Capitulo 2: PRIMERA PARTE: Los guardianes y el pueblo de la Gran muralla.
Puede ver cómo la niña ya entró al valle y salió del bosque y a sus espaldas a pocos metros de ella los árboles van cayendo como si algo los fuese derrumbando para abrirse paso. La joven está indefensa y lo que sea que va tras ella es grande y parece ser fuerte, pero Legnar no conoce de miramientos, tampoco conoce el miedo, sabe que es un soldado y el deber de todo soldado es salvar vidas siempre que sea necesario.
Legnar carga su rifle, corre hacia la joven chica con su mirada puesta en el objetivo, que ya está a punto de salir de los árboles. La chica lo mira sorprendida y de inmediato se detiene; Legnar la pasa, la pone a sus espaldas, rodilla en tierra posición de disparo. Carga su arma, apunta con la mira, y espera que se deje ver el agresor para tener tiro directo…
«¿Qué pasa…? ¿Por qué no te dejas ver…?»
Lo que sea que venía persiguiendo a la chica se ha detenido. No llegó a salir del bosque, pero allí está, al acecho… Hay un silencio extenuante. Legnar está calmado, pero sabe que el peligro está lejos de pasar. Y es entonces cuando caen dos grandes árboles y tras ellos una gran bestia negra, cuatro patas, grandes garras y colmillos dos colas en forma de hoz, ojos rojos como la sangre.
La chica grita algo a Legnar pero él no puede entender su idioma, pero le dice…
Legnar: Todo estará bien… Corre hacia la muralla, no sé cuánto pueda detenerle. ¡Pero que estúpido, si no te entiendo a ti, no me entenderás tú a mí! Pues bien, no hay más que hablar, esa bestia morirá, aquí y ahora por mi mano.
Y así pues la bestia se abalanzó sobre Legnar y la chica, y este acciona su rifle disparando una gran cantidad de balas y todas dan en el blanco, pero la bestia, quien corre en ofensiva, apenas sintió los disparos. Legnar desenfunda su arma corta pues no le da tiempo de cargar el rifle, y apunta directo al cráneo de la bestia y vuelve a efectuar disparos mientras se va levantando y va cargando contra la bestia, la chica se queda atrás, Legnar con una de sus manos le hace gestos de que huya y la chica por fin entiende. Ella llora, pues sabe que lo que la persigue es algo muy poderoso. Lo que ella ignora, es que Legnar no es un soldado cualquiera, no es un hombre corriente…
De vuelta a la embestida de la be¡”ia Legnar ha descargado su segunda arma, la tira al suelo y sonríe mientras dice:
—Jajaja… Está no será mi muerte.
En su espalda carga dos espadas cortas, espadas creadas con un material misterioso y desconocido, creada por seres extintos de los cuales hablaremos más adelante, pero que por ahora dejaremos saber que son espadas especiales que dan un gran poder a quienes ellas elijan como portador, pero que también demandan un alto precio por usarlas. Espadas desenvainadas, Legnar corre hacia la bestia que a su vez ha bajado el paso en su embestida, se abalanzan uno sobre el otro y la bestia cae al suelo en un estrepitoso colapso, una nube de polvo se levanta alrededor de la colisión… Un brazo sangra… Cuatro ojos se miran fijamente, dos se cierran. Legnar ha ganado la batalla clavando sus espadas en el cráneo de la bestia.
Legnar: ¿Qué demonios es esto? Definitivamente hay algo extraño: Esta bestia. Su poder. Es superior al de mis armas. Es bastante claro que me enfrento a algo nuevo. Si no hubiera tenido estas malditas espadas, hubiese sido mi fin probablemente, aún así… No me siento nada cansado.
De pronto escucha un silbido y rápidamente da un par de pasos hacia atrás, caen dos flechas a sus pies formando una división entre la bestia y él.
Legnar: ¿Qué demonios? Parece que atraje la atención después de todo.
Voltea a mirar y tras él están seis extraños personajes.
Legnar: ¿Orbus, puedes oírme?
Orbus: Fuerte y claro señor, una de las sondas de comunicación está cerca escondida en el bosque, estoy al tanto de lo que sucede.
Legnar: ¿Tendrás algo de información? Parecen ser personas, soldados, guerreros o algo por el estilo, pero con armaduras medievales. Dos mujeres y cuatro hombres, o al menos eso parece.
Orbus: Percibo altas lecturas de energía señor. Debe mantener distancia, sea cuidadoso.
Legnar: Distancia… Cuidado… Claro. Iré a saludar.
Del cuerpo de la bestia sin vida, Legnar toma sus espadas y, con movimientos finos y elegantes las enfunda en su espalda. Libera sus manos y se hace al andar hacia esos extraños seres. En el camino recoge su pistola, unos metros después también su rifle y al hacerlo no puede evitar ver qué su mano sangra.
Legnar: La verdad una gota de sangre no es nada, comparado con lo que tengo en frente, la bestia a mis espaldas francamente parece un juego de niños. Si Orbus tiene razón y la energía de estos individuos es tan alta, no quisiera tener que enfrentarlos, tampoco es que tenga motivos para hacerlo. Al menos no todavía.
Legnar sigue caminando, pero de pronto uno de los seres da un paso adelante, levanta la mano en señal de alto y dice algo, pero Legnar no puede entenderlo. Es alto, de contextura imponente, su armadura es dorada y su cabello plateado, sus ojos son azulados, su mano derecha está levantada como queriendo decir alto, en su brazo izquierdo porta un escudo casi de su mismo tamaño y en ese mismo puño sostiene un bastón dorado. Legnar basándose en su sentido común y ya estando a pocos metros se detiene.
Legnar: La chica se esconde tras ellos, supongo que si esa bestia quería asesinarla estos deben ser los buenos. El idioma será un problema, no entiendo qué demonios quiere decirme.
Solo hay silencio mientras un viento frío vuelve a golpear sus cuerpos cubiertos de metales. De pronto un par de piernas salen corriendo, pero no huyen, corren, saltan, brincan de felicidad, un espíritu alegre corre hacia su salvador abriendo sus brazos y los cierra alrededor del cuerpo de Legnar, y este sorprendido se queda inmóvil. La chica está agradecida de su salvador, no le importa quién está tras ese frío traje ni quién se esconde tras ese casco oscuro. Ella solo quiere regocijarse mientras las lágrimas caen por sus mejillas.
Legnar: ¿Qué? Pero… ¿Qué haces, niña?
Legnar reacciona después de unos segundos mientras la toma de los hombros con mucha delicadeza.