Prólogo
El viento y el humo – que provenía de la avenida principal del pueblo – impacta contra mi rostro a medida que aumentaba la velocidad y me acercaba más al lugar.
Tienes que llegar a ellos antes de que sea demasiado tarde – me decía la voz de mi mente.
El desastre que había estado previendo se desató . No debí haber peleado con ella, fue estúpido cuestionar su forma de pensar o sus creencias y ahora todo esto está sucediendo. Puedo perderla. No quiero perder a nadie.
– No soportaras otra perdida más – me dije a mi mismo con la respiración acelerada por la velocidad con la que corría y por el esfuerzo que ello conllevaba, sumando el humo que llegaba a mis pulmones.
Al llegar a la avenida – donde se encontraban todos los seguidores de Los Verenes para escuchar el sermón de su orden de líderes, o es al menos lo que logré ver y escuchar – me detuve entre el gentío para ver si encontraba a Colin o a May y a Joe, pero no logro ver a ninguno, por lo que sigo con caminando.
De repente me detengo sin poder creer lo que mis ojos veían. No podía ser verdad. No entendía lo que sucedía.
– ¡Los Verenes nacimos para ser venerados! – comenzaron a recitar todos a mi alrededor.
Yo los comencé a empujar para acercarme más a la escena que mis ojos habían visto. Una vez que quedé a unos pasos de ella, sin poder dejar de mirarla, pensando que nada era real y que todo era parte de mi mente, algo en mí se rompió.
Hera no podía estar haciendo lo que estoy viendo.