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4. Capítulo

Oh por dios, esto no puede ser más vergonzoso.

—N-no, no espero a nadie —titubeo —. Me urgía venir al baño y como los de las chicas lo han limpiado, se encuentra cerrado, así que vine hasta aquí pues mi vejiga estaba a punto de estallar.

Solo miento, soltando una risita nerviosa, ¿Qué estupidez estoy diciendo?

—¿Qué?

Al ver la expresión que ha puesto por esto último que dije, me dan ganas de abofetearme, así que vuelvo a hablar intentado explicarle.

—Es decir, no es que suela venir a los baños de hombres cuando voy a hacer mis necesidades, pero aguantar las ganas de ir al baño tiene consecuencias malas —trato de enmendar estúpidamente.

—Oh no, cállate de una vez, Ava —dice la vocecilla en mi interior. Pero mi lengua parece tener vida propia, pues continúo diciendo —. Una de ellas son las causas de incontinencia urinaria que incluyen, obstrucción en el aparato urinario, problemas neurológicos o cerebrales y también demencia u otros problemas de salud mental que dificultan el hecho de sentir y responder a las ganas de orinar.

Hablo tan rápido que termino cansada como si hubiera corrido un maratón. Jackson aprieta los labios en una línea fina reprimiendo la carcajada que amenaza con brotar, sin embargo simula seriedad y abre la boca para decir algo pero esta se cierra cuando su móvil comienza a vibrar en el bolsillo de su pantalón. Me da una última mirada y se apresura en responder mientras recoge la mochila que reposa en la banca azul.

Sin esperar más, me escabullo del vestidor masculino alejándome del chico que ahora pensará que estoy loca.

¿Es en serio Ava? ¿incontinencia urinaria?

Desinflo las mejillas procesando lo que acaba de suceder. Definitivamente hoy no es mi día.

(***)

Despertarse temprano tenía sus ventajas y desventajas, la primera era que podía disfrutar de la soledad de la biblioteca, el silencio, la tranquilidad, parecía otro ambiente alejado de los vulgares adolescentes que iniciaban la mañana con un humor de perro. A veces tenía que colocarme mis auriculares para no tener que escuchar las barbaridad que decían, me sorprende la facilidad que tienen para soltar palabrotas.

«Que soeces»

No me imagino como serán dentro de unos años, en fin, volviendo al tema, aunque por un lado era bueno llegar temprano a la preparatoria, por el otro no tanto. Hoy he amanecido con ganas de terminar el libro que estoy leyendo, y nada mejor que hacerlo en la biblioteca. No obstante, una pareja se adueñó del único lugar que se había convertido en mi escondite lejos de Shannon y su grupito.

Después de adecentarme y comer algo, salgo de volada de casa, me dirijo a la preparatoria, mi rutina de siempre. En un chasquido de dedos ya estoy en mi destino.

Hoy hace un día bastante caluroso. Y en la biblioteca no es la excepción, mis ojos vuelan a esa pareja que no deja de comerse la boca. Ruedo los ojos. Están en una biblioteca no en un hotel. ¿Cómo es que la supervisora no los ha visto?

Llevo rato debatiéndome si interrumpirles su apasionado beso mañanero o seguir con la lectura ignorando el desagradable sonido que hacen sus bocas.

¡Puaj!

Aún no se han percatado que estoy a unos metros de ellos, la situación no puede resultar más incómoda. Lo peor es que son los mismos chicos que estaban besuqueándose en el pasillo, y por lo visto creo que no fue suficiente aquel beso que se dieron, pues, si ayer era intenso hoy es el doble. Temo que la chica dentro de poco se asfixiará.

Parecen escucharme ya que se separan, arreglan su ropa que se ha arrugado y abandonan la biblioteca tomados de la manos. Antes de marcharse logro reconocerlos, él cursa último año y está en el equipo de fútbol americano, mientras que ella es la novia de Jackson Mckellen.

Becca.

¡Su novia! ¡Y está con otro chico!

Vaya...

Siento pena por Jackson, lo peor es que siquiera sabe lo que hace su novia. Es muy egoísta, siempre he pensado que detrás de la infidelidad suele denotar que hay un punto débil en la relación, ya sea por falta de comunicación, no sentirse querido, que lo lleva a actuar de esa manera. Sin embargo, también hay casos en que el problema no es de la pareja en sí, sino de la persona que es infiel.

¿Cómo puede actuar como si nada después de lo que hace? ¿No sentirá remordimiento, culpabilidad?

Estoy en contra de las falacias, mentir trae consecuencias, no comparto la misma opinión de algunas personas que dicen que existen mentiras piadosas, por omisión, minimización o mentiras blancas. Al final sigue siendo una mentira, ¿No?

Guardo los apuntes en la mochila, y me encamino al aula de sociología, es una de las asignaturas que se me da fatal. Sin embargo hago lo mejor que puedo para mantener mi promedio, es necesario si quiero obtener esa beca. Cuando llego, la profesora Sandra se encuentra revisando los exámenes que presentamos la semana pasada.

—Buen día —digo en un susurro bajo.

Alza la mirada avellana bajo esas gafas de pasta gruesa, al saber que se trata de mí, sonríe amable.

—Bennett —saluda con un asentimiento de cabeza —. Que bueno verte, justo estaba pensando en ti. Debo felicitarte por ser la única que sacó la calificación más alta de mi clase.

Oh.

—Gracias —musito tímida, juego con las correas de la mochila.

Me tiende la hoja del examen y miro la calificación subrayada en azul con una sobresaliente "A" . Voy hasta mi puesto y tomo asiento, en minutos el resto de estudiantes van llegando, de soslayo veo a Mckellen ingresar al aula junto a Ian, este último me sonríe.

«Solo lo hace porque sale con tu hermana» habla mi voz interna.

La profesora da inicio a la clase, así que me concentro en escribir lo puntos importantes que me servirán para más adelante. De reojo observo a Becca que  mira sus uñas con aburrimiento, sin el más mínimo interés a lo que dice la profesora, incluso revisa su móvil descaradamente, la escena de ella besándose con aquel chico me lleva a la conclusión de que sus sentimientos por Mckellen es una de esas relaciones dónde probablemente es él quien lo da todo, y ella siquiera un amor a medias. Pero quizás está tan enamorado que no es capaz de ver que su novia lo engaña con otro.

No puedo evitar sentirme mal por él, es decir, sé perfectamente como se siente.

Decido apartar esos pensamientos y me obligo a escuchar a la profesora que ahora ha sacado una caja.

¿Qué idea descabellada se le habrá ocurrido?

—Antes de explicarles el proyecto que tengo en mente, llamaré a cada uno de ustedes por fila y deberán agarrar los papelitos que contiene esta caja. El nombre que salga en él, será su compañero de proyecto —explica sonriente —. Hannah.

La pelirroja de estatura baja se levanta y hace precisamente lo que la profesora dijo. Mete la mano en la caja sacando el papelito.

—Maya —nombra a la chica de piel morena.

Mis compañeros fueron levantándose uno a uno sacando papelitos, la mayoría ya tenía pareja en el proyecto, solo quedábamos unos pocos.

Llega mi turno.

Me incorporo sintiendo las manos temblorosas, la profesora me dedica una sonrisa amigable y acerca la caja, saco el papel cruzando los dedos mentalmente mientras pido que sea con Sam u otra persona menos...

Jackson Mckellen.

Cierro los ojos para no tener que lanzarle una mirada fulminante a la profesora.

—Jackson —mi voz flaquea.

El nombrado alza la vista a mi dirección, ladea una sonrisa que no correspondo puesto que estoy pensando que excusas ponerle a la profesora para que me cambie de compañero. Me niego rotundamente a trabajar con él.

No, no y no.

Estoy por objetar algo cuando la profesora me pide que tome asiento.

—Bien chicos, el objetivo fundamental de este proyecto es comprender, conocer y socializar. Sé que son jóvenes y es normal que haya ciertas diferencias u opiniones entre ustedes. —menciona recostando la espalda en la pared —pero el hecho de que cada uno de ustedes tenga sus puntos de vista respecto a algunas cosas, no quiere decir que eso sea un impedimento para el compañerismo. Por eso he decidido hacer un proyecto que los llevará a conocerse, a comprender que existen distintas personalidades y aún así  pueden llevarse bien, porque la clave de triunfar en la vida es la empatía, no pueden juzgar un libro por su portada, pues si aún no lo han abierto, ¿Cómo sabrán lo que contiene?

La clase guarda silencio, muchos están de acuerdo con la idea, y otros todo contrario. Apoyo lo segundo.

Nunca he entendido su obsesión por hacer que los estudiantes nos volvamos unidos, "amigos", es absurda su manera de pensar.

—¿Cómo lo haremos? —escucho una voz masculina provenir de los asientos de atrás.

—De eso se encargarán ustedes, con tal tenga la redacción que harán sobre su compañero, antes de... —revisa una  carpeta roja —el último de este mes, o sea tienen cuatro semanas.

La campana suena finalizando la clase, todos se apresuran a salir del aula lo antes posible. No quieren quedarse sin sus jugosos filetes, después que cambiaron a la amargada cocinera por una más amable y además que cocina exquisito, nadie desea quedarse sin el almuerzo.

Supongo que yo no correré con la misma suerte, pero valdrá la pena si la razón será convencer a la profesora a cambiarme de compañero. Cuelgo la mochila en uno de mis hombros y me acerco a su escritorio con pasos decididos, pero una voz me detiene.

¿No sé había marchado ya?

—Hola —musito sin ganas.

—Hola —imita, pero su tono es más alegre que el mío. —se me ha ocurrido un idea para este proyecto, ¿Nos reunimos más tarde? ¿En tu casa, o la mía?

Niego con la cabeza.

—Esto —desvío la vista a mis manos —n-no podré. —tartamudeo, ¡Dios! Esto es más difícil de lo que pensé. —debo ir a trabajar después de clases y mi turno acaba a las cinco.

—¿Dónde trabajabas?

—En la librería Brooklyn, pero no creo que...

—Bien, paso por ti.

Dice marchándose, busco a la profesora pero también se ha ido. Genial.

Ahora, ¿Cómo le digo que no quiero que sea mi compañero del estúpido proyecto?

¡Agh!

Sabía que su idea sería una completa locura.

(***)

Muerdo mis uñas, o bueno, lo poco que queda, la ansiedad me calcome viva, falta diez minutos para culminar mi turno. Ya perdí la cuenta de las veces que he volteado hacia la puerta cada vez que suena la campanilla del local, imaginando que es él.

«Quizás se le olvidó» pienso.

Ayudo a Sam a guardar los nuevos libros que han llegado hoy, mientras Nora se encarga de limpiar las mesas embarradas de café. El reloj marca las cinco, nos disponemos a cerrar el local, y luego echamos a andar hacia el auto de Nora que está aparcado en el estacionamiento. Sam me dice algo pero no le estoy prestando atención, pues mi mente se encuentra en otra parte.

«Querrás decir en esa persona» saca a relucir aquella vocecilla interior.

—Tierra llamando a Ava —sacude las manos frente a mi rostro.

—¿Eh? Lo siento, ¿Qué dijiste?

Vuelvo los ojos.

—Tranquila Ava, lo más seguro es que lo olvidó y... —su voz se va apagando, mira por encima de mi hombro y agranda sus ojos. Llevo la vista hacia esa dirección sintiendo un fuerte retorcijón en el estómago.

—¿Jackson?

—Sí, ese mismo. A menos que sea mi gemelo —bromea sin borrar su sonrisa.

—¿Cómo supiste dónde quedaba? —pregunto.

—Tú me dijiste, librería Brooklyn, y la única que conozco con ese nombre es esta. —alzo las cejas sintiéndome tonta, es obvio que sabría la ubicación.

—Oh, cierto —me limito a decir.

El sonido del claxon hace que pegue un respingo, volteo viendo que Nora se ha subido al auto y Sam sostiene la puerta esperándome.

—¿Vienes?

Le hago una seña a mi compañero pidiendo que aguarde unos minutos.

Me acerco hasta el auto debatiéndome qué rayos voy a hacer. Es decir, no puedo dejar al chico allí plantado, sería de mala educación. Pero por otro lado, pensar que estaré unas horas a solas con él no ayuda mucho que digamos a mi estabilidad mental.

¡Dios! Cuánto detesto haber optado por esa estúpida asignatura extracurricular. ¿No pude haber elegido otra que no afectara mi fobia social?

—Tengo que hacer un proyecto, ¿Le puedes avisar a papá? —Nora asiente con la cabeza y mira fijamente a Jackson.

—¿Quién es el apuesto chico? —me tenso al escucharla.

Voy a responder cuando de pronto siento una presencia detrás de mí.

—Jackson Mckellen, mucho gusto —desvío la vista hacia mis zapatos como si estos fueran más interesantes.

Nora se da cuenta de mi incomodidad, sabe mi fobia a relacionarme con otras personas. Así que no tarda mucho en despedirse prometiéndome que vendrá a mi casa a cenar.

Comenzamos a andar en silencio, el sol ya se ha ocultado, dejando sus últimos rayos que pintan el cielo de un anaranjado impresionante. Desde pequeña me he sentido atraída por estos fenómenos luminosos. Los amaneceres y atardeceres son arrebatadoramente preciosos, puedo pasar horas y horas admirando la creación que me rodea y jamás me canso de verla.

—Es increíble como cada atardecer es distinto, el sol es de un color diferente. Las nubes no están en el mismo lugar —rompe el silencio alzando la mirada al cielo. —Todo día es una nueva obra mucho más cautivante.

«Por lo visto tenemos algo en común»

Lo observo de reojo, lleva el cabello mojado como si se hubiera duchado antes de venir, algunos mechones cubren su frente. Viste una polera negra que resalta su piel bronceada, unos pantalones ajustados del mismo color y sus clásicos converse.

Ladea la cabeza atrapándome en el acto, desvío la mirada a otra dirección sintiendo mis mejillas a punto de estallar.

De nuevo se instala ese silencio incómodo, busco en mi mente las  palabras que me ayuden a iniciar un tema de conversación sin hacer el ridículo con mi tartamudeo.

—¿Sabes por qué los atardeceres son naranjas?

«¿Es en serio Ava?» ignoro mi vocecilla metiche.

—Porque cuantas más partículas sólidas hay suspendidas en el aire más coloridos y saturados son los atardeceres. —lo escucho decir mientras se detiene en la parada de buses —los más espectaculares suceden tras las erupción de un volcán. Es así porque las cenizas del aire y demás pequeñas partículas emitidas dispersan los rayos de sol en colores rojizos y anaranjados.

Responde fluidamente, abro la boca sorprendida, o sea, no es que haya dicho la gran cosa. Pero lo he subestimado, quizás y su personalidad no concuerda con toda esa fachada de chico malo y engreído que muestra delante de todos.

¿O si?

—Exacto —murmuro —amedida que los rayos atraviesan esas capas superiores de la atmósfera, las longitudes de onda azules se dividen y se reflejan en lugar de ser absorbidas. —añado al sentir el peso de su mirada sobre mí. —cuando el sol se acerca al horizonte, los azules y los verdes se dispersan y nos quedamos con ese resplandor naranja y rojo.

Suelo hablar hasta por los codos cuando estoy nerviosa, y también me incómoda mantener el contacto visual con los demás.

Antropofobia.

Temor hacia las personas en situaciones de hacinamiento, pero también se puede sentir ansiedad al estar cerca de una sola persona. Las condiciones varían dependiendo del individuo afectado. Algunos casos son leves y se pueden manejar, mientras que los casos más graves puede conducir al retiro social completo. Este no es mi caso, pues aunque me cueste acercarme a una persona, soy capaz de responderle o incluso hablar con ella si es de confianza.

Pero es inevitable no sentir miedo de ser observada y juzgada por los demás.

Gracias al cielo, el autobús no tardó en llegar, nos subimos y rápidamente tomamos asiento antes de que el chófer arranque y caigamos de bruces contra el suelo.

Mantengo la vista por la ventana observando a las personas apresuradas transitar por las calles. No puedo evitar pensar que dentro de unos años yo seré una de ellas, caminando de prisa para llegar a casa y encerrarme en mi habitación a leer un libro. Seguro que viviré en un apartamento yo sola, me quedaré soltera y mi compañía serán muchos gatos. A diferencia de Annie que estará casada con un guapo hombre y formarán un familia.

Un golpecito en mi hombro me hace volver a la realidad, giro la cabeza viendo a Jackson de pie mientras le hace una seña al conductor indicándole que nos quedamos allí. Me incorporo enseguida y bajamos del autobús.

—¿En qué pensabas? en todo el camino

no dejaste de suspirar. —comenta.

—Nada, es una manía que tengo —evado su pregunta, no se me a ocurrido otra cosa que decir eso, y no es verdad. La realidad es otra —¿Vives aquí?

Pregunto notando que se ha detenido frente a un enorme portón de rejas negras que no permite ver al otro lado.

—Sí, bienvenida a mi hogar —expresa dibujando una sonrisa.

El portón se abre mostrando un hermoso jardín que parece surreal, hay infinidades de flores de diferentes clases, desde la reina del jardín, es decir, rosas y

además, narcisos amarillos. Yo me quedo prendada a todo eso, es hermoso, nunca había visto algo igual, la verdad es que me encanta todo lo que veo. Quedo prendada a todo eso, es tan irreal, como un sueño. Mi cabeza ya lo guarda y lo hace su lugar favorito. Podría capturar miles de fotos de este sitio y atesorarlo para siempre. No creo que esté exagerando, es solo la reacción que tengo al respecto. Pero cierro la boca antes de que se me caiga al suelo la mandíbula de la impresión que tengo.

En serio, no puedo creer que viva aquí.

—Mi madre es amante de la naturaleza, como ya puedes notar —esboza una sonrisa de esas que te hechizan al instante, puede que parezca tonta, pero oh vamos, se ve realmente como esos gestos que sueles ver en una enorme pantalla, sí, es como el modelo de una publicidad.

«Bueno, realmente lo es, tonta »reclama mi subconsciente.

Trago duro y me obligo a no seguir pensando en tonterías. Parecerá que soy un ser extraterrestre de otro mundo, si es que ya no lo pensó. En todo caso, ya dejo de verlo de esa manera antes de levantar sospechas.

Abre la puerta que conduce al interior de la mansión, la estancia se encuentra en prenumbras, de pronto las luces se encienden iluminando lo que supongo es el living. Paso por alto la elegante decoración que adorna todo el lugar, veo a una señora rubia aparecer por una de las tantas puerta que hay en la casa. Estoy estupefacta con todo lo que veo a mi paso, todo es verdaderamente de otro mundo y me siento de pronto chiquita.

¡Dios mío!

Suspiro.

—¡Jacki! —exclama acercándose a nosotros y le plasma dos besos en la mejilla.

Me escudriña con su mirada azulada, igual a la de su hijo.

—Madre, te presento a Ava, es mi compañera de proyecto —informa y ahora tengo la mirada de los dos sobre mí.

Trago grueso.

—M-mucho gusto —le tiendo mi mano cortésmente.

—Stella —estrecha mi mano. —bueno, me retiro, nos vemos más tarde cariño —se despide de su hijo besando su mejilla. —Virginia horneó pastel de chocolate, compártelo con tu hermano. Te amo.

Lanza un beso al aire y se pierde escaleras arriba, me imagino que va a cambiarse.

—Bien, nos queda media hora antes de que anochezca —dice revisando su móvil. —vamos a comenzar.

Lo sigo detrás subiendo las escaleras, llegamos a un pasillo amplio, las paredes

están adornadas con varias fotografías. Una en particular capta mi atención, en ella aparece dos niños de cabello azabache, idénticos al de un hombre con facciones muy marcadas. Ese debe ser su padre, su aspecto tan imperioso me absorbe.

—Por aquí —giro la cabeza hacia Jackson que se encuentra abriendo una de las  puerta. —disculpa el desorden, ayer no tuve tiempo de arreglar mi habitación.

Ingreso a su dormitorio, barro la vista por ella notando un montón de ropa esparcida en el suelo, la cama está destendida. Así que decidimos sentarnos en el suelo para estar más cómodos, saco los cuadernos apuntando las ideas que se no va ocurriendo.

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