Capítulo 4
elena
-Te dijo que la dejaras en paz-
Mattia me alejó de Luca en un instante, un grito de dolor se me escapó por la fuerza que había usado para hacerlo. Se paró frente a mí, como si quisiera protegerme de algo, ese algo llamado Luca.
"Está bien", le dije, poniendo mi mano en su brazo.
Todo lo que hizo fue mirarlo como si quisiera prenderle fuego y mentalmente me dije que ya debía estar nervioso por otra cosa, no podía estar tan enojado solo porque me estaba tirando sin mi voluntad. Para él yo había sido sólo un -capricho-, así lo había dicho. Empecé a dudar si ese era realmente el caso.
-¿La escuchaste?- Luca dio un paso adelante, hacia Mattia. Estaban cara a cara e inmediatamente me imaginé cómo resultaría poco después. Y ciertamente no con un beso.
-Basado en lo que vi y lo que vi no estuvo bien- se giró hacia mí por un segundo, lo suficiente para golpearme con sus ojos como un rayo caído del cielo.
Sentí escalofríos recorrer todo mi cuerpo, bajé la mirada. Tenía razón, no estaba bien, pero ese no era Luca, no estaba en él mismo.
-Tengo que hablar con ella- insistió Luca, y cuando intentó dar otro paso hacia mí, Mattia lo empujó hacia atrás. No me gustaba nada el giro que estaba tomando esta situación.
-Bueno a Elena le gusta la gente que quiere hablar, ¿quieres hablar con él?- El tono molesto de Mattia también me llamó la atención. Capté su excavación y quise tanto enviársela directamente a él, directo a su cráneo.
"No," siseé, mirándolo. Me sonrió con arrogancia y luego volvió a mirar a Luca.
-Él no quiere hablar contigo- Rodé los ojos cuando comentó las dos últimas palabras.
Fue un momento y Luca se abalanzó sobre Mattia, tratando de golpearlo en la cara. Mattia evitó el golpe, luego lo hizo girar frente a él, torciendo su brazo detrás de su espalda. Escuché a Luca gritar de dolor, traté de jalar a Mattia con mis hombros, pero fue en vano.
-¿Quiere que la deje en paz, en qué idioma debería decírtelo?-
-Mattia, déjalo ir inmediatamente- Me obligué a mí misma, poniendo más presión sobre sus hombros.
-Con mucho gusto- lo empujó con fuerza hacia adelante, Luca tropezó con sus propios pies, luego se giró hacia nosotros.
Sentí sus ojos perforar mi alma y leí odio en mi interior. Los mismos ojos que una vez me miraron con amor. Se alejó de nosotros, luego caminó hacia su bicicleta, sin decir nada más. Le grité que tuviera cuidado, pero como respuesta solo recibí el rugido del motor de su moto alejándose y los ojos de Mattia tratando de clavarme como cuchillos.
No dije nada, solo seguí mirándolo, al igual que él seguía mirándome. Se acercó con pasos lentos, yo no me moví ni un centímetro de mi asiento. Bajó su rostro hacia el mío, lo agarró en mis manos y jadeé. Primero me dijo que no me quería, me empujó y luego me tocó.
-Sabes elegir muy bien a los chicos- me miró a los labios, luego a los ojos de nuevo.
Sentí que algo se movía dentro de mí, luego sus palabras volvieron a mí.
-Fuiste un capricho que ahora se me ha pasado, no pasa nada-
No era cierto. No podría ser verdad.
-Tienes razón, realmente sé a mierda- Levanté más la cara, estaba sorprendido. Nuestros labios casi se tocaron. Su agarre se hizo más fuerte, vi que su mandíbula se tensaba.
-Tengo tu collar- se relajó después de unos momentos y esto me molestó. No quería que se relajara, quería que se volviera loco.
-Sí, creo que mientras estábamos en tu cama tu mano quería tanto reponerla que me hizo soltarla- susurré con intención de provocarlo. Apartó los ojos de mí, sonrió irónicamente, luego se lamió los labios y me apuntó de nuevo con ese océano. Hubiera querido mantener esa mirada dentro para siempre.
-Te engañó, primero te trató mal y de todos modos te preocupas por él- No dejé que ninguna emoción invadiera mi rostro. -Y me dijiste que no estabas enamorado de ella-
¿Por qué estaba hablando de esto?
"Dije que no era amor verdadero, no que no fuera otra forma de amor", respondí con frialdad.
"¿Y qué forma de amor es la que hace que todavía te importe un pedazo de mierda después de lo que te hizo?" Puse una mano en su pecho, apreté su camisa con un puño.
-¿Qué te importa?-
-¿Sabes lo que pienso? Ya sea que te hagas daño a ti mismo emocionalmente, que te guste lastimarte emocionalmente, que elijas deliberadamente a los niños con los que pasar el rato y cuanto más te traten mal, más lo perseguirás. ¿No es eso lo que me está pasando? ¿Qué me ha pasado siempre? Me levantó la barbilla y apoyó su frente en la mía.
Mi corazón había comenzado a latir con fuerza tan pronto como me tocó la cara, pero en ese momento sentí que se iba por los aires, como si estuviera a punto de explotar.
-En realidad no pasa nada contigo- dije, seguro de haber dicho alguna tontería.
Inclinó su rostro ligeramente hacia un lado, una de sus manos se levantó levemente, movió un mechón de cabello detrás de mi oreja. Cerré los ojos disfrutando de ese toque, e inmediatamente los abrí de nuevo. No tenía que mostrarle lo que me hacía sentir. No después de lo que había dicho.
-No sabes cuánto me gustaría que fuera así- sopló en mis labios, capturando mi cielo gris en todo su azul.
Yo gris y él azul. Era así y, sin embargo, parecía que en realidad era al revés.
-Por capricho no hablas así- susurré, sin romper ese contacto visual que me mantenía cada día más prisionera.
-Si te hablara, si realmente lo hiciera... me odiarías- Escuché su confesión y tragué saliva.
¿Qué se suponía que me iba a decir?
-Olvidas que ya te odio-
Sus labios se curvaron en una leve sonrisa amarga, -No puedes odiar a nadie, ni siquiera a alguien que te lastimó tanto como a ese maldito músico, y mucho menos odiarme a mí por esa tontería de la escuela secundaria- Pareció darse cuenta recién en ese momento.
-Pero lo odio-
-Si odias a una persona no te importa, no te importa si se lastima, no le dices que tenga cuidado, no te importa cómo es, si comió o no, qué les gusta, si necesitan de algo, no les importa lo que haga en la vida. Si odias a una persona que no existe para ti, ni siquiera quieres verla- sus ojos estaban en los míos, pero sentí que ya no lo estaban.
-ya sea que comiera o no-
-¿Has comido?- Pregunté rápidamente, recordando lo que mamá me había dicho.
Mattia negó con la cabeza en un movimiento casi automático, me pareció ver sus ojos más brillantes que de costumbre. -Me di cuenta que conozco el verdadero odio y créeme, no es lo que siempre pensamos-
-¿No respondes a mi pregunta para que no me mientas?-
Mattia pareció despertar del trance en el que parecía haber entrado cuando una gota de lluvia cayó directamente sobre su nariz. Puso una sonrisa aburrida y triste, y cuando se apartó de mí sentí frío. Siempre me había acostumbrado a su cercanía, desde la primera vez que me tocó solo para tirar de un mechón de mi cabello cuando aún éramos niños.
Suspiró aliviado, miró hacia el cielo, sin dejar de sonreír. Cerró los ojos y abrió los brazos a ambos lados de su cuerpo, abrazando la lluvia que caía, absorbiéndola en ella. Lo observé disfrutar el momento hasta que sus ojos regresaron a mí. Empezó a llover más fuerte, no me importaba mojarme, quería averiguarlo. - El cielo llora las lágrimas de los que no las aceptan, son un poco demasiadas, ¿no crees? Alguien tiene que llevarlos-
Esa frase suya me desestabilizó, no parecía un pensamiento de Mattia. No del viejo Mattia.
-Hay quienes creen que llorar es una debilidad- dije.
-Y tu que opinas?- Mattia dio un paso hacia mi otra vez, yo di uno también, volvimos a estar juntos.