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Capítulo 3

- Buenos días. - Le digo, mientras me siento a su lado.

- ¡ Buenos días joder! Lea, que lata, esta guerra me está poniendo patas arriba... No entiendo nada. - me dice, cerrando de repente el libro.

Estamos repasando la Segunda Guerra Mundial y Emma no está muy contenta, pero la entendí y logré sacar un ocho en el examen de historia de la semana pasada.

- Hoy tienes tu primer encuentro con David, ¿verdad? - me pregunta Emma.

- ¡ Sí, eso espero! No sé qué hacer. El director me dijo que tengo que ayudarlo en historia y filosofía. Creo que tendré que seguir el programa, de todos modos le preguntaré hoy. - Le digo mientras sigo arrepintiéndome de la elección que hice.

La lección de italiano es mi favorita, la profesora Mariani es tan buena explicando que siempre añade algunas pistas sobre la vida de los autores, lo que me apasiona especialmente.

Habla apasionadamente, acompañada del sonido de sus tacones mientras camina por el aula, sus sombreros grises recogidos en un moño, siempre viste camisas con cuellos de encaje y faldas por debajo de la rodilla. Parece sacado de un libro de historia. Pasa la hora hablando de Alessandro Manzoni y los novios, pero sigo fascinado por la supuesta historia entre su madre y su verdadero padre, Giovanni Verri, y cómo se casó con el Conde Manzoni. La idea de que Manzoni fuera el sobrino de Cesare Beccaria me sorprende... cuánta inteligencia había.

La hora termina y la monza de Monza ha sido suficientemente tratada. No pude evitar sentir tristeza por ella, forzada a una vida no deseada.

Me acuesto en el escritorio esperando la clase de matemáticas, pero no consigo que me guste. Realmente espero que la maestra no me llame, no quiero estar una hora en el pizarrón.

Por suerte no es mi turno y me voy pensando en David. Me pregunto si aparecerá esta tarde y si colaborará, ayer me sorprendió ayudándome pero no quiero hacerme demasiadas ilusiones.

Suena el timbre y digo gracias, no quiero escuchar conceptos nuevos hoy. Mientras mis compañeros se van a casa, yo me dirijo hacia el césped detrás de la escuela. Esperaré aquí el momento en que tenga que encontrarme con David.

Nada más llegar tiro mi mochila al suelo y me acuesto, inmediatamente siento el pasto debajo de mí y el olor de las flores me hace compañía. El cielo es de un azul impresionante, de vez en cuando mi atención es captada por pequeñas nubes que parecen mechones de crema batida. Me siento relajado y los pensamientos se quedan fuera de mi cabeza, siempre pienso demasiado y esto me cansa, tengo tendencia a querer organizar y controlar todo lo que me rodea, pero a veces este control me hace sentir agotado. Me labro momentos en los que obligo a mi cabeza a vaciarse, sin pensamientos, sin preocupaciones, nada... sólo las nubes navegando libremente en el cielo sobre mí.

Me distrae el gorgoteo de mi estómago impávido, ¡todavía no he almorzado! Me equipé esta mañana, abro rápidamente mi mochila y tomo un sándwich del bar de la escuela. Lo muerdo y siento los camarones con salsa rosa provocando mi paladar. Está delicioso y lo termino bastante rápido y luego me recuesto y vuelvo a mirar las nubes. Pasa uno que me recuerda a un conejito y recuerdo el peluche que tenía cuando era niña. Su nombre era Peppo y era blanco con orejas rosadas, tenía una campanilla atada al cuello con un lazo rojo. Era irresistible para una niña de seis años, de hecho a mí me encantó y lo llevaba a todas partes. Ahora no sé dónde está, cuando llegue a casa quiero preguntarle a mamá si recuerda dónde terminó Peppo.

Mis pensamientos son interrumpidos por el teléfono celular: Es Simone, sólo ahora recuerdo que hoy tenía un examen.

- Hola amor, ¿cómo te fue? - Pregunto con interés, mientras las nubes juegan a la mancha.

- Hola amor, respondí todas las preguntas y al final obtuve treinta. Quería obtener buenos resultados en este examen. ¿Dónde estás? -

- ¡ Bien hecho amor, lo hiciste genial! Estoy en el parque detrás del colegio, he comido y estoy aquí tumbada descansando mientras miro las nubes. Espero hasta las cinco para la reunión de tutoría. -

- Sí... David, buena suerte. Siempre te metes en situaciones extrañas. - me dice con tono de queja.

- No empieces, ya te lo he explicado... Luego ni siquiera sé si aparecerá. - Respondo nerviosamente. A veces realmente me enoja.

- Está bien Lea, haz lo que quieras. ¿Nos vemos el sábado y vamos al lago? -

- Simo, miremos, es pronto para decidir. Hablamos mañana y luego decidiremos, ¿vale? -

- Está bien. Hasta mañana. - me dice en tono indiferente.

- Nos vemos mañana. - Respondo antes de colgar.

A veces me cabrea mucho sólo pensar en ir al lago, a mí también me gusta, ¡pero joder, también podríamos hacer algo diferente! Desde que tuvimos relaciones sexuales, Simone sólo quiere ir allí.

Ahora basta de pensar, tomo mi libro y empiezo a leer. Las palabras fluyen rápidamente, estoy totalmente absorto en la historia. Tumbado en el césped me obligo a mirar la hora y carajo, son las cinco menos dos minutos: ¡llego tarde!

Rápidamente me levanto, agarro el libro y lo tiro en mi mochila, lo agarro y corro. Cruzo el césped y, aún corriendo, llego al patio del colegio, sigo y entro al edificio, subo las escaleras y finalmente me encuentro frente al salón. La puerta está abierta, me armo de valor y entro, me quedo sin aliento de tanto correr y me detengo para recuperar el aliento.

- ¿ Corriste para venir a mí? - Me habla David mirándome divertido mientras yo respiro para recuperar el aliento y le hago señas con la mano para que se detenga.

Él continúa mirándome y riéndose.

- Aquí estoy, perdón por la demora. - digo colocando mi mochila sobre la silla - Me alegro que hayas venido. - mi aliento aún no ha regresado del todo, pero puedo hablar.

- Eres feliz... - responde con indiferencia, sentándose en la mesa frente a mí.

Él me mira y yo le sostengo la mirada, si cree que me está intimidando actuando como un chico de ojos fríos, está equivocado.

- ¿ Por dónde quieres empezar? - le pregunto mirándolo.

- Bueno, ¿tengo una idea? - me dice con expresión de guiño mientras se pasa una mano por el cabello y noto un tatuaje en su antebrazo: Una pieza de rompecabezas, una sola pieza con contornos grises.

Siento sus ojos sobre mí y me siento incómodo.

- ¡ David, basta! Estamos aquí para estudiar y nada más. - Le digo resueltamente.

- Vamos pequeña Lea... no quieres intentarlo... sería una maravillosa primera vez para ti conmigo. - me susurra sin dejar de mirarme.

¿Primera vez con él? ¿Pero quién diablos se cree que es? Este tipo tiene el poder de hacerme perder el control y odio perder el control.

- Escúchame con atención, tú y yo sólo estamos juntos para estudiar. Nunca, jamás por otras cosas, ¿entiendes? ¡No haremos nada más, nunca! Entonces, no deberían importarte nada mis primeras veces. Ahora siéntate en la puta silla y abre el libro. - digo señalando la silla al lado de la mía.

- Mantén la calma. Me sentaré si respondes una pregunta. - me habla con arrogancia y me pone nerviosa.

- ¿ Qué quieres saber? - pregunto ahora con impaciencia.

- Dijiste tus primeras veces… ¿ya tuviste tu primera vez? ¿Ya has tenido relaciones sexuales? - me pregunta con extrema calma, como si me preguntara qué almorcé. No lo creo, pero ¿qué carajos me preguntas? Me gustaría no responder pero luego pensó que si respondía tal vez podríamos empezar a estudiar.

- Sí, David, ya no soy virgen, si es lo que preguntas. Tengo novio desde hace un año y ahora que respondí tu pregunta, ¡siéntate! - Mi tono es perentorio. Realmente me cansó.

Me mira divertido y se sienta.

- ¿ Por dónde empezamos? - me pregunta con una sonrisa pícara en los labios.

- Dime tú. ¿Historia o filosofía? ¿Qué necesitas primero? - Pregunto con muchas ganas de empezar, su actitud me vuelve loca. Es desagradable y obstinado.

- Dentro de dos semanas tengo un examen sobre la Segunda Guerra Mundial y no entiendo nada al respecto. - dice tomando el libro de historia.

- Perfecto, comencemos con la historia. Leamos juntos y luego te explico lo que no entendiste, ¿vale? - digo esperando que todo salga bien.

David empieza a leer y lo escucho, lee muy bien y tiene una voz hermosa, me quedo escuchándolo sin escuchar nada de lo que dice. Su rostro es casi angelical y contrasta con sus modales. Mientras lee se toca el cabello con una mano, es corto a los lados y un poco más largo en la cabeza. Con la mano despeina el tupé, que queda adorable.

- ¿ Y ahora? - pregunta mirándome.

- Ahora dime lo que no entendiste. - Intento que no se dé cuenta de que no estaba prestando atención.

- Sé el primero en explicarme todo desde el principio. Mientras tanto, ¿cómo carajos empieza esta guerra? - me pregunta con un aire inocente que lo hace casi tierno.

- El hecho desencadenante es la invasión de Polonia por parte de Alemania... - le digo.

- Entiendo, pero ¿Italia? ¿Cómo encaja? - pregunta mirándome con expresión inquisitiva.

- Italia estaba bajo la dictadura de Mussolini, éste hizo un acuerdo con Hitler: el pacto de acero. En Hitler y Mussolini establecieron que si uno de ellos entraba en la guerra el otro intervendría poniéndose del lado de él. El acuerdo también era válido en caso de un conflicto ofensivo, es decir, si Alemania atacaba, Italia tenía que tomar partido. -

- Joder, no entendí nada. Gracias Lea – me dice sonriendo.

Pasamos la siguiente hora repasando las distintas fases de la guerra, le explico y él me mira atentamente. Siento sus ojos azules sobre mí. Es un sentimiento que no entiendo.

- Mira, ya hemos hecho mucho por hoy, yo diría que paremos, sino no entenderé nada. ¿Qué dices? - me dice abriendo los brazos y recostándose en la silla. Mi cara está roja, se nota que está cansado, debo decir que estuvo atento todo el tiempo.

- Sí. Tienes razón, demasiadas nociones - respondo, sintiendo siempre que tengo sus ojos puestos en mí.

Una vez que hayamos ordenado nuestras cosas ya estamos listos para salir.

- Te llevaré. - dice mirándome.

- No importa, gracias. - Respondo, pensando en el paseo de ayer en su moto. El recuerdo de su olor me hace sonrojar.

- ¿ Prefieres patear en las pelotas a desconocidos? Vamos, que es el mismo camino que tengo que tomar para llegar a casa. - me dice con aire arrogante.

Tiene razón, no quiero sentirme como la noche anterior, esos matones me asustaron, pero andar en moto con él me da vergüenza.

- Está bien. Entonces, gracias. - responden siguiéndolo, pero manteniendo la distancia.

- ¿ Cuándo tenemos la próxima reunión? - me pregunta mientras camina.

- La próxima semana, martes -

- ¿ Cómo? ¿Sólo dos reuniones por semana? - me pregunta deteniéndose y mirándome con expresión inquisitiva.

- Sí, eso me lo dijo el director - respondo, tratando de liberarme del control que tienen sus ojos sobre mí.

- Esperamos poder hacer historia en dos partidos más. El mío me estresa. - habla y lo miro. Creo que tal vez podría ayudarlo más pero no sé si irá bien, después de todo él necesita mi ayuda y el director me pidió específicamente que lo ayudara. Lo miro y esos ojos me atraen hacia él. Maldita sea, es realmente hermoso.

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