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—¿Quién fue el que se atrevió a tocarte? —su pregunta me hace gracia, no se para qué lo hace, si sabe bien la respuesta. —Tu hermano y yo lo mataremos. —eso si me molesta, no deben meterse en mi vida privada, pero no lo entienden. —Además del innombrable. —hago una mueca por lo último que dijo, mis terminales nerviosas se tensan al pensar en ese idiota.
—En primer lugar no es asunto tuyo, —lo fulmino con la mirada mientras él me reta con la suya. —En segundo tuve dos novios, ¿Qué creíste que no teníamos sexo? —si antes estaba furioso, ahora más. —Y en tercero no le dirás nada a mi hermano. —lo señalo con mi dedo acusador, Gabriel esquiva mi mirada, pero por su bien espero que no lo haga.1
—Parece que las amenazas no sirvieron de nada, —murmura, sin embargo lo llegue a escuchar. —¡Hijos de sus madres! —le da un golpe a la mesada que nos hace saltar a loas dos en el lugar, Gabriel enojado es un peligro andante, pero lo que más llama mi atención fue lo último que dijo.
—¿De qué hablas? —interrogo con curiosidad y al mismo tiempo molesta por sus actitudes posesivas.
—Nada, ya esta. —se levanta camina hasta donde estoy sentada, me da un beso en la mejilla y otro a Lucía. —Adiós, chicas me avisan que van a hacer, a donde van, quiero todos los datos. —Gabriel cree que sigue en el ejército que puede ordenar y nosotras acatar.
—Si señor. —respondemos las dos haciendo un saludo militar, larga una carcajada y se desaparece tan rápido que no me da tiempo a procesar nada. —¿Y a este que bicho le picó? —pregunto con curiosidad, Lucía me mira por un segundo y niega con la cabeza.
—Se dio cuenta de lo que perdió, cosas de la vida. —se encoge de hombros con desinterés, se levantó de su asiento e hizo lo mismo para sacar al ruso de mi campo de visión, dejándome con más preguntas que respuestas.
Recogí mis tazas de la mañana, fui a la habitación a buscar mi computadora portátil para ver si había una advertencia y me sorprendí cuando abrí mi correo electrónico en respuesta a una de las solicitudes en unos 17 días. En el pasado, pensé que ya estaban allí. Secretaria o esa es la respuesta.
Mensaje:
“Señorita Enriques, nos complace anunciar que ha sido contratada por varios candidatos para el cargo de Secretaria Ejecutiva de Pérez. Nos preguntamos si está listo para viajar porque tiene su sede en la capital de Grecia.
Fundó Santiago Pérez, director general de Pérez, sin más. ”
Inmediatamente, respondí a la noticia de que mañana llegaría a la hora y lugar acordados. Por unos segundos pensé en la decisión que había tomado y que nos íbamos a Grecia, era un gran cambio que necesitaba de inmediato; Sin embargo, pensé que a mi familia le clamarían al cielo, pero era por el bien de todos, debía estar lo más lejos posible de esta tierra, superé mis pensamientos.
Salgo de mi cuarto para ir al de Lucía, ingreso sin golpear, la veo tirada en su cama como una morsa con un pote de helado a su lado se sienta de golpe al verme entrar de esta forma, me mira interrogante.
—Nos vamos a Grecia. —comento con una sonrisa y ella me la devuelve como el gato de Alicia en el país de las maravillas.
Espero no estar haciendo una locura.
Marlín
El avión aterrizó en el Aeropuerto Internacional Eleftherios Venizelos de Atenas, lo cual me puso nervioso al recordar la conversación de mi hermano ayer, a veces puede ser bastante dramática, pero siempre lo fue.
Flashback
—¿Cómo que te vas hoy mismo a Grecia?, ¿Dónde te quedarás?, ¿Con quién iras?, ¿Dónde trabajarás? ¿Te has vuelto loca? —grita mi hermano al otro lado de la línea, un suspiro cansado sale de mí, ya que estoy preparando las maletas porque estoy sin tiempo, ¡Mierda!, tomo una bocanada de aire para responderle al idiota de Roberto.
—Primero si me voy hoy mismo, segundo me quedaré en un hotel por lo que resta de la semana hasta que consiga un departamento, —comienzo a elevar el tono de voz enfadad. —Tercero me voy con Lucía y por último trabajaré como secretaria ejecutiva en empresas Pérez, ¿Feliz? —hablo ya irritada por su comportamiento, posesivo y demandante.
—No —responde con todo el enojo del mundo. —¿No hay forma de que te quedes? —su pregunta me hace gracia, —Puedo darte el puesto que desees, —niego como si pudiera verme. —¿Cómo le diré a nuestros pGregorios que su única hija se va a Grecia a trabajar?, —me encojo de hombros con desinterés. —Además estarás sola allá, y si te pasa al... —no dejo que termine su melodrama interrumpiéndolo.
—Roberto soy una mujer echa y derecha no tengo que pedirte permiso a ti o a mis pGregorios para tomar una decisión —respondo ya con cansancio, cierro mi maleta y me siento en la cama, pensando mis siguientes palabras, —¿Sigues ahí? —silencio del otro lado —Vamos Roberto no me quiero ir enfadada contigo, —una idea surca mi cabeza. —Hagamos algo, tú eliges el departamento. —propongo para calmar las aguas y sé que acabo de firmar mi sentencia de muerte.
—De acuerdo —dice finalmente— Pero... —giro mis ojos exasperada, siempre debe haber un pero con él.
—¿Pero qué Roberto? —lo corto para que de una maldita vez me deje en paz.
—¿Prometes llamarme a mí o a Gabriel por cualquier cosa, lo que sea Verstanden (entendido)? —vuelvo asentir con mi cabeza, aunque se que no lo haré.
—Verstanden. —miento asquerosamente, porque si me estoy yendo de aquí es por el bien de la familia.
—Ich liebe dich (te quiero). —murmura resignado antes de colgar la llamada.2