibles, la biblioteca, mi casa... absolutamente no, su casa... ¡absolutamente no! Maldita sea, ¿adónde podemos ir?
La mañana fue traumática: examen de inglés, ¡una pesadilla! Se siente como un infierno, aun así logré conseguir siete y después de este viaje entre aquellos que quisieran estar en otro lugar, la mañana pasó tranquila. Durante la lección de religión volví a mis pensamientos, escaneando en mi mente todos los lugares que podrían ser adecuados para nosotros pero, cuando sonó el timbre, todavía no había encontrado un lugar para ir a estudiar con David.
Recojo mis cosas y me dirijo hacia la salida, debo admitir que estoy un poco ansiosa. ¿Vendrá? O se burló de mí. Después de todo, me preguntó, necesita mi ayuda para recuperarse.
- Eres extraña Lea. ¿Todo está bien? - Emma interrumpe mis pensamientos.
- Sí, todo está bien. He quedado con David para estudiar pero no sé si vendrá. Ya sabes qué clase de persona es, poco confiable es quedarse corto. - Le digo.
- Tienes un gran problema. - dice dándome palmaditas en el hombro - Mira, esta noche hay karaoke en el pub. ¿Vamos? Los demás también vienen. - me pregunta.
- Por supuesto. - Respondo intentando mirar fuera del colegio.
- Te recogeré, nos divertiremos, Sofía quiere cantar y recuerdas la última vez. No conozco a nadie más desafinada que ella. - me dice riendo.
Hablando llegamos a la salida y vemos que nuestros compañeros están todos parados afuera de la puerta, me asomo para ver qué miran pero no puedo ver.
- ¿ Qué está pasando? - le pregunto a Laura.
Nadie me responde. Todos parecen aturdidos.
- Chicas, ¿qué es tan interesante? - digo mientras hago espacio para pasar.
- Aquí tienes. ¿Siempre eres el último en irte o lo hiciste hoy porque te estaba esperando? -
Repollo. David está delante de mí apoyado en su moto. Tiene una camiseta negra ajustada, una chaqueta de cuero gris, jeans claros rotos y unas Converse rojas abiertas. El cabello rubio, siempre despeinado, y por último unos locos ojos azules.
Me quedo quieto, con mis compañeros susurrando y riendo detrás de mí.
David se levanta, se acerca a mí y me entrega su casco.
- Lea ¿estás ahí o estás en otro planeta? Tienes que tener la cabeza lúcida para ayudarme. - me dice en tono arrogante.
- Sí... aquí estoy... estoy aquí... - Tomo mi casco y lo sigo hacia la moto. Mis compañeros siguen ahí parados mirándonos subir a la moto, veo a Emma haciéndome señas con la mano para que me llame más tarde.
En cuanto nos subimos a mis brazos regresamos al lugar que aman y cuando arranca la moto ya estoy recostado en su espalda, mientras el viento me acaricia recuerdo que no le pregunté a dónde vamos.
¿Y adónde me lleva ahora?
No reconozco la calle, pero no me importa, ¡me encanta estar así! Podría llegar a París en moto con él. Puedo olerlo en el casco, creo que podría dormir con este casco puesto.
¡No! ¡No! Lea no piense en estas cosas, ¡yo no debería pensar en él así!
Inmediatamente me alejo, pero cuando mis manos sueltan su camisa, él las vuelve a colocar en su lugar con una mano.
¡No tengo escapatoria!
No tengo otra opción y decido disfrutar de su cercanía.
Llegamos a un espacio abierto. Los árboles rodean el lugar, el sol se filtra entre las ramas llegando ligero sobre nosotros. Sólo queda el canto de los pájaros como telón de fondo de nuestra llegada. En cuanto me quito el casco me siento huérfano, lo extraño al instante.
- ¿ Dónde estamos? - pregunto recuperando la compostura.
- Estamos en el lago, aquí hay bancos donde podemos estudiar. - dice señalando un camino de tierra.
Lo sigo y mientras caminamos su rostro angelical me hace pensar en las cosas que suele hacer. El año pasado lo suspendieron porque había golpeado a un profesor y después de la escuela había escrito "imbécil" con un aerosol en la puerta de su oficina. Por suerte la profesora había sido trasladada, sino no sé qué hubiera pasado este año. Ha estado en varias peleas, algunos niños dicen que sus golpes son furiosos, pierde totalmente el control.
- ¿ Qué estás pensando? ¿Estás en silencio? - me pregunta.
- A ti. - Maldita sea, en realidad lo dije.
- ¿ A mí? ¿Y tú cómo piensas en mí? - me pregunta deteniéndose y mirándome con esos ojos que ahora usa para intentar encantar.
Lo alejo - Nada en ese sentido, estaba pensando en las cosas que hiciste el año pasado con el Prof Cecchi. - Le digo, arrepintiéndome al instante.
Él permanece en silencio y veo que sus rasgos se endurecen, se da vuelta y comienza a caminar de nuevo. Me uno a él, tal vez no debería haber dicho nada.
- Ya conoces a Lea. ¡Soy un idiota, sabes! Pero verás, rara vez actúo sin razón. No soy un loco que tira un puñetazo si no hay motivo. - me dice sin dejar de caminar y siempre mirando hacia adelante.
- ¿ Y cuál fue el motivo? Si puedo preguntar. - le pregunto vacilante.
- Aún no somos lo suficientemente cercanos... para intercambiar secretos. - dice guiñándome un ojo.
Él no quiere hablar de eso y está bien, no quiero obligarlo. Nada más llegar noto un banco, no hay nadie allí y el lugar es maravilloso. El lago está rodeado por un camino de grava blanca y todo está ambientado en una pradera verde esmeralda con árboles y flores de todos los colores. En el centro del lago hay una pequeña isla, los patos la utilizan como refugio para dormir. En el césped hay bancos esparcidos aquí y allá y David se dirige hacia el primero a la izquierda del camino, nada más llegar nos sentamos uno frente al otro.
Es el lugar al que siempre vengo con Simone, pero tengo que reconocer que sólo lo he visto de noche y de día es maravilloso.
- Ayer nos quedamos con las causas, ahora diría que hablemos de los lados. ¿Qué dices? - le pregunto.
- Estoy en tus manos. - me dice con una sonrisa ambigua.
- David... en serio por favor. - Le advierto.
- Ok... tomemos partido. - me dice seriamente.
Dedico una hora a hablar de bandos, profundizo en la invasión de Polonia por parte de Alemania, la declaración de no beligerancia de Italia en un primer momento y su posterior entrada en la guerra en . Él me escucha, sus ojos están puestos en mí y tengo que mantenerme concentrada para no perderme.
- ¡ Entiendo! Así, Alemania, Italia y Japón estaban solos frente a sus aliados: Francia, Gran Bretaña, la Unión Soviética y China. En , después de que Hitler ocupara Francia, Mussolini decidió entrar en la guerra, a pesar de que el ejército no estaba preparado. - me repite seriamente.
- Así es. - Le digo entre aplausos. Tenía razón, él me escuchó.
- ¡ Está bien! Entiendo. Pero escucha, tomemos un descanso ahora. Vamos a ver los peces. Tú vienes. - dice levantándose y agarrando mi mano.
- David, espera, me estás haciendo caer. Grité mientras él me empujaba hacia la orilla del lago. El toque de su mano me incomoda, siento su piel sobre la mía y un escalofrío recorre mi espalda, no puedo entender nada cuando estoy con él.
Nos sentamos en la orilla y el cuerpo de agua iluminado por el sol hace que ese lugar sea mágico, el agua es tan clara que se pueden ver los peces nadando.
- Qué maravilloso. - susurro tratando de concentrarme en la vista y no en él.
- ¿ Nunca has estado aquí antes? - me pregunta, arrancando una brizna de hierba.
- Bueno, sí pero... - Respondo vacilante.
- ¿ Pero qué? - me pregunta con curiosidad.
- Vengo con mi novio, pero sólo por la noche. - Respondo, debería darme vergüenza pero con él me doy cuenta de que soy más libre que en otros momentos.
- Entiendo, vienes allí a tener sexo, por eso es mejor venir por la noche, tienes razón. - me dice riendo.