Capítulo 5
En una ocasión, él había dispuesto dinero de la organización para realizar unos negocios por su cuenta, el líder el cártel, le concedió un tiempo para reponer el dinero, dada su categoría y prestigio dentro de la organización, aunque el tiempo había pasado y Carlos no pagaba, y no lo hacía porque sus negocios habían salido mal y había perdido mucho dinero.
—¡No podré conseguir tanto dinero en tan poco tiempo, todo esta invertido en negocios de la familia y negocios legales!, no puedo liquidarlo todo de la noche a la mañana, requiero de más tiempo —dijo Carlos tratando de disculparse ante aquel cobrador.
—Ese es tu pedo, Carlos, tu plazo ha terminado y solo porque has sido un elemento confiable y solvente, además de ayuda para la organización, se te dan dos días más de plazo para que pagues, no abuses que la paciencia tiene un límite y tú ya lo rebasaste.
—Amigo mío, el cártel, no necesita esos veinte millones de dólares, que yo les adeudo, para seguir funcionando, ellos ganan tres veces más que eso en un día, así que no entiendo porque tanta alaraca por algo que no es tan importante.
—Ese no es tu problema, tú tienes que pagar y ya, de lo demás no te importa si se tiene más dinero o menos dinero, a ti no te afecta, por eso cumple con tus obligaciones.
—Te lo suplico, Sandro, ayúdame con el jefe, te juro que les voy a pagar, sólo que, necesito más tiempo, tú puedes ayudarme a conseguirlo, por los viejos tiempos.
—¡Qué pena me da verte así! —dijo el cobrador con ironía, burla y sarcasmo viéndolo fijamente— tú siempre has sido fuerte, Carlos, no te derrotes, tienes dos días para pagar, paga y la organización seguirá contigo apoyándote en todo y no habrá rencores.
Sin esperar respuesta, el cobrador dio media vuelta y salió de la oficina, iba fumando su cigarro de hoja, de manera despreocupada, tan seguro se sentía de sí mismo y de lo que representaba para todos los que lo conocían, que no notó la presencia de Leonor, que continuaba sentada tras de su escritorio atenta a todo.
Al verlo salir de la oficina, ella se encamino hacia el privado de don Carlos y fingiendo una completa ignorancia de lo que sucedía, se reportó con él, como si acabara de llegar, pidiendo instrucciones sobre lo que habría de hacer ese día.
Carlos, le dijo que se tomara la tarde libre ya que él tendría que ver a algunas personas, se veía tan preocupado y tenso que ella estuvo a punto de preguntarle que le sucedía, se contuvo, de sobra conocía al capo, si él hubiera deseado decirle algo, al verla entrar de inmediato lo hubiera hecho.
Si él no comentaba nada era porque no deseaba que nadie se entrometiera, además si preguntaba lo único que podía encontrarse era un regaño por meterse en lo que no le importaba, así que regreso a su escritorio.
Preparaba sus cosas para salir, cuando vio al capo aparecer en la puerta principal, se levantó de su lugar y lo observo subir a su elegante automóvil, escoltado por Miguel, el marido de ella que con toda fidelidad estaba listo para servir a su patrón.
Cuando el automóvil se alejó, Leonor, volvió a su lugar de tras del escritorio y encendió un cigarrillo, aquella información la había puesto inquieta, sobre todo al ver a su jefe nervioso e inquieto, sin embargo, se controló un poco puesto que estaba segura de que él sabría cómo salir adelante de aquel compromiso y sobre todo con mucha facilidad, el viejo estaba acostumbrado al peligro y hasta la fecha siempre había salido airoso de todo.
Desde que empezara a trabajar con él sabía que no siempre los negocios eran limpios y mucho menos dentro de la ley, aunque siempre reinaba entre las filas de Ortigoza una tranquilidad y seguridad que en ningún otro lugar imperaba.
—¿Qué sucede mi amor? —preguntó Lilia, con modosidad y destilando sensualidad por todos los poros de su tersa piel, al tiempo que, recostada sobre su hombro, le acariciaba el miembro— ¿Por qué ahora no se te para si tú siempre has sido todo un semental…? Eres el más cachondo que conozco y siempre reaccionas con facilidad, ahora no entiendo lo que pasa contigo, por más que te la jalo, no logro que se levante.
—Lo que sucede es que estoy un poco cansado y preocupado —respondió Carlos, viendo fijamente los ojos color miel de Lilia— por lo mismo, mi chile no tiene ánimos para nada... aunque no te apures, ya tendremos tiempo para todo lo que tú quieras.
—Lo que pasa, es que yo quiero sentirte mucho, pero mucho muy dentro de mí, ahora, deseo que tu pinga me dé una ensartada como las que tú sabes darme cuando las necesito como en este momento —replico ella sin soltar el pedazo de piel flácida y arrugada que tenía en su mano y que correspondía al miembro de él— Tiene que haber una forma de que se te pare para que me hagas muy feliz… a lo mejor con una rica mamada.
Ella se empinó y comenzó a mamar aquel pedazo de músculo, don Carlos, se recostó hacia atrás en la amplia cama, desde su lugar podía ver las grandes nalgas blancas, de tupidos vellos rubios en el sexo y la rajada carnosa, de labios menores sonrosados y húmedos, incluyendo la boca de la vagina.
Lilia, arrodillada, casi de espaldas a él, ahora le mamaba el miembro con placer y deleite, el capo no pudo evitar que su chile reaccionara ante la visión que tenía frente a sus ojos y sobre todo por la cachonda caricia que recibía de la boca de ella, en ese momento los problemas quedaban relegados dando paso a la pasión.
La chava vio con gusto que el miembro se iba poniendo duro, con toda su potencia y vigor, ella estaba desnuda por completo y con sus senos comenzó a recorrer los pelos púbicos del macho, el falo adquirió mayor dureza ante aquella caricia adicional y ella sonrió complacida sin perder la posición que había tomado, beso y mamo los huevos de su amante y luego volvió a engullir aquel duro garrote, lo mamo con habilidad por unos segundos.
Luego se separó de él y aún de espaldas a Carlos, se montó sobre el garrote y con su diestra lo colocó a la entrada de su empapada y hambrienta vagina, y poco a poco se fue sentando hasta dejarlo dentro de ella por completo.
Carlos, estiró sus manos y sujetó los duros pechos de ella, los apretó con suavidad y luego los acarició, ella comenzó a mover sus ricas nalgas de manera circular y el traficante se movió de abajo hacia arriba disfrutando plenamente de aquella parchada que ahora efectuaba con toda su pasión desbordada.
Lilia, era temperamental por naturaleza, así que, con rapidez, llegó al orgasmo en aquella postura que ella misma buscara, Carlos, la sintió vibrar por completo y se contagió de aquella experiencia, su miembro vomitó su espesa crema intima bañando las paredes de aquella vagina que ahora ocupaba y en la que tantas veces disfrutara de parchadas deliciosas, que lo llevaban a placeres insospechados.
Ella se recostó hacia atrás sobre el pecho de él al tiempo que estiraba sus piernas, todo esto sin zafarse del miembro qué aún permanecía en su rajada ya que aunque el garrote fue perdiendo su dureza, no abandonó aquel estuche cálido, complaciente y estrecho.
Carlos, seguía acariciando los grandes senos de ella, gozando con su tamaño y su dureza, disfrutando con plenitud de su tersura y suavidad, pasando la palma de su mano sobre los endurecidos pezones, sintiéndose dispuesto y listo para otro agarrón pasional.
En ese momento recordó con toda claridad que, hacía solo unos momentos había hablado con el cobrador de la organización y luego salió de su oficina con el ánimo de platicar con alguien de cosas que no estuvieran relacionadas con sus negocios.
Fue así que le pidió a Miguel, que lo llevara con Lilia, el pistolero conocía las pequeñas escapadas que su patrón tenía, aunque siempre supo comportarse con discreción, por eso Carlos, lo tenía como hombre de confianza, y aparte de ser su pistolero, fungía como chofer y compañero del capo.
En el departamento de su joven amante, Carlos, se sintió relajado, ella estaba siempre dispuesta a pasar un buen rato con él, así que en cuanto lo vio entrar, le preparó un trago de su bebida favorita, de las botellas que él le mandaba y lo instaló en la sala.
No supo en que momento, ella había comenzado a besarlo y a mimarlo como al capo le gustaba que lo trataran, se dejó querer y cuando se dio cuenta ya estaba completamente desnudo, en ese momento trato de impedir que lo condujera a la recámara.
Lo cierto era que a él le gustaba mucho hacer el amor con Lilia, siempre le había fascinado la forma en que ella lo trataba y sobre todo, ese intenso placer que le proporcionaba con todo su cuerpo, llevándolo al delirio, por lo que, al final, su pasión se había impuesto a su preocupación y eso era lo mejor para todos.
—Ahora si quiero que me digas, ¿Qué es lo que te sucede? —dijo ella de pronto viendo hacia el techo de su habitación en donde el mafioso había mandado a instalar un gran espejo de pared a pared, así que ella podía verlo aún sin voltear— dime, amor, ¿Por qué estas tan preocupado, tan ausente?
—Es que necesito reunir una importante cantidad de dinero, mucho dinero, eso es lo que requiero en este momento, sólo una fuerte cantidad de ese maldito dinero.
—¿Dinero tú…? ¿Y por qué te preocupas si eres millonario?
—Tengo que cubrir una cantidad muy grande e importante, y mi dinero está invertido y no puedo disponer de él en este momento —dijo él ignorando el comentario de ella— es necesario que me entregues las joyas que te he regalado, me van a ser muy útiles en este momento, te aseguro que después te las repondré con creces.
—¿Qué dices…! ¡Ni madres! con lo mío no cuentes —respondió ella con resolución y con un gesto de molestia, incluso se levantó para encararlo de frente— mejor vende tu casa y vente a vivir conmigo, aquí no te faltara nada yo te cuidaría con mucho amor.
—No puedo, aunque me gustaría, te lo aseguro, es una excelente idea. Sólo que, hay cosas que no se pueden terminar, así como así —fue la respuesta del don.
—Pues entonces busca otra solución, yo no te voy a dar lo mío, tú me lo regalaste y ahora te jodes, es el único recuerdo que tengo de ti y con ello me consuelo —dijo ella levantándose de la cama y encaminándose hacia el baño— Y ahora puedes quedarte o largarte, lo que mejor te plazca, yo voy a bañarme para relajarme un poco.
Sin esperar respuesta Lilia, se metió al baño y Carlos se incorporó de la cama, pensativo, con verdadera ira comenzó a fumar, pensaba en ella como una egoísta y mal agradecida.
Ya se le había olvidado a la muy puta, que él la que había rescatado de un cabaret de mala muerte en donde la pendeja iba a comenzar a prostituirse y qué si ahora vivía como toda una señora, era gracias a él.
De antemano sabía que tarde o temprano terminaría por mostrar el cobre, tal vez si hubiera aceptado de inmediato lo que él le pedía sobre sus joyas, las hubiera rechazado y hasta le daría otro buen regalo como recompensa por saber ser agradecida, aunque ahora se daba cuenta de la realidad, para lo único que servía, ¡Era para empinar las nalgas!
Lo peor de todo era que lo hacía por interés, como cuando andaba de piruja, no guardaba el más leve sentimiento de gratitud en su cuerpo y eso en realidad era lamentable ya que lo que vale de una persona es, su gratitud, su lealtad, sin eso, no valen nada.