Capítulo 3: Puños de Porcelana quiere cazar a su presa
Lucía muy astuta salió corriendo y subió al ring para protegerse, allí había suelo blando y cuerdas para zafarse. Sabía que tendría que enfrentarse a los verdaderos golpes de los Puños de Porcelana, quien no dejaba pasar la oportunidad de lanzar comentarios despectivos para desanimar a su rival.
—¿Así que tú eres la nueva aspirante? ¡Ya puedes correr ya! —dijo Puños de Porcelana con una sonrisa burlona. —No puedo creer que alguien como tú piense que puede competir conmigo. ¡Me has arañado la cara cabrona! ¡Ahora lo vas a pagar!
Lucía apretó los dientes.
—No subestimes mi habilidad, Puños de Porcelana. Estoy aquí para demostrarte que puedo ser una verdadera rival, por algo me llaman "La Chispa". —respondió Lucía, intentando mantener la calma.
Puños de Porcelana soltó una risita condescendiente.
—Oh, dulzura veo que has criado fama, pero deberías saber que no tienes ni la mitad de habilidad que yo. No importa cuánto entrenes, nunca podrás alcanzar mi nivel. —dijo con aires de superioridad.
Lucía apretó los puños, preparándose para todo.
—No necesito tus comentarios despectivos, Puños de Porcelana. Voy a demostrarte lo que soy capaz de hacer dentro del ring y fuera de él... —respondió Lucía, mirándola fijamente y desafiándola.
Puños de Porcelana se acercó a Lucía con la velocidad del rayo, acortando la distancia entre ambas.
—Oh, cariño, tienes tanta confianza. Pero pronto te darás cuenta de que no eres rival para mí. Solo serás una sombra en mi camino hacia la victoria y hacia el amor de Valentino. —dijo Puños de Porcelana, haciendo girar su brazo como un látigo.
Lucía apretó los puños con más fuerza, obstinada en no demostrarle su miedo.
—Veremos quién es la sombra de quién cuando supliques piedad. No subestimes al enemigo, Puños de Porcelana. Estoy lista para enfrentarte y mostrar de qué estoy hecha. —respondió Lucía, con gravedad en sus ojos.
—¡Toma ñapo guapa, cómete mis babas! —gritó Puños de Porcelana a la vez que escupía a Lucía a la cara.
—¡Pero, serás guarra! —gritó a su vez Lucía con la vena del cuello hinchada.
La tensión entre las dos boxeadoras era palpable, y mientras se preparaban para el enfrentamiento, Lucía no lo vió venir, Valentino irrumpió en el ring e interceptó un puño que seguramente hubiera partido la ceja de Lucía, con tanta violencia que la hubiera dejado K.O con un solo golpe de puro odio vivo.
—¡Maldita seas Puños de Porcelana! ¿Así te he enseñado yo? ¡Un gran poder requiere una gran responsabilidad!
Valentino tenía la mano apretando el guante de Puños de Porcelana y un dolor inmenso recorrió su muñeca.
—¡Dios mío! ¿Ibas utilizar el puño de porcelana recalentada a 1.000 grados y con dos sesiones de horno mental? ¡Jamás vuelvas a utilizarlo con una principiante! ¡¿Me oyes asesina?! —espetó Valentino fuera de si.
Puños de Porcelana, de repente tomó conciencia de que si ese tipo de golpe hubiera impactado en Lucía, como principiante, la hubiera matado en el acto.
—¡Maestro, no quise decepcionarte! —dijo sollozando y llevándose las manos a la cara.
—¡Lárgate de mi vista! ¡Fuera de este gimnasio! —gritó Valentino con tanta severidad que Puños de Porcelana desapareció sin respirar. Cogió sus cosas y, arrepentida, concentró la poca energía que le quedaba para salir por la puerta con las lágrimas recorriéndole el rostro.
Lucía no daba crédito a lo que acababa de pasar. El ring sería el lugar donde las palabras serían reemplazadas por acciones contundentes y donde tendría la oportunidad de escribir su propia historia en el mundo del boxeo, pero necesitaba tener a una rival como aquella.
***
Valentino se acercó a Lucía, con expresión seria.
—Lucía, lamento mucho lo que ha sucedido. Puños de Porcelana no es la persona que creía que era. Yo tengo la culpa, habéis discutido por mí.
Valentino estaba al tanto de todo y de hecho desde hace años era su forma de entrenar a las nuevas clientas.
—Tú no tienes la culpa, ¿Por qué dices eso? —preguntó preocupada Lucía.
—¡Vamos! ¿No te has dado cuenta? Utilizo un método de motivación llamado Boxeo Sensual con toques corporales de anclaje metafísico. Funciona muy bien con las nuevas deportistas, pero a veces las motivo tanto con este método de seducción que ellas acaban peleando por mí —se lamentaba Valentino.
—Valentino, tú me gustas por ti mismo, no creo que en mí afecte tu método. Sí, lo conozco, tal vez… bueno si, confieso que vengo muchas veces a verte, pero eso me anima… sí vale… —acababa confesando Lucía.
—¿Lo ves? Os motivo y eso mejora vuestro estado de forma y psicología, os hago campeonas…pero es peligroso, el odio y la rivalidad por conseguir mi amor os pierde. Hoy pudiste tener un percance grave en tu hemisferio derecho. Dios sabe como hubieras acabado si yo no llego a intervenir.
—Sí, bueno, tal vez me hubiera convertido en Van Gogh de golpe, todo un genio de la pintura en un momento. —bromeó Lucía.
—Jejeje, no, de verdad no habló de eso. Esto es serio, tal vez deba cerrar el gimnasio un tiempo y replantearme el futuro de mi método —dijo Valentino mirando hacia el suelo.
—No eso nunca, de verdad, yo no concibo mi vida sin lo que tú me has enseñado, sin las ganas de venir a verte. —dijo en tono suplicante Lucía.
—Ya hablas como una adicta. Ya me lo advirtió mi maestro cuando se jubiló: Valentino, ten cuidado o acabarás creando una secta en vez de un método para enseñar boxeo a mujeres desmotivadas.
Lucía no quería perder de ninguna manera aquello que había cambiado tanto su vida.
—Valentino, te entiendo, pero no te preocupes, estoy aquí para demostrarte que tu método es bueno. Estoy afectada por lo que acaba de pasar, aunque sé que los beneficios de tu praxis son mayores que los perjuicios. —dijo Lucía, colocando una mano reconfortante en el hombro, redondo como un coco, de Valentino.
Valentino suspiró, intentando reponerse del shock y perplejo de la reacción de Lucía.
—Gracias, Lucía. No puedo permitir que este contratiempo me detenga. Estoy listo para enfrentar lo que sea necesario para alcanzar mis metas en el boxeo y el bien que os hago es mi objetivo principal.—respondió Valentino, con determinación renovada.
Lucía le dedicó una sonrisa admirativa.
—Así se habla, Valentino. Eres fuerte y talentoso. No permitas que los juegos sucios de otros te desanimen. A partir de ahora, nos enfocaremos en mejorar la seguridad de tu entrenamiento y en forjar tu propio camino, libre de efectos secundarios, en este mundo del boxeo. Te convertirás en un verdadero sansei de escuela de boxeo, te lo aseguro.
Valentino asintió una vez más, sabiendo que tenía a un verdadero apoyo a su lado. El pequeño "contratiempo" solo había fortalecido su determinación y ahora estaba listo para enfrentar no solo a sus "locas" en el ring, sino también a las intrigas y peligros que se escondían en las sombras. El ring se convertiría en el escenario donde demostraría su método renovado y escribiría su propia historía en el boxeo.