Sinopsis
Primer libro de la Saga: Entre el Deporte y el Amor.Jasper Wright es el mariscal de campo del equipo de Fútbol Americano de su universidad.Es conocido por ser directo y calculador, lo cual le funciona muy bien en el campo de juego. Pero en lo personal, su vida es un rompecabezas. Solo cuenta con el apoyo y el cariño de sus dos amigos cercanos, sus padres demasiado ocupados debido a su agenda laboral, la soledad es una constante de la cual está desesperado por deshacerse.James Gibbs en cambio es un ratón de biblioteca.Dulce pero tímido, su mejor refugio son los libros. Su vida universitaria se enfoca en estudiar y estudiar sin descanso, ser consentido por su hermano mayor (un poco sobreprotector) y rendirle cuentas a su repugnante padre que parece tener una botella de alcohol adherida permanentemente a su mano.Siendo tan distintos y con personalidades tan diferentes, ¿cómo surgirá el amor entre ambos adolescentes?*Capítulos medianos/largos*Incluye violencia, lenguaje vulgar, escenas sexuales, etc. Si nada de lo anterior mencionado es de tu agrado, por favor evita leer. Los malos comentarios son innecesarios, serán eliminados y el usuario posteriormente bloqueado.*Se aceptan críticas constructivas y correcciones de ortografía. Siempre son bienvenidos.
Capítulo 1 - 10 años atrás
Odio los hospitales.
Odio las batas blancas que usan los doctores, odio el olor a enfermedad y medicinas que circula en el aire, odio lo blanco que es todo y definitivamente odio estar aquí. Estúpido tronco que se cruzó en mi camino y logró que cayera de mi bicicleta, mi muñeca izquierda sufriendo las consecuencias.
Por fortuna ningún hueso se rompió, pero ahora tengo una ajustada venda en mi mano que me impide moverla con libertad. Al menos mamá logró que papá no se enojara tanto conmigo.
La vista por la ventana no está tan mal, pero mi ánimo empeora al no poder disfrutar del grandioso día. El sol está en todo lo alto y me dan ganas de jugar con mi balón, lo cual me es imposible porque el tonto doctor insistió en que me quedara aquí un día para vigilar mi lesión.
Estúpido doctor, lo odio. No quiero pasar la noche aquí. Quiero estar en mi cama y poder jugar videojuegos antes de irme a dormir. La comida en este lugar es del asco y el chocolate que mi mamá me pasó a escondidas me lo comí hace horas, incluso aunque detesto ese dulce pastoso. Mamá ya debería saberlo a estas alturas.
Me quiero ir. Además, hoy iba a tener un enfrentamiento con Matthew y sus amigos que se creen los dueños del parque. Yo le enseñaré a...
—Hola.
Volteo con rapidez y presiono con fuerza las sábanas de la camilla en donde estoy recostado. Es un niño. ¿En qué momento entró? No lo escuché y eso que carga con él uno de esos ruidosos postes en donde las enfermeras cuelgan una bolsa con un líquido transparente que va conectado a una intravenosa en su brazo. Suero, creo que se llama. Echo una rápida mirada alrededor para ver si alguien lo acompaña, pero solo está él de pie al lado de mi cama.
—¿Cómo te llamas?
Su voz es un poco chillona. Lleva puesto unos lentes de pasta gruesa y el sol que entra por la ventana ilumina los cristales, así que no puedo ver el color de sus ojos.
—Eh... Jasper — me siento y lo observo más de cerca.
Tiene el cabello castaño y parece que una bomba ha explotado en su cabeza, ya que sus mechones están apuntando hacia el cielo. Tiene la piel blanca y puedo darme cuenta que es un poco bajito. Sorbe constantemente por su nariz y lleva una bata del hospital, con peludas pantuflas blancas en sus pies.
—Es un bonito nombre — sonríe —. Yo soy James.
—Oh — me siento un poco incómodo, no sé qué se supone debo decir.
—¿Cuántos años tienes? — vuelve a sorber por su nariz y se acerca más a mi camilla.
—Diez, ¿y tú?
—Tengo ocho — señala la venda en mi muñeca —. ¿Qué te pasó?
—Me caí de mi bicicleta — observo la venda con una mueca.
—Vaya, ¿te dolió?
—Claro que sí — le respondo con fastidio —. Una herida duele.
—Sí, lo sé — murmura y de repente el ambiente se pone aún más incómodo que antes.
—Eh... ¿Y tú porqué estás aquí? — señalo hacia el poste de metal que sostiene con una de sus manos —. ¿Por qué tienes eso puesto?
—La enfermera dijo que es para hidratarme. Tengo asma —sorbe de nuevo por su nariz, es pequeña y está un poco roja —. ¿Sabes lo que es?
—Creo... —trato de recordar, pero nada llega a mi mente, aunque sé que he escuchado antes esa palabra —. Pero dime de todas maneras.
—Es algo así como que tus pulmones no funcionan bien y tienes problemas para respirar —echa un rápido vistazo a la puerta y vuelve a verme —. Empeora cuando tienes gripe, como yo ahora. Mi padre se enojó mucho cuando le dijeron que tenía que quedarme.
—¿Padre? — hago otra mueca, pero esta vez por confusión —. ¿Por qué le dices padre?
—¿Eh? — inclina su cabeza a un lado y sus lentes se deslizan un poco por su nariz, pero aún no puedo ver sus ojos —. ¿Cómo se supone debo decirle?
—No lo sé, ¿papá? — me encojo de hombros —. O papi, ¿tal vez?
—No puedo hacer eso —niega rápidamente, parece asustado de repente —. Mi padre dice que eso es de mariquitas.
—¿En serio? — jamás he escuchado algo como eso, la gran mayoría de mis amigos llaman así a sus padres, incluyéndome.
—Sí, dice que debo llamarle padre o señor —con su dedo vuelve a subir sus lentes —. También me dice que deje de actuar como un bebé y que sea un hombre.
—¿Qué? Eso no tiene sentido — no sé por qué, pero me siento molesto de repente —. Eres un niño, no un adulto. ¿Qué dice tu mamá al respecto?
—No lo sé —se encoge de hombros —. Ella no pasa mucho tiempo con nosotros.
—¿No? — niega de nuevo —. ¿En dónde vive?
—A veces en mi casa, aunque más que todo se la pasa con su otra familia, al otro lado de la ciudad.
—¿Te dejó solo con tu papá? — chillo con asombro.
—Casi siempre me llama o le dice a mi padre que me lleve a su otra casa, pero eso a él no le gusta, así que no lo hace — se acerca un poco más y murmura —. Además, debe cuidar a su otro hijo.
—¿Por qué susurras? — le respondo bajito también.
—Es que a mi padre no le gusta cuando hablo de ella o su otra familia — vuelve a echar un vistazo hacia la puerta —. Pero yo quiero mucho a Niel, me trata muy bien.
—¿Niel? — siento la curiosidad creciendo.
—Sí, el otro hijo de mi mamá — sonríe —. Tiene tu misma edad y es mi héroe.
—Ya veo — vuelvo a enojarme, empujo la lengua en mi mejilla y junto mis cejas, no entiendo por qué me molesta.
—¿Estás bien? — puedo notar la preocupación en su voz.
—Sí —vuelvo a mirar por la ventana y escucho cuando estornuda.
—Me agradas, Jasper — giro mi atención rápidamente de nuevo hacia él y lo descubro sonriendo. Sus mejillas ahora están rojas, pero imagino es por la gripe que dice tener.
—Eh... Sí, tú también me agradas — murmuro, no sé por qué siento un calor en mi pecho.
—¿James?
Los dos giramos rápidamente hacia la puerta. Una de las enfermeras entra en la habitación y se acerca al pequeño niño de pie al lado de mi cama.
—Hola, enfermera Sofía — la enfermera coloca las manos en su cintura y hace una mueca, el niño sonríe nervioso.
—James, te dije que dejaras de salir de tu habitación y permanecieras acostado — él me ve de reojo y luego desvía la mirada a sus pantuflas.
—Lo siento, me aburrí — murmura.
—Lo sé, cariño. —su voz se suaviza y peina un poco los cabellos rebeldes de James —Pero es riesgoso que andes por los pasillos tú solo, debo mantener un ojo sobre ti en caso de que tengas otro ataque como el de ayer, ¿recuerdas?
—Sí, lo siento — murmura de nuevo.
—Está bien, volvamos ahora —extiende su mano y él la toma.
—Nos vemos, Jasper —sonríe mientras la enfermera lo dirige a la salida y él arrastra el poste con la bolsa colgando con su otra mano — Me gustó mucho conocerte.
—Sí, eh... Yo también.
Antes de irse se gira y articula con sus labios "volveré mañana" sin que la enfermera se dé cuenta. No puedo evitar sonreír por eso y por alguna extraña razón, deseo que lo haga. Es un niño un poco extraño, pero me gustó hablar con él. Pero no sucede.
El día siguiente lo espero y lo espero, pero no viene. El tonto doctor pasa por mi habitación en la mañana y evalúa mi lesión, me sonríe y me dice que ya puedo irme a casa. Quería salir a buscar al niño y para cuando cae la tarde casi lo hago, pero entonces papá y mamá llegan con un cambio de ropa para mí y me apresuran para que nos vayamos. Cuando estoy listo salimos y enseguida entra una señora de limpieza para arreglar la habitación.
Intento decirles a mis padres que me den una oportunidad para buscarlo, pero están muy ocupados atendiendo llamada tras otra y me ignoran mientras nos acercamos a la salida. Miro dentro de todas las habitaciones que puedo en mi corto recorrido del hospital, pero no lo veo en ninguna de ellas. No puedo explicar la decepción que siento. Mamá abre la puerta trasera del auto para mí y me ayuda a colocarme el cinturón de seguridad. Poco después escucho el motor rugir y comenzamos a movernos.
No dejo de ver el hospital hasta que se pierde de mi vista.