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Capítulo 4: Lucía se impacienta

Lucía sin pretenderlo dirigió la mirada al suelo del ring, allí vio un tutú de bailarina perfectamente dispuesto, doblado y listo para ser usado. Era el tutú que minutos antes llevaba puesto Puños de Porcelana. Lucía no pudo más que desanimarse.

—Valentino, estoy realmente preocupada por Puños de Porcelana. A pesar de todo lo sucedido, no puedo evitar preguntarme qué le deparará el futuro ahora que ha sido expulsada del gimnasio.

Valentino puso una mano reconfortante en la cintura de Lucía.

—Entiendo tus preocupaciones, Lucía. Aunque Puños de Porcelana haya cometido errores, sigue siendo parte de nuestro pasado en el gimnasio. Pero debemos enfocarnos en tu crecimiento y desarrollo como boxeadora.

—Lo entiendo, Valentino, pero no puedo evitar sentirme responsable de lo ocurrido. Siento que de alguna manera he contribuido a su expulsión. ¿Crees que podrá recuperarse?

—Lucía, como eres principiante no acabas de entender la gravedad de los hechos. Además cada uno debe hacerse cargo de sus propias decisiones y acciones. Puños de Porcelana tomó el camino equivocado, y ahora es su responsabilidad buscar su redención. No podemos controlar el destino de los demás, pero sí podemos centrarnos en nuestro propio camino.

—Supongo que tienes razón. Aunque me preocupa cómo reaccionará cuando nos crucemos en el ring nuevamente. Espero que no haya resentimientos ni rencores.

—Como entrenador, puedo decirte que debes estar preparada para cualquier situación. Si Puños de Porcelana muestra resentimiento, debemos afrontarlo con madurez y profesionalismo. Recuerda, el boxeo es un deporte de competencia, pero también de respeto.

—Sí, tienes razón. No puedo dejar que mis preocupaciones por Puños de Porcelana afecten mi concentración ni mi rendimiento en el ring. Pero, realmente tengo miedo de ella. Tenía ojos inyectados en rabia pura. Creo que no se trataba solo de una disputa de afecto, realmente pienso que hay algo en ella que no funciona.

—¡Mierda! ¡Tú también te diste cuenta? No quería asustarte. No querrás que te cuenta la verdadera historía de Puños de Porcelana. Solo puedo decirte que confía en tus habilidades y en el arduo trabajo que has puesto en tu entrenamiento y en todo lo que te falta por aprender. No permitas que las preocupaciones te distraigan de tu objetivo final: convertirte en una verdadera campeona.

—¿De que pasado hablas? No sé si me tranquilizas o me has puesto más en alerta, Valentino. Tus palabras me dan fuerza y ​​determinación. Por otro lado necesito conocer a lo que me enfrento.

—Cuando estes listas para saber el pasado de Puños de Porcelana te lo contaré, ahora solo haría disminuir tu fuerza Chi. De nada sirve sentir miedo si aún no tienes las herramientas para afrontarlo.

—¿Miedo? ¿Tan terrible es su pasado? Necesito saberlo ya, Valentino.

—Todo a su debido tiempo mi cachorra. Recuerda, en el boxeo, no solo peleamos contra nuestros oponentes, sino también contra nuestras propias dudas y miedos. Confía en ti misma y en tu entrenamiento. No temas estoy aquí para apoyarte en cada paso del camino.

Lucía se bajó la cremallera de la camiseta deportiva mientras se acercaba a Valentino, dejando ver un larguísimo escote, sus pechos estaban rebosantes de leche. Era madre de un bebé de 3 meses.

—Valentino, estoy realmente asustada por Puños de Porcelana. ¡No puedo evitar pensar qué tipo de venganza tramará después de ser expulsada del gimnasio! Necesito saber ya su pasado.

Valentino puso una expresión dramática y severa en su rostro.

—Oh, Lucía, os convierto en mujeres provocadoras ¡No quería esto como efecto secundario, crear femmes fatales en serie! ¿Tú también te convertirás en Puños de Porcelana?

Lucía reaccionó cubriéndose los pechos.

—Quizás me has enseñado tú, tú has sido mi maestro para ser letal y conseguir todo lo que me propongo con mis dotes de seducción. Acaso ¿No te gusta?

—¡Cállate madre lactante! Creo que por hoy se acabó la sesión. Haz el favor de cambiarte en vestuarios y marcharte.

—Venga, no, ¡Dime que pasado tiene esa desdichada!

—¡Mira! Tal vez Puños de Porcelana se convierta en una luchadora clandestina en las calles, o quizás cree un gimnasio para hacerme la competencia, pero tú… ¡Estás siendo muy pesada! ¡Aún no es momento de que conozcas su verdadero pasado!

—¡Valentino, no puedo evitar tener curiosidad! Pero en serio, me preocupa cómo reaccionará cuando nos crucemos nuevamente. ¿Crees que intentará golpearme de nuevo con un guante de porcelana recalentado?

—¡Oh, Lucía, no me sorprendería en lo más mínimo! Imagina, un guante de porcelana tan delicado y frágil que se desmoronaría con el primer golpe. ¡Sería una pelea de boxeo para recordar, literalmente!

—Jajaja, ¡no puedo dejar de imaginarme esa escena! Pero en serio, Valentino, espero que podamos mantener la deportividad y el respeto en el ring. No necesitamos más caos y locura. Quiero a esa Puños de Porcelana bien lejos.

—No es esa técnica la que hoy intentó contigo, se llama puño calentado a 1.000 grados. Se hace pinzando un nervio, junto a la fascia muscular. Aquello desencadena una reacción química interna en cadena.

—¿Cuando me enseñarás hacer eso?

—Por favor, Lucía, ya basta, marcharte. Estás demasiado impaciente.

—Ya me voy… ¿Esta noche me darás las buenas noches como de costumbre?

—¡Serás descarada!

Aunque la relación de Lucía y Valentino no era nada profesional, era muy cercana. Aunque sería bueno para ellos no volver a saber nada de Puños de Porcelana, por lo visto eso no será posible. Está en sus mentes y muy pronto en cada rincón de sus vidas. ¡Imagínate la confusión que se avecina en el ring!

Aquella tarde noche mientras Lucía se cambiaba en los vestuarios, Valentino pasó por delante, y al ver la puerta entreabierta entró. Vio a Lucía desnuda secándose la humedad de tanta tensión acumulada.

—¡Ja! ¡Te pillé!, sabia que me espiabas cada día mientras me desnudaba en los vestuarios.

—Eso sería algo para contarles a mis nietos. Pero no, he venido a advertirte.

—¿De qué cosa maestro? —dijo Lucía con rostro de preocupación, a la vez que se cubría los pechos dejando ver unos pezones morenos, anchos y duros como piedras.

—Lucía, recuerda que el boxeo no solo es un deporte físico, sino también un juego mental. Si podemos mantenernos lúcidos y no dejarnos llevar por las locuras del ring, podemos superar los peligros que están por venir. ¿Y por qué tienes los pezones tan duros?

—Tú que me excitas… ¡Venga marcharte! ¿Ahora quien es el descarado? —dijo sonriendo.

—Pues mira tu por donde que ahora sí te iba a decir el pasado de Puños de Porcelana —dijo Valentino, sonriendo a su vez —pero me marcho ya.

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