Capítulo 2 - 10 Años Después
—Nuevo Mensaje ✉ 'Steve' –
@ Steve: [¿Qué tal la fiesta anoche?]
[Un asco, si me preguntas a mí. ¿En dónde diablos estabas?] ✔✔
@ Steve: [Lo siento, pá tenía problemas en el taller y sabes el montón de mierda que me iba a soltar si no me quedaba. (ಥ﹏ಥ)]
[Hombre, dile a tu papá que se relaje un poco.] ✔✔
@ Steve: [Dile lo mismo a tu reflejo cuando te veas al espejo :v]
[Jódete.] ✔✔
@ Steve: [¿Por qué mejor no sales de una vez y así podemos irnos? Llevo 15 minutos esperándote aquí afuera. ¿Qué tanto te arreglas?]
[No puedes apresurar la perfección.] ✔✔
@ Steve: [Pero puedo apresurar mi pie en tu trasero si no sales ahora mismo. (ノ°°)ノ]
[Me gustaría verte intentarlo.] ✔✔
Bloqueo la pantalla y guardo el teléfono en el bolsillo de mi chaqueta. Doy un último vistazo alrededor para asegurarme que no se me olvida nada, tomo mi bolso y bajo al trote por las escaleras.
—Buenos días, Ellie.
La señora de limpieza trabaja aquí desde hace dos años. Es bajita, con el cabello castaño lleno de canas y a veces habla de más, pero es bastante agradable y es muy minuciosa en su labor.
—¡Buenos días, joven Jasper! — dice con ánimo, sin dejar de limpiar la mesa de cristal en el centro de la sala —. ¿Va a desayunar?
—No, Steve me está esperando afuera — tomo mis llaves del colgante en la pared y me dirijo a la puerta —. Tomaré algo en el camino.
—De acuerdo. Que tenga un buen día, joven.
—Gracias, Ellie — me despido con un gesto de mi mano y salgo de la casa.
El sol está en lo más alto y sus rayos de luz son fuertes, así que deslizo mis lentes oscuros sobre mis ojos y bajo las numerosas escaleras de la entrada. El Porsche 718 Cayman de Steve apenas tiene un par de días, así que la pintura roja aún brilla con intensidad.
Desbloquea la puerta del copiloto para mí y subo, dejando mi bolso en la parte de atrás. Chocamos las manos y él enciende el auto.
—Si llegamos tarde, será por tú culpa — se su saludo después de un fin de semana sin vernos. Las rejas de la casa se abren para que podamos salir, le hago un gesto de despedida al guardia de seguridad cuando lo pasamos.
—Si llegamos tarde, será por tu débil técnica para conducir — ruedo los ojos y dejo mi brazo colgando por la ventana abierta.
—Amigo, por favor dime que Jessica no se ligó con nadie anoche — su voz de súplica.
—No sé, no estaba pendiente de ella.
—¡¿En serio?! — chilla molesto —. Vamos, Jas. Te dije específicamente que la vigilaras, ¿ahora cómo demonios sabré si es la chica buena que aparenta ser?
—No puedes juzgar eso es una fiesta — ruedo los ojos —. Ese es el peor lugar para hacerlo, nadie sabe lo que hace con cantidades ilegales de alcohol en su organismo.
—Pero al menos me dará un indicio — suspira —. Última vez que confío en ti para algo como esto.
—Suena perfecto para mí — me río cuando escucho que gruñe —. La práctica será brutal.
—Nos derretiremos — concuerda —. El sol está jodidamente fuerte hoy.
—¿Le pediste el protector solar a tu mami? — bromeo y él golpea mi brazo.
—Vete a la mierda, pendejo — nos reímos y el resto del viaje lo pasamos escuchando canciones de Rammstein y Lamb of God en el reproductor de su auto.
Cuando llegamos a la universidad, somos recibidos por el gran tumulto de estudiantes en la entrada que nos retrasan aún más al obstruir la entrada al estacionamiento. Steve tiene que maniobrar con sutileza para no lastimar a nadie, pero eso no evita que saque la cabeza por la ventana y despotrique algunos insultos.
—¡Juro por Dios que patearé tu trasero si no te quitas del medio, Peterson! — el chico sale corriendo despavorido y por fin encontramos un lugar desocupado para aparcar.
—¿Qué es lo que tienes con los traseros? — cojo mi bolso y salgo, cerrando la puerta del auto detrás de mí —. ¿Algún nuevo fetiche?
—Oh, no. Esa es tu liga, amigo — me da una palmada en la espalda y yo me río, mientras hacemos nuestro camino hacia el gran patio principal.
He aquí, la gran Universidad de Michigan.
Fue fundada en 1817. Tiene alrededor de 59.000 estudiantes, cuenta con uno de los más grandes presupuestos para investigación entre cualquier otra y se regocija con el tercer mejor equipo de Fútbol Americano Universitario de todo EE.UU.: 'Michigan Wolverines'; razón por la cual decidí estudiar aquí.
La gente nos saluda a medida que avanzamos como si fuésemos súper estrellas, pero los ignoro a todos, esta creciente popularidad me molesta. No puedo hacer ni decir ni una jodida cosa cuando ya todo el mundo lo sabe y lo divulga a todo pulmón. Una vez incluso publicaron una foto mía mientras estaba cambiándome en los vestidores, afortunadamente aún tenía mi ropa interior puesta.
No soy como muchos que se aprovechan de ello y consiguen lo que quieren engatusando a las personas alrededor de su dedo meñique. Al contrario, procuro mantener a todos alejados de mí.
Solo con algunas excepciones, como Steve Thompson.
Conocí al que se podría decir es mi mejor amigo a los tres meses de haber ingresado. Su papá es dueño de un prestigioso taller para autos en el centro y su mamá tiene una adorable cafetería que siempre visitamos al salir de la universidad.
Steve fue un dolor de culo al principio, pero se hizo más fácil lidiar con él a medida que pasaba el tiempo. Además, le importa una mierda que sea bisexual y nunca me ha juzgado o mirado mal cuando me ve ligando con algún chico, lo que es genial. Aunque el entrenador sí me pide que sea discreto con mis ligues.
—Mira, allí está tu gran amigo Matthew.
Señala con su mentón en su dirección y mis puños se aprietan cuando lo veo. El capitán del equipo de Hockey: Matthew Connor.
Está sentado sobre una de las mesas del patio rodeado de todos sus amigos descerebrados y riendo como focas constipadas. Me ve y hace una mueca antes de ignorarme mientras paso a su lado.
Sí, el odio es mutuo.
—¿Amigo? — resoplo —. Creo que el sol está matando las pocas neuronas que te quedaban.
—Bueno, no me servían de mucho de todas formas — se encoge de hombros.
—Menos mal que lo admites — nos reímos mientras entramos al comedor.
Por fortuna llegamos con el tiempo suficiente para devorar como lobos hambrientos un "rápido" desayuno antes del comienzo del primer periodo. Así que nos metemos en la fila y sin tener que decir nada todo el mundo se aparta y nos dejan pedir primero, dándonos palmadas de felicitaciones en los brazos y espalda por haber ganado el último juego la semana pasada.
Bueno, la popularidad tiene sus ventajas. Pedimos tres sándwiches de pollo y lechuga para cada uno y un par de bebidas energéticas. ¿Qué puedo decir? Los deportistas comemos como bestias. Hacemos nuestro camino hacia una de las mesas y colocamos nuestras bandejas encima para poder sentarnos.
—¿Qué tal van las cosas con tus viejos? — muerde unos de sus sándwiches.
—Igual, nunca hablamos porque nunca están.
—Eso apesta, hombre — asiente un par de veces mientras traga y vuelve a morder otro pedazo —. Quiero decir, pá y yo no nos llevamos bien todo el tiempo, pero al menos tengo una relación con él.
—A los míos solo les importa sustituir su presencia con dinero y que yo gane cada juego en el que participo — los dos seguimos hablando con nuestras bocas llenas. Tenemos prisa, no hay tiempo para cortesías.
—Bueno, al menos tienes libertad para salir cuando quieras — gruñe, tomando un sorbo de su bebida —. Yo tengo que pasar por adulaciones, besar un par de suelas y hasta hacer un ritual satánico para que me dejen ir sin un sermón.
—Aprovéchate de tus encantos, no tienes que malgastarlos en Jessica.
—¡Oye, no seas imbécil! — patea mi espinilla por debajo de la mesa y yo me quejo —. Realmente me gusta, apreciaría si le dieras una oportunidad.
—¿Pero por qué ella?
Jessica Buenaventura. La chica ha estado detrás de Steve desde hace un tiempo. Pero eso no le impide aceptar salidas con otros chicos que la invitan, excusándose después con miles de idioteces que solo mi tonto amigo aquí se cree.
Las chicas caen sobre Steve como abejas a la miel por su cuerpo musculoso y llamativos ojos verdes, pero él solo está pendiente de una sola y la menos conveniente. Yo no me creo su faceta de "niña buena" que tanto se empeña en aparentar, aunque Steve sí... completamente.
—Solo me gusta, ¿de acuerdo? — coloca los envases ahora vacíos sobre la bandeja y los aparta a un lado —. Y mucho, la voy a invitar al baile del próximo mes.
—Joder... — murmuro, pero me reservo mis réplicas, no quiero que terminemos peleando —. Solo promete que mantendrás los ojos bien abiertos, eso es todo lo que te pido.
—Prometido — sonríe.
—Bien y no olvides usar condón — termino mi último sándwich y dejo todos los restos sobre la bandeja —. Allá viene Nathaniel.
Steve voltea en la dirección que le señalo y alza sus brazos para llamar su atención.
Nathaniel Gray es otro de mis pocos amigos. En comparación a Steve, es mucho más selectivo con sus conquistas y siempre se mantiene al margen de cualquier problema. Su papá trabaja en una firma de abogados y es uno de esos hombres egocéntricos, al igual que mi papá, que cree que con el dinero se puede obtener cualquier cosa.
Lo cual es ilógico teniendo en cuenta que su trabajo se enfoca en garantizar la legalidad y honestidad en cualquier situación. Pero no todo el mundo es devoto a su oficio.
Su mamá murió hace algunos años en un accidente de coche.
—Señoritas — nos saluda con voz cantarina, sentándose al lado de Steve —. Si las siguientes fiestas serán como la de anoche, me rehúso a participar de nuevo.
—Es un alivio entonces que yo no haya ido — dice Steve, sonriendo con alivio.
—Al menos tú tuviste algo de diversión con Margaret — lo acuso y Nate solo se encoge de hombros con una sonrisa de medio lado —. Yo anduve como fantasma deambulando por toda la jodida casa y aún así dormí solo en la cama.
—¿Qué te puedo decir? Soy encantador —su sonrisa se ensancha y yo le saco el dedo del medio.
—¿Es esa la razón de tu desbordante felicidad o hay algo más? — Steve cruza los brazos sobre su pecho.
—Pues, fíjate que no. Quiero decir, Margaret estuvo bien y todo —se apresura en aclarar —. Pero la razón por la cual estoy tan feliz es porque mi hermanito logró hacer la transferencia.
—Vaya, ¿en serio? —Nate asiente y su aura de felicidad se incrementa todavía más —. Eso es genial, hombre — recibe unas cuantas palmadas en la espalda por parte de Steve —. Es un alivio que por fin haya podido solucionar el problema con sus papeles.
—¿Cuándo comienza? — pregunto y nos levantamos de la mesa cuando escuchamos el timbre sonar.
—Mañana, parece que su papá necesitaba ayuda con la farmacia y se quedó a ayudarlo — hace una mueca de desagrado —. No me alegra mucho la idea que se haya perdido su primer día de clases.
—Ya vendrá mañana — coloco mi mano sobre su hombro y aprieto, en un intento por animarlo —. Si es tan inteligente como siempre nos has dicho que es, no tendrá problemas en agarrar el hilo.
—Mi hermanito es el chico más inteligente que he conocido jamás — alza la barbilla, orgulloso —. Ya lo verán. O no, ya que estoy seguro que se la pasará metido en la biblioteca — niega con una sonrisa nostálgica.
—¿No le gustan las fiestas? — nuestro necio amigo pregunta con curiosidad.
—No lo sé, nunca mencionó haber ido a alguna.
—Bueno, aquí estarán sus nuevos mejores amigos para incluirlo en las novedades de la vida nocturna — lo codea en un costado y sonríe con malicia.
—Olvídalo, no te dejaré ser una mala influencia para él — entramos al gran salón y nos sentamos en nuestros puestos de siempre —. Dudo que Jimmy sea así de todas maneras. Estoy seguro que prefiere los libros a andar contaminando su hígado con licor de mala calidad.
—Me pregunto por qué si es un niño tan bueno como dices, tú terminaste siendo todo lo contrario — nos reímos, aunque bajamos la voz cuando el profesor entra y comienza la clase.
—La maldición paterna que me ha tocado llevar — bufa.
—Las dos caras de la moneda — Steve susurra —. ¿Entonces compartirá clases con nosotros?
—Tengo que preguntarle, aún no lo sé — se queda callado por un momento cuando tenemos la vista del profesor sobre nosotros —. Tal vez algunas. Ya saben que él es menor que yo por dos años, pero debido a lo inteligente que es va muy adelantado — hace una mueca otra vez —. Solo espero que pueda adaptarse sin problemas. Y si alguien se atreve a meterse con él, no dudaré en ponerlos rápido en su lugar.
—Bueno, cuenta con nosotros como dos guardaespaldas adicionales — Steve bromea y los tres nos reímos, deteniéndonos al instante cuando recibimos una mirada de amonestación por parte del profesor. Afortunadamente, las dos horas pasan volando y el timbre vuelve a sonar, esta vez para anunciar el cierre de la primera parte de la mañana.
—Joder — Nate se queja cuando salimos al patio y el sol vuelve a golpearnos con fuerza —. ¿Quieren apostar a que el entrenador se aprovechará de esto para hacernos sufrir?
—¿Tenías que recordármelo? — Steve gime y con su mano cubre sus ojos del sol.
—No sean llorones — me río y comenzamos a caminar hacia el estadio —. Ya deberían estar acostumbrados.
—Por supuesto, pero este sol hará todo peor. Además...
—Hola, Jas —interrumpiendo nuestro diálogo y haciéndome suspirar en frustración.
Leyla Simmons. El tormento de mi existencia.
La llamo "La Reina Abeja" y no es un cumplido. La chica ha sido la cruz sobre mi espalda desde que pasé a ser el mariscal de mi equipo. Ha intentado incontables veces meterse en mis pantalones y todas y cada una de ellas las he rechazado. No porque no sea atractiva, al contrario, es hermosa.
Con su largo cabello, ojos verdes llamativos, estrecha cintura y largas piernas que sabe mostrar. Pero su belleza externa, por desgracia, no es igual a la que guarda en su interior.
Es una completa bruja (a falta de una palabra mejor), no tiene inconvenientes en pasar por encima de quien sea (literal y en sentido figurado) con tal de conseguir lo que desea.
Y ahora, el primer deseo en su lista es aprovecharse de la popularidad que tendría si llegamos a estar juntos. Lo siento por ella, pero pretendo mantenerme lo más alejado de cualquier enfermedad de transmisión sexual como me sea posible. Y lamentable para mí, no importa cuantas sean las veces que la rechace, siempre termina por volver a insistir.
—Leyla — respondo cortante con una leve inclinación de mi cabeza.
—No pude verte en la fiesta anoche — hace un puchero y yo suspiro de nuevo.
La razón para eso es simple: cada vez que la veía, me escondía.
—Sí, bueno — me encojo de hombros —. No duré allí mucho tiempo.
—Tal vez no tenías la suficiente... Motivación — con un tono que pretende ser sensual. Se acerca a mí y comienza a mover entre sus largos dedos con puntiagudas uñas postizas el collar con un pequeño diente de tiburón que siempre uso.
—Leyla, tengo que ir a mi práctica — sostengo sus muñecas y la separo de mí.
—Está bien — sonríe y puedo ver una pequeña mancha de lápiz labial en uno de sus dientes —. Te animaré desde las gradas — me guiña un ojo y se va, siendo seguida de cerca por los demás miembros de su secta diabólica: Lucy Roberts, Cailyn Bridge y Nicki Jensen.
—Amigo, me preocupa que algún día logre convencerte — Steve bromea mientras observamos como las cuatro chicas se sientan en las gradas y cruzan sus piernas casi en perfecta sincronía.
—¿Bromeas? Quiero poder seguir usando mi pene, muchas gracias.
—¡¿En dónde demonios se supone está mi mariscal de campo?! — el fuerte grito del entrenador juro que se escucha en toda la universidad.
Joder. Cierro los ojos y pellizco el puente de mi nariz.
Este va a ser un largo día.