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2. Capítulo

—¿Qué quieres? —musito tan bajo que tal vez no me escucharon. El fastidio en mi rostro es notable. —¿No tienen otra cosa más interesante qué hacer?

—Uy, el patito feo está de malas —las risas de las demás resuenan en el lugar.

Poso la vista en mi gaseosa, nunca soy capaz de sostenerle la mirada.

—Mejor vámonos, estamos perdiendo el tiempo —sugiere Becca.

«Al menos una que utiliza el cerebro» pienso.

Se alejan y se sientan en unas de las mesas cerca del otro ventanal, suelto el aire que no me había dado cuenta que llevaba retenido. Esta vez me han dejado en paz, pero no creo que salga con la misma suerte en la preparatoria.

—¿Algún día las enfrentarás? —pregunta Sam rompiendo el silencio que se ha formado desde que se marcharon.

—Sería peor, a veces lo mejor es ignorar sus chistes sin sentido. No entiende ni la mitad de lo que dice, utiliza las pocas neuronas que aún le quedan —suelta una risita corta.

—Si es que las utiliza —agrega. —pero sus comentarios no son chistes Ava, de hecho en el diccionario la definición de chiste se refiere a una situación en la que se divierten todos los que participan. Y es obvio que a ti no te divierte sus comentarios. En cambio la burla indica que es la acción o palabra con que se trata a una persona o cosa como digna de risa. No es algo positivo o beneficioso, por lo contrario es una forma de agredir, de lesionar la autoestima del burlado. Justamente es en el daño hacia el otro donde se halla la diferencia entre la burla y el chiste.

Habla tan rápido que debe tomar una bocanada de aire para recuperarse. Me sorprende la capacidad que tiene para retener información.

—Sé perfectamente lo que significa cada una. Lo que quise decir fue que prefiero ver sus burlas como un chiste para que no me afecte, es todo. —explico fingiendo que no le hago caso a Shannon y su grupito. —¿Vamos a mi casa? Papá horneó galletas.

Cambio de tema, Sam parece entender el rumbo de mis palabras pues acepta gustosa y no vuelve a hablar sobre ello.

(***)

El sonido del despertador resuena una y otra vez, es demasiado molesto que de un manotazo lo hago silenciar haciendo que caiga al suelo con brusquedad. Abro los ojos y me incorporo de la cama rápidamente, suelto un bufido viendo lo que queda del aparato destrozado, recojo del suelo los pedazos que se han esparcidos y los pongo en la mesita de noche. Papá me castigará si ve lo que he hecho con el despertador que me regaló, ni modo, tendré que decirle la verdad.

Aún es temprano, siempre he sido de las que llega puntual a clases, a los "raritos" como suelen llamarnos en la preparatoria, preferimos escabullirnos en la biblioteca antes de que el resto invada los pasillos. Somos el házme reír de todos, particularmente de los populares que son unos ociosos que no sirven para más nada que ocasionar problemas.

Decido levantarme dirigiéndome al baño, a los minutos salgo dispuesta a vestirme, pero una adormilada Annie invade mi habitación para adueñarse de la peinadora que se encuentra cerca del armario. Se está volviendo una costumbre desde que rompió el espejo de su peinadora debido a un arranque de ira, sucede cada vez que discute con su novio. Es el mejor amigo de Jackson Mckellen, el típico y cliché chico apuesto que hace suspirar a todas esas adolescentes hormonales apenas cruza los pasillos de la preparatoria.

No sé qué le ven, debo admitir que sus facciones parecen sacadas de alguna revistas reconocida, a veces me he preguntado si es hijo de algún famoso, pues su físico es envidiable. Ni hablar de su perfecta dentadura como la de un comercial, además del sedoso y brillante cabello negro que siempre lleva desordenado. En pocas palabras, el chico es extremadamente apuesto, pero sigue siendo uno de ellos, engreído y mujeriego. O bueno, eso son los rumores que esparcen los que están en contra de cualquier espécimen como él.

Realmente nunca hemos entablado una conversación que no haya sido más que un "gracias" de su parte y eso fue porque le presté un lápiz, lápiz que no me devolvió, ahora que recuerdo. Soy una chica de pocas palabras si se trata de personas, mi ansiedad no me lo permite,  comienzo a sudar y a hiperventilar, es inevitable no sentirme ansiosa cada vez que estoy rodeada de personas, incluso si se tratase de una sola. Por otra parte, solo comparto tres clases con Jackson y siquiera concidimos en el comedor, lugar que me rehúso a pisar sola desde aquel día. A menos que Sam vaya conmigo.

En fin, no lo conozco como para juzgarlo,  de todos los que conforman su grupo, él es el más "agradable" por así decirlo. Y sus calificaciones altas demuestran que al menos le da importancia a los estudios, por lo visto.

Desciendo por las escaleras ignorando los comentarios de Annie respecto a mi vestimenta. Se encarga de recordarme todo los días la importancia de vestir bien para conseguir pareja.

«Como si estuviera buscando»

Salgo de la habitación y me encamino a bajar por esas escaleras en forma de espiral. Llego a la cocina que es en su totalidad blanca con artefactos modernos, aunque las sillas de la mesa son coloridas. Es un ambiente agradable.

—Buen día cariño —saluda papá apenas cruzo el umbral de la cocina.

—Buen día. Papá —ladea la cabeza hacia mi dirección —¿Crees que podrías darme un aventón a la preparatoria?

—Claro, no hay problema. Ten —me tiende mi desayuno.

—Gracias.

Llevo un pedazo de tostada a mi boca, me permito saborear el dulce de la mermelada de frambuesa. Veo a Annie aparecer en la cocina, su rostro denota que hoy está de mal humor, así que papá y yo pasamos por alto su presencia y nos enfrascamos en una conversación sobre la gran idea que ha tenido Sam.

—¿Qué dijo Nora? —la mención de la dulce mujer en la que papá lleva tiempo interesado me saca una sonrisa.

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