5. Capítulo
—¿Citas de amigos? —pregunto arrugando el entrecejo.
Jackson asiente con la cabeza, deja de escribir haciendo a un lado la libreta repleta de garabatos.
—No serán citas como las tienen las personas normalmente —asegura—. Nosotros la haremos distinta. Es decir, las citas de amigos consiste en que ambos nos turnemos en planear a que lugar favorito visitaremos. Allí, empezará el primer paso, socializar. Luego en otra ocasión seguiremos con el segundo, que es conocer y por último y no menos importarte, comprender.
Proceso sus palabras, la verdad no suena mal su idea, incluso puedo decir que es mejor que la mía.
«Siquiera tenía una»
—Ya, ¿Sería como una salida de amigos?
—Exacto. Lo que realmente quiere la profesora es que nos demos la oportunidad de socializar con los demás, y para eso es necesario romper los grupos que se han formado.
—Aún no le veo el sentido a este proyecto —murmuro más para sí misma.
Los ojos de Jackson se conectan con los míos, pero como siempre, la aparto rápidamente.
—Yo creo que sí, no somos capaces de saber que sucederá en el futuro. Quizás y nos espera algo bueno —se oye convencido, quisiera ser igual de positiva.
La pantalla de mi celular se enciende, papá me ha enviado un mensaje preguntándome por qué no he llegado aún a casa. Reviso la hora y abro los ojos desmesuradamente, el tiempo pasó volando.
Me levanto de un salto, haciendo que voltee a mirarme. Recojo mi mochila del suelo y le respondo a papá avisándole que voy en camino.
—Debo irme, ya es tarde —se incorpora sacudiendo su pantalón.
—Sí, ha oscurecido, te acompaño —salimos de la habitación bajando las escaleras que descienden al living.
—¿Cuándo comenzaremos?
—Mañana. Cuanto antes lo terminemos mejor —asiento de acuerdo—. ¿Quieres que empiece yo?
—Sería de ayuda, así sabré que debo hacer cuando sea mi turno.
—Bien, entonces paso por ti después de clases —dice deteniéndose en la entrada del gran portón blanco.
Las calles se encuentran desérticas, no hay ni un alma rondando, además que la tenue iluminación de los faroles no ayuda a mi miopía. La noche está mucho más oscura. Genial.
—Bueno, adiós — me despido al ver que el portón se ha abierto—. Nos vemos mañana.
—Por supuesto —dice sonriente.
Imito su gesto pero es una sonrisa efímera. Le doy la espalda y echo a andar simulando que no estoy muerta de miedo, imaginando las películas de terror dónde a la chica buena le sucede algo malo.
Y ya estoy andando hacia mi destino, falta un poco para llegar. Ni modo. Tendré que irme sola, suspiro hondo. Sin embargo escucho las posadas detrás. Resulta que Jack me alcanza y está a mi lado. Detengo el paso y lo veo a los ojos en un movimiento fugaz, para luego desviarla al suelo.
—Lo siento, no sé en qué estaba pensando, no dejaría que una chica andara sola hasta su casa.
—Yo... te lo agradezco, muchas gracias —le dedico una corta sonrisa.
Caminamos en silencio, cada uno metido en sus propios pensamientos, lo miro una que otras veces, teclea en su móvil mientras una sonrisa boba se forma en sus labios.
«Lo más probable es que esté escribiéndose con su novia» pienso.
Su mirada se ilumina cada vez que revisa su móvil, no puedo evitar sentirme mal de saber que su novia lo engaña con otro. No obstante, me convenzo a mi misma que no es de mi incumbencia lo que suceda entre ellos, algún día él sé dará cuenta del engaño que ha estado viviendo todo este tiempo.
El recorrido se hace largo, apenas diviso mi casa y suspiro aliviada. Sinceramente apesto en todo lo relacionado con ejercicios, tal vez por eso el profesor de deportes me detesta.
—Bueno, gracias por acompañarme, nos vemos mañana —hablo cruzando la pequeña cerca que papá ha recién pintado.
—De nada, buenas noches —me regala una sonrisa que correspondo tímidamente.
Ingreso a casa no sin antes darle una última mirada al chico, este ya va ha mitad de la calle.
—¡Llegué! —aviso escuchando el ruido que proviene de la cocina.
Mi padre aparece vistiendo un delantal azul, sonrío y lo envuelvo en un abrazo.
—¿Cenaste? —niego con la cabeza—. Que bien, porque hice fideos chinos.
La sola mención de ellos hace gruñir mi estómago, papá suelta una carcajada y me arrastra hasta la cocina.
Al cabo de un rato luego de tomar una ducha caliente, me tumbo en la cama dispuesta a leer otro capítulo del libro.
Estoy tan sumergida en la trama que no he notado el mensaje que ha llegado a mi celular.
Desconocido: ¡Hey! Es Jack, no preguntes cómo conseguí tu número (bueno, si te da curiosidad te digo que lo copié de tu libreta) pero era para poder comunicarme contigo si no nos vemos en la preparatoria, ya sabes lo enorme que es. En fin, mañana no podré asistir a clases, aunque lo del proyecto sigue en pie, de hecho te pasaré la dirección para que nos encontremos. ¿Te parece?
Ava: Hola, está bien no hay problema, envíame la dirección.
Dejo el celular a un lado y retomo la lectura, escucho un fuerte ruido en la habitación contigua. Seguido de unas risitas estúpidas, hago una mueca de asco siendo consciente de lo que sucederá a continuación. Por eso me coloco los auriculares y selecciona cualquier canción en mi reproductor de música.
Niente, del cantante Ultimo inunda mis oídos, me pierdo en la melodía de la letra. Siempre me ha gustado las canciones italianas. No sé, tiene esa forma mágica de enviolverme, la sensación es agradable. Me acomodo mejor en la cama, tarareo un poco la canción que sigue llevando plenitud a mi torrente sanguíneo, hasta que por fin, pero no sé en qué momento, pues ya estoy cabeceando sobre la almohada, consigo irme a la inconsciencia. Sin embargo me despierto durante la madrugada y me quito los auriculares, no es bueno quedarme dormida con eso puesto, pero he tenido tanto sueño que me olvidé sin querer.
Ahora intento dormirme de nuevo.
(***)
La segunda hora fue una tortura, bueno, de por si las clases de historia resultaban las más aburridas de todas las asignaturas. El profesor Ben tenía ese tono de voz que adormilaba a media clase en menos de un segundo, es por esa razón que la gran mayoría tenía aplazada historia. No podría decir lo mismo de mí, pues aunque no estaba dentro de mis asignaturas preferidas, tenía la calificación más alta del de su clase.
«Obtener esa beca es importante si deseo ir a Stanford»
Cierro mi casillero luego de guardar los libros, Sam charla sin parar contándome como le fue en el museo que visitó ayer con sus padres.
—¿Qué clase tienes? —inquiere a mi lado dirigiéndonos al comedor.
—Literatura —sonrío.
—Te envidio —lloriquea quitándose una lágrima falsa.
Suelto una risita.
—¿Cuál te toca?
—Deporte —ahoga un gemido lastimero—. Estoy muerta, el profesor me odia.
—No eres la única —le recuerdo.
Formamos la fila corta para pedir nuestro almuerzo, agarro una bandeja y comienzo a elegir pequeñas porciones de comida. Dos piezas de pollo frito, puré de papa y ensalada.
Barro la vista por el comedor hasta dar con una mesa al fondo, nos encaminamos hasta allá pero al pasar junto a la mesa de los populares recibo uno que otro comentario de Shannon.
«¿Cuándo será el día que deje de hacerlo?»
Hago oídos sordos a su burlas, pero en el fondo me hieren hasta el punto de tener que tragar el nudo que se ha comenzado a forma en mi garganta cada vez que dice lago sobre él.
Es un tema delicado para mí, un ciclo que aún no he podido cerrar, pasar la página y seguir con mi vida no me es fácil. Pero algún día debo hacerlo.
—Cuéntame qué tal el proyecto —Sam intenta cambiar los rumbos de mi pensamientos.
—Dijo algo sobre tener citas de amigos, ambos deberemos planear un lugar, el que más nos guste, y compartirlo con el otro. Supongo que su plan funcionará —digo clavando el cubierto en una lechuga.
De pronto he perdido el apetito, es lo que sucede cada vez que vengo aquí.
—¿Quieres ir a la biblioteca?
—No creo que...
—Ven, te enseñaré un lugar que descubrí allí dentro —susurra y luego se pone de pie.
Me levanto resignada, al final es mejor que estar rodeada de tantas personas. El pasillo está infestado de estudiantes que parecen no notar mi presencia, pues me han empujando un montón de veces. He tenido que maniobrar para sostener la comida que gracias al cielo aún se encuentra intacta en la bandeja, pero no puedo decir lo mismo de mi jugo que se ha derramado todo. Maravilloso.
Tiro el vaso en uno de los contenedores de basura, ahora tendré que tomar agua, ni modo.
Ingresamos a la biblioteca y apresuro el paso para alcanzar a Sam que va delante, la veo abrir una puerta blanca (del mismo color que las paredes) y no había notado jamás en todo el tiempo que llevo viniendo aquí.
—¿Cómo...? —mis palabras quedan suspendidas en el aire.
—Es genial, ¿No?
—Un pasadizo —musito observando el reducido espacio donde estamos.
—Eres la tercera en saber de la existencia de este pasadizo —comenta.
—¿Quién es la otra persona?
—Jackson —la miro ante la mención de mi compañero de proyecto.
—¿Jackson? —intento sonar indiferente, pero realmente siento curiosidad.
—Sí. Estábamos en la clase de literatura y la profesora nos puso juntos, entonces yo fuí a buscar el libro que nos tocó, pero como no lo encontré en los primeros estantes, revisé los que están al fondo. Sin embargo algo llamó mi atención, detrás de uno de los estantes había una pequeña puerta, aunque se pasa por desapercibida puesto que tiene el mismo color que la pared. Como si estuviera camuflajeada.
—Sinceramente nunca la habría notado si tú no me hubieras traído —confieso escudriñando las mantas tiradas en el suelo—. Pero, ¿Qué tiene que ver Jackson en todo esto?
La veo sentarse en la manta, palmea la tela para que haga lo mismo. Me acomodo a su lado colocando mis piernas en indio y reposando la bandeja en mi regazo.
—Al tardar tanto, él fue a buscarme y en ese momento estaba intentando abrir la puerta con un alfiler. ¿Puedes creer que si funciona?
—¿De verdad? —asiente con la cabeza.
—Prometimos no decirle a nadie de este lugar, así que espero guardes el secreto.
—Eres mi única amiga, ¿A quién le contaría? —se encoge de hombros.
Después de comer decidimos quedarnos un rato más en la guarida, sin embargo a los minutos sonó la campana y no tuvimos más remedio que dirigimos a nuestra respectivas clases.
Justo cuando voy pasando al lado del cuarto de limpieza la puerta es abierta bruscamente, mostrando a una Becca con las mejillas sonrojadas y el mismo rubio de la biblioteca.
¿Es broma? ¿Por qué siempre tengo que ser espectadora de situaciones así?
Al verme, la chica se tensa en su lugar, arregla su ropa en un intento fallido por simular que no es lo que parece. Hago el amago de seguir mi camino pero un agarre en mi brazo me detiene.
—No viste nada, ¿Estamos? —frunzo el ceño.
—¿D-de qué hablas? —me hago la desentendida.
Le da una rápida mirada al chico, afloja el agarre en mi brazo y sonríe inocente, me aparto de ambos dirigiéndome al aula de clases.
Que loco.
(***)
—Gracias —le tiendo el billete al chófer y bajo del taxi.
Inmediatamente una fuerte ráfaga de viento levanta mi vestido, soy más rápida así que logro bajarlo a su lugar.
«Casi parezco a Marylin Monroe» pienso.
La noche está fría, me arrepiento de haber traído un suéter, ahora tendré que aguantar la brisa helada. Bufo.
Levanto la mirada hacia la gran entrada, asegurándome de que sea la dirección que me envió Jackson. Casualmente diviso a mi compañero caminar hacia mí, viste un pantalón negro a juego con su abrigo y zapatos, y un suéter gris.
«Oh, él si fue más inteligente»
—H-hola —balbuceo sintiéndome cohibida por su presencia.
—Hola Ava, ¿Lista para comenzar este proyecto? —trago grueso.
—Eso creo —dibuja una sonrisa amigable.
—Solo diviértete, imagínate por un momento que vinimos a pasar el rato, ¿Vale?
Asiento con la cabeza.
Nos adentramos al interior, barro la vista en en lugar con varias carpas rojas y rayas blancas. Estamos en una feria, lo sé porque es idéntica a como la presentan en las películas. Nunca había venido a una, así que observo todo a mi al rededor para poder memorizarlo, es muy lindo, el ambiente se muestra agradable y hasta he olvidado a qué vine aquí.
Busco a Jackson al no verlo a mi lado, lo encuentro en una de las taquillas dónde creo venden los boletos. Regresa mostrándome las entradas que ha comprado, solo espero y no sea la rueda de la fortuna.
—¿Vértigo?
Pregunta como si hubiese leído mi mente, o quizás se ha dado cuenta de la mirada que le doy a esa máquina infernal.
—La última experiencia que tuve allí arriba no es algo que quiera repetir —confieso avergonzada.
—Tranquila, tampoco es mi favorita —dice llevando las manos a los bolsillos de su abrigo—. De hecho, iremos a comer un hot dog, te aseguro que son los mejores que habrás probado en tu vida.
No digo nada y echamos a andar hasta el carrito dónde un señor de bigotes gruesos nos atiende. A los pocos minutos nos entrega los dos hot dog, vamos hasta una banca que se encuentra alejada del bullicio de personas.
—Haremos esto más dinámico, ¿Te parece si jugamos a las preguntas?
Rompe el silencio que se había formado desde que nos sentamos.
—Sí, está bien —acepto.
—Bien —le da una mordida a su hot dog—. si tuvieras algún poder, ¿Cuál sería?
Pienso en muchos, pero elijo uno que sin duda alguna desearía tener.
—Regresar en el tiempo —mi respuesta lo toma por sorpresa—. ¿Qué?
Sonríe y niega con la cabeza.
—Nada —bajo la vista a mi hot dog que aún está intacto—. Tu turno.
Busco en mi cabeza una pregunta sencilla, hasta que se me ocurre una.
—¿Qué es lo que más odias?
Chasquea la lengua.
—Las mentiras —alzo la cejas ante su respuesta—. Puedo soportar todo, menos que una persona que aprecio me mienta en mi cara. Te sientes traicionado, como si no tuvo la confianza de contarte, aunque hubo oportunidades pero prefirió ocultarlo. Ese tipo de tendencia a no decir la verdad la detesto.
Sus palabras me caen como un balde de agua fría.
Sé que su novia lo engaña y no le he dicho, es cierto que no me incumbe a mí contarle. Pero las acciones de Becca van en contra de lo que mis padres me inculcaron. La infidelidad es dolorosa, cuesta años volver a confiar en otras personas por culpa del daño que te han causado.
—Y-yo... Tengo algo que decirte —me mira confundido—. He visto a tu...
Un tercero aparece en la escena arruinando lo que tenía que decirle, volteo a ver de dónde proviene la voz encontrando un grupo de personas que se están acercando a un hombre de traje rojo.
—¿Qué estará diciendo?
—No lo sé —digo.
—¿Vamos a averiguar? —hago una mueca y no me da tiempo de responder puesto que me ha tomado del brazo arrastrándome hacia el hombre con el parlante.
El contacto de su mano en mi piel, hace que baje la mirada hasta ella. Sus largos dedos envuelven mi brazo delgado, una extraña sensación de instala en la zona y no puedo evitar soltarme de su agarre.
Al estar cerca del tumulto de personas, veo a Jackson adentrarse entre la gente, en cambio yo prefiero mantener una distancia prudente de ellas al sentir un malestar en el cuerpo, es una incomodidad y al mismo tiempo temor que aparece cada vez que estoy en un lugar como este.
—¡Vengan a disfrutar del show que les presentará el circo arcoiris! ¡Por tan solo diez dólares! ¡No sé lo pierda! —el hombre continúa hablando pero no escucho lo que dice puesto que mi vista se ha detenido en un punto en particular.
Al fondo hay una pantalla con unas letras en grande.
—Concurso de palabras —leo en voz alta.
El sitio está vacío, siento pena por el pobre muchacho de gafas y tirantes negros que se encuentra sentando en un banco, mientras ojea un libro con aburrimiento.
Decido acercarme al no ver a Jackson cerca, supongo que ha entrado al circo.
—Buenas noches —el chico se sobresalta al escucharme. Me mira a través de esas enormes gafas y sonríe amable—. ¿De qué trata?
—Buenas noches, consiste en explicar el significado de cada palabra que esté aquí en el diccionario. Le permitimos que repase lo que vamos a preguntarle, solo puede verlo durante cinco minutos. Es un experimento que estamos realizando para saber la capacidad que tiene nuestra mente de retener información.
Explica como si llevara esperando un buen rato en decir su monólogo.
—O sea, ¿Memorizarla? —inquiero a gusto con el juego.
—Exactamente, además el ganador se llevará el libro, Para Siempre, de la escritora Judith McNaught. ¿Te animas? —veo el destello en su mirada, ansioso de que acepte.
—Sí —ensancha su sonrisa mostrando sus blanquecinos dientes con ortodoncia.
Me tiende un libro de pasta gruesa, tomo asiento en la mesa que hay al lado y comienzo a repasar las palabras que ya me sé de memoria.
Los cinco minutos transcurren rápido, cierro el libro entregándoselo al muchacho. Inicia el juego y voy respondiendo correctamente cada una de las preguntas, son más de veinte, sin embargo recuerdo el significado de todas debido a mi amor por las palabras.
El tiempo se acaba y escucho un aplauso detrás, giro la cabeza encontrando a Jackson que me observa asombrado. Siento mis mejillas teñirse de rojo carmesí, vuelvo la vista a la muchacha que me felicita y me entrega el dichoso libro. Le sonrío tímida, no estoy acostumbrada a este tipo de atenciones.
—¡Wow! ¡Eres sorprendente Ava! —exclama Jackson al tenerme cerca.
—G-gracias —digo en un atisbo de sonrisa.
—¿Cómo la estás pasando?
Llevo un mechón de mi flequillo detrás de mi oreja.
—Es genial este lugar, a pesar de estar rodeada de tantas personas no me siento inco... —cierro la boca de golpe al darme cuenta de lo que estoy diciendo—. Es un ambiente agradable.
Una brisa fría me eriza el cuerpo, me abrazo a mi misma dándome calor. No me estuviera muriendo de frío se hubiese traído un abrigo.
Olvidadiza.
Jackson lo nota y veo de reojo como se quita el abrigo.
—Toma, debes de tener más frío que yo —comenta ofreciéndome la gruesa prenda.
—N-no, no es nece... —la oración queda a mitad cuando siento el abrigo en mis hombros transmitiéndome su calidez—. Gracias.
—De nada —esboza una sonrisa que resalta sus hoyuelos.