¿Será amor?
“El que quiere arañar la Luna, se arañará el corazón.”
Federico García Lorca
—¡Aah! —gruñe, baja su mirada y me tira al suelo. Me ofrece su mano para ayudarme a levantarme, lo rechazo y como puedo me coloco de pie.
—L-lo siento —tartamudeo avergonzándome.
Me alejo un poquito para poder verle mejor, mi cuerpo es invadido por una sensación extraña al notar lo apuesto que es. Sus ojos del más profundo gris me escanean, mientras yo hago lo mismo con él.
Es tan alto y musculoso como papá, ha de medir aproximadamente 1,90cm. Es rubio, mandíbula cuadrada con una ligera línea de vellos rubios, nariz respingona y labios gruesos. Lleva puesto una camisa negra, vaqueros claros y unos tenis del mismo color de la camisa.
Es guapo. Demasiado guapo.
Me asombro por tener estos pensamientos sobre alguien que apenas acabo de conocer, aunque… No realmente, ni lo conozco.
—Disculpa, ha sido mi culpa —murmura sin dejar de verme. Su voz es la cosa más sexy que he escuchado en la vida, envía a todo mi cuerpo un escalofrío —. Venía distraído cuando choqué contigo —me ofrece su mano y no dudo en aceptarla, siento electricidad al nuestras palmas juntarse—, un gusto me llamo Brando.
—Kira —digo bajito. Retiro mi mano tratando de no ser brusca.
—¿Disculpa?
—Eh… Me llamo Kira Hamilton.
Sonríe y siento que muero en este instante, su sonrisa es perfecta, sus dientes estúpidamente blancos y todos en su lugar. ¿Desde cuándo me ando fijando en esas cosas?
—Brando Lancaster —asiento, aún nerviosa por su presencia—. Voy de camino al comedor, ya que hemos chocado, podemos ir juntos y conocernos un poco mejor. ¿Te parece?
—Sí —susurro.
Con pasos nerviosos caminamos uno al lado del otro, lo miro de reojo y noto lo diminuta que soy a su lado, a penas llego a su fuerte pecho. Una tierna sonrisa se dibuja en sus labios, finge que no se da cuenta de mi escrutinio y yo fingo que no me doy cuenta de su sonrisa.
Alrededor de treinta chicos están reunidos en la entrada del comedor, llegamos hasta ellos. Por inercia me encogo y retrocedo al ver a tantas personas acumuladas. Las multitudes y yo no somos buenas compañeras, es una de las razones por las que me he sentido diferente al resto de mis compañeros de clase toda la vida o por lo menos desde que tengo uso de razón.
—No sé a ti, pero a mí no me gusta tanta algarabía —susurran a mi lado. Volteo y lo veo.
—A-a mí, tampoco —tartamudeo nerviosa, ha de pensar que soy una retrasada como siga avergonzándome.
—Pero ese es el cometido de este campamento, ¿No? —señala lo obvio, su mirada no abandona mis ojos, produciendo que mis piernas se debiliten—. Conocer nuevas personas, aprender a relacionarnos y admirar la belleza de la naturaleza.
¿Es normal sentir que floto?
¿Es normal sentir estás emociones por alguien que solo acabado de conocer?
¿Será esto el amor?
Brando no espera mi respuesta, toma mi mano, generándome la misma sensación de cuando lo tomó por primera vez, hace apenas unos minutos, y me lleva dentro.
La señora Cooper presenta tres personas más, quienes serán los encargados de vigilar las actividades a realizar los sietes días que dura el campamento. Para el día de mañana, desde bien temprano iremos al lago para una competencia de remo en canoas, los grupos serán escogidos mañana al alzar, todo dependerá de la suerte de cada chico.
Sólo le rezo a un Dios divino que haga de las suyas y me coloque en el mismo grupo que Brando.
Se nos permite sentarnos en los inmensos mesones de la sala, y esta escena me traslada al comedor de Hogwarts. Brando a mi lado me distrae preguntando cosas de mi vida.
Es increíble que sea la primera persona que sin conocerla del todo, me sienta segura. Tiene un aura enigmática y una frescura, además, de sus ojos grises. Las cosas entre los dos fluyen sin tensiones y media hora después, nos dirigimos al salón de la biblioteca, voy distraída y choco con un chico. Mi cuerpo se tensa.
Entrecierro los ojos y reconozco al moreno, ojos negros, con sonrisa burlona que tengo frente a mí, lo acompañan dos chicos más, gemelos.
—Fíjate por donde caminas, idiota —me muerdo la lengua para no responderle. Paso por su lado y me cierra el camino—. ¿La niña de papi no quiere problemas?
—Amigo, la chica no te ha hecho nada —me defiende Brando —, solo ha sido un tropezón. No seas grosero y no olvides que es una dama.
El chico moreno suelta una carcajada, sus amigos lo secundan.
—¿Dama? ¿ésta rara? —le cuestiona con burla—. ¿Dónde? Si más horrenda no puede ser. Anda rarita a quejarte con tu padre.
¿Por qué habla así de mí?
—Te estás pasando —gruñe Brando. Al notar la tensión en el ambiente, decido que es mejor desaparecer de allí y no buscar problemas.
Agarro a Brando y lo llevo fuera de aquel lugar. Me recrimina el no haberle permitido darle su merecido al imbécil del comedor. Le digo que no quiero problemas y lo acepta. Retomamos nuestros planes antes del altercado con el moreno y nos vamos a la biblioteca.
Estando en la biblioteca, él toma uno de los libros y comienza a leerlo, yo tomo otro sin importar si contenido, lo repaso con la mirada y a ratos sus ojos me miran haciéndome sonreír.
Los días comienzan a pasar y con ello mi amistad con Brando se incrementa, así como las emociones que me hace sentir. Muchas veces me encuentro pensando el cómo se sentirá sus labios sobre los míos. Ese tipo de pensamientos me desconcierta porque no suelo tenerlo, pero con él todo es distinto.
Su presencia ha acallado la voz de mi interior, haciéndome sentir una persona normal y no una rara, como dijo aquella tarde Roy. Dos días después volví a tener un altercado con ese chico y sus amigos, allí supe su nombre. Y si debió darme un indicio de algo no lo hizo, todos los que estamos en este campamento somos hijos de los trabajadores de la empresa donde mi padre es socio mayoritario y CEO. No entiendo lo qué se trae conmigo y su constantes ganas de querer pisotearme.
Alejo esos pensamientos de mí, siento que la vida me sonríe por primera vez al lado de Brando.