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3. Eileen

Saliendo del bar siento naúseas y acabo con las manos apoyadas en la rodillas y vomitando. Liam me recoge el pelo y me alcanza un pañuelo.

Cuando me repongo nuevamente...

—Gracias, pero yo sé defenderme sola —le digo a Liam.

—Vamos te llevaré a mi casa —declara.

—Estás loco. Estoy bien, puedo irme a mi casa —casi grito.

—Estás tomada —contesta empujándome a su carro.

Sí, he tomado, bastante, pero no me estoy cayendo. No estoy tan mal como para no poder irme a casa.

—No iré contigo a ningún lado —le grito tratando de soltarme—. Iré a mi casa.

Él ignora por completo lo que acabo de decir y me monta en su auto.

Mi teléfono suena. En la pantalla sale el nombre de Jack.

Miro para los lados pensando si es buena idea hablar con él, automáticamente pienso en mi abuela que debe estar preocupada.

—¿Tu novio? —pregunta él

Asiento.

—Jack —respondo.

—Ei tu abuela está preocupada —comenta tan dulce como siempre—.  ¿Dónde estás? ¿Necesitas que vaya por ti?

—Jack, siento no avisarte, salí un rato con Andrea y estoy acompañándola a casa, ha tomado mucho —miento—. Le podrías avisar a mi abuela que no se preocupe.

—Te está quedando bien la mentira —dice Liam a mi lado. Lo miro como si quisiese asesinarlo.

—Está bien —comenta Jack—. Nos vemos mañana. Te amo.

Mi dios. Te amo, tengo que decírselo y es incómodo.

—Hasta mañana Jack —contesto—. Te quiero.

Liam ríe.

—Qué manera más hermosa de querer —responde él.

—Ya basta —le grito—. Déjame ir. Estoy bien, ¿no ves?.

Él me besa y me calla. Me deja completamente en shock. ¿Por qué ese beso no me resulta desconocido? Es como si hubiese sentido esos labios ya.

¡Cállate! —me grita una voz en mi interior.

—Estás jugando sucio —le digo.

—Nunca he jugado limpio —contesta.

Acabo en las mansiones de Cow Hollow, debe ser aquí donde vive. Él grandioso Liam no se conformaría con menos.

Llegamos a una mansión, desde afuera se observa que la “perfección’’ es la palabra adecuada que describe este lugar.

La casa en el exterior es blanca. Pequeñas lámparas adornan la pared posterior a la puerta y el techo. Un amplio camino con pequeños arbustos dan paso a la puerta principal.

Liam abre la puerta y me indica que entre primero.

No exagero cuando digo que la casa es hermosa.

En la sala predomina la combinación de blanco, gris y negro. En el centro se ubican, a un nivel de tres escalones más bajo de dónde me encuentro, unos muebles blancos, sobre los que se posicionan cojines grises. La mesita  en el medio de todos los muebles es negra. A unos centímetros se encuentra una puerta y varias ventanas de cristal que dan acceso a un patio trasero.

Desde aquí puedo observar la piscina y unos muebles alrededor de ella.

—Piensas quedarte mirando la casa toda la noche —dice con su voz arrogante.

—No creo que tenga algo mejor que hacer aquí —le respondo mostrando una sonrisa arrogante.

Ríe perverso.

—¿Tú crees?—comenta.

Liam camina hasta mí, yo retrocedo. Choco contra una pared. Su boca más cerca de la mía. Me pongo nerviosa. Su mano se desliza por mi estómago. Solo me queda suspirar por el contacto. Abre la puerta que estaba justo a mi espalda.

—Esta será tu habitación —informa—. Te traeré una camisa para que la uses de pijama. En el baño hay toallas.

Y terminando de decir la última palabra se marcha. Entro en la habitación.

Al igual que el resto de las paredes en la casa era de color blanco. Una cama grande, en la que podrían acostarse unas tres personas se ubica delante de un ventanal con unas hermosas cortinas combinadas de negro y blanco.

Dos cosas, la primera es que es fan de las vistas al exterior, la segunda que le gustan los colores blanco y negro.

¡Acaso importa!

Delante de la cama había un pequeño sofá y en la pared al frente un TV tamaño "exagerado" . Sí, a parte de "sexy" es también "exagerado".

Un armario precioso moderno está colocado a mi lado izquierdo junto con un espejo. En mi lado derecho se encontraba otra puerta, estaba daba acceso al baño.

Entro al baño y me doy una ducha. No es que tenga que hacer exactamente lo que me pida, pero este baño lo necesitaba.

Salgo de la ducha, apenas alcanzo la toalla para secarme y ahí estaba él.

—¿Qué te pasa imbécil? —le grito mientras trato de taparme con la toalla.

—Eileen —responde con su voz ronca—. ¿Crees que he visto algo nuevo?

—No, evidentemente —respondo quitando la toalla y terminando de secarme, así como si él no estuviera—. Has estado con montones de chicas —él no se marcha, me mira atento—,  pero creo que necesito privacidad.

—Te dejé una camina sobre la cama —me dice caminando hacia la puerta—. La braga te la debo.

Me coloco la camisa sin bragas y voy a la cocina. No es mi casa pero tengo mucha hambre.

No hay rastros de Liam en toda la casa, ya debe haberse ido a dormir.

Voy a la nevera y agarro un pote de helado, tamaño extragrande. Sé que me buscaré un problema por esto, pero bueno…¿qué le puede importar un pote de helado a un millonario?.

Vuelvo a la habitación y enciendo la TV. No han leído esa frase que dicen muchos en las redes: ‘’Tú, yo y Netflix, no sé piénsalo’’, ridículo, ‘’Yo, un pote de helado de chocolate y Netflix’’ eso sí es una combinación espectacular.

No acabé de ver la película, me quedé dormida.

Me levanto alrededor de las siete. Voy a la cocina, preparo el desayuno, es como agradecimiento.

Una chica, no común, llega a la cocina. Digo no común, porque común soy yo, sin extensas piernas, sin un cuerpo de escándalo, sin una pose de ‘’Miss Universe’’. ¡Ah! Pero a mi favor diré que soy buena persona, cocino rico, tengo una sonrisa preciosa y un pelo de escándalo. ¡Es rojizo!, lo olvidan.

—Hola —saluda ella con una sonrisa.

—Hola —le devuelvo el saludo—. ¿Te quedas a desayunar? —pregunto.

—No gracias —responde—. Dile al señor que me llame.

Asiento.

Termino de hacer el desayuno y me siento sobre la encimera a desayunar. No estoy en mi casa, pero apuesto que con la movida noche que tuvo ayer debe demorar en despertarse.

—¿Qué haces? —al levantar la vista me lo encuentro parado delante de mi. Sus ojos recorren mis piernas. No llevo bragas. ¡Universo estás en mi contra!. Cruzo mis piernas.

Él simula una media sonrisa. De un brinco me bajo de la encimera. Él mueve sus manos despacio por mis muslos subiéndolas hasta mis caderas, subiendo también con sus manos la camisa. Destacar que acaba de verme técnicamente desnuda. Sin embargo, yo aquí solo observando el recorrido de sus manos. Vuelve a treparme a la encimera.

—Esa posición —me habla cerca de mi cuello—, no te favorece.

Con sus manos me aprieta mi caderas, otra vez no hago nada. No logro hacerlo.

—Termina de desayunar —se separa de mí, mi cuerpo protesta—. Te llevaré a Upcide.

—¿No vas a desayunar? —pregunto.

Acaso importa, que se quede sin desayunar, que desayune, que se atragante la comida, que le de dolor de estómago.

—Prefiero mirarte —dice con esa voz…sensual, muy sensual.

Se sitúa frente a mí, apoyado en la encimera del frente, con las manos cruzadas. No voy a negar que estoy algo nerviosa, pero también tengo hambre y ese hambre es más fuerte que los nervios. 

Termino de comer, él vuelve a poner sus manos en mis caderas y me baja de la encimera. ¿Por qué se comporta así?

—Dile al señor que me llame –le digo imitando a la chica que se acostó con él, él solo observa como si no entendiera —palabras textuales de la chica que tenía en su cama.

Camino hasta el cuarto y me encuentro una caja sobre la cama. La abro y encuentro un vestido morado de mangas, era simple pero bonito. Además de un conjunto de ropa interior de encaje y pequeño.

Despúes de una ducha y cepillarme los dientes, me visto, no quiero regalos de él, pero tampoco es como que tenga otra opción de vestimenta.

Acababa de ponerme esa diminuta lencería cuando suena la puerta y él entra.

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