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Capitulo 1: Inicio Del Todo (parte 1)

Los Eakner eran entidades enigmáticas, carentes de forma física pero dotadas de un instinto primordial que los impulsaba a crear y destruir con igual intensidad. Su existencia era tan antigua como el universo mismo, y su presencia se podía percibir en la fluidez del caos y en la chispa inicial de la creación.

Aunque no poseían un cuerpo tangible, los Eakner podían moldear la realidad a su voluntad, dando forma a estrellas, planetas y galaxias con la misma facilidad con la que las reducían a polvo cósmico. Su danza de creación y destrucción era la fuerza impulsora del Ezman, un universo en constante cambio y evolución.

De estos enfrentamientos, de la colisión entre las fuerzas primordiales, surgió Vaktare. Nacido de la unión del orden y el caos, Vaktare se erigió como el primer dios del Ezman, el amo y señor de todo lo existente.

Vaktare era una figura imponente, su presencia dominaba cualquier espacio que ocupaba. Su cabellera, negra como la noche, surcada por venas de rojo sangre, era un reflejo del poder primordial que fluía por sus venas. Sus ojos, dos pozos de fuego, brillaban con una sabiduría y una fuerza inconmensurable, capaces de penetrar en las profundidades del alma. Su cuerpo, tallado como una montaña, poseía una fuerza titánica que podía arrancar árboles de la tierra con un simple gesto.

Más allá de su poder físico, Vaktare era el gobernante del Ezman, el universo en su totalidad. Su conocimiento abarcaba todos los rincones de la existencia, y podía ver el futuro tejiendo los hilos del tiempo. Poseía la habilidad de ver el futuro, no como un camino único e inamovible, sino como un conjunto de posibilidades que podían ser alteradas por las acciones de los seres. Su profecía no era una sentencia, sino una guía para aquellos que buscaban comprender el camino que les esperaba.

Vaktare no interfería directamente en el curso del destino. Su papel era guiar, no controlar. Dejaba que las criaturas del Ezman forjaran su propio camino, aprendiendo de sus errores y celebrando sus victorias.

Ser el amo del destino era una carga que Vaktare llevaba con gran responsabilidad. Su conocimiento del futuro le permitía ver tanto el dolor como la alegría que esperaba a sus creaciones. Sin embargo, Vaktare nunca flaqueó en su compromiso de proteger al Ezman y asegurar su bienestar.

Un día, en un enfrentamiento de titanes que sacudió los cimientos del universo, el mundo tembló y el cielo se rasgó, revelando un portal de luz cegadora. De este portal surgieron los dioses de la segunda generación, seres de poder extraordinario destinados a traer armonía al Ezman.

Entre ellos se encontraba Zhyttya, la primera diosa nacida de una estrella. Su carácter calmado y noble la convertía en la guardiana perfecta del Ezman y sus criaturas. Su cabello brillaba con un verde esmeralda salpicado de destellos rojos, símbolo de la vida que fluía a través de ella. Sobre su cabeza reposaba una corona tejida con flores blancas y rosadas, y en su frente brillaba un fragmento de la estrella de la que surgió. Esta joya, obsequiada por Vaktare cuando Zhyttya alcanzó los veinte años, la acompañaría durante toda su existencia como un recordatorio de su origen celestial.

Zhyttya se erige como la diosa de la naturaleza, una entidad venerada por su conexión profunda con la vida en todas sus formas. Siendo la personificación de la vitalidad y la belleza natural. Su presencia se manifiesta en el florecimiento de las flores, el canto de las aves, el rugir de los ríos y la majestuosidad de las montañas.

Zhyttya representa el poder de la renovación y la transformación. En las estaciones cambiantes, en el ciclo de nacimiento, muerte y renacimiento, se manifiesta la presencia de la diosa. Ella es la fuerza que impulsa la vida a través de la adaptación y el cambio, garantizando la continuidad de la existencia en el Ezman.

De las estrellas surgió Evig, el dios encargado de moldear la humanidad y mantener el delicado equilibrio entre la vida y la muerte. Su carácter era tan fuerte como el acero, inquebrantable ante cualquier desafío. No era un dios compasivo, pero poseía una justicia implacable. Su poder sobre el ciclo de la vida le permite determinar el momento en que cada ser humano termina su viaje terrenal.

Su apariencia era tan única como su rol. Su ojo derecho brillaba con un rojo intenso, mientras que el izquierdo era negro como la noche. Estos colores representaban el contraste entre la vida y la muerte, un equilibrio que Evig se encargaba de mantener. Su cabeza estaba adornada con una corona negra salpicada de estrellas rojas, un recordatorio de su origen celestial y la dualidad de su naturaleza.

Evig es el escultor de la humanidad, el arquitecto que dio forma a los primeros humanos y diseñó su anatomía, sus capacidades y su potencial. Su sabiduría en la biología y la fisiología le permitió crear seres resilientes, adaptables y capaces de evolucionar.

Junto a Zhyttya, la diosa de la naturaleza, Evig dio vida a Neblesia, un reino celestial que se convirtió en el hogar de los dioses. Allí, entre nubes doradas y ríos de estrellas, se reunían para discutir el destino del Ezman y tomar decisiones que afectarían el futuro de todas las criaturas.

La creación del Ezman por parte de Zhyttya y Evig fue un acto de amor y de orden. Sin embargo, su relación trascendió los límites de la amistad y la colaboración, dando paso a un sentimiento nuevo para ellos: el khair, o amor. Esta unión, prohibida por las propias reglas que ellos mismos habían establecido, desencadenó una serie de eventos que cambiarían el destino del Ezman para siempre.

Vaktare, el dios del destino, se opuso rotundamente a la unión de Zhyttya y Evig. Su visión del futuro le mostraba que esta relación tendría consecuencias nefastas para el universo. Sin embargo, los demás dioses no escucharon sus advertencias, convencidos de que las visiones podían cambiar y que no siempre se cumplían al pie de la letra.

Ante la negativa de los demás dioses a acatar su consejo, Vaktare se vio obligado a desterrar a Zhyttya y Evig. Pero lo que nadie, ni siquiera los propios dioses desterrados, sabía, era que Zhyttya se encontraba encinta. Esta unión prohibida había dado vida a una nueva deidad: Terakhir, la diosa de la muerte.

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