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3. Capítulo

—Está de acuerdo. Le pareció estupenda la idea, hasta nos dejó encargarnos a Sam y a mí. —digo.

—Que bueno cariño, en el taller de tu madre hay algunos materiales que les servirán. —informa levantándose del taburete.

Lo miro emocionada.

—¿Los puedo utilizar? —asiente con la cabeza. —¡Gracias!

Salgo de la cocina y entro al pequeño lugar donde mi madre solía realizar sus obras. Una manta blanca cubre una de las pinturas que no alcanzó a terminar, quito la tela dejando al descubierto una figura femenina, los detalles del vestido que se adhiere a su cuerpo es increíble. Paso los dedos sobre su rostro, me quedo observando la expresión de el, transmite varias emociones al mismo tiempo. Entre ellas, el dolor y la tristeza, viéndola más de cerca se puede percibir que su mirada rasgada está cristalizada, sin embargo se pasa por alto ese detalle pues lo que más llama la atención es su hipnotizante belleza que destaca principalmente por su cándida sonrisa.

«Una sonrisa que esconde dolor»

Es inevitable no sentirme identificada con el retrato que yace en el caballete. Vuelvo a cubrir la pintura como estaba y me obligo a apartar los pensamientos que amenazan con invadir mi mente. Rebusco entre los cajones del estante y agarro los materiales que me servirán. Salgo de allí tragando el nudo que se ha formado en mi garganta, cada día que pasa su ausencia duele, la extraño tanto, quizás si estuviera aquí todo fuera distinto.

Voy por mi mochila y bajo enseguida escuchando el auto de papá, últimamente está tan olvidadizo que temo que se vaya sin mí. Observo a Annie que ya ha ocupado el asiento de copiloto, así que no me queda de otra que subirme a la parte trasera.

En menos de diez minutos llegamos a la preparatoria, me despido de papá con un rápido beso en su mejilla y bajo del auto. Los pasillos se encuentran vacíos, los poco que han llegado se quedan vagando en el campus bromeando o copiando la tarea que no les dio tiempo de "hacer."

Echo a andar hacia la biblioteca, mi lugar preferido, me pierdo en la lectura de una novela que comencé a leer hace días y aún no he acabado. Leyendo pierdo la noción del tiempo, me he sumergido tanto en la trama que no me doy cuenta cuando el timbre suena.

Decido dejar la lectura para después, y abandono la biblioteca dirigiéndome a la primera clase. Al ingresar al aula observo que ya algunos se encuentran en sus puestos, voy hasta mi lugar y espero a que la profesora llegue.

(***)

Abro mi casillero guardando los libros que lastiman mis delgados brazos, el sonido que hacen cuando los lanzo en el interior se escucha en medio del desolado pasillo. El resto de los estudiantes están en clases, a excepción de mí que tengo la segunda hora libre puesto que la profesora de química no pudo venir por problemas de salud. Escucho unas risitas al fondo del pasillo, cierro el casillero y me escondo en la pared que se encuentra al lado de las carteleras. Sintiéndome como una espía asomo un poco la cabeza para saber a quienes les pertenece esas voces, se trata de un chico y una chica, pero no puedo ver sus rostros pues ella está de espaldas mientras el chico la besa desenfrenadamente. Hago una mueca de asco al notar su mano traviesa posarse en el trasero de la castaña, esta le susurra algo que no alcanzo a oír.

Su voz se me hace conocida. ¿Dónde la he escuchado antes? No le doy importancia y aparto la mirada de ese par de desvergonzados pidiendo que se marchen rápido para poder irme. Pero el universo parece estar en mi contra, ya que de pronto mi celular suena con una ruidosa melodía que inunda el pasillo. Aprieto el aparato entre mis manos y logro silenciarlo, sin embargo los que estaban besuqueándose se han apartado y ahora se dirigen hacia donde estoy. Con el corazón a mil por horas, comienzo a reprocharme por qué no me fuí a la biblioteca, ahora me tacharán de acosadora por andar husmeando lo que no es de mi incumbencia.

Me abofeteo mentalmente, barro la vista alrededor buscando un nuevo escondite, 

hasta que mi vista se detiene en la puerta de los baños de chicas, forcejeo con la puerta pero esta no cede, miro el letrero del que no me había dado cuenta y leo lo que dice.

—Suelo mojado, no pase —resoplo.

De pronto miro la puerta que pertenece al baño de chicos y obligo a mis piernas a moverse. Corro encerrándome en el vestidor de chicos. Suspiro aliviada, doy media vuelta y ahogo un grito de susto mirando a un chico que se encuentra haciendo el número uno. Al percatarse de mi presencia cubro mis ojos ojos con las manos.

—¡Oh, disculpa! —me apresuro a hablar sintiendo las mejillas encendidas. —No fue mi intención, de verdad lo siento.

Torpe, torpe, torpe.

«¿Por qué me tiene que estar pasando esto a mí?»

—Ya, puedes mirar —informa y quito los dedos uno por uno confirmando si se ha subido en pantalón.

Suelto un suspiro aliviado.

Aún permanece de espalda, escucho el agua del lavamanos.

—Yo, en serio lo sien... —dejo la oración por la mitad cuando el chico se voltea y veo que se trata de nada más y nada menos que Jackson Mckellen.

No.

Puede.

Ser.

Cierro los ojos pidiendo que se abra la tierra y me trague. Cuento hasta diez en mi mente deseando que sea un sueño y cuando abra los ojos él ya no esté. Pero obviamente que la situación no puede ser más bochornosa cuando lo escucho soltar una risita divertido por mi reacción.

Que despreocupado, yo hubiera reaccionado diferente si invaden mis privacidad.

—Tranquila, a cualquiera le sucede. Aunque es extraño ver a una chica como tú en los vestidores de chicos, ¿Esperas a alguien?

Arrugo el entrecejo confundida, hasta que entiendo a lo que se refiere y mis mejillas se tornan rojas. ¿Piensa que vine a "eso"?

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