Lágrimas [ Saga Reina libro 3]
Sinopsis
***Saga Reina*** LIBRO 1: Más allá de las pesadillas LIBRO 2: Mi verdad oculta LIBRO 3: Lágrimas Sus ojos se movieron a mi boca y la lentitud con la que volvió a la mía tuvo un efecto bastante devastador. Empecé a sentir su proximidad demasiado definitivamente. -- No me era para nada indiferente y yo era consciente de ello. - Alessandro tenía encanto, era guapo y lamentablemente mi cuerpo lo sabía perfectamente. Su problema era que la mayor parte del tiempo tenía la increíble habilidad de hacer que incluso los tuyos lo odiaran. - Y yo odiaba a casi nadie.
Capítulo 1
-Cariño, por favor, me harás llorar a mí también- La señora Morelli se separó un poco del abrazo, me sequé los ojos rápidamente.
-Estoy bien- mentí una vez más y esa mujer lo sabía. Ella supo.
-No intentes mentir más, Mattia. No estás bien y tal vez yo sepa por qué. Y si eso es lo que pienso, no te tortures, chico. Te lo ruego, no lo hagas. No es así- sus ojos estaban llorosos, y joder, habría llorado de nuevo si hubiera seguido mirándola.
-Sabes, ¿verdad? De este verano- sollocé.
-Sí... tu padre le dijo a Mario cuando te pidió contratarte- me acarició la mejilla suavemente.
-Fue mi culpa, todo mi culpa- otra lágrima cayó de mis ojos, la Signora Morelli comenzó a sacudir la cabeza vigorosamente.
-Cada persona tiene su propio camino a seguir, su propio destino. Todos tenemos una fecha de caducidad lamentablemente y ese hombre hubiera muerto ese día de una forma u otra. Puede que te hayas comportado de manera irresponsable, pero no eres un asesino, Mattia. No lo eres, no lo eres. No lo eres- lo repitió de nuevo, antes de volver a abrazarme.
Empecé a llorar de nuevo, lo necesitaba. Ella me estaba abrazando fuerte.
-Cuando estés enfermo, ven a mí, ¿de acuerdo? No te calles, te lo pido como una madre- susurró y pude escuchar su voz un poco quebrada.
Conocía a esa mujer desde hacía años y nunca me había visto llorar. Ni siquiera de niño.
-No le digas a Elena, por favor-
-No diré nada, pero Elena te ayudaría, puedes confiar en ella, Mattia-
Después de todo, yo lo sabía, pero era mejor que ella no supiera nada.
La signora Morelli me ayudó a ponerme de pie. Me hizo enjuagar la cara y hasta me dio crema para las bolsas debajo de los ojos, haciéndome reír. Me puso un poco, luego me dijo que fuera bueno. Sabía lo que quería decir con esas tres pequeñas palabras y me prometí que lo intentaría aunque sabía que sería difícil.
Me abotoné la camisa y volví a la sala después de un rato, Elena todavía estaba en el sofá. Cuando me vio, inmediatamente se puso de pie.
-¿Estuviste enfermo? ¿Qué pasó? ¿Quizás la carne se echó a perder? O--
-Aquí lo único dañado eres tú, Morelli- le susurré con una sonrisa.
Elena puso los ojos en blanco. -Oh entonces estas bien-
-Siempre estoy bien-, y no había mayor mentira que esa.
-Mamá está preparando el postre-
Lamentablemente mi estómago estaba algo revuelto y estaba seguro que no cabría ni una migaja de lo que estaba preparando la señora Morelli. Esperaba que me entendiera. Miré la hora, eran las cuatro de la tarde y el Rey de esta mierda me había ordenado que me fuera a casa a las cuatro y media.
"Tengo que irme a casa", le dije, sacando mi teléfono del bolsillo de mi pantalón. Tenía tres llamadas perdidas de Fabio.
-No puedes, ahora no, primero el postre y luego irte a casa- Elena intentó apartarme del brazo, no me moví ni un centímetro.
-Morelli- Le ordené que me dejara en paz con su mirada.
-¿Lloraste?- Inmediatamente bajé la mirada que había dirigido a ella. yo había sido estúpido.
"Hazte a un lado," le dije, dirigiéndome a la cocina. Me acerqué a la signora Morelli, buscando las palabras para no ofenderla. No quería irme, pero tenía que hacerlo.
-Señora Morelli, tengo que irme a casa, lo siento- se giró para mirarme.
-¿Y el postre? Hice una deliciosa tarta de cerezas, tu favorita- me sonrió dulcemente.
Ella era la madre que tanto deseaba tener, y en cambio tuve una que ya ni me hablaba.
-Quizás puedas guardarme una tajada?- insinué con una sonrisa esperanzada. Me encantaron sus tartas.
-O tal vez te quedes aquí, ¿qué dices?- trató de convencerme varias veces, pero tenía que irme. No quería empeorar mi situación en casa y estaba cansada. Quería descansar en mi habitación, sola.
-Mañana entonces vendrás a desayunar aquí, ¿de acuerdo?- me tomó por sorpresa, pero no pude negarme.
Forcé una sonrisa, -está bien, Signora Morelli-
-¡Y llámame Viola!- Me dio una palmada juguetona en el brazo, se me escapó una pequeña carcajada.
- Está bien, Viola. Muchas gracias... por todo lo que quiero decir- bajé la mirada, avergonzada. Siempre me incomodaba agradecer a alguien, especialmente cuando era un agradecimiento sincero. Y esos eran, se los merecía.
-No deberías estar agradeciéndome por lo que hice. Toda madre debería hacerlo- y por sus ojos entendí que se refería a los míos.
¿Realmente lo sabía todo entonces?
-Ahora vete a casa y no te preocupes, no hay prisa, todo mejorará poco a poco- me dedicó otra sonrisa, luego me abrazó con fuerza. Tenías que corresponder.
Ese día las referencias a esa canción, Small Steps, habían sido muchas. Me sentí aún más mía y por un momento pensé que tal vez el universo se comunicaba conmigo a través de ella. Tal vez estaba empezando a creer de verdad que poco a poco, a pequeños pasos, todo saldría bien, que encontraría mi paraíso en este mundo frío.
-Lo abrazaste dos veces ya mí ni una vez hoy, ¿te das cuenta?- Elena se asomó a la cocina, haciéndonos saltar a los dos. Nos separamos del abrazo y no pude evitar darle a Elena una de mis sonrisas más odiosas.
-¿Celoso?-
-Vete a la mierda-
-¡Elena!- la amonestó su madre, haciéndome reír.
Eché la cabeza hacia atrás, divertido. -No te preocupes, Viola, a estas alturas ya me acostumbré a las nuevas groserías de tu hija y sé que no es culpa de ella. Nos vemos esta noche en el trabajo- Me escabullí y pude escuchar a Viola riéndose mientras Elena murmuraba por lo bajo, y algo me dijo que no eran palabras agradables para mí.
Esta última me alcanzó antes de que saliera de su casa, deteniéndome del brazo.
-¿Ya pasó después de esta noche o dije algo mal? Porque te comportaste como un verdadero imbécil esta mañana- dijo mirándome directamente a los ojos.
-Ya pasé, está bien- Solté mi brazo de su agarre. Elena pareció sentirse herida, como si no lo hubiera esperado.
-Si dijera algo--
-No, Elena, nada. Fuiste un capricho que ahora se me ha pasado, no pasa nada. Pensé que estábamos de acuerdo. Claro, quería follarte, pero por mí está bien- Elena me abofeteó por segunda vez ese día y luego se llevó las manos a los labios, sorprendida por su propio gesto.