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Capitulo 2: Inicio Del Todo (parte 2)

Arev, el dios del día y el sol, nació de una llamarada directa del astro rey. Su cabello brillaba con un dorado intenso, reflejando los rayos del sol que gobernaba. Sin embargo, su carácter era tan ardiente como su origen. Un ataque de ira lo llevó a crear cráteres repletos de fragmentos del sol, un recordatorio permanente de su poderío y su furia.

A pesar de su temperamento impulsivo, Arev se convirtió en un gobernante imparcial y justo. Su dominio sobre los cráteres le otorgó un reino único, un lugar bañado por la luz eterna del sol. A pesar de ser un dios de pocas palabras, su sabiduría era respetada por todos en Neblesia.

Arev prefería la soledad y la tranquilidad. Su naturaleza introvertida lo llevaba a alejarse de los conflictos y las intrigas que plagaban el reino de los dioses. Sin embargo, cuando su intervención era necesaria, su poderío solar era inigualable.

La presencia de Arev en Neblesia era un símbolo de poder y equilibrio. Su conexión con el sol le otorgaba un conocimiento profundo de los ciclos de la vida y la muerte. Su imparcialidad y sabiduría lo convertían en un referente para los demás dioses.

Phaxsi, la diosa de la noche y los océanos, nació de una parte de la luna que cayó a la tierra. Su cabello blanco y resplandeciente, adornado con pequeñas estrellas, reflejaba la luz de la luna que la había creado. En el centro de su frente brillaba un fragmento en forma de un cuarto de luna, un recordatorio permanente de su origen celestial. Sus ojos, al igual que los de los demás dioses, eran rojos, pero se diferenciaban por sus pupilas plateadas, que brillaban como estrellas en la noche.

Phaxsi era la más juguetona de todos los dioses. Su espíritu libre y aventurero la llevaba a explorar las profundidades de los océanos y a jugar entre las estrellas. Su risa contagiosa era un sonido familiar en Neblesia, donde los demás dioses la adoraban por su alegría y su entusiasmo por la vida.

A pesar de su naturaleza juguetona, Phaxsi era una gobernante responsable. Su dominio sobre la noche y los océanos le otorgaba el poder de controlar las mareas, las tormentas y las criaturas marinas. Su sabiduría y su conexión con la luna la convertían en una guía para los navegantes y los pescadores.

Phaxsi era un símbolo de misterio y belleza. Su conexión con la luna la dotaba de un aura de sabiduría y magia. Su espíritu juguetón y su amor por la aventura la convertían en una figura amada por todos en Neblesia.

Arev y Phaxsi, engendraron a una diosa llamada Eklips, la unión del sol y la luna. Su apariencia era una mezcla de sus padres: cabello dorado con mechones blancos, ojos rojos que a veces se tornaban plateados, y en su frente llevaba un símbolo que combinaba el sol y un cuarto de luna.

Poco se sabe sobre Eklips. Algunos dicen que fue desterrada por sus padres, mientras que otros creen que vive entre los humanos para ser protegida de las fuerzas malignas que la acechaban constantemente. Al igual que la hija de Zhyttya y Evig, Eklips era una entidad que no debía existir, según algunos.

Numerosos mitos rodeaban su existencia, pero solo sus padres conocían la verdad sobre Eklips.

Y del odio y sentimientos oscuros de las criaturas del Ezman nació Xarob, el dios del caos y la maldad, era una figura oscura y temida en el universo de Ezman. Su egocentrismo y astucia maquiavélica lo convertían en una amenaza constante para la armonía que los demás dioses se esforzaban por mantener.

Xarob fue el arquitecto de Neraka, el inframundo, un lugar lúgubre y lleno de sombras donde él reinaba como un monarca absoluto. Sus lacayos, los Besach o demonios, eran criaturas oscuras nacidas de los sentimientos negativos que los dioses no podían controlar. Estos seres terroríficos servían a Xarob en su afán por sembrar el caos y la destrucción en el Ezman.

Las acciones del dios lo convirtieron en un paria entre las demás deidades. Su desprecio por las reglas y su obsesión por el caos lo llevaron a ser desterrado a Neraka, donde debía permanecer confinado hasta el fin de los tiempos.

La historia de Xarob termina con su alma destruida, o al menos eso es lo que se cuenta. Sin embargo, la oscuridad siempre acecha en las sombras, y la posibilidad de que Xarob regrese para sembrar el caos en el Ezman sigue siendo una amenaza latente.

La desaparición de Xarob, el Dios del Caos, dejó un vacío en el Inframundo, un vacío que desestabilizó el equilibrio de este reino. Sin la presencia de Xarob, las fuerzas del caos se desataron, creando una atmósfera de incertidumbre y peligro.

Las circunstancias que rodearon su desaparición han sido un misterio por largos siglos. Algunos creían que fue derrotado en una batalla épica, mientras que otros especulaban que simplemente se retiró del Inframundo, buscando refugio en un plano de existencia más remoto.

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