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5. Eileen

Llego temprano al trabajo. Saludo a David y a Hugo, mi jefe. Andrea aún no ha llegado.

—Eileen podrías quedarte al frente – comenta Hugo—. Saldremos.

En todo el tiempo que llevo aquí trabajando esta es la primera vez que esto sucede.

—Está bien —contesto.

Ellos se marchan y yo me quedo deseando que llegue Andrea, como me haré cargo de esto sola.

La campana de la entrada suena. Volteo contenta creyendo que es Andrea, automáticamente mi cara cambia cuando lo veo a él, a Liam.

—¿Qué haces aquí? —pregunto de mala manera—. Esta persecución se está volviendo repugnante.

Llega como si nada y me besa. Es tóxico, es posesivo, está loco.

—Liam deja de hacer estas cosas —digo y él me ignora tomándome de las caderas y subiéndome sobre una mesa.

—Liam —vuelvo a llamarlo mientras que con su mano roza mi sexo por encima de la ropa.

—Me vuelves loco nena —yo abro la boca ante esas palabras.

—No jodas Liam —contesto—. Sé que es una técnica para que acabe acostándome contigo, pero luego de que eso pase, seré otra más del montón.

—Ya pasó pequeña —responde bajo mi asombro. Roza sus labios por todo mi cuello—. Sigo estando aún más loco por ti.

—¿Qué?

Mi habitación.

—¿Fuiste tú, él que entraste a mi habitación a oscuras?.

—Si fui yo —contesta y toma posesivo mi boca.

—Liam, ¿qué quieres de mí?. Deja de hacer estas cosas. ¡Tengo novio!

Acaso he pensado en él en algún momento.

Se separa de mí y me indica que me siente en la silla a su lado.

—Quiero que seas solo mía —enarco una ceja ante sus palabras—. A partir de mañana trabajarás como mi secretaria —yo me niego—. Vivirás conmigo —¿Qué?—. Serás mía, solo mía.

—No —responde firme, él sonríe.

—Solo una cosa nunca voy a ser capaz de darte: amor, no soy capaz de enamorarme.

—¿Qué gano yo en todo esto? —pregunto.

—A mí —contesta impertinente.

—No —respondo—. Sigue con tu vida loca y déjame a mí con mi estabilidad.

—Dejarás al imbécil ese —continúa ignorando mis palabras de antes—. No podrás estar con otro hombre que no sea yo.

—No Liam, te dije que no —contesto bajo su mirada atenta—. No estoy dispuesta a volverme tu juguete.

Liam me jala hasta que me sienta encima de él.

—De qué estás hablando joder —expresa molesto—. Nunca serás mi juguete, quiero que seas mi mujer.

—¿El contrato? —pregunto.

En las películas, cuando el empresario le propone algo a la chica, la hace firmar un contrato. Estoy aburrida de ver eso.

—No hay contrato alguno —responde—. Te conozco demasiado bien y tus amigas son las mías. No tengo que pedirte confidencialidad porque al final ellos sabrán. Si has visto que grupo de amigos más chismoso.

Sonríe.

—Tengo que pensarlo —comento, aunque no miento, estoy segura de lo que quiero

Él asiente y va a besarme, pero lo detengo.

—En caso que acepte, hay dos cosas en lo qué no estoy de acuerdo —expreso—. La primera es: irme a vivir contigo, no voy a dejar sola a mi abuela.

—¿La segunda? —pregunta él.

—Trabajar como tu secretaria —contesto—. Me gusta mi trabajo.

—Nena, la primera la acepto porque puedo seguir entrando por tu ventana, pero la segunda no, quiero tenerte cerca.

—No Liam —le digo—. No acepto.

—Está bien —contesta al fin—. Sigue trabajando aquí.

Ahora sí me besa y yo me dejo llevar.

—Dame tiempo de dejar a Jack —a él no le hace gracia—. Es bueno y no se merece esto.

—Solo tres días —manifiesta—. No quiero que te acuestes más con él, ayer fue la última vez. Dejé que ese imbécil te tocara ayer, para demostrarte que nadie hará que te corras más rico.

Sus palabras calan tan fuertes que temo que me enrede en sus redes y terminé cometiendo una locura en pleno gastropub. Así que me apresuro en pasar de su última frase.

—Eres muy controlador ¿sabes? —me quejo—. Eso no me gusta.

—Te encanta —contesta impertinente metiendo una mano dentro de mi vestido y acariciando la punta de mis senos.

—Ahora cierra aquí y vámonos —ordena.

—No empieces Liam —me bajo de arriba de él—. Estoy trabajando.

—Ya le pagué a tu jefe más que lo que hace en una semana de trabajo —declara levantándose de la silla y tomando mi mano—. Hoy este lugar no abre.

—Liam —lo fulmino con la mirada.

Termino perdiéndome con él, no sé a donde. Algunas dirán que soy sumisa a él y sí tal vez no me le imponga como debería, aún no.

Me lleva al cine, a un restaurante a almorzar, está actuando como si fuera una relación normal y no lo somos joder. Aún tengo un novio.

¿Qué coño te pasa Eileen?. ¿Por qué no lo controlas? —me grita mi subconsciente.

Me lleva a su casa.

—Estás en tu casa —comenta impertinente—. En mi habitación hay ropa para ti. Tendrás todo lo que necesites aquí para cuando te quedes.

—Liam ¿por qué me quieres a mí para esto? Acaso no te acuestas con un montón de mujeres.

—Porque tú lograste lo qué ninguna —dice safando los botones de su camisa—. Me encantas desde que te vi en Pura Club aquella noche.

—Sí claro —le digo con cierta ironía mientras me quito el vestido, también quiero sentir que puedo tenerlo como quiero—, por eso te marchaste con dos chicas.

—Que puedo decirte —contesta mirándome cada movimiento de mis manos —. Soy así.

Me quito despacio la braga, él camina hacia mí, le tiro la braga en el pecho.

—Cuando acumules diez de estas —me refiero a la braga—, seré tuya —me marcho a su cuarto y me pongo una camisa de él, sin bragas nuevamente.

Cuando salgo él ya no estaba. ¿Para qué demonios me trae aquí?. Voy a la sala, me siento en el sofá y enciendo el televisor.

Entra a la sala con un ramo de flores en la mano, las flores están lindas, pero esa manera de caminar, sin camisa, el pantalón un poco más abajo enseñando las letras en negro Calvin Klein de sus bóxer, es más fascinante aún.

—Ya te dije que debes acumular diez bragas mías para poder hacerme tuya —digo y él sonríe—, con flores no lo lograrás.

Me entrega las flores, le sonrío al ver que en el medio de cada flor hay un bombón.

—Ahora sí —pregunta él con una sonrisa.

Muevo la cabeza a modo de respuesta, dándole una mordida a un bombón.

Él disfruta verme.

—Te encanta comer —expone simulando otra sonrisa.

Le meto el trozo de bombón que me queda en la boca.

—¿A ti no? —pregunto quitándole la envoltura a otro bombón.

—Sí —responde—, pero no precisamente es la comida mi perdición.

Me siento a horcajadas sobre él y lo beso. Sus manos se apoderan fuerte de mis caderas. Me muevo sobre su sexo, su bóxer y el pantalón impiden el contacto directo de mi sexo y el de él, aún así siento su erección.

El bombón de mi mano se está derritiendo. Así que deslizo el bombón en su pecho, dejando un camino de chocolate que recorro con mi lengua.

Estoy cerca de su sexo, desabrocho su pantalón y libero su erección, beso la punta y muevo la lengua por todo su sexo.

—No puedes resistirte pequeña —comenta irónico.

Sonrío. Me siento a su lado, dejándolo así caliente.

—Te faltan ocho bragas aún.

—Pienso hacerte pagar esto —comenta.

Río.

—Nos esperan en el club —dice—. En mi habitación tienes todo lo que necesitas para arreglarte.

—¿Nos esperan? —pregunto.

—Sí, mis amigos —contesta—, los que pronto serán los tuyos.

Hablando de amigos, recuerdo a Jack.

—Liam, no quiero perder a Jack —él cambia su expresión—. Ha sido mi amigo desde pequeña, no interfieras, yo terminaré con él de una manera que no lo lastime.

—Tres días pequeña —se levanta del sofá—, ya te dije.

Te espero en Pura Club a las diez.

Le envío un mensaje a Jack.

No me gustan mucho las fiestas, pero pienso hacer una excepción por ti – contesta.

Debo dejar a Jack, Liam sería capaz de hacer cualquier estupidez para alejarlo y acabaría rompiendo su corazón. Él no se merece eso.

Voy al cuarto de Liam. La habitación como el resto de la casa, tienes tonos blancos, negros y grises. Una cama enorme situada al centro de la habitación. Tres ventanas de tamaño exagerado hacen posible la vista al exterior de la casa. Sobre cada ventana se deslizan cortinas grises a juego con los cojines de la cama. Lo impresionante de aquí o lo que más me llamó la atención fue un espejo gigante en el techo, justo encima de la cama, esto le debe propiciar una vista increíble. Delante de la cama se encuentra dos sofás en forma de semicírculo, son blancos y sobre ellos hay tres cojines grises. Hay dos puertas más dentro de la habitación, la primera permite el acceso a un vestidor prácticamente del tamaño de esta habitación. Cuando voy dispuesta a abrir la otra puerta Liam sale envuelto en una toalla. En estos momentos se me antoja quitarle la toalla y meterlo de nuevo en la ducha. Pero pienso…mejor será que sea yo la que lo provoque a él.

Me voy desabrochando los botones de su camisa bajo su mirada, suelto la camisa en el suelo y entro en la ducha.

Después de un baño, abro una bolsa que había sobre una mesa perla que había en su habitación, con un espejo mediano en forma de círculo. Esto no parece ser de su tipo. Debe traer montones de chicas aquí, por eso tiene esto.

Abro la bolsa, hay de todo lo que una chica necesita para arreglarse, solo tomo de ahí la secadora para secarme mi pelo que estaba empapado.

Entro al vestidor, es del tamaño de mi cuarto, ¡como puede ser tan exagerado!. Tiene una empresa de diseño de modas, no esperaría tampoco menos.

Hay muchas ropa de mujer aquí, que según él es para mí, ropa que no voy a usar.

—Este es el que usarás hoy —estira la mano y coge un vestido rojo oscuro, los tirantes eran unas diminutas cadenas, la mitad de la espalda quedaba al descubierto.

—¿No crees que es demasiado exagerado? —expreso.

—Es de mi última colección, úsalo —comenta.

No me maquillé, ya con el vestido y los zapatos de tacón indiscreto me parecía extravagante.

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