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Capítulo 5

-Se necesita coraje para llorar- admití.

-Si hago algo, ¿me prometes fingir que no lo hice?- me acarició la mejilla con delicadeza, Mattia me estaba confundiendo. Parecía tener una pelea dentro de él.

-Le estás preguntando a alguien que graba en su mente cada palabra que dices- susurré.

Una gota de lluvia cayó directo a mi ojo, lo apreté levemente, creí escuchar reír a Mattia. Lo miré detenidamente, sí, se estaba riendo.

-Entre decir y hacer está el mar- dijo entonces, humedeciéndose los labios y volviéndose serio.

-

"¿Así?" Pregunté, llevándome la mano a su ojo derecho. Acaricié su sien suavemente, luego retiré mi mano.

"Además de eso", respondió, moviendo su mano desde mi cara hasta mis ojos.

-Mis ojos no son del color del mar- dije.

-Pero si. El mar no siempre está en calma y azul claro, claro. El mar también es gris, de un azul oscuro, opaco, lúgubre. Entre decir y hacer hay esto, un mar embravecido y aterrador - sí, tenía razón, sus ojos brillaban.

"¿Mis ojos te asustan?", me encontré preguntando.

-Esas ondas de una nota azul más clara me están ahogando-

-Me gustaría entender lo que tienes en mente- Toqué mi nariz con la suya, vi una gota surcar la mejilla de Mattia y por un momento, un pequeño y simple momento, sospeché que era una lágrima y no una gota de lluvia.

-No quise llamarte así-

Troya. Me llamó perra.

-¿Y qué me querías decir?-

Su mano se posó en mi costado, acercando nuestros ahora cuerpos empapados.

-Que necesito, no me preguntes nada de mi. Te quiero, Elena, pero no te quiero...

-¿No quieres que te conozca de verdad? ¿A qué le temes? ¿Por qué me dejas? - Pensé que en ese momento de debilidad me estaba diciendo la verdad, que se estaba confesando. Pero solo estaba delirando.

-Si quieres que esto entre nosotros no pare, si quieres que siga, entonces tienes que aceptar esta condición-

-Ya no acepto ninguna condición-

Mi mente voló a mis días de escuela secundaria.

-¿Podrías dejarme pasar?- Sus manos a los lados de mi cabeza me pusieron ansiosa. Su aliento estaba demasiado cerca, ni siquiera podía levantar la vista para mirarlo.

-¿Recuerdas la condición que habíamos establecido?- me preguntó.

-Me harás olvidar a Mattia, pero no debo hablar con él- dije en voz baja.

Fabio me levantó la barbilla con dos dedos, -¿Por qué estabas junto a él en clase?-

Sus ojos verdes me miraron con un interés que ningún chico me había mostrado jamás. Me gustó, pero me sentí incómodo. No quería esa atención de él.

-Dijo que no se sentía bien, quería ver cómo estaba- susurré.

Durante su examen de matemáticas, Mattia había estado enfermo, fui a verlo y luego fuimos a la enfermería. Una vez que llegamos salí a llamar a la enfermera, pero cuando volvimos ya no estaba.

-Se estaba burlando de ti, Elena, siempre lo hace. Es un idiota, un gilipollas, y siempre te enamoras de él. Estoy aquí ahora, déjalo en paz, no te merece- acercó su rostro a mi cuello, comenzó a besarlo.

-Estamos en la escuela, en el baño, alguien podría entrar- Intenté apartarlo, pero Fabio envolvió mis caderas y me besó.

No le importaba si alguien entraba.

-Entonces que vamos a hacer Cenicienta?- toco mis labios, los humedecí y mi lengua toco sus labios. Lo sentí ponerse rígido.

-Entonces considera que nuestro juego comenzó en la fiesta aún en curso. Al menos hasta que tengas las agallas para hablarme de lo que sea que estés pasando- habiendo dicho eso, me retiré de su mirada absorta y me alejé de él.

Caminé hacia la cafetería, escuché los pasos de Mattia detrás de mí, pero no me di la vuelta.

Reuní todo el coraje que tenía en mi cuerpo para decirle esas palabras. Fue lo que pensé. No podía ser un regalo para él, no cuando se acercó así, no después de que me habló así, no después de que me dijo que me deseaba. Estaba interesado, pero si seguía haciendo preguntas me alejaría. Eso es lo que dijo y yo no estaba en ello.

Cuando volvimos a la cafetería, mis padres no nos ahorraron un buen sermón por toda el agua que habíamos tomado. De hecho, nuestra ropa estaba goteando y fue un desafío difícil estar solos en la cocina con Mattia para secarnos.

Esa maldita camisa gris prácticamente se le pegaba y sabía lo que había debajo. Así como debajo de los pantalones del mismo color. Sentí calor cuando mi mirada cayó justo donde no debía. Inmediatamente lo levanté y le di la espalda a Mattia. Tiré las servilletas ahora empapadas a la papelera y luego caminé hacia el baño con una camisa de repuesto. Una vez dentro, cerré la puerta y me quité la camisa, quedándome con el sostén. Estaba mojado también. Suspiré con frustración, luego agarré el secador de pelo. Traté de reparar el daño tanto como pude, luego una maldición de Mattia al otro lado de la puerta me hizo detener. Apagué el secador de pelo y pegué la oreja a la puerta. Estaba enojado porque no podía secarse. Contuve una risa, luego también me quité los pantalones y los apreté con fuerza. Volví a mí cuando Mattia apretó mi cabello mojado en su mano, y se me ocurrió una idea.

Me sonreí astutamente en el espejo, luego abrí la puerta ligeramente. -¿Mattia?- le devolví la llamada con voz inocente.

-¿Qué cojones quieres?- bueno, aún estaba nervioso. La presa perfecta.

Escuché sus pasos acercándose, y cuando terminó de abrir la puerta, sus ojos se quedaron en mi cuerpo semidesnudo por demasiado tiempo, deslizándose lentamente de mis piernas a mi pecho y luego de vuelta hacia abajo. Apuesto conmigo misma a que también fue gracias a mi ropa interior blanca de encaje a juego.

-Morelli- Eso fue una advertencia.

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