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Capítulo 4

Leonor, por su parte, con una mano se apretaba los pechos, pasando del uno al otro de manera cachonda, oprimiendo los pezones, retorciéndolos, con suavidad, dándoles un placer insospechado, mientras que con la diestra, se frotaba rabiosamente la pucha, poniendo especial énfasis en el endurecido clítoris, con el único fin de que el placer la hiciera olvidarse de todo y se entregara de lleno a él.

Al ver que su vieja aflojaba el cuerpo relajándose y aceptando lo inevitable, David, inicio el vaivén cachondo, entrando y saliendo del apretado fundillo que cada vez lo enloquecía más.

Los peludos huevos de él chocaban contra los bellos y carnosos muslos y labios vaginales, que le provocaban una grata sensación de beneplácito, los brazos de David, rodearon la cintura y sus manos se clavaron en el triángulo de vellos rizados y negros de ella, el dedo medio del macho toco el clítoris y comenzó a masajearlo delicadamente mientras la otra mano abría los labios del sexo.

Ella comenzó a jadear llena de placer y deleite, mientras el miembro seguía entrando y saliendo dentro de aquel conducto trasero, las nalgas, se encontraban un tanto cuanto abiertas por el paso de aquella lanza de carne.

La excitación se desbordó por completo, alcanzando el máximo permitido y Leonor, tuvo un orgasmo como nunca antes lo había disfrutado en su cachondo cuerpo.

La sangre hervía con furia y todo su ser se estremecía de manera involuntaria, sus músculos se tensaron y en la cabeza le estallaron miles de luces de colores, trasladándola al paraíso supremo de la lujuria, del placer compartido y de la satisfacción plena, lograda y consumada, en aquella entrega total y sin condiciones.

Toda su piel se estremeció por un escalofrío que la recorrió de pies a cabeza y sus pezones se pusieron más duros que de costumbre, David, también pudo disfrutar a plenitud de aquel momento, puesto que sus cuerpos estaban tan unidos que se transmitían las vibraciones de placer ilimitado, el chafalote, aún sepultado en el recto de la hembra.

Ya no fue capaz de soportar tanta excitación, sobre todo aquellos ricos apretones que el esfínter le daba y dejó que su placer se liberara arrojando un chorro de abundante crema espesa y caliente, retacando el recto de ella y bañándole las entrañas, lo que le provoco un placer adicional a la cachonda vieja que gimió con toda la fuerza de sus pulmones.

—¡Aaahhh…! ¡Que rico se siente todo esto…! Así, así, así, llename con tu leche… ooouuuhhh, está muy rica, la siento calientita y espesaaahhh... empújame máaassss, rómpeme el chiquitooohhh quiero ser toda tuyaaaaahhhh, Aaahhh, huumm, jumm, jumm, ¡Eres todo un cabrón cogelón…! Y me encantaaaaahhhh.

Después de aquellos estremecimientos de la doble venida, los dos se mantuvieron quietos y durante algunos segundos permanecieron exhaustos, relajados, estrechados en aquel apasionado abrazo, ninguno deseaba romper el encanto de aquel momento.

El miembro de David, al perder tensión, se fue recogiendo y abandonando aquel conducto que recién desvirgara, y que tanto placer le proporcionara en su estreches suprema y rica, ellos no se movieron, por algunos minutos continuaron en la misma posición, recobrándose de lo hermoso que acababan de experimentar y que les resultara tan grato y delicioso, en sus rostros se podía ver la satisfacción y el deleite que vivieran juntos.

—¿Qué vas a hacer ahora? —pregunto de pronto David, haciéndola que diera media vuelta y quedara frente a él— digo, después de esto.

—Tengo que volver a la oficina, tu padre quiere que arreglemos unas cartas y que le concerté una entrevista. —respondió ella acariciándole el rostro con ternura.

—Ni hablar, todos tenemos obligaciones y hay que cumplir con ellas como debe de ser para que la vida continúe —respondió él al tiempo que le acariciaba las nalgas con un profundo deleite. Se levantó y comenzó a vestirse diciéndole con un tono normal.

—Nos veremos la próxima semana a estas mismas horas... Miriam, tiene que ir al médico y podemos aprovecharlo tú y yo para gozar de todo lo que nos gusta.

—Sí, como tú quieras, ya sabes que yo siempre estaré “esperándote” —respondió ella visiblemente molesta— sólo podemos estar juntos cuando tu mujer te suelta la correa, como si fueras su cachorrito… antes ni siquiera vienes a verme.

—No te quejes, tu domador tampoco te tiene muy suelta que digamos.

—Por lo menos yo me atrevo a retarlo haciendo el amor contigo en la misma recamara que comparto con él, imagínate lo que pasaría si él llegara encontrarnos, cuando estamos cogiendo, de menos nos mataba a los dos.

—A ti tal vez, no lo dudo —dijo David con prepotencia— aunque, a mí me respetaría por el temor que siente hacia mi padre y lo que este pueda hacerle si me daña.

—Yo que tú no estaría tan confiado, Miguel es un verdadero animal cuando se molesta, irritado no conoce a nadie, así que solo piensa lo que haría al ver a su esposa en brazos del hijo del patrón... Ahora, por otro lado, pienso que tu padre lo apoyaría en lo que fuera, para ustedes los norteños, es algo muy natural asesinar a sus esposas cuando estas los traicionan, por eso, lo mejor es no buscarle ruido al chicharrón.

—Tienes razón, aunque, mientras nos cuidemos como lo hemos hecho hasta ahora, no habrá problema alguno... bueno, nos estaremos viendo mañana.

Él se acercó a ella y le dio un suave beso en la boca, luego se dirigió a la salida de la habitación y después de cerciorarse de que tenía el camino libre, avanzo con paso resuelto para alejarse de aquella alcoba en donde pasara horas tan felices y cachondas.

Mientras tanto, Leonor, camino hasta su recámara en donde encendió un cigarrillo y se sirvió un trago de la botella que tenía sobre el tocador, minutos más tarde, se arreglaba para volver a la oficina en donde trabajaba con el padre de David. Carlos Ortigoza, que era un importante líder de uno de los cárteles, que había instalado sus operaciones en la Ciudad de México, desde donde manejaba el narcotráfico, trayendo droga de Colombia para surtir a la ciudad de México y al estado de México y partes de Puebla, Hidalgo, Morelos y Querétaro.

Tenía varios años de radicar en la ciudad y escudaba sus sucios negocios bajo algunas empresas y fabricas que, hacían desde un tornillo hasta aviones si era necesario o requerido por sus clientes de todo el mundo que en forma por demás constante le solicitaban.

Leonor, era su secretaría desde hacía cinco años, por ella también le había dado empleo a Miguel, su esposo, quién, fungía como pistolero y guarda espaldas del capo.

Desde que Miguel ingresara a trabajar con él, mostró determinación y sangre fría para matar si era necesario, por lo mismo resultaba peligroso, con un arma en las manos podía salir avante de cualquier situación, manejaba bien la pistola y las armas largas, de ello había dado algunas muestras a don Carlos, quién se sentía seguro en su compañía, aunque, Miguel, no sólo armado era letal, también a mano limpia puesto que dominaba la defensa personal como todo un experto, manejando algunas artes marciales.

Su cuerpo estaba entrenado para entrar en acción en el momento necesario, así que era un hombre de todas las confianzas del capo, quién además lo estimaba ya que hablaba poco y actuaba de inmediato obedeciendo órdenes.

No obstante, todo eso, David, se atrevió a desafiarlo al enamorar a su esposa, y no era para menos, ya que Leonor, era un verdadero cromo como mujer, un soberano manjar, un delicioso bombón, un rico culo, como le decían algunos de los que se cruzaban en su camino en la calle y podían admirar el rico vaivén de sus nalgas al andar con ese estilo tan personal y sensual que ella imprimía de manera natural y delicioso.

Aunque el heredero de la familia Ortigoza, estaba casado, no perdía la oportunidad de conquistar a la mujer que se atravesará en su camino, era todo un garañón y necesitaba estar cogiendo para sentirse satisfecho y pleno, en el aspecto sexual.

David, participaba de forma esporádica en los negocios de su padre, no sabía con certeza en que consistían estos. Leonor y Miguel, su esposo, vivían en la misma casa de Carlos, ya que algunas veces en la noche, al capo se le ocurría dictar algo o necesitaba de algún documento con urgencia y siempre era bueno tenerla a mano para cualquier cosa.

Miguel, por su parte, tenía que estar cerca del patrón, por lo que pudiera ofrecerse ya que nunca se sabía en que, momento debía entrar en acción con todos sus conocimientos y recursos de sobre vivencia y aniquilación, así que la pareja tenía sus propias habitaciones en la residencia del capo, su querido patrón.

En la misma mansión, David y su esposa Miriam, también contaban con sus habitaciones y aun conviviendo todos juntos, contaban con la privacidad suficiente para sentirse a gusto.

Esa cercanía había permitido que Leonor, fuera presa fácil para David, quién además de ser simpático, era muy varonil y apuesto, elegante, distinguido y con un toque de cinismo que atraía a las mujeres con mucha facilidad.

En realidad, ella no opuso resistencia, era coqueta por naturaleza y le gustaba disfrutar de las aventuras que se le presentaban de vez en cuando, para mitigar un poco el abandono a que su marido la sometía con frecuencia.

De esa manera aquel par de cínicos se complementaron y disfrutaban de aquellos momentos que pasaban juntos, sabiendo bien todo lo que exponían, aunque su pasión día con día aumentaba más y más, y si bien, para David, aquello era algo que debía terminar en el momento en que él lo decidiera, para Leonor aquella relación había dejado de ser una simple aventura para convertirse en una pasión desbordante y posesiva.

Quería a David, para ella sola, aunque no se atrevía a decírselo de manera abierta, ya que no sabía que podía esperar del voluble junior, sabía que el infeliz además de ser casado tenía otras aventuras, con cuanta mujer se le cruzaba en el camino, y eso no le importaba ya que siempre volvía a sus brazos, buscando esa pasión devastadora que solo ella podía brindarle en el momento en que lo requiriera.

No estaba segura de que él también estuviera decidido a dejarlo todo por disfrutarla a ella, y a esa pasión que descubrieran en sus cuerpos y en su forma de amar tan libre y total, por eso lo mejor era esperar a que las cosas se dieran por si solas.

Además, mientras lo tuviera cerca en todo momento, no habría problema ni protestaría por nada puesto que de esa manera era como estar casada con él, verlo en todo momento y saber lo que hacía durante todo el día, como una verdadera esposa, que todo lo tiene que soportar, sin preguntar nada, sin enterarse de los asuntos de su marido, sólo cuando este decide o no comunicárselos o hacerla participé de los mismos.

Ella terminó de vestirse en su habitación y de inmediato salió hacia la oficina en la que trabajaba con Carlos, cuando llegó vio que el privado de él estaba cerrado, así que imagino que estaría con alguien, tomó su lugar en el escritorio y se dispuso a trabajar cuando noto que el interfono estaba abierto, tal vez don Carlos lo había dejado así de manera intencionada o era un descuido del patrón.

Estuvo tentada a cerrarlo de nuevo para evitar escuchar lo que don Carlos y su acompañante hablaban, aunque, sabía que si movía el botón, Carlos, se daría cuenta de inmediato ya que producía un sonido en el privado y además se apagaba un foco en ambos aparatos. Así que decidió escuchar con atención lo que se hablaba en aquel privado.

—¡Te doy cuarenta y ocho horas para liquidar el adeudo que tienes con nosotros, de otra manera, ya puedes irte despidiendo de tus herederos! —se escuchó, que decía una voz por el interfono. Ella no la reconoció, aunque aquella voz correspondía al cobrador del cártel que ahora se presentaba ante don Carlos para reclamarle un adeudo que tenía con ellos.

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