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Capítulo 3

Abrió un poco su boquita y comenzó a ensartarse el chile, cuando lo sintió en su paladar, lo empujo más hacia adentro, aquel precipitado movimiento impidió que un grito de placer surgiera de su garganta, ya que la lengua de David, había penetrado en su pucha y eso la desquiciaba por completo, incitándola más al placer.

Cerró un poco sus ojos sintiendo con toda claridad, cómo su amante la estaba clavando con la lengua, extrajo, el duro tolete, lentamente gozando con intensidad cuando la delicada carne rozaba sus labios y su lengua, lo vio por un segundo, empapado con su propia saliva, de nuevo, sus labios rodearon la cabezota y succionaron con fuerza.

Una buena ración de carne dura y palpitante llego hasta su garganta, Leonor espero unos segundos antes de seguir, mentalmente se relajó y permitió que el tolete siguiera penetrando en su garganta, arrastrando a su paso las anginas y la campanilla, con movimientos de lengua y garganta comenzó a darle unos ricos apretoncitos, haciendo que David, gimiera con intensidad, aunque sin que soltara el bocado que a su vez disfrutaba y que tanto placer producía en la hembra.

Completamente cachonda, la hembra mamaba de una manera delicada y sutil, con una determinación y una firmeza dignas de la más experimentada furcia, chupaba aquella reata con un ritmo exacto, al tiempo que con su mano seguía acariciando las duras bolas que colgaban en la raíz de aquel inmenso garrote.

El cual sacaba de su boca y con pequeñas mordiditas fue metiéndoselo de nueva cuenta, volvió a sacarlo de su ansiosa boca y luego lo recorrió con pequeñas mordidas por todo lo largo del mismo. se movía de ida y regreso, una y otra vez, hasta que se detenía en la mata de pelos y ahí mordía un poco más firme.

Utilizando la mano, hizo a un lado el duro tolete y sus dientes se clavaron en la base de la mazacuata, como si quisiera cortarlo, David, gemía y suspiraba con profundidad, sin dejar de lengüetear la empapada pucha, la cual se contraía, con movimientos involuntarios, presa de la pasión que sentía y que la motivaba a dejar fluir sus ricas mieles.

Y mientras Leonor se metía, en su boca, las duras pelotas de la pinga, David, disfrutaba mucho con el trabajo que le realizaban y con su boca correspondía, la lengua del macho recorría con suavidad desquiciante, los labios mayores de la rica y jugosa papaya,

Recogiendo las gotas de miel que emanaban de esa fruta en su punto, siguió su camino y llego hasta el fruncido culito, se detuvo un momento, recorriendo los pocos pliegues intactos que aún quedaban en él, empujó un poco su lengua y el esfínter se contrajo ante la deliciosa e íntima caricia.

La boca de David dejo el sabroso culo y emprendió el camino de regreso, llegando hasta la pucha y ahí se lanzó sobre el clítoris, el cual masajeo con la punta de su lengua, lo mordió con toda la ternura de que era capaz en ese momento y provocó que ella gimiera, se agitara y se frunciera todita, empujando sus caderas para buscar más contacto de su chorreante panocha con la ansiosa y golosa boca de su hombre.

Leonor, comenzó a mover sus carnosas nalgas, restregando la boca del hombre contra su sexo, empujando y retrocediendo, gozando intensamente con lo que el macho le hacía, David, la sujetó con ambas manos por el carnoso trasero de estupendas nalgas y con la lengua volvió a penetrar en la vagina, estirándose hasta donde le era posible llegar en aquel reducido conducto húmedo, vibrante y cálido.

Mientras entraba y salía con su lengua de aquel lugar, su dedo índice de la mano derecha fue buscando la peluda intimidad encontrándose con los labios menores y masajeando el clítoris con intensidad, provocando en ella emociones eróticas y enajenantes.

Leonor, no tardo mucho tiempo en alcanzar su primer orgasmo, con un rápido movimiento ella lo sujetó con sus muslos la cabeza del hombre y lo hizo caer sobre la cama, su cuerpo elástico y flexible reacciono con soltura y se montó sobre la cara del macho movió sus nalgas de tal manera que la ardiente pucha se restregaba con intensidad sobre la nariz y la boca de David, que seguía mamando con sincero placer y gusto.

La mujer en la apoteosis de la lujuria, se fue deslizando hacia abajo, dejando que la boca del hombre quedara abierta al aire, con su diestra sujeto el grueso tolete y de un certero sentón se lo clavó por completo, hasta la raíz, en su hambrienta panocha.

Al sentirlo en su intimidad, no pudo reprimir un profundo gemido que brotó de sus entrañas de manera deliciosa, y al acomodarse, le arrancó otro igual, más intenso y profundo, al hombre, quién de inmediato la sujetó por las carnosas nalgas y comenzó a moverse, empujando y reculando mientras que ella agitaba su cintura en movimientos circulares, de tal manera que ambos estaban gozando con toda intensidad, en el delirio supremo del placer, con aquella rica parchada.

David, levantó un poco su cabeza y con la boca se posesiono de uno de los sabrosos y endurecidos pezones, el cual comenzó a chupar con deleite y con gusto, y mientras que su diestra sujetaba el carnoso trasero y con la izquierda estaba masajeando el otro pecho de la hembra, la cual se agitaba como tlaconete en sal.

Sus cuerpos, ya estaban cubiertos por una fina capa de sudor, seguían en loco movimiento, esperando alcanzar la cima juntos, gozando con cada metida y sacada, disfrutando en plenitud con la lujuria que brotaba desde lo más profundo de sus entrañas, las cuales se encontraban al rojo vivo y los incitaban a seguir gozando.

De pronto gimieron, con unos sonidos animales, salvajes, como fieras en brama, sus cuerpos se estremecieron y al cimbrarse llegaron al orgasmo compartido, ambos se movieron más de prisa hasta llegar a la desesperación total, agitándose a todo lo que podían, y como si se hubieran puesto de acuerdo se detuvieron en sus telúricos movimientos.

Leonor, se encontraba agitada y jadeante, así que aflojó su cuerpo y se desmadejó sobre el viril de su amante, él seguía con la pinga endurecida al tope y deseoso de gozar más de aquella sesión deliciosa, y enajenante que ella le proporcionaba de manera generosa, así que haciéndose a un lado la dejó sobre la cama, estaba tendida boca abajo,

Él se levantó y colocó una almohada bajo el vientre de ella, de tal manera que su exquisito y carnoso trasero quedo levantado en tal forma que, al norteño, se le hizo agua la boca de solo verlo de aquella manera, expuesto a su voluntad y dispuesto al sacrificio.

Sin perder un segundo, David, se colocó de rodillas tras de ella y con ambas manos sujetó sus abultadas y deliciosas nalgas y las abrió con suavidad y firmeza, la boca de la pucha esperaba anhelante, empapada por sus propias mieles y dispuesta a todo lo que aquel experto amante quisiera hacer con ella.

Fue por eso que el norteño, no necesito usar sus manos para centrar su tolete y ensartarlo en el lugar preciso donde se deslizó con toda facilidad, gracias al abundante flujo de excitación que emanaba de las ardientes entrañas de ella, la cual sintió como era invadida de nueva cuenta y levantó un poco más sus caderas para proporcionarle mayor acceso.

La hermosa y sensual mujer, emitió un profundo y cachondo gemido al momento mismo en que era penetrada, soportó la ensartada hasta lo más profundo de su ser, albergando, con gusto, toda la ración de carne dura y palpitante, que le daban, de nueva cuenta.

Por enésima vez, sus cuerpos se habían encontrado en un acoplamiento perfecto, y el meter y sacar no se hizo esperar, de manera sincronizada, como si lo hubieran ensayado muchas veces, como si supieran los movimientos exactos de su escenografía pasional.

David, se reclinó un poco sobre la esbelta espalda y beso la tersa y delicada piel de su cuello y sus hombros, la chupo y la mordió con placer, mientras que sus manos acariciaban las grandes bolas que formaban los pechos de ella, se centró en los pezones y sujetándolos con los dedos índice y pulgar, los apretó con fuerza precisa y medida, justo para que el placer circulara por toda la sangre de su cachonda y deliciosa amante.

Inicio el movimiento de manera rítmica, sistemática, firme, cachonda y constante, entraba y salía de la empapada abertura con toda la determinación, de que era capaz, al tiempo que le masajeaba las sabrosas nalgas a la estupenda Leonor, que trataba de seguirlo lanzando grititos de placer y deliro, que escapaban sin control de la boca de la ardiente amante.

—¡Aaahhh…! ¡Qué rico coges, mi amor…! ¡Me haces muy feliz, dichosaaahhh…! ¡Me encanta que me claves tu vergaaaahhh…! ¡Así, así, jodeme más, más, más, disfrutameeehhh y hazme gozar mucho, mucho, muchooooohhh!

La norteña agitaba las nalgas tratando de acoplarse al ritmo que él le imponía, sintiendo que toda su sangre hervía de placer y delirio supremos, los dos estaban frenéticos, parecían dos bestias en brama que no pensaban en otra cosa que en disfrutar de su placer sublime.

De pronto, él se detuvo, dejando todo el trabajo al culo divino y maravilloso de la ardiente y experta mujer, que seguía agitándose, rotando, empujando y reculando, gimiendo, entregándose por completo en aquel rico palito que se estaban aventando.

Llena de lujuria y frenesí, se dejaba llevar por el momento sin que le importara nada más que lograr el placer supremo, los ojos de David, estaban clavados en el oscuro cicirisco, mientras que sus manos, apretaban y separaban las carnosas nalgas, veía con fascinación como ese hermoso trasero se agitaba sobre su tolete y ese acto delicioso que parecía de magia, cuando la pucha se tragaba y devolvía el endurecido garrote que tanto placer le había dado desde que lo probara por primera vez y le visitara todos los agujeros de su maravilloso y ardiente cuerpo, el cual era un ardiente volcán en erupción, que vibraba y se desbordaba con suma facilidad.

Leonor, se dio cuenta de que él permanecía inmóvil, con el garrote dentro de aquella cavidad húmeda y cálida, la morena sintió que se acercaba rápidamente al orgasmo, aunque, este fue interrumpido de manera brusca, puesto que él se zafo de su rajada y con la mano ensalivada, embarro el fruncido culito que se estremeció al sentir aquella caricia.

Antes de que ella pudiera decir o hacer algo, él colocó la punta de su miembro en el sabroso y fruncido ano y empujó con determinación; la roja cabeza del garrote se abrió paso entre los pliegues de aquel cicirisco virginal.

Ella lanzó un pequeño chillido y trato de evitar que aquel descomunal garrote penetrara más, sólo que no pudo moverse, David, la tenía sujeta con fuerza, por las nalgas y su cadera empujaba con mayor fuerza, el miembro siguió avanzando abriéndose camino entre aquel conducto estrecho y cálido que era visitado por primera vez, por un garrote.

Cuando por fin estuvo por completo dentro del fruncido recto y sintió que el esfínter le daba pequeños apretoncitos en el duro tolete, se mantuvo quieto por unos minutos para que Leonor, se fuera acostumbrando a su presencia, para que le tomara sabor al endurecido tolete que albergaba entre sus deliciosas carnes.

Ella se relajó un poco y lo que al principio le había resultado doloroso e intolerante, poco a poco fue despertando un profundo placer en todo su cuerpo, ahora disfrutaba de aquella profunda penetración que la tenía en éxtasis.

David, no había permanecido del todo indiferente, y mientras esperaba que ella se acoplara a su reata, sus manos sobaron y acariciaron las carnosas nalgas, que tanto le habían gustado desde el primer instante en que las viera al desnudo.

Recorrió las deliciosas y bien formadas piernas, de piel tibia y tersa, dejando que sus manos se llenaran con la calidez y suavidad de las mismas, acariciándolas con verdadera devoción y placer, ya que desde que las viera tuvo el deseo de recorrerlas con su mano.

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