Capítulo 5. Volver al campo
Por Kelly
Tampoco tuve suerte con mis novios.
Soy una mujer hermosa y bastante llamativa.
Me visto llamativa, es lo único en lo que no parezco simple.
Eso y mi auto, si alguien ve mi auto, se da cuenta enseguida que no soy una simple chica que junta sus pesos para pagarse la carrera.
Tuve algunos novios, no demasiados.
Al menos, no de lo que se puede esperar de una chica que vive sola en la capital.
La mayoría de las veces que viajé por el mundo, lo hice con mi padre, por lo que tampoco usé esos viajes para conocer gente, o tal vez es que no se dio que conociera a nadie.
Mi último novio, ese que me sacó el aliento apenas lo vi, era el primo de una chica de mi grupo, habíamos ido a bailar y allí estaba él.
Pensé que podría ser un gran amor.
Todavía no sé por qué, pero le oculté, casi adrede, mi situación económica y hoy le doy gracias a dios que así lo hice.
Ese día, me pasó a buscar una amiga y no llevé mi auto, tampoco tenía sentido que cada una vaya en su propio auto.
Al salir de la disco, me preguntó cómo me movilizaba y le dije que había ido en el auto de una amiga.
No le di más explicaciones.
Me llevó a mi casa en su auto y la próxima vez que nos vimos me pasó a buscar.
Comenzamos una relación.
El lugar en donde yo vivía, era de las zonas de más alto nivel socio económico de la capital, pero eso no quería decir mucho.
Todo parecía funcionar, pero él me hacía preguntas incómodas, quería saber de qué trabajaba mi papá y hasta me preguntó si teníamos personal de servicio.
Me cayó bastante mal esa pregunta.
Mi venda se iba cayendo.
El tema es que el muchacho me encantaba, pero no estaba segura de lo que vendría con él en un futuro.
Quiso conocer mi casa, se me ocurrió decirle a Carmen, que se hiciera pasar por mi tía, le dije que iba a ir con un chico y no le quería decir que vivía sola.
No tuvo problema en cubrirme, le encantó mi idea.
Fernando miraba mi casa, como estudiándola.
Luego de ese día no volvió a casa, él era un abogado recién recibido.
Hacía tres meses que salía con él y ya no me gustaba tanto, a veces era bastante frío conmigo, hasta que descubrí que había comenzado una relación con una chica que también estaba en mi grupo de amigos.
Ella, al revés que yo, vivía haciendo gala de su situación económica y creo que no tenía ni un 1 % de lo que poseía yo.
Corté con esa relación, estoy segura que Fernando era interesado y que comenzó a salir con ella, porque pretendía tener un matrimonio en el que su esposa aportara un dinero que él no tenía.
Fernando y su nueva novia, estaban saliendo de un bar, donde solíamos encontrarnos con nuestro grupo de amigos, cuando me vieron bajar de mi auto, en ese momento, yo tenía un Mercedes.
Se acercaron los dos, ella quería refregarme que estaba saliendo con mi ex novio.
Yo les sonreí.
—¿Y ese auto?
Me pregunta Fernando, sin disimular.
—Es mío.
—No te lo conocía, ¿Es nuevo?
—No, ya tiene dos años, en cuanto llegué el que pedí, este lo dejo en la agencia, mi papá me cambia de modelo cada dos años.
Se lo dije a propósito, me molesta la gente interesada.
—¿Qué auto te compró tu papá?
Me pregunta la chica, con cierta envidia.
—Ya lo van a ver, es una sorpresa.
Me alejé riendo.
Cuando 20 días después, me los cruzo en el mismo lugar, yo me estaba bajando de mi adorada Ferrari roja.
Los ojos de Fernando parecían salirse de las órbitas.
Yo seguí de largo.
No me equivoqué al creerlo interesado, en la semana me llamó diciendo que se equivocó, que me extrañaba y que no podía vivir sin mí, que podíamos intentar algo, yéndonos de vacaciones juntos.
—Lo lamento, las vacaciones las programo siempre junto a mi padre.
—Los puedo alcanzar…
—No creo, me gusta bastante el frío por lo que vamos a esquiar a Suiza.
—Prefiero el calor…a la vuelta hablamos.
Corté sin decirle nada más.
Me saqué de encima a un interesado, solo por no hacer alarde de mi dinero.
Después de Fernando, no encontré a ningún chico que me gustase y supongo que él no me gustaba tanto, aunque apenas lo vi me había encantado, pero ni siquiera me dolía cuando lo veía con otra chica.
Tampoco me desespera tener novio.
Carolina me dice que estoy muy sola, puede ser que tenga razón, pero por el momento, no necesita a nadie más.
Es verdad que estaba melancólica y sufría por la muerte de mi padre, más de lo que podrían pensar quienes me rodeaban, pero lo que ahora me tenía muy mal, era que, sin conocerme, ni saber lo que quería, mi padre se la arregló para despojarme de mis sueños.
Llegó el día en que se leía el testamento.
Fui con mi hermosa Ferrari, es verdad que era un auto para ciudad, pero no pensaba prescindir de él durante el viaje.
El abogado me ofreció mandarme un chofer.
No me volvió a ofrecer un helicóptero.
¿Acaso pensaban que yo no sabía llegar?
Por la noche me alojé en el hotel en donde lo había hecho la vez anterior.
Me vestí cuidadosamente, me puse un traje rojo, de pollera y chaqueta sin mangas, abotonado hasta el inicio de mi pecho, no mostraba demasiado, pero se veía realmente sexi.
Me lo había comprado en Francia, en el último viaje que hice con mi padre.
Mi atuendo lo completé con unas sandalias de taco alto, color negras y cartera haciendo juego.
En el baúl de mi auto tenía una valija con bastante ropa, no sabía si iba a estar algunos días allí o si ese mismo día me iban a despojar de lo que más quería en mi vida, que eran esas tierras que me vieron crecer, donde pasé mi primera infancia yfui realmente feliz con mis padres junto a mí.
Llegué al campo, la entrada estaba distinta, se abrió en cuanto me acerqué, parecía que un lector me había leído la patente.
El camino hacía la casa, también era distinto, era una calle, ancha, en la que cabían 4 autos unos al lado del otro.
Bajé la ventanilla.
El olor de los árboles me invadió los sentidos.
Miles de recuerdos llegaron a mi mente.
Bajé la velocidad para disfrutar el momento, no sabía si iba a tener la oportunidad de
volver a hacer ese camino.
Suponía que no.
Traté de reponerme, no quería llegar y que me vieran en un estado frágil, ni siquiera quería que esos extraños y sobre todo Rodolfo, sepan lo emocionada que estaba por estar allí.
Para él era algo normal, vivía allí.
El odio hacia ese hombre me invadió.
Él se iba a quedar con lo que era mío, con lo que me pertenecía.
Estacioné el auto al lado de varias camionetas y de otros autos.
¿Había tantas personas o tenían tantos vehículos disponibles en el campo?
Nuevamente me sentí dejada de lado.
Yo estaba feliz con mi Ferrari y resulta que Rodolfo tiene disponible para él, infinidad de vehículos.
Me sentí estafada, engañada.
A él le daban miles de cosas más que a mí y hasta donde yo sabía, mi padre y Romeo Orellana Coutol, eran socios en partes iguales.
Con una sensibilidad a flor de piel, que iba a esconder a cualquier precio, entré a la casa.
Lo hice por la puerta principal.
La casa tenía cuatro entradas, la principal y una en cada lateral, que correspondía a distintas alas de la casa.
También estaba la entrada de la parte de atrás.
Entré a un gran hall, no era como lo recordaba, es evidente que hicieron algunas reformas.
Me quedé unos segundos observando todo, al menos las arcadas que daban a cada ala, seguían estando.
El piso era distinto.
—Bienvenida señorita Kelly.
Me dijo de repente una mucama, no supe en qué momento entró, se nota que me distraje demasiado observando todo.
Tengo que prestar más atención.
—Acompañeme, por favor.
Dice como si yo fuera una extraña y creo que, al menos hasta ese momento, todavía era mi casa.
Yo tenía puestos mis anteojos, me ayudaban a esconder mis emociones, aunque eran de sol y era ridículo que los tuviera dentro de la casa.
Se dirige al ala correspondiente a Romeo, o en este caso a Rodolfo, su hijo.
Entramos a un salón y luego, doblando el pasillo, llegamos a una oficina, era amplia, se parecía a la que estaba del lado en donde vivía yo.
Me doy cuenta que son como dos casas, unidas y hechas en espejo, vendrían a ser como esos duplex modernos.
De chiquita nunca le había prestado atención a ese detalle.
Sentí cuatro miradas en mí.
Supongo que los tres hombres que no conocía, serían los abogados, el otro era Rodolfo Orellana Coutol.
Se pararon los cuatro.
Rodolfo aparenta ser un caballero.
—Buenos días.
Digo yo, al entrar.
—Buenos días señorita Kelly.
Dice una voz que identifiqué como el abogado que siempre habla por teléfono conmigo.
Los otros dos hombres se presentaron, uno era un escribano y otro señor, el más joven, era el contador.
—Buenos días Kelly.
Me dice Rodolfo, recorriéndome con la mirada, pero sin extender la mano.
Los tres señores que eran del equipo de bufete de abogados, sí me saludaron dándome la mano.
Ok, su educación tiene límites.
Yo tampoco se la extendí a él.
Se distribuyeron, sentándose alrededor de una mesa, mediana y ovalada, esa mesa sí la recordaba, se acomodaron de forma tal que Rodolfo y yo quedamos sentados uno al lado del otro.
Me saqué los anteojos, porque ya no tenía sentido tenerlos puestos y ya estaba recuperada de la impresión que sentí al entrar a esa casa.
Al menos creí que estaba recuperada.
Comenzamos a escuchar la lectura del testamento.
Ellos hablaban de las cláusulas, que la señorita Kelly Muller y el señor Rodolfo Orellana Coutol deben cumplir para poder acceder al 100% de la herencia.
Ambos nos miramos, con desconcierto y con muchas dudas.
Sentí sus ojos grises verdosos, clavados en los míos.
Ya no tenía la seguridad de la cual hizo gala cuando entré, pero sentí que sus ojos buscaban dentro mío, eso me puso nerviosa, no entiendo porque sus ojos me miraban así.
Su mirada era profunda, punzante.
Me sentí tan incómoda que desvié la mirada.