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04.- LA SOSPECHA.

Al siguiente día, Ester continuaba pensando en lo que Ismael dijo en la reunión, así que no iba a parar hasta que Ismael le aclarara esa situación, pues ella no acababa de entender que es lo que pasaba. Ya cuando Ismael y ella estaban juntos.

—Amor anda dime, sácame de dudas.

—¿Sacarte de dudas? de que o que.

—De lo que dijiste en la fiesta, quedaste que hoy me lo dirías.

—No, no, quedamos que después te lo aclararía, pero aun no es el momento, así que te esperas, de acuerdo.

Ella se quedó callada.

—Me oíste, de acuerdo.

Eso se lo dijo casi gritando, por un momento ella le dio miedo y le contesto con timidez:

—De acuerdo amor, voy a salir.

—A si, ¿Adonde?

—Voy a ver a mis padres, a mi familia.

Él se acercó a ella y le dijo:

—Mira Esther, de hoy en adelante solo yo soy tu familia, nadie más, nadie más y si los puedes ir a ver, pero de vez en cuando, yo te voy a decir cada cuando, pero entre más lejos estés de ellos mejor por ellos, por ti y por mí, de acuerdo.

—Sí, sí.

Ese día era la primera vez que iba a verlos, después de haber llegado de su viaje de bodas. Cuando llego su familia la recibió con gran alegría, ella le dijo al chofer que bajara lo que les había traído, de los países que había visitado.

Así ella se quedó toda la tarde con ellos, se sentía tan a gusto con ellos, platicaron y platicaron de todo y de nada. Ya cuando estaba entrando la noche, se despidió, cuando lo hizo con su madre, Esther le puso en la su bolsa de su mandil, un fajo de dinero.

Cuando llego a su casa, Ismael estaba muy enojado y le dijo:

—¿Porque te tardaste tanto?

—Porque tiene más de seis meses que no los veo, es lo menos que podía hacer.

—No, no tenías que quedarte tanto tiempo.

—A ver Ismael, casi no los voy a ver, nunca te he pedido nada, siempre hago lo que tú me dices, así que lo único que te pido es que cuando los vaya a ver, me quede el tiempo que yo quiera, de acuerdo.

Esto se lo dijo casi gritando, y con una firmeza que Ismael no le supo contestar, o quizás no le quiso contestar, tanto solo se dio la vuelta y se fue. Esther se quedó sorprendida por la actitud de Ismael, suspiro hondo y se dio la vuelta, dirigiéndose a su recamara.

Así pasaron los días, los meses, entonces Esther estando ya en su casa se dio cuenta que Ismael casi no salía de la casa, ahí recibía a mucha gente que lo iba a ver, esta gente siempre iba con chofer y escoltas en unos autos muy elegantes.

Cuando ella estaba en la sala los veía pasar, ellos pasaban de largo como si nadie estuviera ahí, no eran capaces de saludarla, la ignoraban totalmente, eso le dio pie para ir conociéndolos a todos poco a poco.

En la casa salía y entraba mucha gente, al principio no distinguía si eran gente de Ismael o eran visitas, pero ella poco a poco empezó a distinguirlos, aunque Joel no salía de casa, rara vez comían o cenaban juntos, así como rara vez salían a comer o cenar fuera de la casa, él siempre estaba ocupado, salía y entraba a la casa, él nunca le dio explicaciones a ella, también había veces que le decía:

—Esther, voy a salir fuera por unos días, así que no me esperes, yo me comunico contigo por el teléfono para cualquier cosa que necesites, ten, solo por este teléfono nos vamos a comunicar.

Él le dio un celular.

—Y si tú quieres comunicarte conmigo, también lo haces por ese teléfono, de acuerdo.

—Pero…

—No, no empieces con tus preguntas estúpidas, que no voy a contestar, tan solo has lo que yo te digo, esto es para tu seguridad.

Así, ella se quedaba sola, entonces lo que hacía era ir de tiendas sola, solo la acompañaba el chofer que no se despegaba de ella, este hombre era alto, fornido, no feo, pero tan poco guapo, serio y mal encarado y siempre andaba armado, así que prefería estar en casa.

Un día vio que los hombres que eran trabajadores de Ismael, entraban y salían del departamento que estaba atrás de la casa, ese donde Joel no quería que ella dispusiera de él, pero lo raro de esta vez, es que estaba con ellos una mujer, que también entraba y salía del departamento, con bolsas de mandado, parecía que ella se iba a quedar a vivir ahí, a Esther le dio gusto y pensó:

“Vaya, vaya, esta vez ya tendré con quien platicar y convivir”.

Pero cuando esta mujer la llegaba a ver, ella la mujer, la veía de una manera altanera, violenta y como despreciándola:

“Bueno y esta que se cree, esta es mi casa y en ella yo mando vieja payasa”.

Pero empezó a observar que es lo que pasaba con esta gente, así que empezó a espiarlas, y en un momento que el departamento se quedó solo, saco la llave y entro a ver qué es lo que ocultaban, porque Esther estaba segura que ocultaban algo.

Empezó a abrir las habitaciones, y cuando estaba punto de abrir la última habitación, oyó ruidos de que ya regresaban, así que corrió, salió y se ocultó en el jardín, apenas y le dio tiempo de salir, cuando ellos entraron. Entonces Esther se fue muy despacio a la casa.

“Yo sé que en esa habitación hay algo, pero que, que puede ser, eso lo tengo que saber”.

Ella respiraba profundo, la adrenalina había sido demasiado, entonces se dio cuenta que le gustaban las emociones fuertes, pues después de eso, ella se sintió mejor, cuando estaba en eso y pensando que es lo que iba a hacer, oyó ruidos dentro de la casa.

Entonces apago todas las luces y espero para ver qué es lo que pasaba, bajo cuidadosamente las escaleras, ella iba descalza para no hacer ruido, se asomó por la ventana y ahí estaba su chofer, así que se sintió más segura.

Después empezó a oír pasos y murmullos, se escondió detrás de la cortina, donde desde ahí podía ver todo lo que pasaba en su casa, entonces vio a la mujer que decía:

—Ahora no hay nadie, por aquí, por aquí.

Alguien y con voz de hombre le pregunto:

—¿Estás segura?

—Sí, si aprisa la vieja ya se fue a dormir, mañana llega el patrón y hay que darle cuentas.

Después empezaron a caminar hacia la puerta, y Esther vio a cuatro siluetas, y cuando pasaron por el reflejo de luz que daba el foco de la puerta.

Esther vio a la mujer, después un hombre que ella no conocía, después un hombre tambaleando y con la cabeza tapada con una bolsa de tela que se caía, y otros dos hombres lo levantaban bruscamente, uno de ellos le apuntaba con un arma.

Así salieron, Esther se asomó por la ventana para continuar viendo que es lo que hacían, y vio que, en la puerta, ya estaba un auto al cual el chofer de Esther ayudo a subir al hombre en la cajuela, después se subieron los demás y se fueron.

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