Capítulo 5
—Me estás insultando, Fred. ¡No te voy a permitir que me hables de esa forma!
No soy una santa, pero no sé de donde saca que participé en lo que le hicieron a Mary, yo no soy así. Y aunque si lo fuera, igual no tendría derecho a hablarme de esa manera.
—Tú misma lo dijiste mientras comíamos: lo que quieres, lo tienes.
—Ajá, ¿y? ¿Qué tiene que ver eso?
—Como no te apoyé con respecto a lo de Biología planeaste hacer esa broma con Drew para espantar a Mary de este lugar y así poder hacer el proyecto conmigo.
—Vaya, tú sí que tienes autoestima. Creo que se te han subido de más los humos, no te creas tan importante.
—¡Sólo acepta que te equivocaste!
—No puedo creer que me trates así...— digo y me doy rápido la vuelta porque mis lágrimas están amenazando con salir y por nada del mundo quiero darle el gusto de verme llorar.
—¿Tú no hiciste lo de las serpientes, verdad? —le pregunto a Andrew al volver a la biblioteca mientras recojo mi bolso.
Espero que no se de cuenta de mis ganas de llorar por la voz.
—Eh, no —responde con obviedad.
Es que claro, hasta hace un momento estaba conmigo. Solo los que no tienen nada más interesante que hacer con sus vidas hacen esas cosas; y de seguro a Andrew no le importa esa estúpida al igual que a mí.
A duras penas asisto a mis siguientes asignaturas, con la mente en todas partes menos en donde se supone que debería estar. Por fortuna, ninguna de las materias que me faltaban por ver me tocaba verlas Fred. Ni con Ashley, por eso me fui sin hablar con ella y cuando llegué a mi casa, luego de encerrarme en mi cuarto para llorar unas cuantas horas hasta recargar mis fuerzas, decidí llamarla a su celular para contarle lo sucedido.
Me llevo el teléfono a la oreja y repica varias veces.
—¿Sí? —finalmente contesta con tono aburrido.
—¡¿Dónde te metiste, Ash? —le reclamo.
—Estaba con Brianna... después me cansé de buscarte. Apenas me encontré con Freddie cuando llegamos a la casa, no vi a ninguno de los dos en el comedor —explica—. ¿Por qué, qué pasó?
—¡No sé, a tu hermano le picó un bicho raro! ¡Creo que Fred quiere terminar conmigo! —exclamo.
—¡¿Qué?!— pregunta y sé que ya no está aburrida y tengo toda su atención —¡¿Por qué?!
—¿Tú supiste lo que le hicieron a la nueva becada?
—Sí, me contaron, pero no presencié cuando ocurrió; en ese momento estaba en la cafetería almorzando.
—Bueno, yo estaba en la biblioteca. Cuando vi el escándalo que se formó me acerqué a los baños para ver qué era lo que pasaba, y ahí me conseguí a tu hermano. Comenzó a gritarme y a decir un montón de locuras; él jura y perjura que lo de las serpientes fue obra mía y de Andrew.
—¿Y fue así?— pregunta— Genial.
—¡No, yo no hago esas tonterías, y menos con Van Der Pelt! —le aclaro— Y no es genial, en serio me estoy preocupando... Ya te había dicho que Freddie está extraño desde ayer y bueno, con lo de hoy me queda claro que algo le pasa.
Ashley hace una pausa y suspira.
Arrugo el ceño —¿Por qué suspiras?
Conozco a mi amiga, y sé que ese gesto de su parte es sospechoso.
—Por nada...
—Dime.
—En serio, Elle. No es nada.
—¡Ashley!
Suspira otra vez.
—Bueno, está bien. Te lo digo si antes me prometes que no te vas a enloquecer.
Mi preocupación se multiplica por mil.
—Sí, te lo prometo. ¿Qué pasa? ¿Acaso Freddie te ha dicho algo?
—No. Es que no te quería decir pero... Mary es hija de Martha.
—¿De quién?— pregunto, no entiendo nada. ¿De qué Martha está hablando?
—De Martha, la criada que tenemos en la casa. ¿Recuerdas que en la fiesta de Kendra les conté que ahora trabaja a tiempo completo y vive con nosotros? Bueno, cuando se mudó también trajo a sus hijos, y uno de sus hijos es Mary Gilbert.
Creo que ya sé a donde va todo esto.
—¿Tu hermano me está engañando con Mary?
—No... que yo sepa. Ellie, odio decirlo, pero mentiría si te digo que no creo que ella le llama la atención- me dice y entro en pánico.
—¿Por qué? ¿Lo has visto coqueteándole o algo?
—No, sabes que el anticuado de Fred es demasiado tímido para eso. Pero conozco a mi hermano; la telepatía entre nosotros no miente, y mucho menos mi intuición femenina.
Cierro los ojos y siento en mis mejillas la humedad de las primeras lagrimas derramadas. De todas formas hago lo posible por mantener el poco control que me queda, porque odio que me vean o escuchen llorar.
Pero sobre todo odio que por la culpa de esa maldita Mary Gilbert me esté pasando esto.